Argentina - Echaron a Taiana, viene Timerman: ¿hacia dónde vamos?

Gustavo O. Lahoud
Argenpress
25/06/10

La intempestiva pero no tan sorpresiva renuncia del ex Canciller Jorge Taiana el pasado viernes 18 de junio y la confirmación del hasta ahora embajador en los Estados Unidos, Héctor Timerman, como nuevo Canciller, consolidan el avance progresivo dentro del Gobierno de una línea de política exterior dispuesta a subsumir nuestros intereses vitales a los dictados de la agenda estratégica y de seguridad de los Estados Unidos en la región.

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Concretamente, quien ahora ha sido designado Canciller, no sólo ha gozado durante su período como embajador en los Estados Unidos de una llamativa independencia de criterio acompañada de un inusitado margen de maniobra que opacó al mismísimo Canciller, sino que- y esto es lo más relevante- fue y sigue siendo el principal operador de la “condena internacional” a Irán por el atentado contra la AMIA en 1993 dentro de la región y, como tal, ha desempeñado un papel clave en uno de los episodios más oscuros de la política exterior reciente de nuestro país.
Por otra parte, más allá del accionar de Timerman y el rol que ha desempeñado en la segundo administración kirchnerista como auténtico mentor del acercamiento a los Estados Unidos, la caída de Taiana permitió echar algo más de luz sobre la carencia estructural de una auténtica visión estratégica de política exterior dirigida a la consolidación de nuestros intereses vitales innegociables: la soberanía en Malvinas y el Atlántico Sur, el control de nuestros recursos naturales estratégicos, el avance de una agenda de integración continental suramericana ( más allá del cosmético nombramiento de Néstor Kirchner al frente de la Unasur) y la revalorización de nuestras Fuerzas Armadas en el marco de una nueva doctrina de defensa nacional con alcances regionales concretos.

En concreto, los tímidos avances que se habían emprendido desde la cumbre de Mar del Plata en noviembre de 2005- en la que se rechazó definitivamente el proyecto ALCA- pasando por la revalorización de una agenda suramericana que permitiera imponer un proceso de integración basado en los principios de la solidaridad y complementariedad regionales fuertemente sustentados en la tríada Argentina-Brasil-Venezuela, fueron puestos permanentemente en peligro ante la consumación de una auténtica línea de doble comando en el manejo de la política exterior del país, creando, en los hechos, un verdadero Ministerio de Relaciones Exteriores en las sombras, cuyo centro operativo era y sigue siendo el Ministerio de Planificación dirigido por Julio de Vido.

Muchos de los sucesos que han tomado notoriedad pública en los últimos días y que van desde la errática estrategia ante el caso de la pastera Botnia en Uruguay, las marchas y contramarchas en el vínculo comercial con Brasil, pasando por los traspiés en las negociaciones comerciales con los chinos y terminando en los “canales paralelos” abiertos en la relación bilateral con Venezuela, son todos testimonios contundentes de la inexistencia de rumbo estratégico en la política exterior y, simultáneamente, de la falta de voluntad política para profundizar una línea de compromiso regional ante los avances de los Estados Unidos.

Ante este cuadro, los cambios en la conducción de la política exterior argentina profundizan el escenario de estancamiento y crisis del proyecto kirchnerista que ya parece haber sepultado las tímidas iniciativas de integración regional suramericana desplegadas en los últimos años.

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