Telefonía móvil: Más peligrosa de lo que se dice

Dsalud
20/07/09

El peligro de la telefonía móvil no está únicamente -como algunos se empeñan en hacernos creer- en el sobrecalentamiento que puede provocar en las células del cerebro la utilización de esos teléfonos. Porque de ser el sobrecalentamiento celular el único efecto biológico adverso de la radiación electromagnética procedente -entre otras cosas- de las antenas y aparatos de telefonía móvil no se aclararían por completo las causas de los problemas de salud -desde el insomnio al cáncer pasando por ataques epilépticos y fatiga crónica- que presentan centenares de personas expuestas a dicha radiación.

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Y es que se está ocultando -así lo denuncian al menos los expertos con los que hemos hablado- que, a largo plazo, las dolencias cuyas causas se achacan a la exposición a las ondas electromagnéticas se deben en buena parte a que las ondas que emite el teléfono móvil, en concreto las de muy baja frecuencia, están en el mismo rango de frecuencias en el que funciona nuestro cerebro, nuestro corazón y, en general, las células de nuestro cuerpo; y que, por tanto, por efecto de biorresonancia, pueden provocar graves problemas de salud a medio y largo plazo.

Esto es lo que no se dice. Esto es lo que muchos niegan aunque tal afirmación se base en evidencias científicas presentadas desde hace años por diferentes investigadores. De hecho, nos consta -y lo reprodujimos casi en su integridad en el reportaje del mes de febrero- que la Dirección General de Investigación del Parlamento Europeo dispone desde marzo de 2001 de un informe -elaborado conjuntamente por el Instituto Internacional de Biofísica de Neuss-Holzheim (Alemania) y el Departamento de Física de la Universidad británica de Warwick y dirigido por el prestigioso doctor en Física Gerard Hyland- en el que, entre otras cosas, se puede leer: "Lo que distingue a los campos electromagnéticos producidos tecnológicamente de la mayoría de los naturales es su mayor grado de coherencia.

Eso significa que sus frecuencias están especialmente bien definidas y, por tanto, son más fácilmente perceptibles por los organismos vivos, entre ellos, los humanos. Lo cual incrementa su potencial biológico y "abre la puerta" a la posibilidad de distintos tipos de influencias no térmicas de frecuencia específica contra las cuales las directrices de seguridad -como las emitidas por la Comisión Internacional de Protección contra la Radiación No Ionizante- no garantizan protección". Más claro...

Sugerimos al lector que lea los recuadros adjuntos en los que explicamos con sencillez los diferentes tipos de ondas electromagnéticas que existen, qué es la radiación, cuál es la diferencia entre radiaciones ionizantes y no ionizantes por qué y en qué medida interfieren sobre el organismo y cuáles son sus efectos térmicos y atérmicos.

El ser vivo electromagnético

Hay que empezar diciendo que -como bien explica Viçenc Bagué, graduado en Medicina Tradicional China y profesor del Instituto Superior de Medicinas Tradicionales en Barcelona- cada una de las células de un ser vivo constituye un campo electromagnético perfectamente definido en el que -valga el símil- la membrana actúa como condensador, las mitocondrias como fuentes de alimentación y donde además existen sistemas que desempeñan una labor de conmutación y transmisión, como el citoesqueleto. Eso es lo que ocurre a nivel celular. Y lo mismo sucede en cada uno de los tejidos, órganos y sistemas del cuerpo donde existen proteínas que transportan la información a la velocidad de la luz. Es más, el propio ser humano en su conjunto es un campo electromagnético, el más poderoso instrumento de organización y comunicación biológica que existe en la naturaleza. Bueno, pues cada uno de esos niveles posee su propio espectro característico de ondas electromagnéticas por lo que es necesaria la existencia de interacciones de resonancia entre ellos a fin de mantener un equilibrio dinámico.

Un acoplamiento que, si se rompe y no es reequilibrado por el propio organismo, hace sobrevenir la enfermedad. Por eso el ser humano es tan sensible a cualquier campo electromagnético externo. Hasta el punto de que un simple cambio de parámetros meteorológicos (temperatura, humedad, presión, etc.) es suficiente para poder desajustarle y poner a prueba sus mecanismos de regulación, defensa y adaptación.

