Síntomas de México, señal de un mayor malestar
Larry Elliott
The Guardian / Sin Permiso
Traducción por Lucas Antón
10/05/09
Como en el siglo XV, las enfermedades y el cambio climático pueden debilitar el sistema inmunitario de una economía
Al ahondarse, la crisis llevó inevitablemente a buscar chivos expiatorios. Se identificó a aquellos considerados responsables de los residuos tóxicos y se detuvo a 16 de ellos, llevándolos a la plaza pública a recibir una paliza y leerles la cartilla.
No, no es esto lo que les espera a quienes dirigieron la decadencia y caída del sector bancario global sino el destino de los molineros y panaderos a quienes se inculpó de adulterar la harina con excrementos animales. Incluso entonces podían los franceses organizar una buena "mani".
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Las protestas parisinas no constituían un incidente aislado; se produjeron durante la prolongada desintegración de la primitiva economía medieval, que se inició en la segunda mitad del siglo XIII y culminó en la Peste Negra, a mediados del siglo XIV.
La crisis tuvo su génesis en la inestabilidad económica y financiera. La economía de Europa, a medida que el siglo XIII se acercaba a su fin, se veía marcada por el aumento de la población, el descenso de la productividad, el incremento del déficit público y el ensanchamiento de la desigualdad. Se registraron oscilaciones desbocadas de los precios conforme los gobiernos alteraban la acuñación de moneda y volvían luego a un comportamiernto más virtuoso.
A continuación se produjo una crisis bancaria. En aquella época, el corazón del sector financiero internacional se encontraba en el norte de Italia, en lugar de Londres o Nueva York, pero -y esto no debería constituir ninguna sorpresa- los grandes bancos italianos se metieron en líos al conceder demasiados préstamos.
Las cosas empeoraron debido al cambio climático, aunque hace 700 años el problema era que el mundo se estaba enfriando, y no calentándose. A lo largo del siglo XIII, los glaciares de Groenlandia comenzaron a avanzar y los témpanos de hielo empezaron a desplazarse hacia el sur por el Atlántico. Las lluvias torrenciales arruinaron las cosechas durante tres años sucesivos después de 1315, lo que condujo a lo que se conoció como Gran Hambruna. Tan terrible fue que los padres mataban a sus hijos para comer. Poco puede sorprender que se extendieran las enfermedades lo mismo que la delincuencia. Para colmo de males, los monarcas de Europa decidieron que era buen momento para embarcarse en una serie de guerras.
La Peste Negra llegó a Europa en el otoño de 1347 y se extendió con rapidez. Las estimaciones sugieren que la población europea se redujo entre un 25% y un 40% y, dadas las desventuras de anteriores décadas, no resulta difícil darse cuenta de la razón por la que pereció tanta gente. Tal como afirmó el historiador norteamericano David Hackett Fisher en su libro sobre la historia de los precios, The Great Wave: "Los pueblos de Europa purgaron el momento más obscuro de su historia: fue una época espantosa de hambre y pestilencia, insurrección y guerra, persecución y caos político. Y se trataba de algo que iba más allá del derrumbe de la economía medieval: era la muerte de la civilización medieval".
Desbordante desigualdad
Todos estos mismos ingredientes se dan cita hoy; nos encontramos con una economía global desequilibrada, con gobiernos que sufren un enorme déficit presupuestario; nos encontramos con elevados niveles de desigualdad, con guerras, cambio climático y un sistema financiero con el espinazo roto. Y de creer a los expertos en salud, con una pandemia para completarlo. Queda claro, no obstante, que hay diferencias, lo mismo que semejanzas, entre aquel entonces y hoy. La primera es evidente: la Peste Negra mató a millones de personas, en tanto que la mortandad causada hasta ahora por la gripe porcina se cifra en unos pocos cientos. Además, los modernos sistemas sanitarios están equipados para habérselas con una epidemia de una forma que los rudimentarios dispositivos -a menudo inexistentes- del siglo XIV no podían. Y aunque sin duda existe un abismo entre pobres y ricos, en ninguna parte resulta tan pronunciado como el que dividía a las sociedades medievales.
Tampoco se condice la comparación histórica con el argumento de que la gripe porcina es consecuencia inevitable del a globalización. La Peste Negra se anticipo al nacimiento de lo que sin excesivo rigor podría llamarse capitalismo moderno en al menos 150 años y sucedió 400 años antes de la Revolución Industrial. La globalización es un fenómeno de los últimos 25 años.
Cierto es que la internacionalización -que existía desde luego en el siglo XIV- puede amplificar un problema al transmitirlo allende las fronteras. Europa había desarrollado una sofisticada red comercial, bancaria y de intercambios a lo largo del siglo XIII, que podría verse en continuidad como el primer estadio en el desarrollo del mundo global de hoy tan enormemente integrado.
Las verdaderas lecciones de la historia resultan un tanto distintas. Los problemas se magnifican cuando aparecen simultáneamente o en una sucesión razonablemente rápida. La gripe porcina no parece constituir en esta fase una amenaza global mayor que la de la gripe aviar o el SRAS (síndrome respiratorio agudo severo). Su importancia estriba en que ha llegado pisándole los talones a la mayor crisis financiera global de la era de postguerra. El sistema inmune de la economía global se ha visto debilitado por los acontecimientos de los últimos dos años, y se vería aún más desemejorado si alguna otra cosa fuera mal en los próximos meses.
En este contexto, no es la existencia de la globalización lo que importa sino el modo en que se ha estructurado y organizado. Poco sorpresa causaría encontrarnos con que el brote de gripe porcina en México guarda relación con los métodos de cría de ganado industrializada destinados a proporcionar alimentos a bajo precio a los consumidores del otro lado del Río Grande.
Cuando se firmó el acuerdo de libre comercio en América del Norte (NAFTA-TLCA), se argumentó que conllevaría un aumento general de la prosperidad. La realidad es que los beneficios que haya podido aportar a los consumidores norteamericanos se han visto mellados por la pérdida de empleos que supuso en las fábricas de la regiones fronterizas con las maquiladoras (muchas de las cuales han acabado desplazándose posteriormente a ubicaciones aún más baratas en China), mientras México se veía asolado por la crisis financiera y el aumento de la pobreza.
Alarmas sobre la salud financiera
En esta etapa resulta demasiado pronto para estimar cómo se desarrollará la gripe porcina. Puede que se demuestre que se trata de una falsa alarma, como ha sido el caso de otras alertas sanitarias. Pero el mensaje de los mercados financieros es que sería poco juicioso ignorar las advertencias; ya hubo una serie de alarmas acerca de la salud de los mercados financieros, empezando por México, a mediados de los años 90, y cuando desaparecieron, se asumió que no había nada que fuera verdaderamente grave. Como sabemos, se trató de un error garrafal. También supuso un error garrafal capitular tan desemesuradamente ante las exigencias del gran capital en favor de la desregulación y la liberalización.
La crisis financiera, la crisis ecológica y, potencialmente, la crisis de salud pública de hoy proporcionan sobradas pruebas de que lo que es bueno para los grandes negocios no es necesariamente bueno para nosotros. En terrenos como paraísos fiscales y regulación bancaria, hay ahora intentos tardíos de volver a instaurar algunas salvaguardias. Roguemos porque no sea demasiado poco y demasiado tarde.
Larry Elliott dirige la sección de economía del diario británico The Guardian.
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