La empresa colonial del sionismo está condenada al fracaso, pero...

Alan Hart
Alanhart.net
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
23/06/10

Ronen Bergman, un importante analista militar y político del periódico israelí Yedioth Ahronoth, escribió recientemente el que considero uno de los artículos más importantes en decenios sobre el modo de pensar de los dirigentes militares y políticos del Estado sionista. Fue reproducido en el Wall Street Journal con el titular “La fatiga del asedio y el error de la Flotilla.

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Al llegar a la parte principal de su análisis, Bergman escribió lo siguiente (el énfasis es mío):

“Lo que presenciamos en las primeras horas de la mañana del lunes fue sintomático de un nuevo grado de fatiga en los círculos gobernantes de Israel. El hecho de que las autoridades políticas y militares hayan podido aprobar una operación tan irresponsable sugiere que la dirigencia del país ha renunciado a lo que ya estaba siendo un intento "sisífico" de ganarse a la opinión mundial. El aislamiento ya no es una amenaza a la que hay que enfrentarse, parece su modo de pensar, porque Israel ya está aislado en fase terminal. Lo que queda es concentrarse exclusivamente en lo que sea mejor para la supervivencia de Israel, dejando de lado cualquier consideración por la opinión de los demás”.

A continuación Bergman cita una conversación que tuvo con una fuente militar de alto nivel dos días antes del ataque israelí a la flotilla en rumbo a Gaza. La fuente dijo que no importaba lo cuidadoso fuera Israel en sus acciones o en cómo abordase a la flotilla. “Hagamos lo que hagamos, todos estarán contra nosotros, nos condenarán en la ONU y nos recriminarán. Por lo menos podríamos preservar nuestra dignidad nacional y mantener el bloqueo de Gaza.” En otras palabras, comentó Bergman, “la guerra por la opinión mundial terminó e Israel ha perdido”.

Un poco más adelante, en su artículo, Bergman escribió:

“La fatiga de Israel y su profundo sentimiento de ostracismo son, para decir lo menos, enfermizos… Y, por cierto, es profundamente inquietante que un país fatigado y aislado tenga los medios para atacar preventivamente y con dureza a sus enemigos, incluyendo formas en las que, siendo realistas, es posible que no haya vuelta atrás”.

Como señalé en la edición estadounidense en tres volúmenes de mi libro ZIONISM: THE REAL ENEMY OF THE JEWS (www.zionismbook.com), la pregunta de si Israel debería preocuparse o no por lo que piensa el mundo no judío fue la bomba de relojería en el centro de la política israelí desde el momento del nacimiento del Estado sionista (no judío).

David Ben-Gurión, el padre fundador del Estado de Israel y el primero que ostentó el cargo de Primer Ministro, tenía la opinión firme e inconmovible, como la mayoría de sus colegas de liderazgo, de que no importa lo que piense el mundo no judío sobre las políticas y acciones de Israel. “Nuestro futuro”, le gustaba decir a Ben-Gurión, “no depende de lo que digan los no judíos, sino de lo que hagan los judíos”. La lógica (¿paranoia?) que apoyaba esa manera de pensar era algo así: El mundo siempre ha sido y siempre será antisemita (antijudío). El Holocausto II, abreviatura para definir otro gran viraje contra los judíos, es inevitable en algún momento del futuro. De modo que, por definición, no puede haber límites para lo que Israel podría tener que hacer para preservarse como un refugio de último recurso para todos los judíos de todas partes.

Mi propia visión no judía sobre este aspecto del asunto es que después de la obscenidad del holocausto nazi, y debido a éste, el gigante del antisemitismo podría haber vuelto a dormirse y, muy probablemente, habría muerto en su sueño si las grandes potencias no hubiesen permitido, con razón o sin ella, que el sionismo se saliera con la suya. Pero dejemos eso a un lado.

El único dirigente israelí de peso que se opuso a la idea de Ben-Gurión sobre la posición de Israel en el mundo fue Moshe Sharett, el primer Ministro de Exteriores del Estado y Primer Ministro durante un breve período después de la renuncia de Ben-Gurión debido a las dudas sobre su estabilidad mental. A mi juicio Sharett fue el único miembro completamente cuerdo de la temprana dirigencia de Israel.

