Blancos (i)legítimos: Los iraquíes se convierten en “caza mayor”

Nick Turse, Tomdispatch - Traducido para Rebelión por German Leyens - Introducción del editor de Tomdispatch

No cabe duda de que Blackwater quiere mejorar su imagen- Es la malafamada compañía privada de seguridad, cuyos mercenarios, pagados por el Departamento de Estado de EE.UU. acribillaron recientemente a por lo menos 17 iraquíes en una plaza de Bagdad, (Me pregunto ¿de qué le sirve?) Paul von Zielbauer del New York Times acaba de informar que la compañía ha modificado su logo. Antes, dice, era “la zarpa de un oso impresa sobre puntos de mira rojos, bajo un rótulo que parece haber sido arrancado de un litro de Jim Beam [whisky estadounidense, N. del T.] sobre un campo negro “amenazante”. Como Daniel Boone, la compañía evidentemente vendía su capacidad de colocar “caza mayor” en los puntos de mira de sus fusiles en países como Iraq y Afganistán. Ahora, en una sutil transformación, el logo está en un campo blanco, la zarpa del oso tiene un aspecto más modesto, y los puntos de mira de ese rifle de francotirador simplemente han desaparecido.
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Tal vez resulte un poco tarde que Blackwater intente hacer pasar su reputación del Lejano Oeste de EE.UU. al terreno suave y corporativo, pero ciertamente nunca es demasiado tarde para tratar de hacerlo. Los estadounidenses (si no los iraquíes) son gente que perdona, que cree en dar una segunda oportunidad. Mientras Blackwater hace que sus encargados del mercadeo traten de humanizarla, parecería que los militares de EE.UU. se mueven en otra dirección cuando se trata de caza mayor, como informa hoy Nick Turse, en la ronda militar de Tomdispatch. Tom

Los iraquíes se convierten en “caza mayor”. Blancos (i)legítimos
Nick Turse

Durante este mes, la primera plana del New York Times, publicó noticias sobre el uso militar de Equipos de Terreno Humano – unidades de combate de EE.UU. que operan en Afganistán e Iraq que incluyen a antropólogos y otros científicos sociales que han cambiado sus togas académicas por el blindaje corporal. Mientras la incorporación de expertos académicos en unidades de combate provoca la ira de algunos círculos letrados, su uso como “consejeros culturales” para ayudar al esfuerzo bélico ha sido saludado por los militares como “una nueva arma crucial en las operaciones de contrainsurgencia” y en los medios noticiosos como un ejemplo de mayor sensibilidad cultural así como evidencia de una nueva voluntad del Pentágono de pensar fuera de su torre de marfil.

Pero la universidad es sólo una de una serie de áreas en las que fuerzas armadas sobre-extendidas, involucradas en dos guerras que están perdiendo, buscan desesperadamente nuevas ideas. Y la humanización de aliados y enemigos por igual ha sido sólo una parte del proceso. Su deshumanización ha sido la otra. En una conferencia reciente sobre la guerra urbana en Washington, D.C., James Lasswell, coronel en retiro del Cuerpo de Marines que ahora dirige la Oficina de Ciencia y Tecnología del Laboratorio de Guerra del Cuerpo de Marines, dio una perspectiva interesante sobre este aspecto de las cosas. Señaló que, como parte de un curso de instrucción llamado “Cazador de Combate,” los Marines han incorporado a “cazadores de caza mayor” para que formen a sus francotiradores en el mejor uso de la “óptica.”

Según un artículo de septiembre de 2007 de Grace Jean en NationalDefense Magazine: “El laboratorio realizó un simulacro con Marines, cazadores africanos y policías de los barrios pobres de las ciudades para buscar medios de mejorar el entrenamiento.” El programa incluía un CD de 15 minutos de duración, con el título “Cada Marine es un cazador.”

Anteriormente durante este año, según un artículo de Kimberly Johnson de Marine Corps Times, el coronel Clarke Lethin, jefe del Estado Mayor de la Primera Fuerza Expedicionaria de Marines (I MEF) – una unidad basada en Camp Pendleton, California, que participó en la invasión de Iraq en 2003 y que volverá pronto a ese país – indicó que sus comandantes “creían que si creáramos una mentalidad en nuestros Marines de que son cazadores y si adoptan algunas de esas habilidades, podremos aumentar nuestra efectividad en el combate.” El artículo incluyó este curioso agregado: “El Cuerpo espera sacar provecho de las habilidades que ciertos Marines ya pueden haber aprendido al crecer en áreas de cacería rural y en áreas urbanas, tales como los barrios pobres del centro, dijo el coronel Clarke Lethin, jefe de estado mayor de la I MEF.” Indignado por esa declaración, el sargento Ramsey K. Gregory escribió una carta a la publicación preguntando: “¿Qué quiere decir con ese comentario sobre los barrios pobres del centro de las ciudades? Dios quiera que no esté diciendo que la gente de los barrios pobres es experta en el asesinato mutuo y que todos andemos simplemente por ahí portando armas.”

Aunque el lenguaje del coronel – defendido por algunos – parecía sugerir que los habitantes de los barrios pobres céntricos viven en una selva urbana de cazadores de otros seres humanos, ninguna de las cartas, a favor o en contra, consideró una parte bien diferente de la ecuación del coronel: la comparación implícita de los enemigos en la guerra urbana, actualmente sobre todo iraquíes y afganos, con animales que son cazados y muertos como presas. Como había señalado desvergonzadamente Lethin: “Identificamos la necesidad de asegurar de que nuestros Marines sean los cazadores... La caza es más que disparar. Es encontrar a la caza.”

