¿Quién es el enemigo en Afganistán?

Eric Walberg
Al Ahram Weekly
Traducido para Rebelión por Sinfo Fernández
04/06/08

Parte I

Esta semana hace veinte años que la Unión Soviética comenzó su retirada de Afganistán, ocho años y medio después de ser llamada por el desesperado Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA), que había degenerado a causa de las trifulcas internas y estaba acosado por los rebeldes islámicos masivamente financiados por Estados Unidos. La gota que colmó el vaso soviético fue cuando EEUU empezó a proporcionar misiles Stinger a Osama bin Laden y a sus amigos.

Ahora, tras ocho años de ocupación por parte de EEUU/OTAN, los paralelismos –y las diferencias- entre las dos ocupaciones son muchos y muy fuertes, como confirmó Zamir Kabulov, actual embajador de Rusia en Afganistán.

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“No hay ningún error entre los cometidos por la Unión Soviética que no haya sido repetido aquí en Afganistán por la comunidad internacional”, dijo Kabulov. “Subestimar a la nación afgana, creer que somos superiores a los afganos, que ellos son inferiores y que no se puede confiar en ellos para que dirijan los asuntos de su país. Unido a un absoluto desconocimiento de la estructura social y étnica de este país y a una falta absoluta de comprensión de sus tradiciones y religión”.

No sólo eso sino que los nuevos patronos del país están cometiendo también montones de nuevos errores. “Los soldados y oficiales de la OTAN se han ganado la antipatía de los afganos, no entran en contacto con ellos para nada en su vida cotidiana. Sólo saben comunicarse a través de los cañones de sus armas desde sus vehículos blindados Humvee”. Como diplomático de carrera nombrado para Afganistán en 1977, ve alguna justicia divina en los actuales aprietos estadounidenses. “Pero lo que me satisface aún más es que no haya soldados rusos en la ISAF [Fuerza de Apoyo de Seguridad Internacional], porque no quiero que sufran las mismas consecuencias”.

Kabulov explica que las cosas son ahora mucho peores de lo que fueron en los años de la década de 1980. “Entonces, había allí estructuras sólidas de gobierno y nuestra tarea consistía en apoyarlas y ganarnos su lealtad –es decir, sus corazones y mentes-, pero contábamos con una administración que funcionaba”. Todo eso hace tiempo que desapareció aunque, irónicamente, en la provincia de Helmand y en otros lugares, las fuerzas de la OTAN están combatiendo desde puestos militares construidos originariamente por los soviéticos.

Al menos a los soviéticos les llamaron, aunque sólo fue una facción la que lo hizo: Parcham, de lejos la más benigna, del gobernante PDPA. EEUU se limitó simplemente a lanzar un ultimátum a los gobernantes talibanes para que le entregaran a su antiguo aliado, Osama bin Laden, sabiendo perfectamente que ningún musulmán devoto entregaría a un invitado al enemigo. La oferta de los talibanes de enviarle a un tercer país neutral hasta que se probara su autoría en el 11-S fue rechazada como algo fuera de toda lógica, y EEUU, y finalmente las fuerzas de la OTAN, procedieron a invadir y deponer ilegítimamente al gobierno legítimo, lanzando un ataque aéreo despiadado, utilizando uranio empobrecido en las bombas anti-bunker, en forma tal que, en comparación, los horrores de Vietnam y la ocupación soviética de Afganistán palidecen.

Otra diferencia es que EEUU se las arregló para engatusar al mundo entero para que apoyara la invasión, mientras que, cuando las tropas soviéticas llegaron en 1979, EEUU estaba armando ya a los rebeldes islámicos con todo el material militar más avanzado, como dijo en aquel momento el Subsecretario de Defensa Slocumbe: “Había que meter a los soviéticos en un atolladero tipo Vietnam”. Los estadounidenses tuvieron mucho empeño en mantener el flujo de armamento incluso después de que el presidente soviético Mijail Gorbachev dejara claro que iba a retirar las tropas, utilizando esa oportunidad de oro para clavar el cuchillo tan profundamente como fuera posible en la ahora desintegrada Unión Soviética. Sólo a partir de esa base, la actual invasión estaría muy por delante de donde estaban los soviéticos después de ocho años. Pero hay más.