Pienso que el resumen más perspicaz de Sharett y su importancia se encuentran en The Iron Wall, Israel and the Arabs, un libro de revelaciones de Avi Shlaim, uno de los más destacados historiadores “revisionistas” (o sea honestos) que ahora vive en el Reino Unido y es profesor de Relaciones Internacionales en St. Antony’s College, Oxford. Shlaim escribió (el énfasis es mío):

“En agudo contraste con Ben-Gurión, Sharett era altamente sensible no sólo a lo que decían los no judíos sino todavía más a lo que hacían. Reconocía que la ONU había jugado un papel indispensable en la creación del Estado de Israel y estaba a favor de permitir que tuviera un rol aún mayor y más efectivo en la regulación del conflicto árabe-israelí. Creía que la opinión pública internacional afectaba la seguridad de Israel y era, por lo tanto, un factor que valía la pena tener en cuenta. Sobre todo tenía muchas ansias de utilizar la simpatía y el apoyo de las potencias occidentales en la búsqueda de seguridad y paz para Israel. Con este fin consideraba necesario acatar las normas vigentes de la conducta internacional y renunciar a acciones que alimentaran el odio árabe”.

La calidad de la visión de Sharett de lo que esperaba a Israel si sus halcones belicistas se salían con la suya estaba indicada en la anotación de su diario del 12 de octubre de 1955, poco antes de que Ben-Gurión reivindicara el doble papel de Primer Ministro y Ministro de Defensa. La anotación en el diario, una expresión de pura desesperación, tenía la forma de una pregunta: “¿Cuál es nuestra visión en esta tierra, la guerra hasta el fin de las generaciones y la vida por la espada?”

Como explico con detalle en mi libro, Ben-Gutión destruyó a Sharett no sólo porque éste quería que Israel fuera un Estado normal, sino también porque quería hacer la paz con los árabes. (Sharett respondió positivamente a los mensajes secretos del presidente Nasser de Egipto, quien quería un acuerdo con Israel).

Ahora volvamos al título de este artículo. “La empresa colonial del sionismo está condenada al fracaso, pero…”

En 1948, el expediente Palestina se cerró como consecuencia de la victoria de Israel en el campo de batalla. Una de las verdades inconfesables de la época era que tras puertas cerradas los regímenes árabes divididos, derrotados e impotentes, compartían la misma esperanza que el sionismo y las principales potencias: que el expediente palestino siguiera cerrado. En el guión escrito por el sionismo y apoyado por las principales potencias y los regímenes árabes, no se contemplaba la regeneración del nacionalismo palestino. Se suponía que los palestinos tenían que aceptar su suerte como chivo expiatorio en el altar de la conveniencia política.

Pensándolo bien, es mi punto de vista que la empresa colonial del sionismo estaba condenada al fracaso por no haber mantenido cerrado el expediente palestino. Una vez que el expediente fue reabierto por Yasir Arafat y sus colegas de Fatah, el sionismo tenía dos opciones: o llegar a un acuerdo con los palestinos (a finales de 1979 Arafat ya había preparado el terreno en su lado para una paz en términos que cualquier gobierno y gente racional en Israel habrían aceptado con alivio), o tratar, por todos y cualquier medio, incluido el terrorismo de Estado, de romper la voluntad de los palestinos de continuar su lucha por un grado aceptable de justicia.

Los dirigentes israelíes eligieron este último camino, y al hacerlo no se desviaron de la ética definitoria del sionismo tal como fue escrita y publicada por Vladimir Jabotinsky, el padre fundador del ejército de Israel. Su texto, publicado diez años antes de que los nazis llegaran al poder en Alemania, explica por qué Israel tendría que convertirse en un Estado delincuente y, al escribir estas líneas, en un monstruo fuera de control. Como dijo Jabotinsky, lo siguiente fue, es, la ética definitoria del sionismo (el énfasis es mío):

“El sionismo es una aventura colonizadora y por lo tanto depende de la fuerza armada. Es importante hablar hebreo pero, desgraciadamente, es aún más importante saber disparar –de otra manera se habrá terminado el juego de la colonización.

