Preocupación de Turquía por el “plan B” de EEUU para Irak
Rebelión
Nazanin Amirian
En la región nadie se cree que la invasión del ejercito turco al Kurdistán iraqui, anunciada con tanta vehemencia, sea para destruir las bases de operaciones del Partiya Karkeren Kurdistan (PKK), Partido de Trabajadores de Kurdistán en Irak. Pues, desde la constitución del gobierno autónomo kurdo en el norte de éste país en 1991, las incursiones turcas, aunque de baja intensidad, han sido habituales, constantes, y han contado con el consentimiento de Estados Unidos y de su Gobierno autónomo kurdo. Sin embargo, en esta ocasión tanto Washington y la Unión Europea como Masud Barezani, el presidente de la autonomía kurda se han opuesto a la nueva aventura turca. Además, Abdul Rahman Chadrchi portavoz del PKK niega rotundamente que sus casi 40 mil guerrilleros hayan lanzado operaciones en Turquía desde territorio iraqui. Pues, a la realidad de que esta organización tras duros golpes recibidos en la década pasada está aun en proceso de reconstrucción, se añade el hecho de que los lideres kurdos iraquíes, muy fieles aliados de EEUU no les permitirían hostigar a Turquía, otra aliada estratégica de Washington. Por lo que habría que buscar otras razones para esta nueva crisis en la región.
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Toda indica que el principal motivo de esta reacción turca ha sido la aprobación en el Senado estadounidense de una resolución, en septiembre pasado, que propone establecer el sistema federal en Irak, separando su territorio en tres mini Estados: los kurdos en el norte (20%), los árabes sunnitas del centro (25% ) y el resto, árabes chiítas, en el sur, con un gobierno federal en Bagdad encargado de la seguridad de las fronteras y de administrar los recursos del país. Para EEUU este plan B, estudiado desde el 2005, sería una “salida” digna al pantano iraqui, a diferencia de una retirada en las circunstancias actuales que parecería, más bien, a una “huida” humillante.
Turquía, que hace años considera el petróleo del Kurdistán de Irak su parte legitima del botín de la ocupación de este país, por su colaboración en la misma, de ninguna manera permitiría la constitución de un “país” kurdo en sus fronteras sureñas por dos potentes razones. Primera, que este futuro país controlaría, de un total de 90 mil millones barriles de reservas descubiertas en todo Irak, los 36 mil millones barriles que hay en su subsuelo. Es por esa misma razón que en el país ocupado, EEUU no ha cedido a la autonomía kurda la gestión de Kirkuk, ciudad con un millón de kurdos, y minorías turcomanos, árabes, asirios, caldeos y armenios, que posee 800.000 barriles de petróleo, alrededor de un tercio de la producción actual de Irak. Esta región, a demás de petróleo, posee inmensas reservas de agua, y también es el depósito de sulfuro más grande del planeta, material conocido por su elaboración en la fabricación de gases venenos de uso militar.
Segunda razón de Turquía apunta a que un Kurdistán rico y poderoso podría tener efecto dominó y contagiar al sudeste kurdo de su república. Unos 12 millones de ciudadanos kurdos del país, están condenados a una persecución sistemática y racista, hacinados en una región subdesarrollada donde no ha llegado la “modernidad” prometida por los artífices de la Gran Nación. La infraestructura, al igual que la industria y comercio, es inexistente. El desempleo azota a la mitad de la población en edad de trabajar, y la tasa de analfabetismo es la más alta de toda Turquía; cerca de tres millones de kurdos han sido forzados a abandonar sus aldeas y el 40% de las escuelas han sido cerradas o destruidas por las bombas. ¡Y todo ello ante las narices de la llamada “comunidad Internacional”!
El Plan B, si llegase a realizar, además, despertaría el monstruo de la “limpieza étnica” en el propio Irak. Alrededor de tres millones de kurdos, árabes y turcomanos que están esparcidos por el territorio del país tendrían que regresar a las ciudades que les “correspondiera” por las buenos o por las malas.
A demás de Turquía, también Irán y Arabia Saudí se oponen frontalmente a la partición de Irak. Teherán con 7 millones de kurdos, discriminados al igual que los demás etnias del país, colabora militarmente con Ankara en perseguir a los kurdos rebeldes de ambos países. El motivo de los saudíes pasa por su preocupación de que una “comunidad autónoma” chiita creada en el sur de Irak, caería bajo la influencia de los rivales iraníes.
Por otro lado, la aprobación en el Congreso norteamericano de una resolución que declara genocidio la matanza de armenios en Turquía en 1915, puede que fuese un gesto para presionar “psicológicamente” a Ankara y evitar su rebeldía ante los planes de EEUU en la región, o que incluso estuviera dirigida para el consumo domestico: un guiño a los sectores cristianos fanáticos en víspera de las elecciones presidenciales. Sino no se explica cómo la actual limpieza étnica progresiva contra los kurdos no levanta ninguna protesta sin embargo se le recuerda a los turcos algo que sucedió hace 92 años.
Consecuencias
Una crisis entre Ankara y Washington tendría importantes consecuencias que afectaría, por ejemplo, al corredor aéreo Turquía-Irak, por donde pasan el 70 por ciento de mercancías y logística que recibe el ejército norteamericano en éste país; desestabilizaría la única región tranquila de Irak; echaría a perder las cuantiosas inversiones de multinacionales de petróleo en el norte de Irak y haría disparar los precios del petróleo, que pueden rozar los $100 el barril.
¿Fin de la primavera de Kurdistán?
Cinco millones de kurdos han hecho de norte de Irak el modelo del Estado que siempre soñaron. El Gobierno autónomo de esta democracia tranquila –conseguida a cambio del colaboracionismo de sus lideres con los ocupantes-, tiene sus símbolos de soberanía, una constitución, un código legal, un parlamento, himno, bandera, lengua, moneda, varios canales de televisión por satélite, diarios en kurdo y árabe y un ejército propio llamado Pesh Merga, “los que abrazan la muerte”. Un paraíso en el medio de los países en conflicto que ha invitado a miles de los kurdos de Irán, Siria y Turquía a participar en la construcción del país de los kurdos. Total, una democracia sin precedente en toda la región: demasiado bonita para ser real y/o duradero.
* N. Amirian es autora del libro “Kurdistán: el país inexistente". Editorial Flor del Viento, Barcelona 2005 y del “40 respuestas al conflicto de Oriente Próximo”, editado por Lengua de trapo, mayo del 2007.
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