Así fue, otra diferencia es que mientras los soviéticos estaban proporcionando masivamente ayuda, arrastrando a Afganistán hacia el siglo veinte a través de la educación universal, la igualdad de derechos para la mujer, agua potable para beber –los valores comunistas-, la estrategia de EEUU/OTAN se ha centrado fundamentalmente en combatir los vestigios de los talibanes, colocando la ayuda al final de la lista. En cuanto a la calidad de esa ayuda, mientras los profesores e ingenieros soviéticos no ganaban mucho más que los locales y eran generalmente seleccionados en base a su idealismo, la ayuda occidental está siendo exclusivamente canalizada a través de ONG extranjeras, con profesionales occidentales que se llevan la mayor parte del dinero y viven en condiciones que la población local ni siquiera se atrevería a soñar, originando así un bien ganado resentimiento.

Debería señalarse que desde la retirada soviética en 1989 hasta la invasión estadounidense en 2001, Afganistán fue el olvidado de todos, sin programa occidental alguno de reconstrucción. Desde luego, Rusia estaba en total bancarrota por entonces y no había nada que esperar de su parte. Ahmed Shah Ahmadzai, dirigente muyajaidin y primer ministro en el exilio durante la década de 1990, admite que los muyajaidines fracasaron en los años que siguieron a la retirada soviética. Él es ahora adversario del gobierno actual y se presentó contra el Presidente Hamid Karzai en las últimas elecciones. “En mi opinión, la situación sobre el terreno no difiere de cuando los soviéticos nos imponían su régimen comunista. Las fuerzas actuales están imponiéndonos su supuesta democracia. Estaban equivocados entonces y las actuales fuerzas de la OTAN se están equivocando mucho ahora matando a gente inocente, hombres, mujeres y niños”.

Dados los inmensos avances sobre la experiencia soviética, y habida cuenta de la posibilidad de aprender de los errores soviéticos, no hay realmente excusa para que la tragedia actual siga extendiéndose sin un final a la vista. Cuando llevaron a cabo su invasión de Iraq, los estadounidenses no habían aprendido nada de la invasión británica de la década de 1920 y repitieron exactamente todos los mismos horrores que los británicos infligieron a los iraquíes.

¿Es posible que tanto caos y carnicería sea intencional? Aunque los talibanes no eran precisamente un amor, desarmaron completamente a la nación y acabaron con la producción de opio. De forma parecida, aunque Saddam Hussein difícilmente podría ser el tío favorito de uno, presidía un estado estable de bienestar donde muchos grupos étnicos convivían sin emprenderla los unos contra los otros. En contraste, EEUU ha destruido todas las estructuras estatales en ambos países y convertido a los dos en un basurero de armas. Ha logrado que los pueblos de ambos países se vuelvan unos contra otros, con la perspectiva probable de guerra civil y desintegración en diversos y maleables estados pequeños.

Todo ello en consonancia con los planes israelíes, que por vez primera aparecieron publicados en 1982 en el documento “Una Estrategia para Israel”, un plan para asegurar su “seguridad” (léase: expansión) haciendo del Oriente Medio un mosaico de pequeños estados de base étnica a los que podrían mantener ordenadamente bajo su égida.

Una innovación brillante de EEUU, con la Haganah israelí e Irgun [*] de posibles inspiradores, es la utilización de mercenarios privados para llevar a cabo labores de asesinato y espionaje que las tropas de la OTAN no pueden realizar debido a su “preocupación” por el derecho internacional. Esta política es ya bien conocida de los iraquíes a través de Blackwater [**]. Philip Alston, investigador especial del Consejo de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, se refirió a tres de esos recientes ataques en el sur y en el este de Afganistán durante una visita efectuada la pasada semana, aludiendo a las agencias de inteligencia estadounidenses, aunque no se atrevió a declararlo públicamente. Alston dijo que los ataques eran parte de un problema más amplio de ilegales matanzas de civiles y falta de control en Afganistán. En uno de los incidentes, una serie de tropas que actuaban en el exterior de una base de las Fuerzas Especiales Estadounidenses mataron a dos hermanos. Otro grupo, conocido como Shahin, actúa fuera de Nangahar, al este de Afganistán, que está a cargo de las fuerzas estadounidenses. “En esencia, son compañías de afganos pero que cuentan con un puñado, como mucho, de agentes exteriores que les dirigen. No me consta que estén bajo mando alguno”.

