Obama admite fallos de seguridad que son «totalmente inaceptables»

El Periódico
30/12/09

Durante meses han sido el paro, la crisis económica, la reforma sanitaria y la guerra de Afganistán las prioridades en la agenda de Barack Obama. Ayer, con su segunda intervención en 48 horas para referirse al atentado frustrado de Navidad contra un avión estadounidense, el presidente confirmó que la seguridad nacional y la lucha contra el terrorismo vuelven a adelantar puestos en esa agenda y a colocarse, al menos por ahora, en primer lugar.

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En Hawái, donde pasa las vacaciones de Navidad, Obama fue contundentemente autocrítico y calificó de «totalmente inaceptable» que exista un «fallo del sistema» en la seguridad estadounidense como el que permitió a Umar Faruk Abdulmutalab llegar a intentar detonar un explosivo en el vuelo 253 de Northwest Airlines cerca de Detroit.

Consciente de las serias implicaciones políticas del incidente, que han dado una nueva arma a los republicanos, Obama defendió la velocidad con que su Administración ha puesto en marcha dos revisiones de los procedimientos de seguridad. Después de que su secretaria de Seguridad Interior, Janet Napolitano, se viera también en el ojo del huracán por haber defendido inicialmente el funcionamiento de dichos procedimientos, Obama rompió también una lanza a favor del trabajo de los servicios de espionaje, de los agentes de la lucha antiterrorista y de las fuerzas del orden.

El presidente reconoció que las informaciones recopiladas en los primeros días de esta investigación son causa de «seria preocupación». Y recordó que, aunque cuando el padre del presunto terrorista alertó a la embajada estadounidense en Nigeria de la radicalización de su hijo y el nombre de este entró en una base de datos, esa información «no se distribuyó efectivamente».

Obama dijo que buscará depurar responsabilidades «a todos los niveles». Mientras, en el país se incrementa el debate sobre la protección frente al terrorismo y, también, sobre la efectividad de la inversión realizada desde el 11-S en seguridad.

Desde que se creó el Departamento de Seguridad Interior tras aquellos ataques, se han destinado casi 28.000 millones de euros a tratar de blindar el país ante un nuevo atentado pero no se han eliminado aún graves fallos y carencias. Y uno de los puntos más endebles, como recordaban ayer mismo las palabras de Obama, sigue estando en el área de los servicios de espionaje.

Pese a que la comisión que investigó los atentados del 11-S insistió en sus recomendaciones en la necesidad de contrastar los nombres de los viajeros con listas de supuestos terroristas, este es un proceso no perfeccionado. Su mejora se complica, además, porque entran en juego gobiernos y aerolíneas de distintos países con distintas normativas.

Aunque ha habido avances gracias a la multimillonaria inversión –desde la instalación de más de 1.600 máquinas para escanear el equipaje facturado hasta la contratación por parte del Gobierno de 45.000 profesionales especializados–, la burocracia, las guerras políticas y, en algunos casos, la oposición de las compañías aéreas comerciales han actuado a menudo como freno.

EEUU ha invertido, por ejemplo, más de 20 millones de euros en adquirir 207 máquinas que, a través de corrientes de aire, sirven para identificar la presencia de explosivos, pero muchas de esas máquinas han entrado en desuso en algunos de los 450 aeropuertos comerciales del país. Mientras, los escáneres que realizan un retrato tipo rayos-X del viajero se implantado a ritmo muy lento, en parte por las reticencias que provocan por cuestiones de intimidad.

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