Fracasa una de las misiones más innovadoras de la NASA
El País
26/02/09
Comentario SDLT: Este satélite que daría información crucial sobre el clima del planeta, ver de donde se produce y como se consume el CO2, y por tanto el origen del calentamiento global, no llegó ni a dar frutos. ¡Qué casualidad!
La NASA vio lastrarse ayer una de sus misiones más innovadoras, dedicada a medir el CO2 en la atmósfera terrestre, al fallar la puesta en órbita del Oco. El observatorio cayó al océano cerca de la Antártida poco después del lanzamiento desde la base de Vandemberg (California). El problema se apreció casi a los tres minutos del despegue porque no se abrieron las dos mitades de la llamada cofia, la punta donde va alojado el satélite en su ascenso por el aire. Al no perder esa capa protectora, el Oco no pudo ganar altura debido al exceso de peso y acabó destrozado en el mar. Su órbita definitiva era casi polar y a 705 kilómetros de altura sobre la superficie terrestre.
El observatorio era un satélite mediano (441 kilos), con un coste no muy alto (214 millones de euros) en comparación con otras misiones espaciales, pero era muy esperado por los científicos del clima, que recibieron ayer la noticia del fracaso de la misión como un jarro de agua fría. "Este observatorio proporcionará a los científicos una imagen global mucho más completa de la que tenemos acerca de cómo funciona el ciclo del carbono", había declarado poco antes del lanzamiento Inez Fung (Universidad de California en Berkeley).
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El Oco iba al espacio en un cohete Taurus XL, un lanzador privado de la empresa Orbital, que despegó a las 10.55 hora peninsular. Los primeros minutos de vuelo transcurrieron con normalidad, explicó ayer el responsable del lanzamiento por parte de la NASA, Chuck Dovale. "Pero enseguida empezamos a tener indicaciones de que no se había producido la separación de la cofia", dijo. Al no detectarse la aceleración esperada del satélite en su ascenso -debido a la pérdida del peso de la cofia- supieron en la sala de control que algo había ido mal.
Esta operación de puesta en órbita es crítica en todos los lanzamientos. Se han perdido otros satélites antes por fallos similares. En 2005, por ejemplo, la Agencia Europea del Espacio (ESA) perdió su satélite CryoSat (que iba a observar los hielos del planeta) en un lanzador ruso. Cinco meses después, la ESA decidió construir un nuevo CryoSat.
La NASA no aclaró ayer si financiará un nuevo Oco. Lo primero es investigar las causas de la pérdida del satélite, proceso que, si es obligado en todos los accidentes espaciales, en éste lo es más porque la misma empresa Orbital, responsable de construir y lanzar el Oco, tiene encomendado otro satélite de la NASA, el Glory, cuya puesta en órbita está prevista para el próximo octubre. Orbital ha realizado, desde 1994, con los Taurus ocho lanzamientos y ha fallado dos, el último en septiembre de 2001.
El Oco estaba concebido para medir el CO2 terrestre y ayudar a responder preguntas clave: ¿Dónde se emite? ¿Cuánto y dónde absorben los océanos y la vegetación? La vigilancia de los niveles detallados de dióxido de carbono en la atmósfera terrestre se ha convertido en una necesidad imperiosa para avanzar en el conocimiento del clima y su evolución futura. Además, es conveniente disponer de los mejores datos a la hora de establecer estrategias de economía política para mitigar el problema del calentamiento.
La emisión y absorción de CO2 no son uniformes en todas las zonas del planeta, y los científicos no pueden determinar aún con precisión dónde y cómo exactamente se está produciendo sobre todo la absorción en los llamados sumideros. Para conocer mejor los procesos y mejorar las simulaciones del clima futuro contaban con el Oco como una excelente herramienta.
El Oco no iba a ser el primer equipo en órbita vigilando el CO
2. Hace un mes la agencia japonesa Jaxa lanzó su Ibuki, para medir tanto este gas de efecto invernadero como el metano, y la misma NASA tiene a bordo del satélite Aqua un instrumento que permite hacer mapas globales de CO2
a una altura entre 5 y 13 kilómetros en el aire, donde es más eficaz en su efecto invernadero. Pero los detectores de Oco eran mucho más sensibles a las concentraciones de ese gas cerca de la superficie terrestre, donde se registra casi toda la emisión y absorción. Ibuki, por su parte se centra, sobre todo, en las fuentes más que en los sumideros, por lo que es especialmente útil a efectos de controlar el cumplimiento de acuerdos como el Protocolo de Kioto, más que para tener un conocimiento preciso y global de todo el problema del carbono.
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