El mito del libre mercado se disuelve en el caos

Pam Martens
CounterPunch
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
09/01/08

Con cada nueva revelación de pérdidas multimillonarias en dólares de las mayores firmas de Wall Street, aparece la fastidiosa pregunta de cómo sucedió que esos Amos del Universo tuvieran que cargar con el muerto en esos masivos ajustes. ¿No se supone que sea Wall Street quien ejecuta negocios para otros; no que acumule para sí inmensos inventarios de valores tóxicos, no comerciales?

Ya que esos grandes actores de Wall Street ahora poseen algunos de nuestros mayores bancos de depósitos, asegurados por el contribuyente (por cortesía de un regalo legislativo del Congreso llamado la Ley Gramm-Leach-Bliley) y que la Reserva Federal vacía decenas de miles de millones de dólares nuestros en algunos inmensos agujeros negros, el sentido común podría sugerir que el Congreso realizara audiencias públicas. Esas audiencias podrían sacar a la luz cómo Wall Street ha mutado, bajo el manto de la oscuridad, de ser un centro comercial a fabricar y almacenar artilugios exóticos registrados en ultramar.

Hasta ahora, el Congreso ha mostrado sólo un interés superficial en los detalles. El gobierno de Bush manipula el lío como se tratara sólo de un problema de hipotecas de alto riesgo, no vaya a ser que el público se dé cuenta de que un mercado no regulado de 1 billón de dólares ha reventado ante las narices de libre mercado de este gobierno.

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La pérdida colectiva de 70.000 millones de dólares en cosa de meses con proyecciones de continuas pérdidas que pueden ascender a hasta 400.000 millones de dólares globalmente huele a serios problemas. Y, es muy poco característico que Wall Street pierda miles de millones de su propio dinero.

Típicamente, saben mucho antes que el público en general cuando viene una quiebra (porque son los que sembraron las semillas para esa quiebra) y descargan sus pérdidas sobre participantes en el mercado menos enterados, usualmente el pequeño inversionista. Como ahora ellos mismos tienen que cargar con mega pérdidas, ¿no significará que son los participantes en el mercado menos enterados?

Antes de abrir el champaña porque por fin Wall Street llega a saber cómo se siente el que es vapuleado, pensemos en lo que podría significar para los estadounidenses promedio si los participantes en el mercado menos enterados poseen los bancos que guardan sus economías, el mercado monetario, los préstamos para coches, las tarjetas de crédito, las hipotecas; y las acciones de esas firmas son cargadas en planes 401 (k) [fondos de pensión].

La primera pista para esas mega-pérdidas es un acrónimo de tres letras: CDO. Significa Obligación de Deuda Colateralizada; un instrumento financiero tan enrevesado que incluso a veteranos escritores financieros les cuesta devanarse los sesos con el tema.

Una buena analogía para visualizar un CDO es el episodio de la telenovela “Friends” en la que Rachel trata de hacer un bizcocho inglés como postre para el día de Acción de Gracias. Coloca las capas requeridas de natilla y mermelada, pero cuando da vuelta la página del libro de cocina para seguir la receta para las capas, no se da cuenta de que las páginas están pegadas y completa el postre usando la receta de pastel de papas. El producto final es un artilugio incomible de múltiples capas de natilla, mermelada, carne molida, arvejas fritas y cebollas.

Los bizcochos ingleses son servidos típicamente en una fuente de cristal transparente para que se vean las exquisitas capas. Wall Street prefiere usar cerámica opaca para sus CDO.

Desde 2002 hasta 2006, grandes plantas manufactureras dirigidas por las mayores firmas de Wall Street, junto con otros actores menores, produjo como salchichas bizcochos de CDO por más 1 billón de dólares, y la mitad la hizo en 2006.

La receta era bastante flexible. Capas (llamadas paquetes en Wall Street) podían consistir de préstamos a estudiantes, cobraderos contra tarjetas de crédito, préstamos para coches, préstamos para propiedades comerciales o residenciales, hipotecas de alto riesgo o préstamos corporativos. Los paquetes también podían ser apuestas altamente apalancadas contra índices (CDO sintéticos) o segmentos de otros CDO (CDO cuadrados). Desde 2003, un porcentaje creciente de CDO fue formado por sólo una clase de activos: las hipotecas residenciales; utilizando frecuentemente hipotecas de alto riesgo y préstamos sobre la apreciación mobiliaria como el colateral predominante.

Mientras se juntaban los paquetes, los segmentos permanecían en lo que Wall Street llama su operación de almacenamiento. Una vez que arman el CDO en la fuente de cerámica opaca, sólo se ve arriba la crema batida. Las agencias de calificación: Standard and Poor's, Moody's y Fitch otorgan al artilugio incomible una calificación AAA basada en la crema batida. Que la calificación haya sido solicitada y pagada por el emisor del CDO no carecía de importancia, como demostrarían los futuros eventos.

