Hace 20 años los Estados Unidos invadieron Panamá
Antonio Torres
La Haine
08/01/10
En la madrugada del 20 de diciembre de 1989, más de 26.000 soldados norteamericanos perfectamente equipados invadían Panamá en la denominada operación “Causa Justa”
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Con la que se pretendía derrocar el régimen militar del General Manuel Antonio Noriega. El presidente de los Estados Unidos, George Bush (padre), expondría las siguientes razones para la invasión del pequeño país centroamericano: defender la vida de los ciudadanos norteamericanos en Panamá, (dos días antes de la invasión un soldado norteamericano resultó muerto en un enfrentamiento con soldados de la Guardia Nacional panameña); defender la democracia y los derechos humanos; detener al General Noriega, acusado de estar implicado en las redes de tráfico de drogas entre Colombia y los USA; y asegurar el cumplimiento del Tratado Torrijos-Carter.
Sin embargo, como ya nos explicaba el periodista belga Michel Collon en su conocido libro “¡Ojo con los media!” (Ed. Hiru), toda esa fraseología de “democracia”, “libertad” y “derechos humanos”, tan ampliamente difundida por los grandes medios de comunicación, servía para ocultar los verdaderos intereses norteamericanos: “La mayoría de los media occidentales tienen una constante: nunca hacen que el lector se consciente de la dimensión del imperialismo norteamericano en su conjunto. No se muestra hasta qué punto determina la vida económica, política y militar de la mayoría de los países. Para cada intervención militar de los EEUU se dan razones específicas: “amenaza soviética”, “amenaza china”, “amenaza integrista”, “salvar vidas americanas”, combatir el tráfico de drogas”, “preservar los intereses vitales de Occidente”; la lista es casi infinita. Pero agudizando la memoria del lector y haciéndole consciente de que los EEUU intervinieron una vez contra el hitlerismo y 182 veces contra países independientes, ¿no estaríamos corriendo el riesgo de traer a colación preguntas sobre el fundamento de tantas intervenciones? (...)”.
Curiosamente, días antes de la invasión a Panamá, en concreto hacía un mes, el Muro de Berlín caía, desapareciendo lo que en su momento se llamó el Muro de contención antifascista, que había dividido durante 40 años el campo socialista europeo y las llamadas democracias populares de la Europa capitalista aliada de los Estados Unidos. También estaban aún muy recientes los sucesos de Rumanía. Con el Muro de Berlín caído y con una Unión Soviética, liderada por Mikhail Gorbachov y su grupo anticomunista, corriendo a marchas forzadas hacia su destrucción y definitivaa liquidación, los Estados Unidos dieron un golpe efectivo con el fin de reafirmar, en el futuro escenario geopolítico que se abría, su poderío militar con el que pretendía imponer su poder exclusivo y omnímodo a los pueblos del mundo, y no tolerar ningún tipo de insubordinación a sus determinaciones.
A pesar de invadir Panamá y procurar un gobierno títere fiel a sus dictados políticos y económicos, 20 años después, el fracaso de los Estados Unidos en imponer a los pueblos del mundo sus dictados políticos, económicos y culturales de forma exclusiva y excluyente es ya más que evidente, porque en todos estos años, los pueblos del mundo amantes de la libertad, la soberanía, la justicia social y la paz lejos de amedrentarse han sabido plantar cara a las agresiones, resistir, y a veces dar alternativas de desarrollo político, económico y cultural fuera de los dictados imperialistas.
Después de 20 años de aquella salvaje incursión norteaméricana sobre el indefenso Panamá, es necesario recordar los motivos que la desataron, las víctimas de aquella atrocidad, sus consecuencias, la situación internacional, y su comparación con el nuevo escenario planteado en el mundo y en Latino américa en particular en los inicios de este siglo XXI.