Antenas humanas

En suma, sabiendo que los seres vivos son sensibles a los estímulos externos es evidente que la cada vez más intensa polución electromagnética -además de otros efectos patológicos valorados y descritos por numerosos investigadores- puede trastornar su medio interno electromagnético natural. Y hoy día de forma excesivamente rápida, tanta como para no permitir que el ser humano pueda adaptarse. Algo que puede inducir en el organismo humano cambios y patogénesis más allá de los efectos negativos que se han podido valorar hasta el momento.

Obviamente, los posibles efectos en el organismo de las ondas artificiales -como la radiación de microondas y las frecuencias extremadamente bajas de la telefonía móvil- dependerán de la coherencia, potencia, modulaciones, cercanía a la fuente de emisión, duración de la exposición, tipos de ondas y posibles resonancias así como de las interferencias que se puedan establecer entre esas señales y los procesos y estructuras fisiológicas del organismo.

Aunque el principal peligro de esta invisible -pero real- amenaza es que las distintas frecuencias del espectro electromagnético de los dispositivos que emiten radiación (teléfonos móviles, pantallas de ordenador, líneas de alta tensión, electrodomésticos, etc.) pueden interferir en las frecuencias del organismo de la persona -y de todo ser vivo- tanto a nivel orgánico como celular. Y eso es así porque esos aparatos -entre ellos, los teléfonos móviles- emiten en la misma o muy parecida frecuencia que, por ejemplo, un cerebro o un corazón humanos. Con la diferencia de que lo hacen en frecuencias armónicas, lo que las lleva a interferir las frecuencias naturales.

¿Cómo funciona el teléfono móvil?

Lo primero que hay que tener en cuenta es que el teléfono, si está encendido, emite radiación de manera permanente, estemos utilizándolo o no. Eso sí, no emite la misma dosis cuando se halla en estado de espera sino que llega a sus máximos picos cuando uno recibe o efectúa una llamada. Se trata de un sistema bidireccional permanente ya que, al tiempo, el aparato es emisor y receptor-amplificador de señales. Lo que se debe tener en cuenta ya que si intentamos hacer uso del teléfono desde el interior de un coche, de un parking o de un edificio la radiación que recibiremos será mayor porque el teléfono necesitará emitir a más potencia para cumplir su función. El sistema de telefonía móvil más usado hoy en el mundo es el llamado GSM (siglas de Global System for Mobile Communication o Sistema Global para Comunicación Móvil) que trabaja a 900 y 1.800 MHz pero ya comienza a extenderse una nueva tecnología llamada UMTS (Universal Mobile Telecommunication System o Sistema Universal de Telecomunicación Móvil) que precisa frecuencias superiores -entre 1.885 y 2.200 MHz- a fin de poder incorporar mayor volumen de información (esta tecnología está pensada para transmitir imágenes y enriquecer las prestaciones del teléfono móvil con conexiones a Internet).

En suma, el espectro electromagnético de los teléfonos móviles está compuesto por dos tipos de ondas, algunas de las cuales están en el mismo rango de frecuencias que los sistemas vivos:

1) Las microondas, que son las que portan la señal (por eso son conocidas como "ondas portadoras"). La frecuencia portadora está en torno a los 900 MHz en el caso de la tecnología GSM (concretamente, entre 890 y 915 MHz en la banda de emisión y entre 935 y 960 en la recepción) y de hasta 1.800/1.900 MHz en el caso de aparatos digitales. Y,

2) Las ondas de muy baja o extremadamente baja frecuencia que son las que modulan la señal (por eso se las llama "ondas de modulación"). En cuanto a la frecuencia de estas ondas en los teléfonos móviles las encontramos de:

a) 2 hertzios. Se usan para evitar la modulación poco confortable para los oídos que provoca el ruido circundante.

b) 8,34 hertzios. Es la frecuencia de emisión de la señal asociada a las condiciones de recepción.

c) 30 a 40 hertzios. En ella emiten distintos elementos electrónicos internos del teléfono móvil.

d) 217 hertzios. Es la modulación de la frecuencia portadora de las microondas utilizadas por los sistemas GSM. Ahora bien, hay que decir que en caso de tráfico intenso la frecuencia de 217 Hz desaparece y sólo queda la de 8'34 Hz. Todo esto es importante porque, como hemos explicado, los organismos vivos son sensibles a las intensidades ultra-bajas de los campos externos ya que sus células, tejidos y órganos se mueven en esa franja electromagnética.

