El tiempo parado del Golán
Tomás Alcoverro
la Vanguardia
14/04/2008
De vez en cuando hay rebaños de vacas en los reverdecidos campos. Es la incipiente primavera en el Golán a setenta kilómetros de Damasco. Kuneitra, la antigua capital de esta meseta siria ocupada por los israelíes en la guerra de 1967 y anexionada doce años después, es una ciudad en ruinas. Sólo quedan en pie algunos minaretes acribillados, algunos campanarios y fachadas de iglesia, el edificio del hospital, un grupo de sólidas casas de la calle mayor en medio de un cuidado recinto natural.
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El ejército sirio recuperó la población en el verano de 1967 en una histórica ceremonia, a la que asistí, gracias a un laborioso acuerdo de "separación de fuerzas" con Israel negociado por el secretario de estado Henry Kissinger. Desde entonces, en el frente desmilitarizado del Golán no hay novedad. La recuperación del Golán es el inalcanzable anhelo del régimen sirio.
El tiempo se ha parado en Kuneitra.
Kuneitra no sufrió ni en la guerra de 1967 ni en la de 1973 bombardeos o ataques. Su desvastación, tal como corroboró un informe de las Naciones Unidas, fue perpetrada sistemáticamente por los soldados israelíes poco tiempo antes de su retirada con máquinas excavadoras. Con cargas de dinamita destruyeron edificios de piedra y casas de ladrillo. Widad Nasif, aquella intrépida anciana, llamada la dama de Kuneitra, que vivió en la ciudad durante los años de la ocupación, dio su valioso testimonio a las organizaciones internacionales.
En un pequeño museo se muestra una maqueta con las casas pintadas de blanco o rojo, según hubiesen sido destruidas por las excavadoras o los explosivos. Una parte de los ejidos de la localidad, el veinte por ciento de su superficie, al otro lado de la linea del alto el fuego, en la zona ocupada del Golán. Hay solo un acceso a través del que van y vienen los impecables vehículos militares de la UNDOF, el cuerpo de observadores de la ONU, funcionarios internacionales, y en contantes ocasiones, habitantes del territorio, como religiosos, estudiantes, novios que van a casarse. Entre las garitas de los centinelas sirios e iraelíes, los soldados de cascos azuldes vigilan esta linea divisoria en la que desde hace lustros no ha habido ni un disparo ni ninguna violación militar.
Los paisajes hermosos son a veces los de mayor valor estratégico. Las colinas de la meseta del Golán, con sus montañas, la cumbre del Hermón, con sus llanuras y valles, es un bello paisaje de árboles frutales, en el que nacen los afluentes del rio Jordán. De sus 1860 kilómetros cuadrados, sólo seiscientos se hallan bajo la autoridad del gobierno de Damasco. Kuneitra, la ciudad mártir, símbolo de la destrucción, se ha convertido en lugar de peregrinaje para nacionales y visitantes extranjeros. Sólo un par de familias viven en alguna de las casas en pie. La ciudad no será reconstruida hasta la completa devolución del Golán. El estado ha erigido algunas aldeas como la del Baas para alojar a los desplazados y ha construido edificios públicos para el gobernador y la policía. Sólo cincuenta mil personas viven en esta provincia. Sus pueblos, rústicos y pobres, están medio vacíos. En la parte israelí viven 30.000 habitantes árabes, y han sido construidas 42 colonias de poblamiento judío. Los desplazados de esta meseta donde antes de la guerra vivían 150.000 habitantes, ya forman una población de medio millon de personas establecidas en pobres barrios periféricos de la capital, o en las provincias de Hama y de Homs. Por una carreterita de montaña, bajo los altos observatorios israelíes de una de las estribaciones del Hermón, se llega a uno de los confines de esta abrupta región dividida, al valle de Majdal Chams.
Cada viernes sus habitantes de una y otra parte del territorio, hablan y se intercambian mensajes a través de megáfonos, acercándose a las alambradas erizadas en la vaguada. Majdal Chams es un pueblo de la zona ocupada, habitado por drusos que no han renunciado a su nacionalidad siria. La agradable ladera con casas bien construidas, tiene campos cuidadosamente cultivados. La recuperación del Golán es el inalcanzable anhelo del gobierno sirio, el principal objetivo de su política internacional.
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