EEUU: El cambio y la esperanza se difuminan

Txente Rekondo
La Haine
23/02/09

Los nombramientos de colaboradores de Bush, o el equipo económico, reflejando los intereses de las clases dominantes económicas y financieras, clarifican el proyecto de Obama.

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Cuando se cumple el primer mes desde que Barack Obama asumió la presidencia de Estados Unidos, el contexto local e internacional, los primeros pasos de la nueva administración y sobre todo el rumbo que Obama quiere imprimir a su mandato están siendo analizados estos días.

Las consecuencias de la crisis económica y financiera se están dejando notar con fuerza en Estados Unidos, y paradojas de la vida, si fue en parte gracias a ésta que Barack Obama pudo acceder al sillón presidencial de la Casa Blanca, las consecuencias de la misma pueden hacer saltar buena parte de su discurso y de sus intenciones.

Frente a los que ingenuamente creían que la elección de Obama suponía una seria transformación del sistema norteamericano, olvidando intencionadamente que la mayor parte de los apoyos económicos para su campaña provenían precisamente de esas mismas élites políticas y económicas, estos días están surgiendo voces críticas con los movimientos de la nueva administración.

Las primeras medidas de Obama han servido para mantener encendida la llama de la esperanza entre algunos sectores, principalmente entre la opinión pública y mediática de algunos aliados occidentales. Para todos ellos, el anuncio, todavía no materializado, de cierre de Guantánamo, la persecución, no especificada, de la tortura, la extensión de la sanidad a más sectores de la infancia o poner fin a la política sobre planificación familiar de la era de su predecesor Bush, son señales del "nuevo rumbo" que estaría adquiriendo EEUU.

Sin embargo, otros no tienen duda en señalar este nuevo período con calificativos más duros. Estos días se han podido leer en los medios y análisis de aquel país frases negativas hacia la presidencia de Obama como "la presidencia de los esteroides", "el mejor vendedor de promesas", "pragmatismo y simbolismo".

Obama prometió una nueva formar de gobernar, un cambio de las reglas del juego político. Avanzó que su intención era dotar de transparencia a su mandato y a las decisiones que tomase durante el mismo, también ha señalado que desea buscar acuerdos con los republicanos en materias consideradas claves, todo ello en aras a "unir el país y volver a hacer de América un pueblo".

Las buenas intenciones pronto han quedado en entredicho. La reciente aprobación de la ley "de estímulo económico" ha supuesto un enorme éxito mediático para el actual presidente norteamericano, pero al mismo tiempo le ha traído serios reveses en su declaración anterior de buenas intenciones. Por un lado la gran sacrificada de este proceso ha sido la transparencia y la voluntad de alejarse de los intereses y las presiones de los lobbies.

Durante la gestación y aprobación del señalado paquete de medidas económicas, los lobbies han recibido copias del plan antes que los propios representantes políticos, dejando en entredicho las promesas presidenciales. Pero además, los más fervientes defensores del mismo han sido precisamente esos lobbies bancarios, la Cámara de Comercio de Estados Unidos, e incluso importantes figuras del republicanismo, aunque éstos no lo han hecho público por evidentes razones políticas. Al mismo tiempo, el rechazo de los representantes republicanos del Congreso y del Senado han hecho saltar por los aires las intenciones de un pacto bipartidista, lo que unido a la renuncia de un estrecho colaborador republicano (por motivos políticos) no deja en buen lugar los intentos de "unidad" defendidos por Obama.

Las prisas, la urgencia y la falta de una profundización de las medidas están condicionando sobremanera la política presidencial. Y a ello cabría unir el abanico de escándalos y corruptelas que está acechando al Partido Demócrata, como en el pasado le sucedió a sus predecesores republicanos. Los casos de corrupción se suceden estas semanas: el gobernador de Illinois, Rod Blagojevich, está acusado de intentar vender el escaño de Obama al mejor postor; Bill Richardson, gobernador de Nuevo México, está siendo investigado por una agencia federal por irregularidades en su gestión. Además varios alcaldes demócratas tienen problemas con la justicia, Sam Adams (Portland) inmenso en un escándalo sexual, Eddie Perez (Hartford) está siendo enjuiciado, el ex alcalde de Detroit, Kwane Kilpatrick acaba de cumplir tres meses de cárcel por obstrucción a la justicia, o Sheila Dixon (Bellimore) tiene acusaciones por aceptar regalos irregulares.

