“Incremento” de EEUU en AfPak = Incremento de los ataques con aviones teledirigidos y de los asesinatos de civiles

Bill Van Auken
Global Research / Rebeliòn
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
02/01/10

El pasado fin de semana, los misiles de los aviones robot Predator estadounidenses atacaron un pueblo en Pakistán matando al menos a trece personas. El ataque coincidió con diversas informaciones que aseguran que los escuadrones de la muerte de las Fuerzas Especiales de EEUU están intensificando sus operaciones en el lado afgano de la frontera.

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Esa modalidad de guerra, junto con los asesinatos selectivos, constituyen el rasgo más evidente de las primeras etapas del “incremento” ordenado por el Presidente Barack Obama a primeros de mes, en función del cual está enviando al menos 30.000 soldados más a Afganistán.

Esos métodos son un exponente de la guerra sucia de estilo colonial que intenta suprimir la resistencia ante una ocupación que tiene como objetivo establecer el dominio de Washington en Asia Central, una región estratégicamente vital y muy rica en energías.

Citando a funcionarios pakistaníes, el diario The Nation, con sede en Lahore, informó el pasado domingo que la cifra de víctimas en un ataque con aviones robot contra un pueblo en el norte de Waziristán había alcanzado la cifra de trece muertos. Al parecer, dos misiles impactaron en unas instalaciones del pueblo de Saidgi, a unos seis kilómetros al norte de la principal ciudad de Waziristán, Miranshah.

Los aviones teledirigidos continuaron cerniéndose sobre la zona a la vez que un bombardero estadounidense B-52 se unía a los sobrevuelos aterrorizando a la población local, según informaciones de los medios pakistaníes.

Ese ataque con misiles era el tercero de ese tipo desencadenado contra el norte de Waziristán desde el 17 de diciembre. La zona forma parte de la región tribal noroccidental de Pakistán utilizada por los elementos de la resistencia afgana, con apoyo de sus compañeros de las tribus pastunes de Pakistán, para lanzar ataques en Afganistán contra las fuerzas ocupantes dirigidas por EEUU.

Ha sido la Agencia Central de Inteligencia de EEUU quien ha dirigido la letal campaña con aviones teledirigidos, utilizando para ello un campo aéreo clandestino situado en la provincia pakistaní de Baluchistán, con los operativos de la CIA sentados frente a las pantallas de vídeo en Langley, Virginia, dirigiendo los misiles hacia sus objetivos. Se ha informado que el Pentágono está también llevando a cabo sus propios ataques con aviones robot.

La administración Obama ha incrementado en extremo los ataques con aviones teledirigidos, lanzando el doble de los que llevó a cabo la administración Bush en su último año en el poder. La naturaleza clandestina del programa de la CIA está en gran parte diseñado para esconder la horrenda cifra de muertos civiles infligida en los pueblos pakistaníes como consecuencia del lanzamiento de misiles Hellfire.

Al igual que en todos los ataques de ese tipo, los medios estadounidenses repitieron como papagayos las proclamas de funcionarios de inteligencia no identificados en el sentido de que las víctimas del último ataque con misiles eran todos “combatientes”, sin llegar a corroborar en absoluto quiénes eran los muertos.

El periódico de Lahore The News, citando cifras suministradas por funcionarios pakistaníes, informó en abril que habían muerto asesinados 687 civiles en los aproximadamente 60 ataques con aviones teledirigidos lanzados desde enero de 2008. Partiendo de esa tasa de mortalidad, y considerando los ataques casi diarios con aviones robot lanzados desde entonces, los civiles pakistaníes masacrados de esta forma podrían fácilmente haber superado la cifra de mil.

Durante los últimos dos años, el gobierno pakistaní –tanto el del dictador militar Pervez Musharraf como el de su sucesor, el Presidente del Partido Popular de Pakistán Asif Ali Zardari- había desarrollado un modus operandi con Washington en función del cual Pakistán protestaba públicamente por los ataques con aviones robot y exigía que cesaran, mientras por detrás daba luz verde para que prosiguieran.

Los oficiales estadounidenses han venido tratando de hacer pasar los ataques con misiles como un intento de matar a los dirigentes de Al Qaida. Sin embargo, las últimas series de bombardeos se han lanzado específicamente contra elementos de la resistencia afgana a los que las agencias de inteligencia y el ejército de EEUU se refieren como la red Haqqani, llamada así por su dirigente Jalaluddin Haqqani, quien a lo largo de la década de 1980 estuvo operando fuera de ese mismo santuario del norte de Waziristán. Entonces fue uno de los principales receptores de las armas y de la ayuda estadounidense durante la guerra contra el régimen de Kabul alineado con los soviéticos que la CIA apoyó.

Desde que Washington anunció el incremento de tropas en Afganistán, no ha dejado de presionar al gobierno pakistaní para que envíe sus tropas contra el grupo Haqqani y otras fuerzas alineadas con los talibanes afganos que actúan fuera del norte de Waziristán, justo al otro lado de la frontera de Afganistán. Sin embargo, Islamabad se ha negado justificándose en su actual campaña militar en el Sur de Waziristán, que forma parte de las Áreas Tribales Administradas de forma Federal (FATA, por sus siglas en inglés).

La campaña desplegada en el Sur de Waziristán va dirigida contra los insurgentes islamistas pakistaníes a los que se responsabiliza de toda una serie de ataques por el noroeste del país.

Como señalaba el Washington Post, el gobierno pakistaní acordó una tregua con Hafiz Gul Bahadur, señor de la guerra local del norte de Waziristán, a cambio de que mantuviera a sus fuerzas fuera de los combates del Sur.

