Sarah Palin: Arte de morder
Manuel Alcántara
laverdad.es
08/10/08
En todas las votaciones lo que más importa es la decisión de los que se habían mostrado indecisos. En general, las campañas electorales sólo convencen a los previamente convencidos y hay mucha gente que se niega a asistir a los mítines de los líderes rivales para no dejarse influir. Temen que si oyen las razones que esgrimen sus contrarios puedan reconocer que a ellos también les asiste una parte de razón. Un buen fanático no puede permitir que se tambaleen sus firmes convicciones, pero está mal desde un punto de vista puramente estético que olvide los buenos modales. Los que orquestan las complicadas campañas de Obama y McCain están desafinando. Pasan del reproche al insulto y se acometen con saña.
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El ejemplo máximo de que todo vale para destruir al adversario ha sido el de Sarah Palin, esa guapa ama de casa que ahora quiere mandar en la Casa Blanca. La candidata republicana a la vicepresidencia, que sonríe muy bien, ha decidido enseñar los dientes. «Obama se junta con terroristas», ha dicho la tía loca.
Los sondeos dan ventaja al negro frente al héroe y algo hay que hacer para minar su incipiente prestigio. ¿Qué es lo que puede hacerle más daño a su futuro? Sin duda su gabinete de malévolos asesores lo ha visto claro: achacarle que cuando era joven tuvo un cierto grado de amistad con algún terrorista. Como si sólo se pudiera ser amigo de los afines, de los socios y de los correligionarios. Todo vale para mermar el prestigio de la persona a batir: reemplazar la daga por el cuchillo cachicuerno y sustituir los guantes de ocho onzas por la garrota. Asistimos al eclipse de los buenos modales. Un error. Afirmar que el competidor es un imbécil o un depravado moral que no vale nada es la mejor manera de devaluar la victoria. Menos mal que después de las elecciones se olvidan los agravios y los contendientes se abrazan y se ríen. Que nadie se pregunte de quién: de los votantes.
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