Los reveses de varios nombramientos, relacionados con problemas de corrupción y diferencias ideológicas de peso han dejado seriamente tocado al proyecto de Obama. Los nombramientos de colaboradores de Bush, o antiguos miembros de la administración Clinton, el equipo económico, reflejando los intereses de las clases dominantes económicas y financieras, son otras pistas que ayudan a clarificar el recorrido que le espera a Estados Unidos bajo el nuevo presidente.

La política exterior de Obama también contiene importantes rastros de continuidad. De cara a Irán, tras el transfondo de declaraciones y pronunciamientos, subyace todavía una clave que Obama no ha desmentido, la existencia de precondiciones para abordar un dialogo sincero y abierto con Teherán. El abandono del programa nuclear, o no prestar colaboración alguna a grupos libaneses o palestinos son las condiciones de Washington, mientras que los dirigentes iraníes señalan la necesidad de conversaciones previas para abordar futuras concesiones.

Algo parecido sucede con Rusia, Washington necesita el apoyo ruso para abrir nuevas vías de suministro en Afganistán, pero Moscú no está dispuesto a colaborar a cambio de nada. Washington deberá acabar con su plan expansionista en Europa, sus proyectos de defensa de misiles balísticos, y reconocer explícitamente el final de sus maniobras en el antiguo espacio soviético.

De cara a Europa, Obama y su equipo requieren de mayor colaboración militar por parte de sus aliados en Afganistán y un apoyo a sus deseos de ampliar la OTAN hacia el este. Pero desde Europa, afectados por la crisis económica, dependientes del gas ruso y con suficientes problemas internos, acatar las demandas norteamericanas no entran entre sus prioridades. La declaración de intenciones del vicepresidente Joe Biden, "no deja lugar a la duda de que EEUU tiene iniciativas concretas en política exterior, pero no se ve qué materias serían las que guiarán esa política, y que ofertas o concesiones estaría dispuesto a ofrecer". En esa línea, algún analista se ha atrevido a apuntar que la política exterior de Obama "será muy parecida a la de su antecesor".

A medio o largo plazo las cosas pueden cambiar. Como señal un profesor norteamericano, "el tsunami populista creado en parte por el terremoto financiero y económico" puede volverse contra el nuevo inquilino de la Casa Blanca. Y más cuando la gente de "Main Street" (el americano de a pie) vea que más que afrontar sus demandas y necesidades, Obama se ha ocupado de proteger a la gente de Wall Street.

La clase media y baja norteamericana, que mayoritariamente han perdido sus empleos, sus casas y sus ahorros, demandan menos palabras y más hechos. Y la nueva administración deberá afrontar a corto plazo al menos tres importantes retos que no van a beneficiar a esa mayoría. Hacia finales de primavera, Obama puede buscar un nuevo Plan de estímulo, antes que los datos de desempleo en verano alcancen cifras mucho más elevadas, al mismo tiempo buscará acabar con la sangría de embargos inmobiliarios, y finalmente pretenderá hacer funcionar el sistema bancario.

La capacidad o la intención de poner en marcha la política de cambio no se está materializando, y muchos ya anuncian abiertamente que "este no es el cambio prometido". Y algunos han lanzado una sentencia política muy dura hacia el nuevo presidente, al afirmar que "Barack Obama podría haber sido ejecutivo de cualquier compañía automovilística, un banquero, un broker hipotecario y quién sabe qué otra cosa antes de la crisis pero lo que realmente perseguía desde el inicio era ser presidente".

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