Incluso cuando la carne molida y las arvejas fritas (deuda chatarra) comenzaban a podrirse en las capas subyacentes, el artilugio conservó su calificación AAA. (Recién en 2007, después de que los think tank comenzaron a denunciar los embustes y los mercados comenzaron a atascarse, comenzaron las agencias de calificación a disminuir las calificaciones.)

Pasaron cinco años en los que el así llamado “mercado eficiente” se tambaleaba en las tinieblas de las calificaciones de fantasía, sin ponderar las preguntas obvias sobre esos instrumentos AAA. Preguntas, como: ¿Cómo pudo un artilugio estratificado de pools de deuda cuestionable, muchas de origen dudoso, lograr el mismo equivalente de una calificación AAA que los valores del Tesoro de EE.UU., respaldados por toda la fe y crédito del gobierno de EE.UU., y probados por el tiempo durante un siglo de pánicos, cracks y la Gran Depresión? (A pesar de los granujas políticos que van y vienen en Washington, nosotros, el pueblo estadounidense, mostramos una disposición desmedida e histórica de aguantar a badulaques y a pesar de ello pagar nuestros impuestos a la renta por el bien de nuestros conciudadanos. Tampoco pasa nada porque en la mayoría de los casos, el impuesto es extraído de nuestra paga antes de que la recibamos.)

¿Cómo podría ser suficientemente seguro un instrumento opaco compuesto frecuentemente de más de 100 partes difíciles de rastrear para los fondos de pensión, los fondos de las compañías de seguros y, disfrazado como efectos negociables, guardadas por la friolera de más de 50.000 millones de dólares en dinero de fondos de mercado con dinero de la gente de a pie?

¿Cómo se transformó un modelo de mercado “eficiente” de 200 años de antigüedad que fijaba los precios de sus valores sobre la base de la búsqueda regular de precio mediante el comercio transparente en un complejo opaco de fabricación y almacenaje de productos que no se comerciaban o eran raramente comerciados, que necesitaban precios basados en modelos estadísticos?

Por lo menos hubo un analista investigador que se mostró más curioso que el Congreso en cuanto a descubrir cómo Wall Street se quedó con esos CDO en sus libros:

Llamado de conferencia de Citigroup, 5 de noviembre de 2007:

Mike Mayo, analista de Deutsche Bank: “...Quiero decir 43.000 de millones de CDO. Y, perdonen, ¿cuándo fueron establecidas esas estructuras?...”

Gary Crittenden, CFO [director principal de finanzas] de Citigroup: "... En términos de – en cuanto a las posiciones, obviamente las posiciones de almacenaje han sido acumuladas con el tiempo. Como mencioné antes en este llamado, los 25.000 millones de dólares que eran efectivamente los “liquidity puts” [compromisos a comprar deudas a corto plazo en el caso de que no pudiesen ser revendidas], se pusieron realmente en funcionamiento durante el verano. Así que esto realmente sucede en dos períodos diferentes...”

Llamado de conferencia de Merrill Lynch el 24 de octubre de 2007:

Mike Mayo, analista de Deutsche Bank: “¿Y cómo terminaron con una concentración tan grande [de CDO] en el lugar?...”

Stanley O'Neal, presidente [ahora en retiro]: “... ¿Por qué tenemos una posición tan grande para comenzar? Hicimos un error. Hubo algunos errores de juicio hechos en los propios negocios y hubo algunos errores de juicio hechos dentro de la función de gerenciamiento de riesgos y ése es el motivo principal por el que existen esos riesgos vivos.”

Este tipo de fintas y zigzagueos, esquivos, sesgos y sandeces es el motivo por el que Wall Street debe presentarse bajo juramento en una sala de audiencias del Senado.

La traducción de Citigroup es la siguiente: hemos estado comprando todo el tiempo los rangos súper sénior con calificación AAA porque los súper-genios de la física nos dijeron que esos valores estaban protegidos contra pérdidas mediante la colateralización. Nuestra respuesta fácil para la pregunta de cómo este verano devolvimos 25.000 millones de dólares en CDO a nuestro balance va a ser un "liquidity put." Mantenemos la posición de que dimos a nuestros compradores el derecho de “put” esos valores de vuelta sin pérdidas bajo ciertas condiciones. (Cómo eso cumple con las leyes bursátiles que prohíben las garantías contra pérdidas es algo que todavía debe ser encarado. Cómo se puede hacer una venta distante de un valor y a pesar de ello estar obligado contractualmente a volver a colocarlo en el balance es algo que tampoco ha sido encarado. Los corredores bursátiles perderían su puesto de trabajo, su sustento y sus licencias si utilizaran esta defensa. Eso provoca la pregunta adicional de pases reguladores para los privilegiados, otra contribución seria a mercados ineficientes.)

