La escandalosa abyección de Amnistía Internacional

Khalid Amayreh
XPIS
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
25/02/09

En un aparente intento de parecer “ecuánime” e “imparcial” el grupo de derechos humanos con base en Londres Amnistía Internacional (IA) ha urgido a la comunidad internacional a dejar de vender armas al régimen de apartheid israelí y al movimiento palestino islámico de liberación Hamás.

Un informe publicado por el grupo el domingo 22 de febrero señalaba que las armas suministradas a “ambos bandos” se utilizaron en ataques contra “civiles y objetivos civiles”, lo que constituyen crímenes de guerra.

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Sin embargo, un examen detallado del informe demuestra una clara tendencia por parte de AI a crear una falsa simetría entre Hamás, un pequeño movimiento de liberación que resiste a una ocupación militar extranjera similar a los nazis y de décadas de duración, e Israel, un Estado manifiestamente criminal armado hasta los dientes que ha estado cometiendo todos y cada uno de los crímenes que se puedan concebir bajo el sol con el propósito de mantener su ocupación colonial y su brutal dominación sobre el pueblo palestino.

Nadie está afirmando que Hamás esté completamente libre de culpa. Atacar civiles es inaceptable. Pero equiparar la resistencia de un pueblo perseguido durante décadas y que se consume bajo una ocupación militar (aunque cometa errores) con el inmensamente superior terrorismo de Estado perpetrado de manera injustificable por un poder ocupante es, cuando menos, moralmente inconsciente. Es más, sería ser similar a equiparar la resistencia europea a los ejércitos nazis agresores durante la Segunda Guerra Mundial con la propia agresión nazi.

Pues bien, con todos los respetos a AI y a sus esfuerzos por salvaguardar y defender los derechos humanos, no existe identificación moral o legal entre el derecho de una víctima de una violación a defenderse de su atacante y el acto criminal iniciado por el violador. Utilizo esta analogía porque la duradera opresión israelí impuesta al pueblo palestino es un duradero acto de violación.

Sí, lanzar proyectiles caseros y de otros tipos igualmente primitivos contra civiles israelíes es un acto lamentable. Con todo, el lanzamiento de estos proyectiles, que en diez años de hostilidades han matado a unos pocos israelíes (casi uno al año), no se puede comparar con la casi completa aniquilación de la infraestructura civil de Gaza y el asesinato sistemático de miles de hombres, mujeres y niños inocentes.

El excesivo, desproporcionado y a menudo inmoral uso de violencia mortal contra una población civil esencialmente encarcelada e indefensa es más que simplemente un mero error de cálculo o razonamiento incorrecto. Es más bien un crimen de guerra cuyos perpetradores son viles criminales de guerra que deberían ser perseguidos y castigados por sus crímenes.

Más concretamente, si se está verdaderamente interesado en hacer un análisis honesto y objetivo de la recientes atrocidades cometidas en Gaza es fundamental indicar el contexto en el que se ha producido. Por lo tanto, hay que ser lo suficientemente honesto como para recordar que Israel ha estado obligando al millón y medio de gazatíes a elegir entre morir sin hacer ruido al sucumbir al asedio hermético y genocida que ha llevado a la mayoría de los habitantes de la zona al borde de un holocausto silencioso o luchar para defenderse utilizando cualquier medio primitivo y extremadamente limitado del que disponga.

Creo firmemente que es absurdo y ridículo, si no totalmente malintencionado, comparar Hamás con Israel en lo que se refiere al uso de la violencia.

Hamás es un movimiento pequeño de palestinos perseguidos que han sido el blanco de la persecución y opresión israelí. Hamás no supone una amenaza real o estratégica para Israel, una superpotencia que también controla en gran parte a los politicos y la política estadounidense.