El corazón y el cerebro, por ejemplo, entran en resonancia con frecuencias externas similares: el corazón emite a una intensidad de 100.000 femtoTeslas para frecuencias eléctricas de 1 o 2 Hz mientras que la potencia de emisión magnética de un cerebro humano es de 150 femtoTeslas para las frecuencias eléctricas de 0 a 31'5 Hz (hay que recordar que el campo magnético de frecuencia extremadamente baja de una pantalla de televisión es de 250 nanoteslas, que es un millón de veces más grande que el desarrollado por cerebro y corazón).

Es decir, los dramáticos efectos de las radiaciones de frecuencias extremadamente bajas sobre procesos tan importantes como la división celular o la comunicación intercelular se debe a que las que emiten los teléfonos móviles (8'34 Hz y 2 Hz) coinciden en el mismo espectro. Así lo refleja cualquier electroencefalograma ya que las ondas cerebrales theta, delta y alfa están entre los 0 y 12 Hz. Y esa es la razón de que esta clase de radiación afecte a la actividad eléctrica y electroquímica del cerebro así como a la permeabilidad de la barrera hemática del mismo a la par que degrada el sistema inmunitario.

Hechos inexplicables

Todos conocemos -o deberíamos conocer- la prohibición de utilizar teléfonos móviles en gasolineras, aeropuertos y hospitales, entre otros lugares. Esta prohibición se basa en que "se sabe" (al parecer, en este caso sí) que sus emisiones electromagnéticas podrían interferir adversamente -y de forma no térmica- en los equipos electromagnéticos de que están dotadas las citadas instalaciones. Es más, desde hace años se sabe que estas radiaciones provocan interferencias en marcapasos y audífonos, alteraciones que no tienen nada que ver con el efecto térmico de la radiación por campos electromagnéticos.

Pues bien, por increíble que parezca, la actual legislación europea sobre "compatibilidad electromagnética" no extiende ese mimo y consideración a los seres humanos, a los que debe entender inmunes a los efectos atérmicos de la radiación electromagnética de un teléfono móvil. Y ¡más increíble aún!: actualmente algunas pautas de seguridad basadas en los efectos térmicos permiten que los usuarios sean expuestos a campos eléctricos hasta 10 veces más potentes que el valor estándar de compatibilidad electromagnética definida para algunos aparatos (3 V/m). Las autoridades sanitarias obvian de nuevo que los organismos vivos son campos electromagnéticos muy sensibles.

Otro hecho inexplicable es que tampoco se tiene en cuenta que las ondas de frecuencia extremadamente bajas emitidas desde un teléfono móvil (sujeto contra la oreja) pueden alcanzar una potencia entre 10 y 25 veces más elevada que los estándares de energía permitidos para los campos de ondas de frecuencia extremadamente baja emitidos por las pantallas de televisión y de ordenador. Y es que, incluso a medio metro de distancia, un móvil emite un campo magnético de entre 1,8 nanoteslas y 5,2 nanoteslas, cifras escalofriantes si se tiene en cuenta que las pantallas mencionadas emiten 0,2 nanoteslas (la tesla es la unidad de inducción magnética en el sistema internacional)

Un experimento clarificador

En suma, la mayoría de los estudios que se han venido efectuando hasta la fecha se basaban en analizar los efectos biológicos de las microondas. Estudios que no tenían en cuenta -o no diferenciaban- los efectos de las frecuencias muy bajas o extremadamente bajas, precisamente las que corresponden a frecuencias de funcionamiento del organismo humano. Además, la mayoría no se han basado en la utilización de un teléfono real sino de un generador que sólo emite la frecuencia portadora y no la de modulación. Y ni siquiera se observaban los resultados sobre un ser vivo sino sobre una cabeza artificial rellena con una solución salina a la que se añadían unos sensores para medir la energía transmitida. Y en esa "cabeza", como es evidente, no se da la realidad eléctrica y bioquímica del cerebro humano.

Pues bien, existe un experimento que queremos mencionar y que sí ha tenido en cuenta todo eso: un estudio realizado con huevos de gallina (es decir, embriones de un ser vivo) a los que ¡por primera vez! -y esa es la diferencia fundamental con respecto a otros estudios llevados a cabo en laboratorio- se expuso a la radiación electromagnética de un teléfono GSM real.

