Israel comete sus crímenes con la aprobación de EE.UU.

Sheila Samples
Information Clearing House
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
23/07/09

Si no dejas de excusar, terminas por aprobar el campo de esclavos, la fuerza cobarde, los verdugos organizados, el cinismo de grandes monstruos políticos; terminas por entregar a tus hermanos – Albert Camus

No hay tema más restringido ni más controlado en EE.UU. que una discusión crítica de Israel. Se ignora una discusión equilibrada y cada palabra es analizada, y condenada. Es extraño que se nos permita despotricar a gusto y señalar los crímenes de guerra de nuestro propio gobierno – de todos los demás gobiernos en todo el mundo – pero no los de Israel. Los pocos que se atreven a cuestionar el daño que ha causado Israel en todo Oriente Próximo durante décadas son inmediatamente etiquetados de “antisemitas” y corren peligro de perder sus amigos, sus puestos de trabajo, sus reputaciones y, si persisten, su país – porque EE.UU. tiene tolerancia cero para los que reconocen la brutalidad de Israel.

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¿A qué se debe esto? ¿No hablamos precisamente de crímenes contra la humanidad, no importa quién los cometa? Por ejemplo, si se recluye a un millón y medio de seres humanos como animales enjaulados, sin alimento, electricidad, atención sanitaria, agua potable, y luego se les extermina como si fueran otros tantos insectos – despedazados, calcinados con armas ilegales prohibidas por las Convenciones de Ginebra - ¿no se trata de un crimen contra la humanidad? ¿No son humanos los hombres, mujeres y niños atrapados tras los muros de Gaza sin tener hacia dónde escapar – sin escape?

Mátenlos a todos

Si habéis estado escuchando a la dirigencia israelí durante los últimos 60 años, los últimos 10 años – el

último año – sabéis perfectamente que los palestinos son muchas cosas, pero no humanos. En 1982, el antiguo líder del Likud y primer ministro Menahim Begin dijo que los palestinos “son bestias que caminan con dos piernas.” El año pasado, el jefe de Estado Mayor del ejército israelí, Raphael Eitan se regodeó al decir: “Cuando hayamos colonizado la tierra, todo lo que podrán hacer al respecto los árabes será andar correteando por ahí como cucarachas drogadas en una botella.” Y, en 1988, Yitzhak Shamir, miembro del Likud elegido dos veces primer ministro, dijo a los colonos que se apoderaban de tierra palestina: “Los palestinos serán aplastados como saltamontes… sus cabezas aplastadas contra las rocas y los muros.”

Pero fue nuestro propio evangélico, judeo-cristiano (sic) oximorónico (sic) artiodáctilo Pat Robertson, quien habla a menudo con Dios, el que nos presentó la verdad desnuda sobre el salvajismo “moral” de Israel. Robertson explicó la justificación de Dios a los 700 miembros de su Club en mayo de 1985…

“Las guerras de exterminio han causado problemas a mucha gente, a menos que haya sabido lo que estaba sucediendo. La gente en la tierra de Palestina era muy malvada. Se dedicaba a la idolatría; sacrificaban a sus hijos; tenían toda clase de prácticas sexuales abominables; tenían sexo, al parecer, con animales; tenían sexo hombres con hombres; y mujeres con mujeres; cometían adulterio, fornicación; adoraban ídolos, sacrificaban a sus hijos; y abandonaban a Dios.

“Dios dijo a los israelitas que los mataran a todos – hombres, mujeres y niños, que los destruyeran. Y parece que hacerlo es algo terrible. ¿Lo es? ¿O no lo es? Bueno, supongamos que hubiera 2.000, o 10.000 de ellos viviendo en el país, o sea cual sea la cantidad que haya habido. No tengo la cifra exacta. Escoged una cifra. Dios dijo: ‘¡Matadlos a todos!’… La abominación existía como un contagio. Dios vio que no tenía cura. No iban a cambiar; sus corazones no iban a cambiar; y todo lo que harían es causar problemas a los israelitas, apartar a los israelitas de Dios, e impedir que la verdad de Dios llegara a la Tierra. Así que Dios, por amor, quitó a unos pocos para no tener que quitar a muchos.”

Bestias. Insectos. Víctimas de un genocidio implacable y metódico que desgasta, día tras día, año tras año, sin análisis, sin reflexión, sin preguntas – subvencionado con equipamiento de EE.UU., apoyo político de EE.UU., dinero del contribuyente de EE.UU.

Con qué facilidad hemos no sólo excusado, sino aprobado los crímenes de Israel: hemos entregado a nuestros hermanos, desde el ataque en 1967 contra el USS Liberty – utilizando aviones franceses financiados por EE.UU., dejando 34 marinos estadounidenses muertos y 174 heridos – a masacres con armas suministradas por EE.UU. en Jenín, Rafa, Sabra y Chatila en el Líbano, y repetidamente en Gaza.

Cómo guardamos silencio el 16 de marzo de 2003 cuando un soldado israelí en una aplanadora Caterpillar estadounidense aplastó y mató a Rachel Corrie de 23 años – cuando dispararon e hirieron a Brian Avery de 26 años el 5 de abril de 2003 – y el 11 de abril de 2003, dispararon y mataron a Tom Hurndall de 21 años mientras trataba de salvar a tres niños palestinos aterrorizados a quienes disparaban mientras jugaban.