“Al trillado reproche de que este punto de vista es poco ético, respondo que es absolutamente falso. Es nuestra ética. No hay otra ética. Mientras exista la más mínima chispa de esperanza de que los árabes nos lo impidan, no nos venderán estas esperanzas, ni con palabras dulces ni con ningún bocado sabroso, porque éstos (los palestinos) no son chusma sino un pueblo, un pueblo vivo. Y ningún pueblo hace concesiones tan enormes sobre cuestiones tan aciagas, excepto cuando no queda ninguna esperanza, cuando hayamos eliminado todas las aberturas visibles en el Muro de Hierro”.

Actualmente, la increíble y casi sobrehumana determinación de los palestinos ocupados y oprimidos demuestra, por si fuera necesario, el fracaso del sionismo y que su empresa colonial está destinada al fracaso. Y eso nos lleva a la pregunta siguiente. ¿Cómo terminará la historia?

Debido a la colonización israelí de Cisjordania ocupada, que continúa, una solución genuina y viable de dos Estados está muerta antes de nacer. De lo que se deduce que ahora existen, en teoría, sólo dos posibles escenarios finales.

En uno, los judíos israelíes entran en razón y aceptan que su mejor y realmente única esperanza para un futuro con seguridad y paz es la solución de Un Estado –un único Estado democrático en el que todos sus ciudadanos, judíos y árabes, tengan igualdad de derechos civiles y políticos. (Uno de mis amigos, judío antisionista con sentido del humor, dijo que podría llamarse Palestein). En teoría podría ocurrir. En la práctica me temo que no será así porque equivaldría a la "des-sionización" de Palestina, y no puedo concebir que el sionismo esté de acuerdo con eso.

En el otro escenario final previsible, la acción comienza por la limpieza étnica final de Palestina. Eso sucede cuando los dirigentes de Israel concluyan que no pueden quebrantar la voluntad de los palestinos ocupados y oprimidos y obligarlos a aceptar migajas de la mesa del sionismo –unos cuantos bantustanes en el 40% o menos de Cisjordania. Cuando lleguen a esa conclusión, los dirigentes de Israel inventarán un pretexto para ahuyentar a los palestinos de Cisjordania y enviarlos a Jordania o a cualquier otra parte.

En cuanto a la desactivación de la bomba de relojería demográfica de la ocupación, eso permitirá que el Estado sionista gane algo de tiempo, ¿pero cuánto tiempo y con qué fin?

Un Israel que recurriera a una vuelta final de limpieza étnica se convertiría en un Estado paria sin igual. La indignación antiisraelí de ciudadanos de todos los credos, y de ninguno, en todo el mundo sería tal que los gobiernos de las principales potencias, incluido el de Washington D.C., se verían obligados a castigar al Estado sionista con el boicot, desinversión y sanciones.

¿Y luego qué? ¿Cómo reaccionarían los dirigentes del sionismo en Israel?

Pienso que es más que posible, incluso probable, que, sintiéndose acorralados en un rincón sin una vía de escape aceptable, lanzarían sus misiles nucleares en un gesto desafiante de despedida y se llevarían a la región con ellos.

Para aquellos lectores que crean que un escenario semejante es impensable, recuerdo en mi libro lo que me dijo Golda Meir, en una entrevista filmada para el programa Panorama de la BBC, cuando era Primera Ministra de Israel.

En un momento la interrumpí para decir: “Primera Ministra, quiero estar seguro de que comprendo lo que me está diciendo… ¿Dice que si alguna vez Israel estuviera en peligro de ser derrotado en el campo de batalla, estaría dispuesto a llevarse consigo a la región e incluso a todo el mundo?”

Sin hacer ni la más breve pausa para pensarlo, y con esa voz ronca que podía encantar o intimidar a los presidentes de EE.UU., según lo que se necesitara, Golda respondió: “Sí, es exactamente lo que estoy diciendo.”

Después de la transmisión de la entrevista, el The Times de Londres, que entonces era un buen periódico serio (no el diario pro sionista, de propiedad de Murdoch, que es actualmente), reemplazó su principal editorial por otro que citaba lo que Golda me había dicho. Ese editorial de reemplazo terminaba con una breve declaración de la propia opinión del periódico: “Más vale que la creamos”.

Si en lugar de decir a Golda “si alguna vez Israel estuviera en peligro de ser derrotado en el campo de batalla” hubiera dicho “si alguna vez Israel estuviera bajo una verdadera presión del conjunto de la comunidad internacional para que hiciera lo que no querría hacer”, estoy seguro de que su respuesta habría sido la misma.

