El impacto de la nanobiotecnología en la alimentación y la agricultura

migueljara.com
07/01/10

El Grupo ETC (Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración) lleva unos años publicando extraordinarios trabajos sobre los potenciales peligros de la nanotecnología. En enero de 2003 hicieron una gran aproximación al asunto explicando bien qué es y cuales son sus potenciales usos, los buenos y, claro, como corresponde a una organización crítica con las aplicaciones tecnológicas cuyo debate social no se ha proucido, los malos. Ese informe lo titularon La inmensidad de lo mínimo.

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En junio de 2005 desarrollaron lo que bien podría ser un resumen del anterior, con una edición más gráfica y explicaciones al alcance de un público mayor. Se llama Manual de bolsillo en tecnologías nanoescalares… y la “Teoría del little bang”.

Previamente, en noviembre de 2004 había publicado el informe La invasión invisible del campo: El impacto de las tecnologías nanoscópicas en la alimentación y la agricultura. Este trabajo analiza y adelanta las posibles consecuencias de estas tecnologías en su aplicación en la producción y transformación de alimentos. Parece ser que ya no hay límites en la creación de nuevos modos de vida, nunca concebidos en la evolución natural. Las técnicas transgénicas o de biotecnología han servido y sirven para jugar a Frankenstein, enlazando por ejemplo genes de diferentes especies con los posibles y cada vez más documentados efectos nocivos en nuestra salud y la del medioambiente (que no deja de ser lo mismo) que ello puede provocar. Pero la nanotecnología va un paso más lejos y las instituciones y grandes corporaciones que la impulsan intentarán conseguir con ella la buena imagen que no han conseguido con los productos y alimentos transgénicos. Uno de los párrafos que pueden encontrarse en este último informe reza así:

En un artículo reciente de la revista Nature Materials, una investigadora del Cavendish Laboratory de la Universidad de Cambridge urgió a sus colegas en la investigación de materiales a que consideraran la agricultura como “una fuente de insumos alimenticios con una composición esencialmente incontrolable”, pero “con una rica y diversa categoría de materiales”, muchos de ellos “compuestos nano estructurados, donde el auto ensamblaje juega un papel crucial”. Athene Donald apunta que la variabilidad de estos insumos, característica inevitable de todos los productos naturales debida a las diferencias regionales en suelo, clima y modos de cultivo, produce ingredientes “no confiables” que los nanotecnólogos podrán uniformar más, hacerlos más estables e incluso más nutritivos. Reconociendo que, al menos en Europa, “la ciencia perdió ante la emoción” en el debate de los organismos genéticamente modificados, la autora abriga grandes esperanzas de que la nanotecnología “mejore la materia prima” de modo que sea aceptable para el público.

Algunos alimentos, cosméticos, medicamentos o pesticidas ya se están produciendo con esta tecnología y vendiendo, utilizando al conjunto de la Humanidad una vez más como una inmensa cobaya, sin saber a lo que se expone y sin su consentimiento. Insisto. No ha habido un debate abierto sobre la misma

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