En su último ataque genocida contra Gaza, Israel utilizó las más letales armas de muerte, incluyendo aviones F-16 , helicópteros Apache, tanques Merkava, artillería pesado, uranio empobrecido, agentes químicos que corroen la carne humana y pueden causar la muerte, fósforo blanco, bombas de racimo y todo tipo de otras armas letales.

Por otro lado, Hamás utilizó armas claramente primitivas, fundamentalmente para impedir que Israel cometiera un genocidio aún mayor.

Durante este bombardeo aéreo, Israel atacó a sabiendas y deliberadamente barrios civiles, edificios de viviendas, casas particulares, mezquitas, internados, edificios de la universidad, escuelas de la ONU, tiendas de alimentación y otros negocios. Fue una orgía sin límite alguno de muerte y terror contra una población encerrada y a la que a conciencia se había hecho pasar hambre.

A consecuencia de todo ello, al menos 7.000 palestinos fueron asesinados, mutilados o heridos, la mayoría de ellos con minusvalías para toda la vida. Además, cientos de miles de gazatíes sufren traumas psicológicos de por vida.

En el lado israelí estamos hablando de aproximadamente una docena de víctimas israelíes, algunos de ellos muertos o heridos por “fuego amigo”.

Así, estamos tratando con una situación extremadamente asimétrica en la que la proporción de muertos es casi de 1 a 100. No hay ni que decirlo, uno no tiene que ser un gran experto militar para darse cuenta de que esto no es realmente una guerra sino una masacre descomunal.

Por ello invitamos a AI a llamar las cosas por su nombre y a abstenerse de esconderse tras una jerga técnica que no sólo no transmite los hechos sobre lo que pasó realmente en Gaza sino que da además la falsa impresión de una simetría entre Israel y Hamás en relación a la culpa.

Más concretamente, es importante recordar que Israel no impuso el draconiano bloqueo a Gaza como represalia por el muy inofensivo lanzamiento de proyectiles contra Israel. El bloqueo criminal se impuso sobre todo como cruel castigo a los palestinos por haber elegido a un partido que a Israel no le gusta. Por ello, la imposición del asedio, que continúa inamovible, es per se un crimen de guerra o un crimen contra la humanidad.

El mundo los traicionó, el mundo árabe permaneció en silencio y algunos regímenes árabes incluso entraron en connivencia con Israel para perfeccionar el asedio con la esperanza de que los gazatíes se volvieran en contra [de Hamás] y lo derrocaran.

Y el hipócrita occidente tuvo la audacia de echar la culpa a las víctimas mientras, como siempre, farfullaba acerca del derecho de Israel a defenderse.

Esto ocurría mientras todo un pueblo estaba siendo encarcelado, se le mataba de hambre, se le atormentaba y exterminaba en silencio, fundamentalmente por razones políticas que tienen que ver con a la expansión territorial israelí.

En resumen, lo que hizo inevitable la resistencia palestina fue el bestial y nazi ataque israelí contra ellos. Los palestinos, atormentados desde hace décadas por esta cruel ocupación tienen todo el derecho moral a resistir utilizando todos los medios de los que dispongan.

En vez de echar la culpa a las víctimas por resistir a su opresor, el mundo, incluyendo AI, debería decir a Israel que no puede encerrar a un millón y medio de civiles dentro de una cárcel a cielo abierto, rodeada de alambre de espino, torres vigía, tanques, minas de tierra y otras novedosas maquinas de matar y esperar que las víctimas muestren amor y comprensión hacia sus torturadores y opresores.

Israel ha transformado la franja de Gaza en un verdadero campo de concentración al denegar a la población prisionera el acceso al combustible, a la comida, a los cuidados médicos y a productos básicos.

Mientras tanto, la maquinaria de muerte israelí nunca deja de matar casi a diario a palestinos inocentes.

Es fundamental que AI y otros grupos de derechos humanos tengan en cuenta estos hechos al tratar la situación en Gaza. No hacerlo y doblegarse ante las presiones israelíes deterioraría más la imagen de AI como la principal organización de derechos humanos del mundo.

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