Según Roger Tucker, en un reciente artículo de Dissident Voice, no es inevitable un final apocalíptico de la historia de la empresa colonial del sionismo. Con el título: “La solución de un Estado suena como una buena idea, pero…” escribió (el énfasis es mío):

“¿Qué es lo que quiere realmente la mayoría de los israelíes? Como era de esperar, encontramos que los israelíes quieren lo mismo que quiere la gente por todas partes: seguridad y estabilidad, paz, ser respetados, si no amados, estar libres de constante miedo y ansiedad, sentir que sus hijos tendrán la oportunidad de vivir vidas normales, productivas y felices. Todas las encuestas son coherentes al respecto. Ninguna de esas cosas es posible mientras los israelíes se mantengan fieles al sionismo político; y los israelíes, en lo profundo de su ser, lo saben. Podrán engañarlos temporalmente, incluso volverlos locos temporalmente por el impulso de los vientos huracanados de la paranoia, la arrogancia y un desafío empecinado… pero en realidad no son estúpidos, y la locura no puede durar”.

A mi juicio el tema de si los israelíes son estúpidos o no, no tiene nada que ver. Lo que son me lo resumió el mejor y más brillante de los directores de inteligencia militar de Israel, el general de división Shlomo Gazit.

Cuando hablé de él, en las primeras capitales del mundo, con los principales diplomáticos responsables de la gestión del conflicto de Oriente Próximo, dije que si tuviera que formar un gobierno mundial con 20 carteras ministeriales, él ocuparía varias, por su experiencia, su intelecto, su sabiduría y su humanidad. En conversaciones privadas conmigo no mostró ni un indicio de la insufrible pretensión de superioridad moral característica del sionismo. Carece de arrogancia. Durante casi veinte años fue jefe de investigación en la Dirección de Inteligencia Militar. En ese puesto era la persona más informada del mundo sobre la realidad o no de la amenaza militar árabe para la existencia de Israel. Después, en 1973, fue llamado a convertirse en el jefe de la inteligencia militar, con instrucciones de asegurarse de que nunca más hubiera una falla de los servicios de inteligencia del tipo de la que ocurrió en la cuenta atrás para la guerra de Yom Kippur. Era, en resumen, el hombre a quien recurrió el Gobierno de Israel buscando la salvación después de lo que en la época se percibía, erróneamente, como una amenaza real para la existencia del Estado sionista. No quería ser jefe de la inteligencia militar y lo hizo sólo por sentido del deber. Mientras tomábamos café una mañana a comienzos de 1980, respiré profundo y dije a Shlomo: “He llegado a la conclusión de que todo es un mito. La existencia de Israel nunca ha estado en peligro”. Con una sonrisa triste respondió: “El problema nuestro, de los israelíes, es que nos hemos convertido en víctimas de nuestra propia propaganda”.

Sé por mi propia experiencia, informando desde Israel, cómo sucedió aquello. Cuando escribía mi largo capítulo sobre la guerra de 1967, me encontré diciendo a los lectores que hubo momentos, y ése era uno de ellos, en los que quería “gritar por el dolor de saber hasta qué punto sus dirigentes habían mentido y engañado a los judíos de Israel (así como a todos los judíos del mundo y a todo el mundo occidental)”.

En pocas palabras, la mayoría de los judíos israelíes han sufrido un lavado de cerebro; y me parece que la “locura” en Israel durará y llevará a la región, y posiblemente a todo el mundo, directamente al Apocalipsis, a menos que… A menos que se encuentre un camino para abrir los ojos y las mentes israelíes a la verdad de la historia en su relación con la creación y la duración del conflicto en y sobre Palestina, que se convirtió en Israel.

Me atrevo a sugerir que la publicación de mi libro en Israel, en hebreo, así como en inglés, sería un buen comienzo.

Pregunta: ¿Existe en Israel un editor con la integridad y el valor para hacerse cargo de mi libro?

Alan Hart ha sido corresponsal extranjero de ITN y de Panorama de la BBC. Ha cubierto guerras y conflictos por todas partes del mundo y se especializó en Oriente Próximo. Autor de: Zionism: The Real Enemy of the Jews: The False Messiah. Tiene su blog en www.alanhart.net

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