Un oficial occidental cercano a la investigación dijo que hay unidades secretas conocidas como Fuerzas de Campaña de la época en que las Fuerzas Especiales estadounidenses y los espías de la CIA reclutaban tropas afanas para que ayudaran a derrocar a los talibanes durante la invasión estadounidense de 2001. “Se mantuvo a los más brillantes y listos de los tipos de aquellas milicias”, dijo. “Fueron entrenados y rearmados y se les sigue utilizando. El nivel de complacencia en la respuesta ante esos asesinatos es bochornosamente alto”, dijo.

Y hay otra innovación más, la más aterradora de todas, el papel de EEUU al permitir, y quizá incluso facilitar y favorecer, el inmenso aumento de la producción de opio, que, como se mencionó antes, había sido eliminada por los talibanes y que será objeto de análisis en la parte II de este artículo.

Es harto difícil exagerar la extensión del abismo en que ha caído Afganistán bajo la ocupación de EEUU/OTAN o imaginar una salida honorable para los ocupantes. Mercenarios, opio y quién sabe qué, en un guión escrito en el Ministerio israelí de Asuntos Exteriores.

N. de la T.:


[*] Véase en wikipedia:

http://en.wikipedia.org/wiki/Haganah

http://es.wikipedia.org/wiki/Irg%C3%BAn

[**] Sobre Blackwater y la privatización de los ejércitos, véase en CSCAweb: http://www.nodo50.org/csca/agenda2004/iraq/sinfo_7-03-04.html

Enlace con fuente original, I Parte :

http://weekly.ahram.org.eg/2008/898/in92.htm

Parte II

Opio para las Masas


Aunque las actuales ocupaciones de Afganistán e Iraq parecen formar parte de un ambicioso plan de dominación sobre el mundo musulmán por parte de Estados Unidos, ambas situaciones están demostrando ser un problema mucho más grande de lo que hubieran podido suponer sus tétricos planificadores. Y cualquiera que sea el rompecabezas conspiratorio del que Afganistán constituye pieza fundamental, no fue elaborado precisamente en Rusia, a pesar de los actuales intentos estadounidenses de inculpar a Rusia, anterior enemigo número uno, como enemigo número dos después del actual enemigo du jour: el Islam.

Así pues, ¿cuál es la relación actual entre el heredero de la Unión Soviética y sus enemigos?

La abrumadora herencia que para Rusia supone la ocupación soviética de Afganistán puede resumirse en una frase: adicción a la droga; algo que era casi desconocido en la Unión Soviética, pero que se extendió velozmente cuando los soldados soviéticos retornaron en los años de la década de 1980 de aquella cultura, donde el hachís era mucho más barato y se fumaba con más facilidad que el tabaco y donde, desde tiempo inmemorial y sin ningún control, se habían venido cultivando las amapolas del opio. El hachís es ampliamente utilizado por los afganos, no así el opio, que se dedica a exportación o usos medicinales. Pero cuando se añadió al excesivo uso del alcohol típico de los rusos, la utilización de drogas devino pronto en crisis.

La desintegración de la Unión Soviética en diciembre de 1991 trajo como consecuencia que desaparecieran de la noche a la mañana los rigurosos controles fronterizos sobre una sexta parte del planeta, facilitando el tráfico de drogas desde Afganistán a través de Asia Central hasta llegar a Rusia y más al oeste, hasta Europa. Los narcóticos afganos golpearon a Rusia como si fueran un tsunami, amenazando a su ya reducida población. Rusia tiene actualmente alrededor de 6 millones de drogadictos: la cifra se ha multiplicado por veinte desde el colapso de la Unión Soviética, una cantidad inmensa para un país de 142 millones de habitantes.

