“Estas bombillas contienen mercurio, lo que ya representa una paradoja”
Salvador López Arnal
El Viejo Topo / Rebelión
22/06/10
Una conversación con Eduard Rodríguez Farré sobre bombillas de bajo consumo, mercurio, rayos ultravioleta
Miembro fundador del Comité Antinuclear de Catalunya (CANC) en 1977, Eduard Rodríguez Farré es médico especializado en toxicología y farmacología en Barcelona, en radiobiología en París y en neurobiología en Estocolmo. Ha dirigido durante muchos años el Departamento de Farmacología y Toxicología del CSIC en Barcelona. Como experto en toxicología ha asesorado al gobierno cubano en la epidemia de la neuropatía óptica, a la OMS en el síndrome del aceite tóxico y a la Unión Europea sobre la investigación en programas de salud pública y sobre la Encefalopatía Espongiforme Bovina. Actualmente es miembro del Comité Científico de la UE sobre Nuevos Riesgos para la Salud. Socio fundador de la asociación Científicos por el Medio Ambiente (CiMA), Eduard Rodríguez Farré es coautor (autor principal para ser más preciso), junto este entrevistador, de Casi todo lo que usted desea saber sobre los efectos de la energía nuclear en la salud y el medio ambiente, El Viejo Topo, Barcelona, 2008 (con prólogo, presentación, epílogo y notas finales de Enric Tello, Joaquim Sempere, Joan Pallisé, Jorge Riechmann y Santiago Alba Rico).
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Me gustaría conversar esta vez, estimado Eduard, sobre las bombillas de bajo consumo, las nuevas lámparas que obligatoriamente tendrán que sustituir a las viejas bombillas incandescentes.
De hecho, en algunos países ya es obligatorio que las nuevas bombillas que se vendan sean de bajo consumo. Y no sólo en Europa, en América también. En Venezuela, por ejemplo, todas las bombillas que se compran actualmente son ya de este tipo. En Europa, si no ando errado, a partir del 2011, estas bombillas serán obligatorias y las bombillas clásicas, las incandescentes, desaparecerán.
Se afirma, como sabes, que estas bombillas tienen que sustituir obligatoriamente a las antiguas porque son de bajo consumo, y que de esta forma se ahorrará energía.
Este es el argumento que suele esgrimirse. De esta forma, se nos dice, con estas nuevas bombillas, vamos a disminuir el consumo energético, lo que va a evitar una aceleración del cambio climático. El cambio de bombillas sería un nudo más en la estrategia de lucha contra el otro cambio, el climático.
Todo ello, en principio, parece positivo: bombillas de mayor duración, ahorra de energía, lucha contra el cambio climático.
De entrada, parece positivo disminuir el consumo de energía sustituyendo las viejas bombillas. Estas nuevas bombillas, que son mucho más caras que las anteriores, son mucho más duraderas que las bombillas incandescentes. Pero, sorprendentemente, de lo que no se ha informado es de varias variables, nada marginales, sobre las que incluso la dirección de Medio Ambiente de la UE ha advertido. A pesar de ello, casi nadie se ha enterado o nadie se ha querido enterar.
Hablemos de estas variables ocultas. La primera de ellas.
La primera es que estas lámparas contienen mercurio, vapor de mercurio. Cinco miligramos de vapor de mercurio es el que tienen en su interior. Esto, solo esto, ya representa una paradoja.
¿Una paradoja? ¿Por qué?
Porque en el momento actual el mercurio se ha eliminado o se está eliminando de todos los dispositivos que usamos.
¿Y qué necesidad hay de eliminar el mercurio de nuestros utensilios y artefactos?
El mercurio, por definición, es un elemento altamente tóxico, sobre todo cuando se vierte al medio y se transforma en mercurio orgánico, especialmente en metilmercurio. Este es uno de los graves problemas ambientales que tenemos en la actualidad, el mercurio que históricamente se ha utilizado, por ejemplo, en minería, en la cuenca del Amazonas por ejemplo; el que se ha utilizado en las papeleras, en el mar Báltico, en muchas industrias del Mediterráneo. En España conocemos bien el problema por Flix. La planta electroquímica de Flix utiliza grandes cantidades de mercurio. Hace cuatro o cinco años hizo un vertido al Ebro en Navidad que ocultó a la Generalidad de Cataluña. Llegó hasta Amposta y se detectó en el agua del grifo.
Hablas de mercurio inorgánico y de mercurio orgánico. Vale la pena detenernos en esta distinción.
El mercurio inorgánico, el mercurio como elemento, es el que se utiliza generalmente, pero antes, hace muchos años, se había utilizado de forma orgánica. Cuando el mercurio inorgánico llega al medio acuático, a través de un proceso muy complejo que empieza en los sistemas tróficos más elementales, fundamentalmente en bacterias reductoras y algunos otros microorganismos, se transforma en mercurio orgánico.
¿Qué es el mercurio orgánico?