La respuesta de Stan O'Neal por cuenta de Merrill Lynch es, a primera vista, muy modesta y simple: se cometieron errores; errores de juicio. Artículos recientes, sin embargo, han provocado sospechas de que en Merrill no sólo tenían los rangos AAA porque pensaron que eran seguros contra pérdidas gracias a la sobre-colateralización, sino también estaban haciendo apuestas de cobertura contra la deuda de alto riesgo en sí que vendían a los clientes, en otras palabras: Enronómica: las cabezas que gano, son colas que tú pierdes.

El peligro con los valores al estilo de Alicia en el País de las Maravillas urdidos por la mano invisible de una máquina apañada, es que todo lo que se necesita para iniciar un pánico es que algunos tipos de aspecto sobrio vestidos como eruditos se presenten en la plaza pública y griten "¡El emperador está desnudo!"

Es exactamente lo que pasó el 15 de febrero de 2007. Joseph R. Mason, profesor asociado de finanzas en el College of Business Le Bow de la Universidad Drexel, y el investigador Joshua Rosner, presentaron un trabajo en el Instituto Hudson que dejaba al descubierto la noción disparatada de que se podía ponerle indefinidamente lápiz labial a un cerdo (como gustaban decir durante la manía de los punto.com) y llamarlo un valor AAA. Cuando el documento de trabajo llegó a manos de Gretchen Morgenson del New York Times, y su artículo apareció tres días después, la fábrica de fuegos artificiales comenzó a arder en el sur de Manhattan, terminando por encender espectáculos pirotécnicos globales durante todo 2007. Hubo un pánico en un banco en Londres por primera vez en 140 años, fondos de inversión libre en bancarrota en Wall Street, prestamistas de hipotecas insolventes en todo EE.UU., rescates de fondos del mercado monetario por importantes instituciones financieras y más de medio billón de dólares de inyección de liquidez por parte del Banco Central Europeo. También hubo una ayuda sin precedentes de la Reserva Federal de EE.UU. en inyecciones de efectivo, y negociaciones secretas. Pero, de lejos, el daño más serio es la persistente desconfianza en las mayores firmas de Wall Street que, por desgracia, también poseen bancos. Nadie confía en la solvencia del otro, de modo que los préstamos entre bancos se han paralizado.

Mason y Rosner hicieron un pronunciamiento profético en su trabajo:

“La creciente aceptación por los inversionistas de estructuras de CDO ha sido apoyada por la disposición de las agencias de calificación de calificar esos activos. A diferencia de otros activos calificados por esas agencias, esos activos están sometidos a considerables riesgos en el mercado, un riesgo que según las agencias de calificación no pueden calificar efectivamente... Debido a que numerosos compradores de CDO sénior sólo pueden poseer activos de grado de inversión inferior a BBB, pueden seguir poseyendo activos en deterioro y crecientemente ilíquidos mientras sus calificaciones no hayan sido rebajadas. Debido a que el mercado es OTC [negociación fuera del mercado establecido], los inversionistas pueden valorar incorrectamente estos activos en su cartera y verse obligados a reconocer grandes pérdidas entre el valor nominal y el de mercado en un mercado rápido, en liquidación...”

J. Kyle Bass, socio gerente de Hayman Advisors, encuadró el problema ante el subcomité de la Cámara de Representantes sobre Mercados de Capital en su testimonio del 27 de septiembre de 2007:

“Os diré por qué y cómo los regulares olvidaron por completo el tamaño épico y la profundidad del problema en los mercados crediticios actuales. Un concepto importante que hay que apreciar es que cada titulización representa esencialmente un banco fuera de balance... Sin embargo, el mercado de titulización no tiene reguladores bancarios federales o estatales que controlen su conducta. Los únicos organismos que aseguran una supervisión o regulación implícita son las NRSRO [organizaciones de calificación estadística reconocidas nacionalmente] – cuerpos que tienden inherentemente hacia sus pagadores, las firmas de titulización [de Wall Street].


Sin suficiente supervisión, este mercado de titulización altamente apalancado, no-regulado, fuera de balance, y sus problemas seguirán teniendo severas ramificaciones en los mercados financieros globales.


Mercados eficientes necesitan transparencia y polis de ronda alertas. ¿Por qué es tan difícil de lograr? Porque la opacidad y los mercados amañados producen el objetivo deseado de enriquecer al uno por ciento que ahora posee un 44% de la riqueza de la nación. Ese uno por ciento, por su parte, mantiene a raya al Congreso al controlar el monedero para el financiamiento de las campañas electorales.

Wall Street es un mercado de dos caras. Las pérdidas de las firmas de Wall Street fueron los beneficios de otros. Hasta que sepamos dónde y cómo fueron contabilizados esos beneficios, los detalles de cómo ocurrieron las pérdidas, seguiremos prefiriendo ser los idiotas del capitalismo entre compinches. Preferimos entregar nuestro país a capitalistas inescrupulosos.

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Pam Martens trabajó 21 años en Wall Street; no ha tenido puesto alguno, por poco o mucho tiempo, en alguna de las compañías mencionadas en el artículo. Escribe sobre temas de interés público desde New Hampshire. Para contactos escriba a:

pamk741@aol.com

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