Rusia es hoy un pálido reflejo de lo que fue la URSS como potencia mundial. Su política exterior ha dado un giro total desde el prudente anti-imperialismo de los días soviéticos, a abrazar, aparentemente, al antiguo enemigo en una primera fase bajo el gobierno de Gorbachov y Yeltsin, e incluso durante el primer gobierno del Presidente Vladimir Putin, que apoyó firmemente el intento estadounidense de derrocar a los talibanes, antes y después del 11-S, y en no ofrecer resistencia frente a EEUU cuando empezó a levantar velozmente un compendio de bases en Uzbekistán, Tayikistán y Kirguizistán.

Sin embargo, cuando Rusia empezó a recuperarse del colapso de la década de 1990, mientras la OTAN se expandía hacia el este, EEUU, bajo el Presidente George W Bush, empezó a causar estragos, al parecer completamente ajeno a las preocupaciones rusas, confiando en que el enemigo de la Guerra Fría se hubiera evaporado y la herencia soviética empezaba a valorarse cada vez mejor. Se tocó fondo cuando, en 2004, Putin denominó el colapso de la Unión Soviética como “tragedia nacional a escala enorme”, y alcanzó su cenit en 2007, cuando criticó a los EEUU en la celebración del Día de la Victoria del 8 de mayo, por su “desprecio hacia la vida humana, proclamas de exclusividad e imposición planetaria, al igual que se hacía en tiempos del Tercer Reich”.

La crisis de drogadicción en Rusia, complicada con la explosión de opio y hachís que se produjo a partir de 2001, y que fluía hacia la federación por cortesía del Afganistán ocupado por la OTAN y EEUU, fue en no menor medida inspiración de esa dura crítica. Lo último que Rusia esperaba cuando abrió sus brazos a Estados Unidos era ver que la política de tolerancia cero de los talibanes hacia el opio iba a dar paso a una inmensa explosión de producción y contrabando de opio, presidida por las fuerzas de la OTAN y de EEUU.

Esta es seguramente la más creativa de todas las innovaciones estadounidenses sobre los soviéticos en Afganistán. Entretanto, se dedican a denunciar firmemente los narcóticos, condenan a los talibanes por pagar diezmos a los campesinos que producen opio e intentan convencer a un crédulo mundo de que están haciendo todo lo que pueden para erradicar este fenómeno. También aparecen una serie de documentales de la BBC/CNN que muestran cómo tropas fuertemente armadas intentan quitarles a esos desagradables afganos su perversa insistencia en producir opio.

Sin embargo, los hechos hablan por sí solos. Los talibanes erradicaron completamente la producción de heroína en 2001. Tres años más tarde, se estaban produciendo de nuevo cosechas extraordinarias de opio, que representaban alrededor de la mitad del producto nacional bruto de Afganistán y el noventa por cien de la heroína mundial. Y no sólo EEUU hacía la vista gorda, sino que se implicaba activamente en el contrabando de drogas, según muchos observadores, entre ellos el Embajador ruso Zamir Kabulov.

Al comentar los extendidos informes de que los aviones de transporte militar estadounidenses son utilizados para sacar las drogas de Afganistán, Kabulov dijo al canal de noticias ruso Vesti: “Si todo eso está haciéndose, no puede llevarse a cabo sin contactar con los afganos, y si un hombre afgano lo sabe, al menos la mitad de Afganistán va a acabar sabiéndolo antes o después. Por eso pienso que es posible, pero no puedo probarlo”. El informe de Vesti decía que los aviones de transporte estadounidenses sacan las drogas de Afganistán hasta las bases de Ganci en Kirguizistán y de Incirlik en Turquía.

El periodista ruso Arkadi Dubnov cita fuentes afganas diciendo que: “El 85% de todas las drogas que se producen en las provincias del sur y del sureste están transportándose hacia el exterior a través de la aviación estadounidense”. Una fuente de los servicios de seguridad afganos dijo a Dubnov que el ejército estadounidense compra drogas a los funcionarios afganos que comercian con los comandantes de campo que supervisan la erradicación de la producción de drogas. Dubnov afirmó en Vesti Novostei que la administración del Presidente Hamid Karzai, junto con sus dos hermanos, Kajum Karsai y Ajmed Vali Karzai, está implicada en el comercio de narcóticos.

