Las colosales tormentas de Júpiter

nuestroclima
06/06/08

La gigantesca Gran Mancha Roja del planeta Júpiter -una colosal tormenta que lleva por lo menos tres siglos en actividad- ahora está acompañada por dos nuevas tormentas descubiertas recientemente: La Pequeña Mancha Roja (o Red Spot Junior, como la llaman cariñosamente los astrónomos) y una tercera tormenta que se divisó por primera vez hace escasos días. Todo parece indicar que el planeta más grande del Sistema Solar está atravesando un violento cambio climático.

Es importante destacar la magnitud de semejantes fenómenos atmosféricos. La Gran Mancha Roja es una tormenta con vientos huracanados de un tamaño tres veces mayor que la Tierra, en tanto que la Pequeña Mancha Roja tiene un diámetro aproximado al de nuestro planeta. Ambas manchas, junto con la tercera recién descubierta, ocupan una diminuta porción de la superficie del descomunal planeta. En la imagen inferior podemos comparar los tamaños relativos de la Tierra con respecto a Júpiter.

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A principios de mayo, el telescopio espacial Hubble detectó la formación de una nueva tormenta de color rojo, cercana a las dos grandes Manchas que ya se conocían sobre el planeta. Nadie sabe con exactitud por qué las tres manchas poseen ese color. Una de las teorías que se sugieren es que la violencia de tales tormentas arrastran partículas cargadas de fósforo de las profundidades de la atmósfera de Júpiter, que al exponerse a la luz solar experimentan una reacción química que les otorga una tonalidad rojiza.

La banda nubosa que rodea el planeta y que contiene a las tres Manchas se observa cada vez más agitada y turbulenta. Las nuevas mediciones indican además que los vientos de la Pequeña Mancha Roja se están acelerando a pasos agigantados, llegando a velocidades superiores a los 620 kilómetros por hora.

Las colosales tormentas de Júpiter

Estas observaciones recientes hacen pensar que en Júpiter están comenzando a producirse una serie de cataclismos que cambiarán dramáticamente la apariencia del planeta. Esta transformación puede estar conectada a un ciclo de varias décadas, según propone el investigador Philip Marcus de la Universidad de Berkeley. De acuerdo a la teoría de Marcus, las variantes periódicas en los patrones del viento desestabilizan la atmósfera de Júpiter y provocan cambios drásticos en el planeta.

La tormenta de la Pequeña Mancha Roja comenzó a formarse hace poco más de dos años y demuestra que el clima de Júpiter está cambiando. La temperatura promedio está aumentando algunos grados; su ecuador está mucho más cálido y sus polos más fríos que en el año 2006. Eso provoca que las corrientes de aire se vuelvan inestables y provoquen nuevos frentes de tormentas de dimensiones extraordinarias.

¿Acaso todo esto tiene que ver con una supuesta “ignición” del planeta Júpiter, que podría convertirlo en un nuevo Sol? Esta alocada teoría fue proclamada por J. C. Goliathan, quien esencialmente decía que la sonda espacial Galileo, lanzada por la NASA en 1989 para observar más de cerca al planeta, poseía una bomba termonuclear capaz de provocar la fusión del hidrógeno de la atmósfera de Júpiter, transformándolo en una nueva estrella dentro de nuestro Sistema Solar.

La afirmación de Goliathan es totalmente alocada e insostenible. Por supuesto, la sonda espacial Galileo no llevaba ninguna bomba termonuclear a bordo, y aunque siguiéramos pensando que nos engañaron y colocaron una bomba para detonarla sobre Júpiter con motivos desconocidos, la masa del planeta es insuficiente para “fabricar” una estrella. La masa mínima de una estrella equivale a 0.077 veces la masa de nuestro Sol, y pese a que nos parezca una cantidad pequeña, se necesita una masa 80 veces superior a la de Júpiter para llegar a ese límite, y para ello no alcanzan ni siquiera las masas combinadas de todos los planetas del Sistema Solar.


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