Estados Unidos: Enemigos número uno y dos
Daniel Luban y Jim Lobe
IPS
12/05/09
En el gobierno de Estados Unidos, así como entre quienes pretenden influir sobre él, ya es manifiesto el conflicto de los que ubican la gran amenaza a la seguridad nacional en el eje Afganistán-Pakistán con los que priorizan a Irán.
Los que defienden un endurecimiento de la política hacia Irán --es decir, el denominado "lobby israelí" y sus aliados en Washington, así como el propio gobierno de Benjamín Netanyahu-- proponen apuntalar agresivamente el régimen de sanciones contra el desarrollo nuclear del régimen islamista.
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Muchos en este bando sugieren que, en última instancia, Israel o Estados Unidos podrían usar la fuerza militar contra Irán si las gestiones diplomáticas del presidente Barack Obama no derivan en un congelamiento verificable, o una anulación, del programa nuclear para fines de este año.
Los opositores a este campo se concentran en el Pentágono, donde las preocupaciones dominantes son consolidar una estabilidad regional que permita a Estados Unidos reducir sus operaciones en Iraq, apoyar la lucha contrainsurgente en Afganistán y, sobre todo, garantizar la seguridad del estado pakistaní y sus armas nucleares.
Tanto el secretario (ministro) de Defensa, Robert Gates, como el jefe del Estado Mayor Conjunto, almirante Mike Mullen, creen que un ataque a Irán sumiría toda la región en un enorme levantamiento. Hace años que mantienen la misma postura.
Otros funcionarios clave del gobierno que comparten este punto de vista son el director nacional de Inteligencia, almirante Dennos Blair, y el encargado del vínculo más directo de la Casa Blanca con Iraq y Asia Meridional, general Douglas Lute.
La brecha entre las dos facciones quedó en evidencia este mes, cuando en Washington se celebraron dos reuniones disonantes y de gran destaque noticioso.
La primera fue la conferencia anual del Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel (AIPAC), la organización más representativa del "lobby israelí", y la visita a la Casa Blanca del presidente afgano Hamid Karzai y el pakistaní Asif Ali Zardari.
Altos funcionarios estadounidenses e israelíes asistieron a la reunión de AIPAC, donde abundaron los alertas sobre la "amenaza existencial" que representa para el estado judío la virtual bomba atómica iraní, por lo que abundaron también los pedidos de más sanciones, e incluso ataques militares, contra el régimen islamista chiita.
En esa conferencia hubo escasísimas menciones a Iraq, Afganistán y Pakistán, pero abundaron, en cambio, los llamados a consolidar una coalición contra Irán, encabezada por Estados Unidos e integrada también por Israel y estados árabes sunitas "moderados".
Mientras los 6.000 delegados a la reunión de AIPAC presionaban a los legisladores para que aprobaran nuevas sanciones, Obama, Karzai y Zardari le prestaban atención en la Casa Blanca a otro foco de tensión internacional.
La cordialidad en la supuerficie de la visita de ambos presidentes encubría el hecho evidente de que crece en Estados Unidos la preocupación ante la capacidad de los gobiernos afgano y pakistaní de combatir a sus respectivas insurgencias, encabezadas por el movimiento islamista Talibán.
La mayoría de las señales emitidas hasta ahora indican que Obama y el vicepresidente Joe Biden están alineados con el Pentágono, al menos por ahora.
Pero en la conferencia de AIPAC, a la que asistieron más de la mitad de los legisladores estadounidenses y a la que se dirigieron los principales líderes del Congreso por los dos partidos, sirvió de recordatorio de que el "lobby israelí" tiene mucha fuerza en el Poder Legislativo, así como capacidad para empujar a Irán al tope de la agenda de política exterior.
Obama consideró en la campaña electoral que el eje Afganistán-Pakistán era "el frente central en la guerra contra el terrorismo" y, por lo tanto, prometió instalarlo como prioridad. Así lo ha hecho desde su investidura, el 20 de enero.
Su poderoso enviado especial a Medio Oriente, Richard Holbrooke, se reunió en marzo con un alto funcionario iraní en La Haya, y ha dicho en reiteradas ocasiones que Teherán tiene un importante papel que jugar en la estabilización de Afganistán.
Al mismo tiempo, el almirante Mullen se ha visto obligado a visitar y a recibir constantemente a su par pakistaní, general Ashfaq Kiyani, según informó Holbrooke al Congreso la semana pasada.
Dada su preocupación con la situación en Afganistán y Pakistán y con la estabilidad de la región, el Pentágono cada vez se inclina menos a elevar la tensión con Irán, que comparte extensas fronteras con esos dos países y con Iraq.
Por esa y otras razones, podría sin mayor esfuerzo dificultarle la vida a Estados Unidos en esos tres países.
Pero el nuevo gobierno israelí, comandado por el primer ministro Benjamín Netanyahu, presiona a Washington a enfrentarse con Irán.
Por ahora, quienes apoyan a Netanyahu en Estados Unidos mantienen silencio sobre el acercamiento diplomático de Obama a Irán. Pero han advertido que este enfoque debe tener un "plazo de vencimiento" cercano.
La prioridad política de AIPAC es ahora la aprobación de un proyecto de ley que permitiría al presidente a imponer sanciones a empresas extranjeras exportadoras de productos refinados de petróleo a Irán.
La secretaria de Estado (canciller), Hillary Rodham Clinton, dijo que el gobierno apoyaría esas sanciones si la diplomacia no funciona, pero se negó a fijar plazos para evaluarlo.
Las sanciones parecen a veces el tema del día, así como la posibilidad de un ataque militar estadounidense o de Israel sin el aval de Washington. "Si tenemos que actuar, actuaremos, aunque Estados Unidos no lo haga", dijo Netanyahu en marzo.
El mes pasado, Mullen le dijo al diario conservador The Wall Street Journal que un ataque israelí pondría "en riesgo excepcionalmente alto" los intereses estadounidenses en la región. Ese pasaje de la entrevista no fue publicado por el periódico, pero la oficina de Mullen se lo facilitó a IPS.
También Biden le dijo a la cadena televisiva de noticias CNN que un ataque sería "inconveniente". "Desastroso para todos" fue la descripción elegida por el ex consejero de Seguridad Nacional, Brent Scowcroft.
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