Y ya adelantamos que los resultados de este trabajo -llevado a cabo por el neuroendocrinólogo Youbicier-Simo y Bastide en el laboratorio de Inmunología de la Universidad de Montpellier y confirmados en el laboratorio del profesor Grigoriev, del Instituto de Biofísica de Moscú- son alarmantes. Por supuesto, el teléfono móvil utilizado -que se colocó a tan sólo 10 centímetros de los huevos- tenía las mismas características técnicas que los más extendidos en el mercado: tecnología GSM, emisión de microondas a 0,9 GHz, 2 W de potencia y 1.714 GHz de frecuencia. Bueno, pues el experimento demostró que cuando se exponían los huevos a la radiación electromagnética de un simple teléfono móvil la mortandad de los embriones pasó del 16% considerado normal -porcentaje sin exposición- al 59%. Un porcentaje de mortandad que se elevaba hasta el 77% cuando entre el teléfono y los huevos se colocaban además presuntos dispositivos de "protección" (en concreto, una rejilla de cobre o una funda protectora del aparato).

Resumiendo, lo observado en el laboratorio por Youbicier-Simo y Bastide puso en evidencia tres cosas:

1) Que cuando se expone un grupo de embriones -seres vivos- a la radiación emitida por un teléfono móvil se produce un notable aumento de mortalidad.

2) Que esa mortalidad aumenta aunque se proteja a los huevos de las microondas emitidas por el aparato con los dispositivos mencionados; y,

3) Que eliminada -o, al menos, reducida- la radiación por microondas lo que queda de la radiación del móvil (es decir, las ondas de frecuencias extremadamente bajas) son más peligrosas aún que la totalidad de la emisión.

Hay que añadir que este experimento se efectuó -entre otros varios- para comprobar la efectividad de un nuevo aparato creado por la empresa Tecnolab para proteger a los seres vivos, el Tecno AO, un oscilador de compensación magnética. Pequeño aparato que se presenta en tres modelos diferentes según se use para la protección de las radiaciones emitidas por ordenadores, pantallas de televisión o teléfonos móviles.

Un sistema que permite la biocompatibilidad electromagnética entre el móvil y el ser humano sin interferir en las emisiones del móvil o del ordenador. Asimismo, existen en el mercado otros aparatos que -según sus fabricantes- atenúan el aumento de la temperatura corporal que genera la radiación de microondas de los teléfonos móviles así como los campos electromagnéticos y radiaciones emitidas por los monitores de pantallas de tubo de rayos catódicos utilizados en los ordenadores personales y pantallas de televisión.

En definitiva, los datos aportados tanto en este reportaje como en el de febrero pasado podrían ampliarse notablemente pero son suficientes para dejar claro al lector -ya que quien debe no lo hace- que tanto el teléfono móvil como las antenas de telefonía móvil -entre otros aparatos que emiten radiaciones- pueden perjudicar seriamente su salud. El resto depende de usted. Pero no diga que nadie le había advertido.

Laura Jimeno Muñoz

Nota: damos las gracias por su inestimable colaboración en la realización de este reportaje al doctor Marco Francisco Payá -ex director de docencia en la Facultad de Medicina de París Norte y miembro del International Center for Electromagnetic Biocompatibility-, a Nikolai Klykov -investigador de la Universidad Estatal de Moscú y de la Academia de Ciencias Médicas de Rusia-, a Vicenç Bagué i Borroy -experto en Biocibernética y Medicina Tradicional China-, a la "Asociación de Estudios Geobiológicos" (GEA) y a "TECNOLAB (International Centre of Research in Electromagnetisc BioPhysics)".

¿Qué son las ondas electromagnéticas?

Todas las señales utilizadas en las telecomunicaciones son ondas electromagnéticas pues, independientemente de la frecuencia de la radiación, la onda portadora de la señal incluye siempre un campo eléctrico y un campo magnético. Estas ondas son campos eléctricos y magnéticos oscilantes que se desplazan en el espacio en forma de ondas transversales y que difieren en la frecuencia de su oscilación.

El campo eléctrico se forma con partículas cargadas estáticamente mientras que el campo magnético se forma con cargas en movimiento. Estos dos campos son perpendiculares entre sí y ambos perpendiculares a la dirección de propagación de la onda. Tienen la misma longitud de onda y se desplazan a la misma velocidad.