Un experto estadounidense en Afganistán, Barnett Rubin, dijo en una conferencia contra las drogas en Kabul el pasado octubre que “Los traficantes de drogas habían infiltrado las estructuras estatales afganas hasta tal nivel, que podrían fácilmente paralizar el trabajo del gobierno si se adoptara la decisión de arrestar a uno de ellos”. El anterior embajador de Naciones Unidas, Richard Holbrooke, declaró el pasado mes de enero que los “funcionarios del gobierno, incluyendo a algunos con estrechos lazos con la presidencia, estaban protegiendo el tráfico de drogas y sacando beneficios de él. Describió el esfuerzo estadounidense en Afganistán contra la droga estadounidense por valor de mil millones al año como el más ineficaz programa de la historia de la política exterior estadounidense. No es sólo por el derroche de dinero. Actualmente sirve para fortalecer a los talibanes y a Al Qaida, así como a elementos criminales dentro de Afganistán”.

Según Vladimir Radyuhin escribió en globalresearch.ca, EEUU y la OTAN no han hecho más que poner trabas a las numerosas ofertas de cooperación para afrontar el problema por parte de la Organización para la Cooperación de Shanghai (SCO, en sus siglas en inglés) y de la Organización del Tratado por la Seguridad Colectiva (CSTO, en sus siglas en inglés) dirigida por Moscú. Un general del Pentágono dijo a Nikolai Bordyuzha, Secretario General de la CSTO: “No estamos combatiendo las drogas porque esa no es nuestra misión en Afganistán”. En 2005, el Presidente tayico Imomali Rajmon, bajo presiones estadounidenses, pidió a los guardias de la frontera rusa en la zona tayico-afgana que se fueran, lo que provocó un agudo incremento del tráfico de drogas a través de la frontera.

Bordyuzha explicó que EEUU estaba intentando establecer estructuras de seguridad rivales en la región para “forzar una cuña geopolítica entre los países de Asia Central y Rusia y reorientar la región hacia EEUU”. “Desgraciadamente, ellos [la OTAN] no están haciendo ni lo más mínimo para reducir la amenaza de las drogas desde Afganistán”, señaló con indignación Putin hace tres años. Acusó a las fuerzas de la coalición de “cruzarse de brazos y limitarse a observar las caravanas que transportaban la droga a través de Afganistán hasta la extinta Unión Soviética y Europa”. El pasado año afirmó sin rodeos que Rusia y Europa habían sido víctimas de “narco-agresión”. El Ministro de Asuntos Exteriores ruso Sergei Lavrov dijo que Afganistán estaba al borde de convertirse en un “narco-estado”. Resulta interesante señalar que el cultivo de las amapolas del opio se está extendiendo, rápidamente también, por Iraq.

Rusia y la CSTO continúan enfrentándose a la indiferencia estadounidense ante esta pesadilla, y han iniciado un programa de ayuda y asistencia militar para Afganistán, que incluye entrenar a una policía antinarcóticos afgana. En la cumbre del SCO en Kirguizistán del pasado agosto, se reveló un proyecto para trabajar con la CSTO en la creación de un “cinturón antinarcóticos” alrededor de Afganistán.

¿Forma todo esto parte de alguna conspiración estadounidense? Desde el punto de vista ruso, parece que sí. El rechazo de EEUU a tomar en serio las quejas rusas puede haberse debido a que el opio de Afganistán necesita de rutas seguras hasta los mercados europeos. Unas cuantas conversaciones con las tropas estadounidenses y/o los mercenarios allí presentes sugieren firmemente que no están allí por razones altruistas. Cui bono? [*]

No es de extrañar que Putin reaccione cada vez más mientras Rusia se enfrenta a la realidad de lo que EEUU está tramando. Los rusos debían haber estado más dispuestos para tomar un poco más en serio su propaganda de la era soviética antes de que fuera demasiado tarde. “Los estadounidenses están trabajando duro para hacer que el negocio de la droga florezca en ambos países”, dijo Mijail Jazin, presidente de la firma de consulta Niakon. “Se dedican consistentemente a destruir la infraestructura local, empujando a la población local a buscar medios ilegales de subsistencia. Y la CIA proporciona protección al tráfico de drogas”. En marzo de 2002, dijo a NewsMax.com: “La CIA hizo exactamente lo mismo durante la Guerra de Vietnam, con consecuencias catastróficas: el aumento del comercio de heroína en EEUU durante los primeros años de la década de 1970 es directamente atribuible a la CIA”.