“Los ataques con misiles sobre su territorio podrían hacer peligrar ese acuerdo”, según el Post, que añadió: “Sin embargo, EEUU indicó ya en el pasado que no vacilaría en lanzar misiles desde aviones robot si llegara a detectar un objetivo importante”.

En las últimas semanas, los comandantes militares y los funcionarios estadounidenses han incrementado las presiones sobre el gobierno pakistaní, advirtiéndole de que si no actuaba en el norte de Waziristán, el ejército estadounidense y la CIA intervendrían unilateralmente.

El New York Times informaba el lunes que el ejército estadounidense estaba haciendo un uso reforzado de sus unidades de Operaciones Especiales clandestinas como elemento clave del “incremento” de Obama en Afganistán. Estas fuerzas –entre ellas la Fuerza Delta del Ejército y los Focas de la Marina- se están dedicando a encontrar y asesinar afganos identificados como dirigentes o simpatizantes de la lucha contra la ocupación de su país que EEUU encabeza.

Los ataques de las fuerzas de Operaciones Especiales cesaron el pasado febrero por orden del jefe del Mando de Operaciones Especiales Conjuntas (JSOC, por sus siglas en inglés), el Vicealmirante William McRaven. Los ataques estaban provocando tantas víctimas civiles que estaban fomentando un gran apoyo popular hacia los insurgentes que superaba en importancia militar al hecho de matar a esos supuestos dirigentes de la resistencia. La suspensión de esas operaciones duró tan sólo dos semanas.

Ahora, el General Stanley McCrystal, el alto comandante estadounidense en Afganistán, ha ordenado que los ataques de esas tropas de Operaciones Especiales se extiendan en la mayor medida posible. Antes de asumir el mando en Afganistán, McChrystal había sido el predecesor de McRaven como jefe del JSOC, donde las unidades bajo su mando estuvieron implicadas en las torturas a los civiles detenidos en Iraq.

El lanzamiento de esas unidades clandestinas contra supuestos dirigentes de la resistencia afgana acarreará sin duda otro aumento notable de las masacres de hombres, mujeres y niños civiles.

El Times informaba también que al otro lado de la frontera con Pakistán, y bajo la dirección de la CIA, se estaban incrementando similares actuaciones de los escuadrones de la muerte.

Citando a un funcionario no identificado de la agencia de inteligencia militar de Pakistán (ISI), el Times informó que durante el pasado año se habían producido “más de sesenta operaciones conjuntas entre el ISI y la CIA en las Áreas Tribales Administradas de forma Federal y en Baluchistán”.

Según el periódico, “esas misiones incluían abducciones -el secuestro de destacados combatientes- y el asesinato de dirigentes”.

El incremento ordenado por Obama implicará una gran escalada de la violencia a ambos lados de la frontera entre Pakistán y Afganistán, así como la intensificación de la crisis social y política que asola a toda la región como consecuencia de la guerra emprendida por Estados Unidos.

Tanto Afganistán como Pakistán estaban incluidos entre los países que se enfrentan a las diez peores crisis humanitarias del mundo en una relación publicada por el grupo de ayuda sanitaria Médicos sin Fronteras, con sede en Francia:

“Durante el pasado año, los civiles afganos tuvieron que soportar niveles cada vez más graves de violencia por todo el país” informó el grupo. “Los combates han puesto al sistema de atención sanitaria del país al borde del colapso y los afganos que necesitan cuidados médicos tienen que enfrentarse ahora a una elección imposible: arriesgarse a viajar cientos de kilómetros a través de una zona en guerra en busca de cuidados médicos o arriesgarse a que su situación empeore hasta que su vida peligre antes de intentar llegar a una estructura sanitaria que sólo cuenta con servicios en un estado de precariedad total”.

“Las fuerzas ocupantes dirigidas por EEUU, en función de ‘sus iniciativas para ganarse los corazones y las mentes’ han cooptado la asistencia médica, ocupado hospitales y arrestado a los pacientes en sus camas” decía el informe.

“Pakistán ha vivido convulsionado a lo largo de todo el año a causa de la intensa violencia” afirmaba el informe, “agravando una situación de por sí desesperada. Por todo el país, la gente carece de atención sanitaria y uno de los rasgos de Pakistán es la alta tasa de mortalidad materna e infantil”.

Según Médicos sin Fronteras, las campañas desplegadas por el ejército pakistaní, azuzado por Washington, han creado más de dos millones de refugiados procedentes del valle de Swat y otros 300.000 del norte de Waziristán. La ofensiva militar obligó al grupo a tener que interrumpir su asistencia médica en el valle de Swat, donde trabajaban apoyando al hospital local y proporcionaban servicios de ambulancia.

Los hospitales y clínicas levantadas en los campos de desplazados de los distritos vecinos estaban “desbordados”, informó el grupo, de pacientes que sufrían “graves heridas como consecuencia de la guerra, entre ellos bastantes niños con heridas ocasionadas por disparos y explosivos”.

El año pasado fue también testigo de un aumento precipitado en la cifra de soldados estadounidenses muertos y heridos. Los muertos en Afganistán entre las fuerzas ocupantes estadounidenses han alcanzado la cifra de 310 desde el comienzo de 2009, el doble que el año anterior. Aproximadamente unos 2.500 soldados estadounidenses resultaron heridos durante el mismo período, muchos de ellos con amputaciones y graves quemaduras y heridas en la cabeza a causa de los atentados con bombas colocadas a los lados de las carreteras.

Como bien saben los comandantes del ejército de EEUU, la llegada a Afganistán de 30.000 soldados estadounidenses y decenas de miles de contratistas militares privados más va a traducirse en un espectacular aumento de las muertes producidas por la guerra emprendida por EEUU que ya dura ocho años.

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