Panamá, un hecho colonial
Panamá era conocido dentro de la República de Colombia como el Departamento del Istmo, desde casi la independencia de España, fueron numerosos los diferentes pronunciamientos tanto federalistas como incluso independentistas por parte, sobre todo, de élites militares del Istmo que representaban los intereses de la burguesía local. De 1840 a 1841, Panamá se declaró independiente, más tarde durante la llamada Guerra de los Mil Días, Panamá fue independiente de facto. Tras la finalización de este conflicto que desangró Colombia por completo, las ansias independentistas fueron aumentando, debido a las fuertes desconfianzas que los conservadores colombianos despertaban entre los liberales panameños, pero lo que definitivamente dio un fuerte impulso al independentismo panameño fue el no cumplimiento del Tratado Herrán-Hay de 1903 entre los Estados Unidos y Colombia para finalizar la construcción del Canal, el Senado colombiano por mayoría se negó a aceptar el Tratado con los Estados Unidos, lo que supusó definitivamente la apuesta de los EEUU por la independencia de Panamá.
En torno al político panameño Juan Agustín Arango, con importantes nexos con grandes industriales norteamericanos, se fue urdiendo el plan para la proclamación de independencia de Panamá; una vez que el hombre de Arango, Amador Guerrero, tras un viaje a los EEUU había conseguido el apoyo definitivo al plan del Gobierno norteamericano, los hechos se desencadenaron, aunque no sin dificultades, y no sin que el Gobierno colombiano estuviera relativamente al tanto de la intentona, aunque fuera incapaz de evitarla. Finalmente, y vencida todas las resistencias, el 3 de noviembre de 1903, Demetrio H. Brid, autoridad máxima panameña, proclama la República de Panamá, siendo su primer Presidente de hecho, nombrando el día 4 de noviembre una Junta de Gobierno, hasta la Convención Nacional Constituyente a celebrar en febrero de 1904, que nombraría a su vez como Presidente de la República a Amador Guerrero. El 13 de noviembre de 1903, los Estados Unidos reconocían la independencia panameña, después lo haría Francia. Aunque el Gobierno colombiano intentaría negociar con el Gobierno de la Panamá independiente su reintegración en Colombia, dichas negociaciones no dieron fruto alguno.
Los EEUU se ganaron un fiel aliado en el nuevo Estado independiente panameño, lejos de la inestabilidad que le ofrecía el Gobierno colombiano, por otro lado, la burguesía del Istmo conseguía negociar directamente con los EEUU la finalización de la construcción del Canal, saliendo lógicamente beneficiada. De aquí en adelante, Panamá se convertiría en un enclave fundamental para el imperialismo norteamericano, con una burguesía panameña lacaya y servil. El autor panameño Ángel Valdés viene a resumir los hechos de esta manera: “Así, en la independencia de Panamá de Colombia el 3 de noviembre de 1903, los beneficiados directamente de este hecho fueron el gobierno de EU y la naciente burguesía panameña. La independencia de Panamá estuvo condicionada a la firma del Tratado Hay-Buneau Varilla que le garantizó a EU la construcción, uso y control del Canal de Panamá; obviamente la construcción del canal y la dinámica comercial de la ruta, benefició enormemente a la burguesía panameña quien vio en este proceso una forma rápida de invertir y recuperar sus capitales. No obstante, esta motivación clasista, se puede calificar de necesaria, si tomamos en cuenta que hacía mucho tiempo que en los panameños iba creciendo el sentimiento nacional independiente de las ataduras colombianas.”, (“La invasión a Panamá” en http://www.kaosenlared.net/noticia/la-invasion-a-panama). Sin embargo, pronto en el nuevo Estado panameño iban a surgir voces que reclamarían la soberanía panameña del Canal, frente a la nueva oligarquía enriquecida y sus políticos, surgiendo un auténtico movimiento popular en pos de la soberanía del Canal, que tendría uno de sus puntos más álgidos en los sucesos del 9 de enero de 1964 cuando estudiantes se enfrentaron a militares norteamericanos de la zona del Canal.
Todo este movimientosatado conduciría a toda una ola de inestabilidad y de golpes y contragolpes de Estado, que acabarían con la llegada al poder en 1969 del General nacionalista Omar Torrijos, que conseguiría dar fecha de entrega a manos panameña del Canal en el conocido Tratado Torrijos-Carter. En 1981, con la aún no aclarada muerte de Torrijos, comenzaría una auténtica lucha encarnizada por el poder por parte de los militares, apareciendo en escena el siniestro y oscuro General Manuel Antonio Noriega.