El campo eléctrico se caracteriza por su intensidad mientras que el campo magnético se caracteriza por su inducción magnética. Sabemos que una onda electromagnética transporta consigo energía y es en eso en lo que se basa el funcionamiento de una antena de radio, televisión o telefonía, por ejemplo. Cuando reciben las ondas electromagnéticas, los electrones de los átomos de los metales de las antenas de estos aparatos oscilan con los campos eléctrico y magnético, es decir, con la frecuencia de las ondas.

El movimiento de los electrones genera una corriente que es la que captan y amplifican los componentes de los aparatos. Lo que diferencia las ondas electromagnéticas utilizadas en las telecomunicaciones (y, por tanto, artificiales) de otras radiaciones naturales como los rayos gamma, X, ultravioleta o la misma luz visible es la frecuencia de la señal, es decir, el número de oscilaciones por segundo que realizan los campos eléctrico y magnético que forman la onda. También es importante señalar que alrededor de la fuente de ondas electromagnéticas existen dos zonas: la cercana o zona Z (onda que aún no se ha formado) y la lejana (onda que ya se ha formado) La frontera entre estas dos zonas se encuentra a la distancia de la longitud de onda. En esa zona Z el factor importante de influencia de las ondas electromagnéticas es la orientación espacial entre la persona y la fuente de radiación y también la forma de esta fuente de radiación.

En función de esta orientación espacial recíproca la mayor influencia sobre la persona la va a ejercer o la componente magnética o la componente eléctrica de la onda. En la zona Z prevalece la componente del campo eléctrico que es del orden de un 85% de la suma total de la energía de la onda electromagnética que se forma durante el funcionamiento del teléfono móvil o de otro dispositivo electrónico con antena. La mayor parte de los equipos electrónicos son utilizados por las personas en la zona Z.

En el caso de los teléfonos móviles -con una frecuencia de trabajo a 900 megahertzios- la longitud de onda de la radiación emitida es de 30 centímetros. Pero si la frecuencia de trabajo se dobla la longitud de onda se reduce a la mitad (1800 MHz/15 cm.) Tenga estos datos en cuenta porque el espectro de las radiaciones electromagnéticas le afectará más o menos -y de una forma u otra- en función de la frecuencia y de la longitud de onda.

Ondas electromagnéticas y tejidos biológicos

Puesto que las ondas electromagnéticas penetran en el cuerpo por medios que poseen distintas propiedades físicas (sangre, tejido intersticial, huesos, etc.) la interacción de los mismos también es distinta en cada caso. Lo que sí se sabe es que, a altas frecuencias, la mayor parte de la energía es absorbida por una zona superficial del cuerpo localizada cerca del origen de la radiación. En cuanto a las frecuencias extremadamente bajas, atraviesan tanto materias muertas (madera, la mayoría de los metales, cristal, plástico,...) como tejidos biológicos (compuestos en parte por moléculas electrosensitivas y con actividad electromagnética) sin ser alteradas, reflejadas, bloqueadas o eliminadas. Las alteraciones que provoquen estas radiaciones dependerán de que los sistemas de adaptación, regulación y defensa del organismo sean capaces de corregirlas o no.

También se sabe que el campo eléctrico y el campo magnético tienen efectos diferentes sobre el organismo humano. Así, el eléctrico actúa disminuyendo la energía interna de los tejidos y bajando el nivel de conductividad de, por ejemplo, el sistema nervioso central. El campo magnético actúa justamente al revés. Además, ambos contribuyen a generar turbulencias en los líquidos conductores como la sangre. Pero el peligro de la radiación radica también en el hecho de que sus efectos biológicos son acumulativos.

Los efectos se notan sobre todo a medio o largo plazo aunque hay personas especialmente sensibles que pueden notar efectos importantes a corto plazo (especialmente, niños y personas que padezcan alguna dolencia física). Por otro lado, no son extrapolables los efectos de la radiación sobre personas en estado de vigilia y movimiento -es decir, con metabolismo activo- al de personas con metabolismo basal por encontrarse durmiendo o en reposo.

