La complacencia de Obama con Israel
Joe Mowrey
CounterPunch
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Ya es suficiente. Apenas puedo seguir leyendo los invariablemente insípidos comentarios que están apareciendo por doquier acerca del reciente discurso de Barak Obama sobre la raza. Alguien va y escribe algo inteligente para él, con retórica estereotipada, y la Derecha no puede dejar de sacar ventaja al tiempo que la Izquierda no puede dejar de babear. ¡Qué inasible confusión! Sigo esperando que alguien, en alguna parte, POR FAVOR, señale hacia el grano gigante que hay en la nariz retórica de Obama. Pero nadie parece dispuesto a hacerlo. Nadie parece querer decir que el problema real tiene que ver con “El Discurso”.
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No quiero mencionar ninguna de las maravillosas y jugosas citas que utiliza. Es fatigoso ponerse a discutir sobre esa clase de discursos tan simplistas. El racismo es malo. Los estadounidenses son buenos. ¿Quién en su sano juicio criticaría las monas referencias a la pequeña Ashley y a Martin Luther King? Una frase (y algún que otro repaso a esa frase) proporciona toda la base que necesitamos para analizar el impresionante momento de complacencia histórica. En referencia a los comentarios críticos hechos por su pastor sobre Estados Unidos (que, por cierto, fueron valoraciones correctas de hechos históricos), Obama dice: “Sencillamente, no representaban el esfuerzo de un dirigente religioso que habla con claridad contra las injusticias que percibe, sino que expresaban una visión profundamente distorsionada de este país: una visión que considera que el racismo blanco es endémico y que todos los errores de EEUU están muy por encima de todo lo que conocemos como aciertos de EUUU; una visión que interpreta que los conflictos de Oriente Medio están ante todo enraizados en las acciones de aliados incondicionales como Israel, en lugar de emanar de las perversas y odiadas ideologías del Islam radical”.
Así es. Lo primero de todo, ¿quién piensa actualmente que el racismo blanco no es “endémico” en este país? ¿Y quién no es consciente de que la mayor parte de “lo que está bien en EEUU” es en realidad poco más que una serie de mitos floreados que tapan nuestro profundamente asentado narcisismo y nuestra desenfrenada historia de belicismo bélico imperialista? Pero la hipocresía más “audaz” en todo ese discurso es la aseveración de que los conflictos en Oriente Medio emanan de las “perversas y odiosas ideologías del Islam radical”. Por supuesto, el colonialismo e imperialismo occidental y europeo ni siquiera se cuestionan y nuestro incondicional aliado, Israel, no tiene nada que ver con la situación. El Islam radical surgió precisamente en las fértiles arenas de la cuna de la civilización sin provocación ni contexto histórico racional algunos.
Alabar a Israel en un discurso sobre el racismo es como elogiar la historia de la Sudáfrica blanca en un discurso sobre derechos civiles. ¿Acaso sucede que el hecho de que Israel es un estado sionista ha desaparecido de la mente de los que rodean a Obama?
Una breve puesta a punto: El sionismo es la ideología política que promueve la exclusividad de los judíos en Israel sobre cualquier otro grupo racial, religioso y étnico. El sionismo, por definición, es racismo. Israel, con apoyo y financiación total de los EEUU, viola flagrantemente el derecho internacional y se consagra a oprimir y a limpiar étnicamente de forma sistemática al pueblo palestino, así como a implantar un sistema de apartheid no sólo en Cisjordania y Gaza, sino en el mismo Israel. La ilegal colonización de la tierra palestina es un crimen internacional y un modelo de racismo institucionalizado que no tiene parangón en ningún lugar del mundo, que es ampliamente ignorado e incluso apoyado por la mayoría de las supuestas naciones civilizadas. Y lo más importante, y en gran medida ignorado en las escasas discusiones sobre las ilegales actividades provocadas por los asentamientos israelíes, es que los mismos asentamientos son racialmente exclusivos. Sólo para judíos. A los palestinos ni siquiera se les permite conducir por las mismas carreteras que a los israelíes en el propio territorio palestino. Me pregunto cómo respondería el Sr. Obama si Canadá decidiera construir inmensas ciudades sólo para blancos en territorio estadounidense. Me pregunto si estaría dispuesto a abstenerse de conducir por el conjunto de carreteras sólo para canadienses que conectarían esas ilegales colonias. Sería sólo una medida precautoria porque, al fin y al cabo, Canadá es ese incondicional aliado nuestro.
Esos supuestos liberales deberían examinar su conciencia antes de arrodillarse ante el altar del entorno de Obama. Sobre el asunto de la raza tiene muchas cosas maravillosas, aunque insípidas, que decir. En efecto, tiene una única plataforma y perspectiva desde la que abordar ese y otros temas. Desgraciadamente, está también demasiado ocupado vendiéndose al lobby israelí y a una inmensa colección de intereses corporativos para estar actualmente a la altura de las circunstancias en nada que sea de interés.
A nivel superficial, Barak Obama puede constituir el más aceptable de los dos males que se nos viene ofreciendo desde hace bastante tiempo. Pero no es otra cosa que el menor de dos males. No nos está ofreciendo más que la continuación del militarismo corporacionista y de las políticas imperialistas de Estados Unidos, así como la prolongación del incuestionable apoyo a un régimen racista en Israel. Durante los últimos sesenta años (al menos), hemos adoptado el “menor de dos males” en la posición que exhibimos sobre el planeta. Si queremos “cambiar” ahora en nuestro país y en el mundo, deberemos encaminarnos hacia una auténtica revolución social y no aceptar más de las mismas citas de retórica política. No importa de qué color sea el candidato ni lo inspirados que puedan ser sus discursos y eslóganes, lo importante es examinar honestamente cuanto esté en su cabeza, en su corazón y en su cuenta bancaria (y de quién transita por ella).
Obama representa el mismo viejo vino escanciado en una botella con una etiqueta nueva. Y la botella es demasiado opaca para ver en su interior, aunque los “progresistas” estén dispuestos a tragar el contenido suficiente para poder mirar en su interior. Por citar una línea más del discurso de Obama: “Porque pienso que la raza es una cuestión que esta nación no puede permitirse ignorar en estos momentos”. Yo podría añadir algo más: ¡Mal vamos si Obama no tiene valor para incluir la intolerancia israelí hacia el pueblo palestino, patrocinada a nivel estatal, en su definición de racismo!
Joe Mowrey es un activista antibelicista defensor de los derechos del pueblo palestino. Vive en Santa Fe, Nuevo Mexico, con su igualmente traicionera esposa y sus cuatro perros conspiradores. Puede contactarse con él en: jmowrey@ix.netcom.com
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