¿En qué punto está la guerra de Iraq?

Alain Gresh
LMD
Traducido para Rebelión por María Enguix
16/04/09

Con gran indiferencia se ha «celebrado» el sexto aniversario de la guerra estadounidense contra Iraq, que la administración del presidente George W. Bush inició en marzo de 2003. Muchos medios de comunicación ya dan por concluido el conflicto, pues se prevé que las tropas estadounidenses se retiren del país a finales de 2011 como muy tarde (las tropas combatientes antes de septiembre de 2010), según el acuerdo firmado entre ambas capitales tras innumerables peripecias.

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El 9 de abril, sexto aniversario de la caída de Bagdad, decenas de miles de personas se manifestaron en la capital, tras el llamamiento del jefe chií Muqtada Al-Sadr, para pedir la retirada de las tropas estadounidenses. Uno de los ayudantes de Muqtada declaró: «Pedimos que el presidente Obama apoye al pueblo iraquí y respete su promesa de poner fin a la ocupación». («Shi’ite Protest Marks 6th Anniversary Of The Fall Of Bagdad», de Qassim Abdul-Zahra, Boston Globe, 10 de abril).

Según Los Angeles Times del 11 de abril, a finales de año el coste del conflicto iraquí habrá superado el del conflicto vietnamita: 694 mil millones de dólares, frente a los 686 de Vietnam (datos rectificados en función de la inflación; «Iraq War’s Cost To Pass Vietnam’s», de Julian E. Barnes).

La última semana ha sido especialmente sangrienta. Lunes 6 de abril: una serie de explosiones en Bagdad mataron a docenas de personas. Martes y miércoles: varias bombas en la capital del distrito de Kazimiyah mataron a quince personas como mínimo. Viernes: al menos siete personas, incluidos cinco soldados estadounidenses, perecieron en Mosul. La preocupación de las autoridades y de los Estados Unidos es que los 100.000 milicianos suníes enrolados en la guerra contra Al-Qaeda puedan retomar la lucha armada: parece que sus promesas de integrarles en el ejército o en la policía no se han cumplido.

Para más información sobre la incertidumbre con respecto a las milicias suníes, véase: «Arrests Deepen Iraqi Sunnis’ Bitterness», de Alissa J. Rubin (The New York Times, 12 de abril). Según la periodista, estas milicias se sienten cada vez más atenazadas entre los ataques de los grupos armados y las detenciones de sus dirigentes a manos del gobierno de mayoría chií. La retirada progresiva de los Estados Unidos dejaría la vía libre a un gobierno que les es hostil.

Por otra parte, Mosul es una ciudad donde la actividad de Al-Qaeda no se ha reducido. La CNN afirma (10 de abril) que la situación en esta ciudad haría peligrar de nuevo la retirada de las tropas estadounidenses de las ciudades iraquíes, prevista para el 30 de junio («June 30 Pullout Date From Iraqi Cities Could Be In Jeopardy»).

Según esta cadena de televisión, el general Ray Odierno, comandante de las fuerzas estadounidenses en Iraq, ha confirmado al diario británico Times que la situación en Mosul «complicará mucho la decisión del gobierno Maliki de dejar o no las tropas estadounidenses dentro de Mosul. Esperaremos. Quedan 75 días»... El periodista asegura que la Casa Blanca considera esa posibilidad, que no varía en nada el calendario general de la retirada. No obstante, no cabe duda de que ciertos mandos militares estadounidenses tratan de replantear los calendarios de retirada, como ha recordado Gareth Porter en un artículo de Le Monde diplomatique de enero de 2009: «M. Obama prisonnier des “faucons” en Irak ?».

El reportaje de Sudarsan Raghavan sobre la ciudad de Samarra, en el Washington Post del 13 de abril, refleja que las dificultades persisten, en particular las tensiones entre suníes y chiíes («An Iraqi City Divided by Walls, by Sect, By Bitterness»).