Al metal, al mercurio, se le incluye una cadena alifática, usualmente un metilo o, en ciertos casos un etilo. Lo efectúa el microorganismo correspondiente. Este metilmercurio, a través de las cadenas tróficas, se concentra, se biomagnifica, sobre todo en los peces que están en la parte superior de la cadena, como son, por ejemplo, el atún, el tiburón, el pez espada, etc, que no olvidemos que son carnívoros. De este modo, el mercurio, el orgánico, se acumula en la carne de estos animales en cantidades toxicológicamente significativas.
Actualmente, en el Mediterráneo, el atún, el pez espada, por ejemplo, presentan cantidades muy importantes de metilmercurio por los vertidos, ya históricos, a través de los ríos Ródano y Ebro. En toda la cuenca Norte del Mediterráneo occidental, la que va desde Italia, y sigue por el Ródano y el Ebro, hay cantidades importantes de metilmercurio. Una de las mejores ilustraciones de todo esto que cuento puede observarse con la entrada de los atunes para la migración anual. Entran por Gibraltar, van a Sicilia, suben por la costa italiana, bajan por la costa española y salen otra vez hacia el Atlántico. Este atún que entra en el Mediterráneo, si lleva una determinada cantidad de metilmercurio cuando entró en nuestro mar, cuando sale lleva, digamos, cuatro veces más. No exagero.
Pero entonces, por lo que explicas, la cantidad y extensión del metilmercurio es enorme.
Sí, efectivamente. Incluso puede afirmarse que no hay actualmente zona del planeta en la que no haya metilmercurio. Históricamente se ha diseminado desde la revolución industrial, desde el siglo XIX. El mar Báltico, por ejemplo, está ultracontaminado de metilmercurio. No se pueden comer muchos peces del mar Báltico. Lo mismo ocurre en zonas tropicales, en el Amazonas por ejemplo debido al uso del mercurio por los garimpeiros buscadores de oro (utilizan el Hg para efectuar amalgamas con el oro de los sedimentos y después separar de obtener el oro el Hg va al río).
¿Cuáles serían los efectos negativos más importantes del mercurio orgánico?
El mercurio inorgánico, el clásico, puede tener efectos negativos, sin duda, pero sólo a través de la inhalación del vapor de mercurio porque, prácticamente, el mercurio no se absorbe por vía digestiva.
¿No se absorbe?
No. El mercurio en forma metálica, el que hemos llamado mercurio inorgánico, se absorbe pobremente por el tubo digestivo(menos del 5%). Las sales mercuriales se usaban clásicamente en medicina para tratar la sífilis y daban graves problemas. No se sabía si era peor el remedio que la enfermedad. Producían afecciones renales, por ejemplo. Eran los calomelanos (cloruro mercurioso) que se utilizaron hasta principios del XX. A partir de entonces se introdujeron los arsenicales. La sífilis era una pandemia de intensidad severa. Se ha afirmado que Mozart pudo haber muerto por un exceso de tratamiento en la sífilis que contrajo.
Este, en todo caso, fue un problema que quedó olvidado. Se eliminó el uso del mercurio, pero luego ha aparecido un problema mayor.
Exacto, un nuevo problema que es propio de la sociedad industrial y que apareció con lo que se ha denominado enfermedad de Minamata.
¿Qué enfermedad es ésa?
Ocurrió en los años cincuenta, en la época en que yo estudiaba Medicina aquí, en la Universidad de Barcelona. Se dijo que era un virus nuevo. Durante mucho tiempo no se sabía qué pasaba en la bahía de Minamata, en Japón. Entre los ciudadanos de esta bahía que comían básicamente pescado empezó a aparecer una enfermedad que daba pie a una serie de graves problemas neurológicos, de constricción del campo visual, de deterioro mental muy acentuado, e incluso la muerte. Aunque nunca se ha llegado a conocer el número exacto, entre ochenta y cien mil personas quedaron afectadas. El número de fallecidos pudo haber sido de 10.000 a 15.000 (estimación mínima).
¿Y cuál es la historia de esta enfermedad?
De entrada no se sabía qué ocurría pero hubo una gran observación de la doctora Dorothy Russell, publicada junto con el Dr Donald Hunter en los años 40 y 50, y que actualmente está como desaparecida, apenas se cita, pero que está en los manuales clásicos de neurología, que se llamó, se sigue llamando, el síndrome de Hunter-Russell. Ellos vieron, uno era el clínico y la otra era la neuropatóloga que observó las afecciones, un trastorno similar en un grupito de trabajadores de una fábrica de Inglaterra que manufacturaba metilmercurio como fungicida. Este fungicida se utiliza fundamentalmente para tratar las semillas de trigo, u otras semillas, también en las maderas, para evitar que crecieran hongos. Tú conservas grano en un saco, en un sitio húmedo, y se te va a llenar de hongos. Se utilizaba, decía, en las semillas para recubrirlas, para conservarlas antes de plantarlas, para que no creciesen hongos en las ¿laderas?. Era un fungicida tradicional, se utilizó durante muchos años.