El General Noriega
En 1983, el General Manuel Antonio Noriega, presuntamente implicado en la muerte del General Torrijos, asumía el cargo de Comandante en Jefe de las Fuerzas de Defensa de Panamá. Años atrás había sido jefe de la inteligencia militar, y debido a ello, colaborador de la CIA en diversas operaciones de contrainsurgencia, contrabando de estupefacientes, y blanqueo de dinero; debemos recordar que el tráfico de drogas fue utilizado por la CIA para financiar a la Contra nicaragüense. El mismo Noriega sería el máximo beneficiado política y, sobre todo, económicamente por su colaboración en todas aquellas operaciones llevadas a cabo por la CIA durante aquellos años. Por eso, en 1984, ante la situación que se había creado en el país de gran descontento popular por el seguro fraude electoral que había llevado a la presidencia al hombre de Noriega, Nicolás Ardito Barletta, el Director de la CIA, William Casey, saldría en defensa de Noriega, frente a las protestas de numeroscongresistas norteamericanos, argumentado la importanciafundamental de Noriega en la defensa de los intereses estadounidenses. Sin embargo, las relaciones entre los EEUU y Noriega acabarían deteriorándose, por un lado, las ansias de poder de Noriega, que le hacían desobedecer una y otra vez las ordenes de Washington, que le imponían una apertura de su régimen y darle cierta “apariencia democrática”, pero también, por el hecho de haber cerrado la terrible “Escuela de las Américas”, causando el enfado norteamericano.
La invasión
En 1988, el Presidente de la República, Eric Del Valle destituye a Noriega, la reacción de éste fue la de desconocerrr esas ordenes, acabando Del Valle refugiado en la embajada norteamericana, Noriega nombraría Presidente a su hombre Manuel Solís Palma. En mayo de 1989 tendrían lugar las elecciones que ganaría el candidato opuesto a Noriega, y protegido de los EEUU, Guillermo Endara, ante los resultados, Noriega suspendería las elecciones. En septiembre, asumiría la presidencia el hombre cercano a Noriega, Francisco Rodríguez, ante el cfreciente descontento popular. Al mes siguiente, el Mayor Moisés Giroldi dirigiría una operación militar destinada a desalojar a Noriega del poder fracasando estrepitosamente, sería condenado y fusilado. Finalmente, en diciembre de 1989, Noriega asumiría todo el poder y declaraba la guerra los EEUU. A partir de ahí los acontecimientos se precipitan, y el 20 de diciembre el ejército norteamericano comienza la operación militar “Causa Justa” que consigue en muy pocos días desbaratar al débil ejército panameño de sólo 12000 efectivos y sin apenas aviación.
Aunque el objetivo de las fuerzas norteamericanas era en principio militar, el ataque norteamericano causó un número aproximado de 3000 víctimas civiles, aunque algunas fuentes hablan incluso de 6000, a día de hoy no existe un número oficial de víctimas reconocidas, y todo ello, frente a los 23 soldados norteamericanos que perdieron la vida. Una verdadera sangría que aún hoy sigue en el olvido.
El popular barrio del Chorrillo, donde se encontraba el Cuartel Central de Noriega fue barrido del mapa por las bombas norteamericanas, produciéndose a la vez un alto número de víctimas civiles.
En definitiva, Panamá quedó destrozada, humana y económicamente, el pillaje se hizo normal y, como no, necesario, ante una situación de desabastecimiento total de bienes. Noriega se acabaría entregando y siendo trasladado a los EEUU, donde sería juzgado y condenado a 40 años de prisión por narcotráfico. Igualmente, el Estado panameño también condenaría a Noriega a 20 años por el fusilamiento del Mayor Giroldi , a otros 15 por el asesinato del periodista opositor Hugo Spadafora, y a 18 meses por delitos de corrupción.
El candidato opositor, títere de los EEUU, Guillermo Endara tomaría posesión de su cargo en una base norteamericana, la soberanía nacional panameña quedaba por los suelos, humillada y destrozada. Aunque la ONU condenó la intervención, ésta no tuvo trascendencia alguna .