«Con 5 metros de altura y cerca de 1 kilómetro de longitud, los muros serpentean como una franja de hormigón por el centro de esta ciudad santa fracturada, cuna de la guerra confesional iraquí. Los peregrinos chiíes los recorren hasta la mezquita destrozada de Al-Askari. (...) Las fuerzas de seguridad chiíes, sin un solo policía suní local, patrullan la zona.» Fue un atentado contra esta mezquita en 2006 lo que marcó el principio de una guerra civil confesional.

Con independencia del futuro, nada más erróneo que creer que los estadounidenses han ganado la guerra en Iraq.

En un artículo del sitio web Antiwar.com, «Iraq Disaster Still a Mystery to Some» (5 de abril), Alan Bock intenta hacer una lectura de lo que sucede en Iraq, mientras que la prensa estadounidense parece desentenderse del asunto. En primera instancia recuerda la lucha que enfrentó a finales de marzo a milicianos suníes con el ejército en Bagdad. La lucha, según explica, no fue sino un ejemplo del recrudecimiento de la violencia. En la ciudad de Diyala, que llegó a conocerse como «la ciudad de la muerte», asesinaron a 43 personas en marzo, frente a las 29 de febrero y las 6 de enero. Quizá estos enfrentamientos no impliquen una reanudación de la guerra civil, pero desde luego son indicativos de la falta de avances políticos.

A continuación, Alan Bock cita un libro de Ivan Eland, Partitioning for Peace: An Exit strategy for Iraq, que preconiza un gobierno central débil. Recuerda la limpieza étnica llevada a cabo en muchos barrios mixtos para justificar su plan; solución que, en mi opinión, sería catastrófica para Iraq y la región.

La conclusión del artículo es indiscutible:

«Los Estados Unidos deben llegar a la conclusión general (...) de que intentar moldear a otros países para satisfacer una versión ideal de la democracia con una sociedad civil activa es una locura. (...) Quizá deberíamos dejar que el resto del mundo se las apañe solo, siempre que no suponga un peligro para nosotros, como es el caso de todos los países en la actualidad... »

En un interesante vínculo de su blog al sitio web de The New York Times (11 de abril), «100 Days. Starting the Job. From F.D.R. to Obama», Jean Edward Smith recuerda que Eisenhower puso término a la guerra de Corea (1950-1953) cuando renunció a unos objetivos nada realistas (como el de reunificar Corea por la fuerza de las armas), y llama a Obama a imitarle.
Hamás, Egipto y la reconciliación nacional

Se acaba de publicar un excelente artículo del profesor Khaled Hroub en el Arab Reform Bulletin de abril de 2009, titulado «Pressures on Hamas in reconciliation talks». Hroub es autor de uno de los escasos libros publicados en lengua francesa sobre la organización islamista, Le Hamas (Démopolis, 2008). Se centra en la estrategia egipcia con respecto a la organización:

«Mientras existe la posibilidad de que estadounidenses y europeos toleren un consenso palestino con la inclusión de una fórmula vaga que permitiría a Hamás participar en un gobierno de unión nacional, los egipcios son quienes adoptan la línea más dura y presionan a Hamás para que se manifieste sin ambigüedades (sobre el reconocimiento de Israel). Egipto pretende reducir las posibilidades de que Hamás gane las próximas elecciones palestinas. Por su delicada situación interna, Egipto no puede permitir que en el mundo árabe triunfe una experiencia participativa de una organización inspirada en los Hermanos Musulmanes, y menos aún en sus fronteras. (...) El Cairo sabe que la postura de Hamás es complicada y que sus elecciones son limitadas, sobre todo por el resentimiento creciente hacia los políticos de Hamás en Gaza antes, durante y después de la guerra reciente; resentimiento que impele a Hamás a adoptar una política más flexible.»

Mientras las negociaciones entre las facciones palestinas se eternizan, Israel continúa bloqueando la franja de Gaza y, por lo visto, ha logrado que nueve países de la OTAN se pongan de acuerdo para utilizar sus recursos navales, de inteligencia y diplomáticos para controlar el flujo de armas hacia Gaza (véase: Adam Morrow y Khaled Moussa Al-Omrani, «Big Powers Moving In on Gaza», agence IPS, 3 de abril).

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