Una nación bajo el capitalismo: es hora de la crucifixión

Jason Miller
Sott.net/Cyrano's Journal
Traducido para SLDT por El Averiguador
02/10/08

Contemplando orgullosamente nuestro reino desde la cima de la pirámide capitalista, nosotros, los norteamericanos, nos hemos engañado a creer que estamos en el pináculo de la evolución cultural, social, política y económica. Nos creemos tan excepcionales que nos titulamos bajo la perpetua bendición de “nuestro” Dios Cristiano.

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¡Escapemos al Haldol! (N. del T. Haldol = Haloperidol. Fármaco antipsicótico o neuroléptico típico)

Hemos castigado al mundo con el fatal contagio del Estilo de Vida Americano y del corporativismo. Y todos nosotros, en diferentes grados, somos culpables. Desde ciclistas vegetarianos hasta empresarios en limusina, todos somos cómplices en la perpetuación del capitalismo americano, un sistema tan podrido, que si fuera un pedazo de carne en descomposición, los gusanos hambrientos lo rechazarían.

Tendríamos muchos menos rescates que hacer si nuestro impacto como nación estuviera limitado al tamaño de nuestra población. De ser ese el caso, sólo seríamos una mera mancha en la fisonomía de la Madre Tierra. Pero debido a nuestra extraordinaria riqueza y poder, insaciable avaricia, hostilidad hacia la vida, y obsceno apetito por el consumo, EEUU se asemeja más a un forúnculo cancerígeno que expulsa pus y apesta a infección.

Somos glotones más allá de toda creencia, y devoramos con gula cada pedacito de carne, dejando a los “perros” del resto del mundo roer hambrientamente los huesos huecos que desconsideradamente dejamos de lado.



Espiritualmente, hemos cerrado un perverso trato Faustiano. Como el buen doctor, ansiamos “más carne, queso y bebida”. Pero el conocimiento no es el objetivo de nuestro deseo. Qué insulto pensar en renunciar a nuestras almas a cambio de algo tan vacío y sinsentido. Big Macs, la NFL, NASCAR, McMansiones, Hummers, American Idol, liposucciones, y Viagra, lo haremos por no menos que eso. Regodeándonos sobre nuestro aparentemente infinito suministro de comida rápida y tipos que se golpean ferozmente, carreras adrenalínicas y ampliqs viviendqs, autos monstruosos y aspirantes a estrellas, chicas calientes y penes erectos, miramos despectivamente a las “ratas” de otras naciones que corren alrededor de nuestros pies luchando por las migajas que nosotros no llegamos a olfatear.

Durante años, hemos saciado nuestros deseos con indiferencia ante el costo ambiental, hemos ignorado el abyecto sufrimiento que infligimos sobre los humanos y animales, y hemos derramado un verdadero océano de sangre para permitir el saqueo corporativo y para derrotar movimientos anti-capitalistas.

Cuando finalmente cosechamos un poco de lo que hemos visto en septiembre de 2001 y nuevamente en septiembre de 2008, hemos gemido, llorado, y rechinado nuestros dientes como si fuéramos las únicas personas en soportar terribles golpes.

Mientras que ambos eventos son trágicos, ¿cómo podemos expresar semejante indignación por haber sido heridos como nación cuando hemos estado imponiendo miseria durante años y hemos permanecido relativamente intactos?

Y ¿podemos estar tan ciegos por el brillo del oro y de los diamantes que adoramos no poder ver que estas profundas heridas al corazón del capitalismo (tanto la destrucción el WTC como la actual crisis financiera de los mercados) son llamadas para asesinar a esta formidable y asombrosa bestia?

El capitalismo tuvo su oportunidad y ha fallado. Miserablemente.

A pesar del número de medidas ‘socialistas’ implementadas por la elite gobernante para apaciguar a las masas a lo largo de la mayor crisis del capitalismo estadounidense, todavía existe un obsceno porcentaje de riquezas concentrado en las manos de unos pocos, pobreza y desalojados, desempleo, conquistas imperiales, monopolios, oligopolios y ‘recesiones’.



Y nuestra psique colectiva sufre de un sinfín de enfermedades y malformaciones. Estamos alienados de la naturaleza, unos de otros y de nosotros mismos. Valoramos la propiedad por sobre la vida. Compramos mucho más de lo que necesitamos o que alguna vez utilizaremos. Medimos el éxito en dólares y centavos. Nos impulsa la avaricia y el egoísmo. Adoramos el dinero y el militarismo.

Con lo disfuncional, injusto y destructivo que es nuestro sistema, muchos de los que nos oponemos al ‘rescate’ de los mercados financieros de $700 mil millones, todavía nos hacen asentir seriamente cuando los burgueses economistas insisten que mientras que la propuesta de ‘rescate’ es excesiva, ‘algo debe hacerse para restaurar la confianza del inversor y hacer que el crédito fluya nuevamente’.

¿Qué tal si no? ¿Qué tal si no hacemos nada?

La mayoría de aquéllos que se benefician del ‘rescate’ son totalmente partidarios del ‘libre mercado’ y del capitalismo de la ‘ley de la jungla’. Es triste observar qué tan rápido aquéllos pertenecientes a la casta monetaria dejan de lado sus ‘principios’ cuando la adversidad los abofetea en la cara.

Su mantra es ‘competir sin ética’ mientras pelean a brazo partido para recortar los programas de beneficios sociales, justificando despidos masivos al incrementar los valores de las reservas, presionando por el aumento de impuestos regresivos y disminuyendo los impuestos progresivos, y asesinando a millones de inocentes en guerras de recursos. Pero cuando estos depredadores se convierten en presas, esperan que el resto de nosotros nos alistemos para rescatarlos.



¿Entonces por qué Paulson y el resto de la elite del poder, que se están poniendo de rodillas ante las clases medias y trabajadoras, suplican ayuda? Dejémoslos retorcerse en el viento y rezar para que empiecen a arrojarse de las ventanas.

¿Qué hay de los mercados financieros, Wall Street, y la decadente estructura socioeconómica del capitalismo estadounidense? Que colapsen.

¿Qué hay del resto de nosotros? Suframos como han sufrido nuestras víctimas durante décadas.

Motivados por el dolor y por caer en la cuenta de que nuestro sistema es ecocida, genocida, y moralmente recriminable, aquéllos de nosotros que pertenecemos a la clase media y trabajadora podríamos redimirnos finalmente clavando a nuestro depravado dios del capitalismo estadounidense en la cruz, y comenzar a forjar un orden socioeconómico humano, justo, igualitario y democrático. ¡Bueno para nosotros y para el resto del planeta!

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