El asesinato de Hariri

Rannie Amiri
CounterPunch
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
25/07/10

Las huellas dactilares de Israel

En Oriente Próximo, el vínculo entre las maquinaciones políticas, el espionaje y el asesinato está más claro que el agua.

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En cuanto al caso del asesinato del Primer Ministro libanés Rafiq Hariri, cometido en febrero de 2005 y aún sin resolver, están asomando ahora los entresijos de esa operación secreta, incluido el papel de Israel en la misma.

Las duras medidas adoptadas contra las redes israelíes de espionaje que operan en el Líbano han provocado más de setenta arrestos en los últimos dieciocho meses. Entre esos arrestos están los de cuatro oficiales de alto rango pertenecientes al ejército y la seguridad nacional del Líbano; uno de ellos llevaba espiando para el Mossad desde 1984.

A finales de junio se produjo un avance importante en la investigación en curso, que culminó con el arresto de Charbel Qazzi, jefe de transmisiones, radiodifusión y televisión de Alfa, uno de los dos suministradores de servicios de telefonía móvil de propiedad estatal del Líbano.

Según el diario libanés As Safir, Qazzi confesó haber instalado programas informáticos y colocado chips electrónicos en los transmisores Alfa. De esa forma, la inteligencia israelí podía utilizarlos después para controlar las comunicaciones, elegir y localizar blancos para cometer asesinatos y desplegar potencialmente virus capaces de borrar la información grabada en las líneas de contacto. Según se ha informado, la colaboración de Qazzi con Israel dura ya catorce años.

El 12 de julio, se arrestó en Alfa a una segunda persona. Tariq al-Raba’a, ingeniero y socio de Qazzi, fue apresado con acusaciones de espiar para Israel y comprometer la seguridad nacional. Pocos días después, se arrestó de forma similar a un tercer empleado de Alfa.

Israel se ha negado a comentar nada de los arrestos. Sin embargo, su aparente capacidad para penetrar en el sector de las telecomunicaciones y en el sector militar en el Líbano ha desconcertado al país y provocado inmediata preocupación por las cuestiones relativas a la seguridad.

¿Qué tiene todo esto que ver con el asesinato de Hariri?

Aparte de las obvias y perjudiciales ramificaciones de oficiales de alto rango del ejército libanés que trabajan para Israel, se está cuestionando también ahora la legitimidad misma del Tribunal Especial para el Líbano (STL, por sus siglas en inglés). El STL es el órgano creado por las Naciones Unidas para enjuiciar a los responsables del asesinato del difunto Primer Ministro. El 14 de febrero de 2005, detonaron mil kilos de explosivos cerca de la caravana de automóviles de Hariri, matándole a él y a otras 21 personas.

Se cree que el STL va a presentar acusaciones sobre la cuestión a primeros de septiembre, y lo hará basándose en gran medida en grabaciones telefónicas y transmisiones de móviles.

Según AFP: “Un informe preliminar del equipo de investigación de las Naciones Unidas dijo que habían recogido como prueba datos de llamadas de teléfonos móviles hechas el día del asesinato de Hariri”.

Asimismo, The National informaba: “Según informaciones de los medios que no han podido verificarse, la investigación internacional, que podría presentar acusaciones o hallazgos en cuanto llegue el mes de septiembre, ha utilizado ampliamente las grabaciones telefónicas para establecer conclusiones sobre una conspiración para matar a Hariri, culpando en gran medida a Siria y a sus aliados libaneses…”

En un discurso televisado del 16 de julio, el Secretario General de Hizbollah, Hasan Nasrallah, expresó sus sospechas de que el STL utilizaría la información recogida de comunicaciones vinculadas con Israel para implicar falsamente al grupo en el asesinato del Primer Ministro:

“En sus análisis de las acusaciones del STL, algunos están considerando aportaciones de testigos que han resultado falsas y de redes de telecomunicaciones que estaban infiltradas por espías que pueden cambiar y manipular los datos.

Antes de la guerra (de 1006), esos espías dieron información importante al enemigo israelí y, basándose en esa información, Israel bombardeó edificios, hogares, fábricas e instituciones. Murieron muchos mártires y otros muchos resultaron heridos. Estos espías son cómplices de los asesinatos, los crímenes, las amenazas y los desplazamientos”.

Nasrallah llamó a las manipulaciones del STL un “proyecto israelí” que trataba de “crear desórdenes en el Líbano”.

En efecto, en mayo de 2008, el Líbano experimentó algo de eso. Cuando se llevaban ya dieciocho meses en punto muerto para la formación de un gobierno de unidad nacional con el entonces Primer Ministro Fouad Siniora, la decisión de su gabinete de declarar unilateralmente ilegal el sistema de comunicaciones de líneas fijas de Hizbollah puso al país al borde de la guerra civil.

Reconociendo el valor que sus seguras líneas de comunicación tuvieron al combatir la invasión israelí de julio de 20076 y sospechando que las telecomunicaciones de propiedad estatal podían estar comprometidas, Hizbollah se resistió a los planes de Siniora para que desmantelara sus redes. Sus hombres se extendieron por todo el oeste de Beirut y pusieron rápidamente fin a los planes del gobierno. Dos años después, sus sospechas parecen plenamente justificadas.

El diputado de la oposición y el Movimiento Patriótico Libre encabezado por Michael Aoun ha advertido ya a Nasrallah que el STL culpará probablemente a miembros “incontrolados” de Hizbollah, lo que podría acarrear “…tensiones entre libaneses y entre palestinos y libaneses, y hasta una guerra israelí contra el Líbano”.

Dando crédito a las afirmaciones de Nasrallah y Aoun, el Comandante en Jefe del ejército israelí Gabi Ashkenazi, predijo “con todas sus ganas” que la situación en el Líbano iba a deteriorarse en septiembre cuando el STL culpara a Hizbollah por el asesinato de Hariri.

El contento de Ashkenazi, en su testimonio premonitorio presentado en el Comité de Asuntos Exteriores de la Knesset, revela que Israel confía en que las consecuencias del informe del STL sean éstas: que se propague la lucha civil y la discordia entre los grupos sectarios libaneses, por lo general divididos en facciones a favor o en contra de Siria. Ashkenazi anticipa que por supuesto eso es lo que va a suceder, porque conoce el acceso sin restricciones de Israel a grabaciones telefónicas fundamentales que incriminan a Hizbollah en el crimen.

Al haber quedado muy patente la invasión de agentes y operativos de Israel en el Líbano y su infiltración en la red de telecomunicaciones, el STL, como mínimo, debe reconocer que las pruebas de la supuesta implicación de Hizbollah en la muerte de Hariri (un grupo que disfrutó históricamente de buenas relaciones con el difunto Primer Ministro) están completamente contaminadas y, probablemente, también falsificadas.

El arresto de Qazzi y al-Raba’a en la desintegración de las redes de espionaje israelíes debería impulsar al STL a cambiar su enfoque, dirigiéndose hacia el único actor regional que se ha beneficiado del asesinato de Hariri; uno que continuará sacando tajada si ve que sus esfuerzos para implicar a Hizbollah culminan con éxito.

Es hora ya de mirar hacia Tel Aviv.

Rannie Amiri es un comentarista independiente en temas relativos a Oriente Próximo. Puede contactarse con él en rbamiri@yahoo.com

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