La lección de Panamá
Como hemos señalado anteriormente, la salvaje invasión de Panamá tuvo lugar en un contexto internacional muy determinado: el de la caída de la URSS y las democracias populares del Este europeo. Este contexto supuso un duro golpe para el conjunto del movimiento antiimperialista, que veía como uno de los más importantes referentes y apoyo político, militar, y económico se entregaba en los brazos del imperialismo norteamericano y del bloque imperialista europeo. Fruto de todo ello, la CIA y el propio KGB operarían conjuntamente como así parece ser que ocurrió en la propia Alemania Democrática con la caída del Muro o en los sucesos también de 1989 en Rumanía. En esta nueva situación, se consideró necesario hacer una demostración de fuerza ante el escenario que se abría, que si bien era propicio para los intereses del imperialismo norteamericano, ofrecía a la vez un panorama incierto donde regímenes nacionalistas junto con elementos socialistas incorregibles hicieran frente a la penetración imperialista norteamericana. A partir de ese momento, la retórica de la “falta de libertades” o de la “amenaza a Occidente”, o cualesquiera otras vendrían siempre al auxilio de cualquier intervención militar.
Por otro lado, Noriega suponía el ejemplo más claro de lo que le podía ocurrir a posibles aliados imperialistas que decidieran desobedecer los llamados del imperialismo norteamericano. Ni Roma ni Washington pagan traidores. La invasión a Panamá fue todo un toque de atención para todos aquellos políticos, militares, agentes, etc., que decidieran anteponer sus propios intereses a los de su amo. Mientras Noriega fue un fiel lacayo del imperialismo todo estuvo permitido: corrupción, narcotráfico, asesinatos de opositores, torturas, cárcel, etc., todo dentro de las ordenes del amo, nada fuera de sus ordenes.
De Panamá a la Latinoamérica del siglo XXI
Podríamos hacer un poco de política ficción, ¿se imaginan actualmente a Colombia invadida por el ejército norteamericano y con el Presidente Uribe detenido y trasladado a los EEUU para ser juzgado por narcotráfico? Imposible. Pero, a grandes rasgos, ¿qué diferencia a Noriega de Uribe? Ambos han estado implicado en la detención, tortura y asesinato de opositores, de sindicalistas, de periodistas, ambos han estado implicado en casos de narcotráfico. Sin embargo, Uribe sabe quién es su amo, y modera sus ambiciones personales a los intereses de su amo, Uribe sabe perfectamente que no puede engreírse y considerarse imprescindible para el imperialismo, como le pasó a Noriega.
Afortunadamente, de 1989 al 2009 muchas cosas han cambiado, el imperialismo norteamericano se encuentra estancado en sus aventuras militares por la hegemonía mundial, y lo peor es que no puede dejar de aventurarse porque justamente en esas aventuras asesinas está su supervivencia. Esas aventuras imperialistas, de momento, no han conseguido acabar con el ejemplo luminoso de la Cuba Socialista, ni con la Venezuela Bolivariana, ni con la Bolivia indígena, obrera y popular. La voluntad de los pueblos latinoamericanos por resistir y crear un espacio de soberanía, democracia popular y justicia social es inquebrantable, a pesar de todo, el imperialismo no baja la guardia, el golpe de Estado en Honduras y el reforzamiento del militarismo norteamericano en la Colombia de Uribe, exponen claramente que el imperialismo norteamericano defenderá sus intereses al precio que sea.
En estos 20 años, los pueblos de Latinoamérica han resistido a gobiernos títeres neocoloniales cuya única función era la de trasladar las recetas neoliberales dictadas desde Washington a la población obrera y popular, y la de reprimir el descontento social; los pueblos no creyeron todas las cantinelas del fin de la historia, sino que todos esos gobiernos neoliberales despiadados que se impusieron en Latinoamérica a principios de los 90 del siglo pasado, hicieron despertar al movimiento obrero y popular, de Norte a Sur, en definitiva hicieron ver no sólo la necesidad de organizar la lucha y la resistencia, sino la de dar una alternativa de desarrollo independiente y socialista. El imperialismo creó a su propio enterrador.
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