El virus del francotirador y desidia policial en la masacre de Finlandia

El confidencial
25/09/08

Pensando en la película Un tiro en la nuca, viene a decir Arcadi Espada que la visión literaria de un crimen -cinematográfica en el caso de Jaime Rosales-, siempre se convierte en atenuante a favor del asesino. Ese es el peligro de otorgar el beneficio de la retórica al joven finlandés que el otro día se cargó a diez colegas de su instituto porque, según dejó escrito antes de la masacre, odia -odiaba- a la raza humana.

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De modo que vamos a dejar para los psiquiatras y los escritores el tratamiento de la extravagancia como forma de superar el anonimato. O la falta de alicientes en la vida rutinaria de un joven de 22 años adicto a las armas, los ordenadores, el sexo y la cerveza. Esa era la declaración de principios colgada por Matti Juhani Saari en internet. Un perfil ni excelso ni literario, como se ve.

En todas partes cuecen habas. No me refiero a los brotes de violencia arbitraria que de vez en cuando estallan en el pecho de jóvenes atrapados en mundos virtuales. Toquemos madera, pero de momento en España no ha prendido el síndrome "Columbine" (Michael Moore), o sea, esa tendencia atávica de los yanquis a disparar contra todo lo que se mueve cuando se les cruzan los cables.

No se trata ahora de prevenirse contra este virus de los francotiradores, por lo general adolescentes solitarios (Saari vivía con la única compañía de un gato), y en países de fácil acceso a las armas cortas (Finlandia está a la cabeza, junto a Estados Unidos y Yemen), que no es el caso de España.

Se trata de llamar la atención sobre la desidia policial, tan severamente penalizada por la opinión pública española cuando nos toca de cerca. Ha sido determinante en la masacre ocurrida el martes en la pequeña ciudad finlandesa de Kauhajoki. No cabe en nuestra cabeza que la policía hubiera interrogado a este joven veinticuatro horas antes, en relación con un vídeo totalmente premonitorio, sin intervenirle el arma ni considerarle peligroso.

Los ciudadanos finlandeses hicieron los deberes. No podían ir más allá que denunciar ante las autoridades las bravatas de este psicópata a través de Internet. Había motivos para la alarma social desde que hace menos de un año ocurrió prácticamente lo mismo en una ciudad cercana a Helsinki, cuando un adolescente asesinó a ocho personas en circunstancias calcadas a las del otro día en Kauhajoki. Pero ninguna luz roja se encendió tras el paso de Saari por la comisaría. Creo que en España no se hubieran ido de rositas los agentes que hablaron con el joven veinticuatro horas antes de la masacre.

Una vez más, el virus del francotirador se adueña de un muchacho con aversión a la normalidad, la rutina y el aburrimiento, que en esta ocasión contó con la inestimable colaboración de la Policía finlandesa para conseguir su minuto de gloria. O mejor, su minuto de exposición pública a escala planetaria. Una luctuosa forma de onanismo en la era digital.

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