El que militares puedan permitirse ese tipo de descripción es tal vez menos que sorprendente, considerando en qué medida la “caza” del enemigo ha estado en los labios del comandante en jefe de EE.UU. George W. Bush ha invocado, en numerosas ocasiones, esa imagen: Le gusta decir por ejemplo: “Los estamos cazando, uno a la vez”, cuando habla de terroristas de al Qaeda, o “los hacemos salir cuando ahumamos su guarida,” como dijera en noviembre de 2001.

En los hechos, el presidente no necesitó cazadores de caza mayor para que lo educaran en su óptica o alguna otra cosa. Habló incesantemente de cazar a seres humanos – en discursos ante los soldados estadounidense, en presentaciones fotográficas con dirigentes extranjeros, en actos familiares de recolección de fondos, incluso en medio de observaciones sobre la propiedad de viviendas.

Tampoco es nada nuevo que los estadounidenses traten a enemigos raciales y étnicos como el equivalente de animales que pueden ser abusados o muertos. En sus memorias sobre la Guerra de Vietnam: “Dispatches”, el aclamado corresponsal de guerra Michael Herr, por ejemplo, recordó a un joven soldado de la 1ª División de Infantería del ejército que admitió: “Bueno, ya sabe lo que hacemos con animales... los matamos, los herimos y los golpeamos... Mierda, no tratamos a los dinks [tontorrones – vietnamitas, N. del T.]] de otra manera.” Otro veterano, citado en otra parte, recordó: “En cuanto llegué al campamento de entrenamiento de reclutas... trataron de cambiar toda mi personalidad... De inmediato nos dijeron que no los llamáramos vietnamitas. Que los llamáramos gooks [término ofensivo para asiáticos, amarillos, N.del T.] o dinks, ninguna otra cosa... Eran como animales, o alguna otra cosa pero no humanos... Nos dijeron que no debían ser tratados con ningún tipo de piedad...” Actualmente, los insultos de la era de Vietnam han sido reemplazados por “haji” y “raghead” [cabezas de trapo] mientras los cazadores de caza mayor y el lenguaje que va con la matanza de animales ha sido agregado a la atmósfera de deshumanización.

Ese programa de instrucción es, sin embargo, sólo un ejemplo reciente de una corriente oculta dentro de la cultura institucional militar que reduce implícitamente a la gente a animales. No es sólo en el lenguaje de la cólera y del rechazo diario por parte de los soldados en un país extraño donde el peligro está por doquier y es difícil diferenciar al amigo del enemigo. Es un derecho establecido en el lenguaje institucional, si uno se quiere dar cuenta. El mes pasado, un artículo en el Washington Post, por ejemplo, atrajo mucha atención mediática cuando salió a la luz que francotiradores del ejército de EE.UU. del pelotón de los “demonios pintados” del 1er batallón, del 501 Regimiento de Infantería, 25 División de Infantería, participó supuestamente en “un programa confidencial de ‘colocación de cebos’ a sus objetivos” para atraer a los insurgentes dentro de su alcance.

“Básicamente, colocábamos ahí afuera un ítem [como un carrete de alambre o munición] y lo vigilábamos,” dijo el capitán Matthew P. Didier, el jefe del pelotón elite de francotiradores en una declaración jurada. “Si alguien lo encontraba, lo recogía y trataba de irse con el ítem, atacábamos al individuo ya que lo veía como una señal de que lo utilizaría contra las fuerzas de EE.UU.” Aunque hubo mucha discusión posterior sobre la ética y la legalidad de un programa semejante, nadie pareció notar el lenguaje típico de una cacería que estaba involucrado. Después de todo, cuando “se coloca cebo” en una trampa (o un gancho), se está tentando a un animal (o pez) para matarlo. Pero ¿“colocar cebo” a un ser humano?

Mientras el uso de antropólogos y de otros científicos sociales ha llegado a los titulares, la utilización de “cazadores de caza mayor” como entrenadores de soldados para las “selvas urbanas” de Iraq ha sido esencialmente ignorada. Se podrá hablar de programas que destacan la sensibilidad cultural, pero el trato de iraquíes que buscan en la basura en un área de guerra sembrada de armas como si fueran elefantes, búfalos acuáticos, u otros trofeos apreciados por grandes cazadores blancos ha pasado en general sin mayor examen de algún modo significativo.

Desde el comandante en jefe a francotiradores de bajo rango, un lenguaje de deshumanización que incluye la idea de cazar humanos como si fueran animales se ha colado a nuestro mundo – sin que los medios dominantes lo noten o aperciban. Tal vez unos pocos profesores de lingüística u otros científicos sociales quisieran llenar el hueco y ofrecer sus puntos de vista al respecto – a menos, desde luego, que ya hayan sido llamados a participar en esos Equipos del Terreno Humano.

Nick Turse es editor asociado y director de investigación de Tomdispatch.com. Ha escrito para Los Angeles Times, San Francisco Chronicle, Nation, Village Voice y frecuentemente para Tomdispatch.com. Está previsto que su primer libro, The Complex (El Complejo), en el que explora el nuevo complejo militar-corporativo de los Estados Unidos, sea publicado en 2008 como parte de la American Empire Project Series (Serie Proyecto Imperial Estadounidense), de la editorial Metropolitan Books. Su nuevo sitio en la Red NickTurse.com (existente sólo en forma rudimentaria) será presentado completamente en los próximos meses.


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