No había consciencia en aquella época de los peligros.
Exacto, no se tenía conciencia de estas cosas en aquellos años. Y, claro está, si uno no piensa en ello, no lo busca y, consiguientemente, no lo encuentra.
Esta observación de la que hablaba pasó inadvertida en la literatura científica. Pues bien, observaron una serie de trastornos neurológicos en los trabajadores de la fábrica que producía metilmercurio como fungicida y describieron que un grupo de ocho o nueve, yo mismo tengo un artículo sobre esto, observaron toda una serie de trastornos de severidad gradual según la dosis. A pequeñas cantidades se manifestaban una serie de trastornos sensitivos en los dedos, a mayores cantidades trastornos motores, a mayores cantidades aún alteraciones del pensamiento y de la cognición, y, a cantidades mayores, incluso la muerte. Estos pacientes murieron. Se hizo la anatomía patológica del cerebro y se vio que tenían alteradas ciertas zonas, que había una muerte neuronal en zonas muy específicas, en las zonas de visión periférica del cerebro, (no afecta al ojo sino a la neuronas de la visión periférica solamente, lo cual no está explicado aún, no está explicado aún por qué sólo afecta a las neuronas de la visión periférica y no a las del central), afectaba también enormemente al cerebelo, a las áreas de audición y sensitivas y finalmente a las motoras. Yo he trabajado mucho en estos temas durante años, perdona que me extienda en detalles. Tenemos muchas publicaciones. Llevamos quince años estudiando esto porque todavía hoy muchas cuestiones de la neurotoxicidad de este producto permanecen inexplicadas.
Y alguien relacionó ambos hechos.
Alguien, que había leído el artículo de Hunter-Russell, pensó que lo que les ocurría a esas personas que enfermaban y lo que les ocurría a los gatos se parecía mucho al síndrome de Hunter-Russell. La anatomopatóloga fue allí, observó las piezas anatómicas y vió que eran muy similares a lo que ella misma había observado en los trabajadores británicos afectados por el de metilmercurio. Empezó a investigar y más tarde se descubrió que, efectivamente, esta gente estaba intoxicada también por el metilmercurio.
¿Y de dónde venía este metilmercurio?
En la bahía de Minamata estaba la Chisso Compay. Aunque en los manuales, en la literatura científica, parece que queda feo, poco elegante, citar el nombre de una empresa, de una corporación, a mi me parece importante dar siempre estas referencias en mis trabajos. Al fin y al cabo, eso también está bien documentado. La Chisso Company tenía una gran fábrica, gigantesca, desde los finales de los cuarenta, principios de los cincuenta, vertía sus restos sin más preocupación. Creo que la empresa era fundamentalmente, pero no solo, papelera, si bien los vertidos eran básicamente de productos químicos. En muchos procesos industriales se utilizaba el mercurio en aquella época. El vertido iba al mar. Estamos hablando de los años cincuenta, en Japón, que ha sido un museo de todo tipo de contaminación en su desarrollo industrial, en el aspecto que quieras señalar, de toxicidad. Como sucedía en Japón, en Europa se ha conocido poco, pero el país nipón era un muestrario de todo lo que puede ocurrir por falta de control de la toxicidad.
¿Qué pasó entonces tras el descubrimiento de los vertidos?
En aquella época se montó una polémica impresionante. La Chisso Company negó que metilmercurio determinase estos problemas y no había estudios en aquellas época más que ese artículo precursor de Hunter-Russell. Era muy difícil, en aquel momento, convencer a las autoridades de que lo sucedido era un problema de contaminación ambiental.
Se empezó a controlar, es cierto, pero la situación no se reconocería hasta muchos años después, en los años setenta, desde el punto de vista legal y sanitario. Sin embargo, ocurrió otro accidente que fue sin duda el más demostrativo. En 1972, en Iraq esta vez, apareció también un brote por intoxicación de metilmercurio a través de unas semillas de trigo tratadas con metilmercurio que había enviado Estados Unidos para Iraq. Estas semillas se habían usado de forma normal en muchos otros lugares. Se plantaban, crecía la planta, pero el metilmercurio incorporado se quedaba en el suelo y no la contaminaba. Pero en Iraq estas toneladas se desviaron fraudulentamente para panificación. Se recibió la ayuda, y en lugar de plantar las semillas se robaron, se desviaron a otros menesteres y se convirtió en pan aquel trigo con todo el metilmercurio incorporado. Donde se distribuyó el pan, apareció un brote agudo. Afortunadamente, en aquella época, hasta que ha sido destruido recientemente, los iraquíes tenían el mejor sistema científico árabe.
Puede parecer que exageras un poco, estimado Eduard. Déjame preguntarte sobre ello en nuestra próxima conversación.
De acuerdo, pregúntame sobre ello pero ya te puedo adelantar la respuesta: no exagero.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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