Un experimento de democracia en China choca con una fuerte resistencia
Gaceta.es
18/9/08
Cuando Fang Zhaojuan empezó a organizar a sus vecinos para acusar a los líderes del pueblo sospechosos de corrupción, no tenía ni idea de que este desafío le llevaría primero al hospital y después a la cárcel.
Ella seguía la ley, después de todo, y había presentado peticiones legales firmadas por una gran mayoría de los habitantes del pueblo. Creían que habían sido engañados por no recibir una compensación adecuada cuando el consejo de su pueblo vendió terrenos comunitarios para un desarrollo industrial al Gobierno de un municipio cercano.
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La señora Fang, su familia y sus colegas del comité de destitución se encontraron inmersos en un drama de violencia política. Esto, dicen, ha demostrado a los residentes de la aldea lo estrechos que siguen siendo los límites de sus derechos democráticos. También, según dicen, ha reforzado su decisión de reclamarlos.
Huigan, un anodino grupo de casas de ladrillo a las afueras del puerto de Tianjin, es igual a miles de otras aldeas chinas, a punto de ser engullidas por la ciudad en rápida expansión. Su terreno agrícola casi ha desaparecido bajo las nuevas fábricas, y en circunstancias que Fang, una viuda de 43 años, encontró sospechosas.
Una ley poco realista
“No se esperaba esto”, dice su hermana, Fang Zhaohui, enseñando fotografías de su cuerpo magullado y sangriento, tomadas en el hospital hace seis semanas, después de que unos matones irrumpieran en su casa y la golpearan. “Nunca pensó que sería tan difícil y que el Gobierno fuera tan oscuro”.
La ley china permite las elecciones democráticas para los consejos de los ayuntamientos, y prevé las destituciones si una mayoría de los habitantes pierde la confianza en sus gobernantes. “Pero eso es sólo sobre el papel”, advierte Yawei Liu, jefe del China Program en el Carter Center de Atlanta, que ha trabajado con las autoridades chinas para reforzar el autogobierno del pueblo. “Cuando te trasladas al mundo real, es muy difícil de poner en vigor”, añade.
Hace ahora diez años, cuando la ley definitiva sobre elecciones en los ayuntamientos entró en vigor, muchos funcionarios y algunos intelectuales extranjeros la presentaron como el anuncio de una democracia más amplia para todo el país.
Esperanzas frustradas
Hoy día, estas esperanzas se ven frustradas. El destino de Fang pone de manifiesto una debilidad clave del experimento: es muy difícil para la democracia prosperar en un vacío en el que los niveles superiores del gobierno no son democráticos.
“A menos que haya cambios por arriba, este tipo de democracia no puede sostenerse”, advierte el doctor Liu. “En cualquier punto del proceso, el sistema autoritario puede entrar en juego” para frustrar las pretensiones democráticas de los aldeanos, dice Kevin O’Brien, un profesor de la University of California, en Berkeley, que ha estudiado el gobierno de los pueblos en China durante años. “Esta historia es un ejemplo de democracia desde abajo que es asfixiada por las personas no democráticas que están habituadas a dar órdenes”.
Por otro lado, el doctor Liu señala: “Las palizas y las detenciones son un reflejo… de que los aldeanos son tan conscientes de sus derechos que el Gobierno no puede hacer otra cosa”.
Los acontecimientos recientes demuestran que “cuando la gente sabe que se le ha otorgado ciertos derechos políticos va a aprovecharlos”, añade Li Lianjiang, un experto en elecciones de pueblos en la Chinese University de Hong Kong. “Es un signo positivo de crecimiento democrático”, afirma el profesor.
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