Democracia racista en Italia

Matteo Dean
La Jornada
18/05/09

Thomas Hammarberg, comisario por los Derechos Humanos del Consejo de Europa, emitió el 16 de abril el reporte acerca del viaje que cumplió en Italia entre el 13 y 15 de enero del presente año. Y las conclusiones, como era de esperarse, son tajantes. La visita, que sigue a la del año pasado realizada en junio, produjo un documento en que el comisario ubica cuatro aspectos en los que la protección de los derechos humanos estaría fallando.

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En el primer punto, el documento menciona los derechos de las poblaciones gitanas. El reporte afirma que si bien el gobierno italiano dio cabida a las recomendaciones que el consejo europeo señalaba el año pasado –cuando los gitanos fueron blanco de las políticas represivas del gobierno italiano con todo y clima de "emergencia"–, los estándares de vida y los niveles de diálogo entre las partes aún son precarios. Además se señala que el comisario está profundamente preocupado por los amplios operativos en asentamientos gitanos gestionados por las fuerzas del orden y que ayudan a crear "un clima de estado de emergencia" y favorecen la "alarma pública".

Por otro lado, el reporte matiza la legislación migratoria y sobre asilo adoptadas o en proceso de consideración por parte del gobierno. En lo específico, señala la criminalización creciente de los migrantes irregulares y la decisión de obligar a los médicos a denunciar a los migrantes sin papeles que acudan a los servicios públicos de salud. Además, se dice desconcertado por la decisión de analizar todas las peticiones de asilo y refugio manteniendo a los demandantes encerrados en la isla de Lampedusa (en el sur de Italia), hecho que la transformó en una verdadera fortaleza militarizada.

Más adelante, el reporte afirma que el comisario "está profundamente preocupado" por las deportaciones que hubo de migrantes, en especial hacia Túnez, pues "reportes creíbles" indican que los deportados en esas ocasiones habrían sido víctimas de tortura. En particular, el documento denuncia dos casos de deportación hacia Túnez acontecidos en 2008 "a pesar de la advertencia (no vinculante) que la misma Corte Europea de los Derechos Humanos había promulgado" en la que se pedía "a Italia suspender las deportaciones". En lo específico, el comisario se dice "desconcertado por las prácticas gubernamentales que contravienen los estándares europeos de derechos humanos" como serían la prohibición de la tortura o de trato inhumano.

Finalmente, el texto afirma que el comisario está particularmente preocupado por los numerosos reportes que evidencian "una tendencia al racismo y a la xenofobia" en Italia, "ocasionalmente apoyado por acciones de autoridades locales", la que ha llevado a "acciones violentas en contra de migrantes, gitanos y ciudadanos italianos con origen extranjero". La recomendación, en este aspecto, es que "las autoridades deberían condenar con fuerza todas las manifestaciones de racismo e intolerancia y promover una legislación antidiscriminatoria". Además, el documento sugiere "educar a las fuerzas de policía en los temas de los derechos humanos", así como instituir una comisión nacional de derechos humanos.

El documento europeo en realidad no aporta ninguna novedad, sobre todo para aquellos que seguimos atentos a las políticas de corte represivos del fenómeno migratorio en la Unión Europea. Lo anterior, sobre todo a la luz de los numerosos ataques físicos que se han desatado en los meses recientes en Italia a mano de formaciones de extrema derecha y con la explícita tolerancia de las autoridades. Y, como señala el documento, éstos y otros hechos están encarrilados hacia el mismo destino: fomentar la sociedad de la discriminación, es decir, la dirección opuesta a la política del mutuo entendimiento y comprensión. Una elección clara y definitiva en contra de la sociedad mestiza y pluriétnica. El reporte entonces, cuyos autores (el Consejo Europeo) no están ciertamente libres de responsabilidades en cuanto a fomentar la represión de los migrantes, no hace nada más que confirmar lo que desde hace tiempo venimos afirmando: se está imponiendo un modelo de sociedad absolutamente discriminatorio, que no valora la diferencia y no la pone al centro de un futuro posible, sino la tacha de peligro y ataque directo a una supuesta cultura ancestral fundada en quién sabe cuáles valores tan irrenunciables. Es la visión unívoca y eurocéntrica la que gana en todo esto. Una visión que no tolera y discrimina. Un enfoque claramente egoísta y egocéntrico que se obstina en hablar el lenguaje vacío de la democracia representativa. Se escudan tras el concepto de democracia justamente aquellos que quitan el derecho a la democracia a los ciudadanos migrantes, por ser extranjeros y por ser, entonces, distintos.

Al parecer democracia hoy significa distinguir a los ciudadanos. En la democracia italiana –que después se trata de exportar no sólo en la misiones "de paz" alrededor del globo (por ejemplo, en Afganistán), sino también con los acuerdos bilaterales con los países "exportadores" de migrantes en África– no se premia al ciudadano honesto, congruente, solidario con sus conciudadanos, al servicio de los intereses de todos. Al contrario, se premia al más listo, al que sabe y puede engañar, al que sabe señalar al enemigo de sus intereses y, además, sabe golpearlo.

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