Terrorista por una foto

Alberto Ríos Mosteiro
Lopiensoloescribo.blogspot.com
18/05/09

El pasado sábado 16 de mayo fui detenido por la policía metropolitana de Londres. El motivo de mi detención, hacerle una fotografía al muro que rodea el palacio de Buckingham, en Constitution Hill. La calificación, por parte de los agentes, de semejante acción: “terrorism act, section 44.2”. A la incredulidad se sumó una sensación de total indefensión, un registro en plena calle rodeado por 10 agentes surgidos de la nada, la imposibilidad de hacer ni una sola pregunta y la certeza de que, en aquel mismo momento, no tenía ni un solo derecho al que aferrarme. “¿Por qué has fotografiado el muro?”, quería saber quien incluso no entendía la razón por la que había fotografiado, entre otras muchas cosas, una cabina del London Eye.

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¿Y por qué no? ¿Por qué los turistas podemos registrar en nuestras cámaras los rostros de quienes hacen guardia ante el Palacio Real pero no así un muro que no solo está a la vista de los transeúntes, sino que se encuentra en pleno centro de la ciudad, que puede bordearse a pie, en coche o en autobús, y en el que no existe ninguna advertencia que prohíba inmortalizarlo gráficamente, aunque sí traspasarlo? ¿Por qué fotografiar un muro, que se asemeja más al de un campo de concentración que al de un palacio, me convierte en terrorista pero no así retratar la fachada de la residencia real y a quienes la custodian? ¿Acaso todo aquello que fotografiamos se convierte en objetivo de un ataque terrorista por el mero hecho de fotografiarlo? Si es así, ¿de cuántos terroristas en potencia estaríamos hablando?

Una hora después, tras comprobar todos mis datos y visualizar las 518 fotografías que hasta el momento había realizado, llegaron las disculpas acompañadas de la desconcertante sensación de que la línea que separa lo que está bien de lo que está mal había dejado de existir. ¿Qué clase de seguridad pueden ofrecer quienes, bajo semejante acusación, te privan, de un plumazo y sin argumento alguno, de tus derechos? ¿Hasta qué punto este tipo de acciones, llevadas a cabo en nombre de nuestra “seguridad”, nos hacen sentir y, lo que es más importante, vivir seguros?