Los efectos de las radiaciones electromagnéticas son más acusados durante el sueño por encontrarse el cuerpo en el estado basal. Así es que, antes de disponerse a dormir, la prudencia manda alejar de sí cualquier aparato -incluido el teléfono móvil- que emita este tipo de radiaciones. Efectos térmicos/efectos no térmicos A pesar de que son muchos los estudios que demuestran que los efectos de las emisiones electromagnéticas pueden ser simultáneamente térmicos y atérmicos, los estándares de seguridad internacionales no contemplan la intensidad de las frecuencias extremadamente bajas de los teléfonos móviles y aparatos radiantes. Simplemente, se consideran inocuas. Aún así, y teniendo únicamente en cuenta los efectos térmicos, hay varios hechos... extraños. Por ejemplo, los hornos microondas (llamados así por el tipo de onda que generan para producir calor) están equipados con una puerta metálica blindada diseñada para impedir que las radiaciones nocivas se escapen al exterior mientras que los móviles emiten al aire libre, en contacto directo con la cabeza, donde se encuentran los centros nerviosos de la vida y de la inteligencia.

Además, cuando se sabe que sólo son necesarios 10 minutos para asar un pollo en el microondas parece lógico que los investigadores se pregunten si el hecho de hacer o recibir llamadas repetidamente no podría, a la larga, dañar las células y los tejidos del cerebro, incluso teniendo únicamente en cuenta el efecto térmico y aunque éste sea débil. Lo que parece quedar claro tras la publicación de numerosos estudios (de algunos de ellos dimos cuenta en el citado texto de nuestro número de febrero) es que los efectos térmicos son específicos de las microondas (frecuencias portadoras de la señal) generadas por los teléfonos móviles.

En contraste, los efectos no térmicos están vinculados a todo el espectro, desde las frecuencias extremadamente bajas a las más altas frecuencias emitidas o recibidas. Estos efectos biológicos atérmicos provocan disfunciones celulares, disfunciones orgánicas y disfunciones en los sistemas hormonal e inmune. Por tanto, y en resumen, la creencia de que los efectos adversos para la salud son provocados sólo por el efecto de calentamiento de la radiación GSM es, simplemente, una falacia.

1º) Los problemas de salud que presentan las personas cuando se exponen a este tipo de radiación son evidentes.

2º) Existe numerosa literatura científica que demuestra que tal radiación puede afectar a un organismo vivo en varias formas no térmicas: dolor de cabeza, interrupción del sueño, problemas de concentración y memoria y, en el caso de niños epilépticos, un significativo incremento en la frecuencia de episodios.

3º) La radiación utilizada actualmente en la telefonía móvil puede provocar diferentes reacciones en el organismo humano porque, después de todo, las microondas son ondas y, como tales, tienen más propiedades que la mera intensidad.

4º) El organismo humano, por sí mismo, soporta gran variedad de actividades electrobiológicas, cada una caracterizada por una frecuencia particular, alguna de las cuales están muy próximas a las empleadas por la telefonía móvil. Radiaciones ionizantes y no ionizantes

Se llama radiación a toda energía que se propaga en forma de onda a través del espacio.

Radiación que puede ser ionizante o no ionizante. -Las ionizantes son los rayos gamma, los rayos X, los rayos ultravioleta y la energía fotónica. -Las no ionizantes son las ondas de radio, televisión, telefonía móvil, luz visible, etc. Establecida esta clasificación hay que aclarar lo siguiente: cada elemento atómico se caracteriza por un número de protones que es constante pero puede presentar distinto número de neutrones. Y es el número de éstos lo que define a los diferentes isótopos de cada elemento químico. Muchos isótopos son inestables y pueden cambiar su número de masa (suma de neutrones y protones) por emisión de partículas. Y dependiendo de qué tipo de partículas se emitan hablamos de radiación alfa, beta o gamma. Que tienen distinta interacción sobre la materia.

Así, -La radiación alfa queda frenada en las capas exteriores de la piel y no es peligrosa a menos que se introduzca directamente a través de heridas, alimentos, etc. -La radiación beta es más penetrante ya que se introduce uno o dos centímetros en los tejidos vivos. Y, -La radiación gamma -o radiación electromagnética de alta energía- es capaz de penetrar profundamente en los tejidos; sin embargo, libera menos energía en el tejido que las alfa o beta. Éstas interaccionan con los átomos y moléculas que se van encontrando a su paso, lo que es mucho más nocivo.