Aunque apoyó al principio a la Alianza del Norte tayiko que EEUU utilizaba para expulsar a los talibanes e instalar a Hamid Karzai como presidente, Rusia empezó pronto a lamentar haberlo permitido con tal de asegurarse una presencia política fuerte en lo que es claramente su propia patio trasero geopolítico. Cuando las “revoluciones de color”, de inspiración estadounidense, derrocaron a los gobiernos de Kirguizistán, Georgia y Ucrania, y mientras la Europa del Este y los países bálticos acudían en manada a unirse a la OTAN, el contragolpe contra EEUU se fue fortaleciendo.

Por eso, un cuarto de siglo después, los rusos están en una posición muy diferente con respecto a Afganistán, pero en una mucho peor. Todos excepto los estalinistas de línea más dura lamentan ahora el intento de apuntalar al Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA) en su fantasía de convertir Afganistán en una “república socialista soviética”, aunque es duro ver cuál era la opción que tenían los envejecidos miembros del Politbureau. La alternativa, permitir su colapso, habría abierto la puerta a una toma del poder por los islamistas armados por EEUU. Debería recordarse que esto sucedió en los momentos más álgidos de la Guerra Fría, y habría significado que un amistoso, aunque feudal Afganistán, que ahora une fuerzas con una China, Pakistán e Irán hostiles, como vecinos de la Unión Soviética por el sur y este de su propio Turquestán musulmán. Los poco prácticos revolucionarios afganos dirigidos por Nur Muhammad Taraki no tuvieron claramente en mente las grandes preocupaciones soviéticas cuando llevaron a cabo su golpe en 1978. La decisión de acortar la campaña de terror de su sucesor, el Presidente Hafizullah Amin, en diciembre de 1979 –había asesinado al Presidente Taraki y empezó una campaña antirreligiosa por todo el país- no fue tomada a la ligera y se convirtió en el comienzo del fin tanto para la URSS como para Afganistán.

A los soviéticos les pusieron ostensiblemente la zancadilla. Lo que resulta sorprendente no es cuán “impredecibles y hostiles” son los rusos respecto a Occidente estos días, sino cuán indulgentes y conciliadores han sido. Es totalmente incomprensible que sus relaciones con EEUU y la OTAN se hayan estropeado considerablemente desde el 11-S, aunque siempre están dejando abierta la posibilidad de trabajar juntos para estabilizar Afganistán y facilitar su reconstrucción: la deuda soviética fue cancelada este año y se avanza hacia una ayuda mayor y, en abril, en la conferencia de la OTAN en Bucarest, el nuevo embajador ruso ante la OTAN, Dmitri Rogozin, ofreció acelerar el transporte de materiales desde Europa a Afganistán.

Según el analista político que vive en Moscú Fred Weir, Rusia está tratando de conseguir a duras penas un hueco en el orden mundial como una especie de poli bueno frente al poli malo estadounidense, como puede apreciarse en sus posiciones sobre Irán, Corea del Norte y Oriente Medio. Sin embargo, su razón de ser no es sólo apaciguar a EEUU, sino tratar de forma sensible con sus vecinos. Se ha estado negociando una ruta férrea a través de Afganistán hasta Irán y el Golfo Pérsico. La primera visita oficial del Presidente Dimitri Medvedev fue a China. El embajador Kabulov advirtió en una entrevista en el servicio de la BBC en lengua persa: “Vemos la presencia militar de fuerzas armadas de EEUU de América y la OTAN en Afganistán sólo en el marco de nuestra campaña común contra el terrorismo. En cuanto esa presencia persiga ese fin, no nos preocupa. Pero si la presencia militar pretende conseguir otras ventajas económicas o políticas en Afganistán y en la región, van a crearse, cierta y definitivamente, conflictos y preocupaciones bastante serios”.

N. de la T.:


[*] Cui bono, expresión latina que significa ¿a quién beneficia?

Enlace con texto original Parte II:

http://weekly.ahram.org.eg/2008/899/in3.htm

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