Grietas de 25 metros en la balsa del 'lodo rojo'
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Crónicas Euroasiáticas
Público
10/10/10
Público' comprueba el precario estado de la presa repleta de residuos tóxicos que ya cedió el pasado lunes, inundando tres pueblos en Hungría. El ministro de Medio Ambiente reconoce que el colapso del muro es "inminente"
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En la fotografía se puede apreciar una de las grietas de la balsa de lodo tóxico, próxima al lugar donde se rompió la pared, el pasado lunes. - N. D.
El muro de la presa que ocasionó el desastre ecológico de Hungría está a punto de venirse abajo y desatar una segunda oleada de barro tóxico. El Gobierno húngaro ha abandonado el discurso triunfalista de hace tres días ("la situación está bajo control", llegó a decir el primer ministro, Viktor Orban) para reconocer que el panorama es desolador.
El muro de la balsa es "insalvable", según confesó Zoltan Illes, secretario de Estado de Medio Ambiente del Gobierno magiar. Según la agencia estatal de noticias MTI, Illes explicó que, en dos o tres días, está previsto que llueva en la región. "Una vez llegue la lluvia, el agua empujará el lodo restante, y la pared norte de la balsa va a romperse. Esto es inminente. Y una vez que ceda el muro, el barro volverá a fluir", añadió.
La tozuda realidad ha obligado al Gobierno a retractarse. Si ayer las grietas en el muro tenían "siete centímetros", hoy se habían convertido en enormes brechas de 25 metros de largo y al menos medio metro de ancho. Los ingenieros del Gobierno han detectado tres grietas de esas dimensiones en el muro, según explicó a Público Gyorgyi Tottos, portavoz del cuerpo oficial que se encarga de gestionar la catástrofe. "No hay manera de arreglarlas", señaló.
Si el dique cede, dejará salir medio millón de metros cúbicos de lodo espeso, más tóxico, pero también más lento en su avance. Además, la caída del muro podría a su vez destrozar el de la piscina contigua, que también contiene sustancias tóxicas, según Efe.
Público comprobó que la situación del muro es muy precaria. El camino hasta una de las grietas es un barrizal que se va volviendo cada vez más rojo a medida que se avanza. La policía mantiene cortadas las carreteras, pero los habitantes de los suburbios de Ajka, la población que aloja la balsa, no tiene problema para explicar a cualquiera cómo llegar hasta ella por caminos que apenas están vigilados.
En la base del boquete que se originó el lunes hay un gran pedazo de muro de unos 15 metros de largo que se ha separado de la pared principal. Más arriba puede observarse una brecha que sube hasta el final del muro, y en algunos puntos tiene más de un metro de ancho. Al otro lado del camino, cerrado por los escombros, los árboles aún conservan las marcas de la riada roja del lunes. Una de las grietas está cerca de la esquina que reventó el lunes. Aún pueden verse enormes rocas de hasta cuatro metros de alto que fueron arrastradas por la corriente hacia Kolontár.
Por la mañana, el río no paraba de arrastrar agua roja hacia esa localidad, y por todas partes podían verse huellas de zorros y ciervos que han intentado cruzar la corriente. Si se intenta atravesar la corriente, los pies se hunden en el lodo, hasta el tobillo, y en tan sólo unos segundos.
En pleno pueblo
La enorme balsa está dividida en varias piscinas. Algunas están llenas y cubiertas de tierra sobre las que crece la vegetación. Esta zona de la balsa está separada de las primeras casas de Ajka Tosokberénd, un suburbio de Ajka, por un canal de un metro. La distancia entre el muro y los primeros huertos es de unos 200 metros.
No hay ninguna valla que prohíba el paso, ni una señal que avise de que esta especie de montaña falsa está llena de residuos capaces de acabar con toda la vida de un río en cuestión de horas. Hoy, justo enfrente del muro, un grupo de hombres jugaba un partido de fútbol a pleno sol. Desde el campo se oye el ruido de los volquetes vaciando toneladas de barro y escombros que han traído desde Kolontár y Devecser.
Un habitante del pueblo, que no quiere dar su nombre por miedo a represalias, explica que la compañía propietaria de la balsa, Magyar Aluminium, ha construido alguno de sus vertederos sin pedir ningún permiso a la población local. "Está totalmente conchabada con el alcalde y los políticos locales", explica. Dice que la compañía también usa las aguas residuales de los pueblos de la zona para reconvertirlos en abono. "El olor es a veces insoportable", lamenta.
En Kolontár, el pueblo más cercano a la presa, los operarios se apresuraban a construir un muro de protección que partirá en dos la población. A un lado, justo en la ribera del río Torna, quedará la parte que resultó menos afectada por la riada. Al otro quedará el barrio que fue arrasado el lunes poco después de las 12 del mediodía, cuando un millón de metros cúbicos de lodo con sosa cáustica y metales pesados arrasaron todo a su paso, con olas de hasta dos metros y medio. "No creo que nadie pueda vivir allí nunca más", señaló Tottos. El muro estará listo en unos tres días. Tendrá 600 metros de largo y cinco metros de alto, según el experto.