Las radiaciones ionizantes

Las radiaciones ionizantes proceden casi todas de fuentes naturales y se trata de radiaciones de muy alta frecuencia estando demostrado que son potencialmente cancerígenas; incluso en pequeñas dosis pueden desencadenar un cáncer al acumularse. Las fuentes de las radiaciones ionizantes pueden ser: -La radiactividad natural. Resultado de la inestabilidad intrínseca de una serie de átomos presentes en la naturaleza (uranio, torio, etc) así como la procedente de los rayos cósmicos. -La radiactividad incorporada (se usan a veces en alimentos y bebidas para esterilizar). -La generada por aparatos médicos (como las radiografías). -La "basura nuclear". Es decir, los materiales de desecho radiactivos de la industria nuclear, hospitales y centros de investigación. -El gas radón. Gas procedente del uranio que se encuentra de forma natural en la tierra.

Se encuentra también en materiales de construcción, abonos fosfatados, componentes de radioemisores, detectores de humos, gas natural en los hogares, etc.. -Las explosiones nucleares.

A las radiaciones naturales se ha unido en el último siglo un amplio número de aparatos que generan radiaciones artificiales: maquinaria industrial, líneas eléctricas, electrodomésticos, telefonía móvil, aparatos de telefonía, antenas, ordenadores, electrodomésticos, etc., que nos exponen a diario a una radiación adicional. La mayor parte de las cuales son no ionizantes. Y, con alguna excepción, su radiación es más débil que la generada por los campos electromagnéticos naturales.

El problema es que la exposición a ella suele ser más continuada y directa. Y además, son más armónicas. Algo importante porque, debido al efecto de biorresonancia, las de muy baja frecuencia pueden interferir en la comunicación celular y orgánica del organismo y alterar los flujos celulares de algunos iones, sobre todo el calcio, lo que puede tener efectos biológicos importantes.

Por otra parte, los campos electromagnéticos artificiales emiten microondas que provocan vibraciones moleculares que producen calor -de ahí su empleo doméstico e industrial- y pueden provocar quemaduras a partir de una determinada cantidad de radiación absorbida. En cuanto a la posibilidad de que las radiaciones no ionizantes provoquen cáncer hasta ahora se mantenía que, en todo caso, podrían actuar como promotores tumorales con escaso o nulo poder inicial para convertir genes normales en oncogenes pero la reciente asociación con leucemias infantiles y la existencia de estudios recientes apunta que es más que posible.

Frecuencia:
3 MHz a 300 MHz

Origen:
-Radioteléfonos
-juguetes
-teledirigidos
-emisoras
-radio
-televisión

Cambios físicos y químicos:
-La resistencia de las membranas celulares disminuye un 20%.
-Se polarizan los tejidos.
-Activación de la oxidación celular.
-Desplazamiento de las moléculas de gran amplitud.
-Aumento de la concentración de iones de calcio Ca2+.
-Máximo de calor en las células óseas, en los intersticios y en el tejido nervioso.

Penetración de tejido:
No descrito

Frecuencia:
De 300 MHz a 3 GHz (3.000 MHz)

Origen:
-Telefonía móvil
-TV
-Informática

Cambios físicos y químicos:
-Alteración del citoesqueleto y de las membranas (de las neuronas y de las células sanguíneas)
-Cambios de la permeabilidad y de las propiedades funcionales de las membranas celulares).
-Activación de la síntesis de ácidos nucleicos y proteínas en las células-Dilatación de los capilares.
-Activación del sistema endocrino.-Estimulación de los procesos tiroideos. -Disminución de la presión arterial.
-Máxima cantidad de calor en la sangre, la linfa y los tejidos musculares. -Recalentamiento de la piel (por ejemplo, "efecto oreja caliente").

Penetración de tejido:
Tejidos con poco contenido en agua (nervioso, óseo, intersticial, tendinoso) hasta 26 centímetros.

Frecuencia:
De 3 a 30 GHZ

Origen:
-Hornos microondas
-comunicaciones espaciales
-industria

Cambios físicos y químicos:
-Influencia en el sistema endocrino.
-Aumento de la tiroxina, la insulina y la cortisona en el plasma sanguíneo.
-Aumenta la temperatura de la piel entre 3 y 5 ºC mientras que en las capas profundas aumenta hasta 5 ºC.
-Cambios en el sistema adreno-simpático.

Penetración de tejido:
Tejidos con alto contenido en agua (sangre, linfa, tejido muscular, parénquimas) hasta 3,6 centímetros

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