Devecser, con unos 5.400 habitantes, contenía la respiración ante la posibilidad de que el ejército tenga que evacuar el lugar. Unos 500 han dejado ya el pueblo y el Gobierno dispone de 319 soldados, 127 vehículos y cinco trenes preparados en caso de que se dé la voz de alarma, según explicó a Reuters Tibor Dobson, portavoz del cuerpo de intervención ante la catástrofe.
El muro de la balsa es "insalvable", según confesó Zoltan Illes, secretario de Estado de Medio Ambiente del Gobierno magiar. Según la agencia estatal de noticias MTI, Illes explicó que, en dos o tres días, está previsto que llueva en la región. "Una vez llegue la lluvia, el agua empujará el lodo restante, y la pared norte de la balsa va a romperse. Esto es inminente. Y una vez que ceda el muro, el barro volverá a fluir", añadió.
La tozuda realidad ha obligado al Gobierno a retractarse. Si ayer las grietas en el muro tenían "siete centímetros", hoy se habían convertido en enormes brechas de 25 metros de largo y al menos medio metro de ancho. Los ingenieros del Gobierno han detectado tres grietas de esas dimensiones en el muro, según explicó a Público Gyorgyi Tottos, portavoz del cuerpo oficial que se encarga de gestionar la catástrofe. "No hay manera de arreglarlas", señaló.
Si el dique cede, dejará salir medio millón de metros cúbicos de lodo espeso, más tóxico, pero también más lento en su avance. Además, la caída del muro podría a su vez destrozar el de la piscina contigua, que también contiene sustancias tóxicas, según Efe.
Público comprobó que la situación del muro es muy precaria. El camino hasta una de las grietas es un barrizal que se va volviendo cada vez más rojo a medida que se avanza. La policía mantiene cortadas las carreteras, pero los habitantes de los suburbios de Ajka, la población que aloja la balsa, no tiene problema para explicar a cualquiera cómo llegar hasta ella por caminos que apenas están vigilados.
En la base del boquete que se originó el lunes hay un gran pedazo de muro de unos 15 metros de largo que se ha separado de la pared principal. Más arriba puede observarse una brecha que sube hasta el final del muro, y en algunos puntos tiene más de un metro de ancho. Al otro lado del camino, cerrado por los escombros, los árboles aún conservan las marcas de la riada roja del lunes. Una de las grietas está cerca de la esquina que reventó el lunes. Aún pueden verse enormes rocas de hasta cuatro metros de alto que fueron arrastradas por la corriente hacia Kolontár.
Por la mañana, el río no paraba de arrastrar agua roja hacia esa localidad, y por todas partes podían verse huellas de zorros y ciervos que han intentado cruzar la corriente. Si se intenta atravesar la corriente, los pies se hunden en el lodo, hasta el tobillo, y en tan sólo unos segundos.
En pleno pueblo
La enorme balsa está dividida en varias piscinas. Algunas están llenas y cubiertas de tierra sobre las que crece la vegetación. Esta zona de la balsa está separada de las primeras casas de Ajka Tosokberénd, un suburbio de Ajka, por un canal de un metro. La distancia entre el muro y los primeros huertos es de unos 200 metros.
No hay ninguna valla que prohíba el paso, ni una señal que avise de que esta especie de montaña falsa está llena de residuos capaces de acabar con toda la vida de un río en cuestión de horas. Hoy, justo enfrente del muro, un grupo de hombres jugaba un partido de fútbol a pleno sol. Desde el campo se oye el ruido de los volquetes vaciando toneladas de barro y escombros que han traído desde Kolontár y Devecser.
Un habitante del pueblo, que no quiere dar su nombre por miedo a represalias, explica que la compañía propietaria de la balsa, Magyar Aluminium, ha construido alguno de sus vertederos sin pedir ningún permiso a la población local. "Está totalmente conchabada con el alcalde y los políticos locales", explica. Dice que la compañía también usa las aguas residuales de los pueblos de la zona para reconvertirlos en abono. "El olor es a veces insoportable", lamenta.
En Kolontár, el pueblo más cercano a la presa, los operarios se apresuraban a construir un muro de protección que partirá en dos la población. A un lado, justo en la ribera del río Torna, quedará la parte que resultó menos afectada por la riada. Al otro quedará el barrio que fue arrasado el lunes poco después de las 12 del mediodía, cuando un millón de metros cúbicos de lodo con sosa cáustica y metales pesados arrasaron todo a su paso, con olas de hasta dos metros y medio. "No creo que nadie pueda vivir allí nunca más", señaló Tottos. El muro estará listo en unos tres días. Tendrá 600 metros de largo y cinco metros de alto, según el experto.
Devecser, con unos 5.400 habitantes, contenía la respiración ante la posibilidad de que el ejército tenga que evacuar el lugar. Unos 500 han dejado ya el pueblo y el Gobierno dispone de 319 soldados, 127 vehículos y cinco trenes preparados en caso de que se dé la voz de alarma, según explicó a Reuters Tibor Dobson, portavoz del cuerpo de intervención ante la catástrofe.
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