Monstruos políticos

La grotesca incursión israelí de 22 días en Gaza a comienzos de año espantó al mundo por su salvajismo – con una notable excepción – EE.UU. Tal vez porque, según el Australian Herald, EE.UU. envió a Israel, una semana antes de la invasión, 989 contenedores de municiones, incluyendo fósforo blanco. Tres meses antes, el Congreso aprobó una venta por 77 millones de dólares a Israel de 1.000 bombas revienta-búnkeres GBU.39 de Boeing Corp, que llegaron justo a tiempo para causar estragos en la infraestructura de Gaza.

A pesar las interminables justificaciones citadas por Israel, hay sólo un motivo por el cual puede continuar su atroz exterminación del pueblo palestino – porque puede hacerlo. Porque EE.UU. apoya esa atrocidad. Porque EE.UU. financia, arma y equipa a Israel, y – lo más importante – lo protege de tener que rendir cuentas por alguno de sus crímenes. Por lo tanto, ¿quién tiene la culpa? ¿De qué manos corre la sangre de hombres, mujeres y niños palestinos? ¿Israel o EE.UU.? ¿Quiénes son los monstruos?

Oratoria, memoria

Apenas una semana después del inicio de la “guerra” contra Gaza, el júbilo reinaba en ambas cámaras del Congreso. Los miembros se abrían paso a codazos para co-auspiciar y votar a favor de resoluciones condenando a Hamas por obligar a Israel a mutilar y matar a la población de Gaza. El 8 de enero se presentaron resoluciones y fueron aprobadas por votación oral. La Resolución del Senado tuvo 34

co-patrocinadores, la de la Cámara, 116. Los votos y la culpa fueron vergonzosamente parciales: se culpó a Hamas por la guerra y por la muerte de sus propios ciudadanos. Israel no recibió un solo rechazo; fue elogiado de principio a fin – irónicamente, por facilitar “ayuda humanitaria a Gaza mediante cientos de camiones que llevaron ayuda humanitaria y numerosas ambulancias que entraron a la Franja de Gaza desde el comienzo de la guerra.”

Tres días después, el periodista investigativo Max Blumenthal cubrió una manifestación de 10.000 personas en Nueva York. El senador Chuck Schumer (demócrata de Nueva York) llevó a la multitud al frenesí, gritando sobre la moralidad de Israel por haber enviado mensajes de texto a los palestinos para que “abandonaran sus casas porque hay armas en ellas…” Schumer, mareado por el orgullo, agitando su puño, gritó: “¿Qué otro país haría algo semejante?!”

Según Blumenthal, el mitin palpitaba de odio. Dijo:

“…el odio abundó en el acto.... Directamente frente al escenario, un hombre levantaba una pancarta que decía “El Islam es un culto a la muerte.” Asistentes al mitin me describieron a la gente de Gaza como “un cáncer,” llamaron a Israel a que “los eliminara a todos,” insistiendo en que “Nos obligan a matar a sus hijos para defender a nuestros propios hijos.” Una joven mujer me dijo: “Los que mueren sufren la cólera divina.” “Ellos no distinguen entre civiles y militares, ¿por qué debiéramos hacerlo nosotros?” dijo un miembro de un grupo mesiánico de judíos ortodoxos Chabad-Lubavitch que acudieron en masa a la manifestación.

“Ninguna persona con las que hablé parecía poder encontrar alguna circunstancia en la que pudiera comenzar a cuestionar la guerra de Israel. Ninguna cantidad de muertes civiles, ninguna muestra de extremo sufrimiento – nada podía disuadirlos en su entusiasmo por el ataque contra una de las poblaciones más vulnerables en el mundo con el armamento más avanzado del mundo. No hay límites, no importa lo que haga Israel, ni cómo lo haga.”

Mientras contemplaba a los participantes en la espantosa excitación racista de ese mitin, no pude dejar a preguntarme lo que esa gente – o los políticos de EE.UU. – harían si los niños despedazados, las casas bombardeadas y aplanadas, las familias mutiladas, los medios de vida destruidos – fueran los suyos. Y, también me veo obligada a preguntarme: ¿es antisemita o incluso anti-estadounidense la incapacidad de retener las lágrimas ante tanta sed inhumana de sangre?

¿Culpar a los judíos?

Tal vez sea la persona equivocada para encarar este tema. Crecí, sobre todo, en el campo abierto de Nuevo México, con padres totalmente libres de racismo, fanatismo u odio. Esas horribles ideologías no eran solamente ignoradas – no existían. Podrá parecer ingenuo, pero nunca conocí a un judío, hasta que estuve casada; mi esposo estaba en el ejército y estacionado en Fort Monmouth en Long Branch, Nueva Jersey. Alquilamos un ‘apartamento” de un dormitorio de los Brodsky, una familia judía – gente maravillosa, alegre, afable que nos recibieron entre ellos como si nos hubieran estado esperando toda la vida. Para mí, durante años, los Brodsky personificaron a todos los judíos.

De modo que, cuando miro a Oriente Próximo y veo que se abusa de seres humanos, sin alimentos o atención sanitaria adecuada, se destruye su infraestructura, se masacra a sus niños, me cuesta creer que un salvajismo bárbaro sea cometido, o incluso excusado, por judíos que saben lo que está sucediendo. Judíos estadounidenses, judíos en Israel, judíos en todo el mundo se oponen vigorosamente a un tratamiento semejante. En este país hay muchos más judíos que no-judíos que se pronuncian contra la implacable ejecución de palestinos por Israel. Protestan, participan en escenificaciones de las matanzas, realizan vigilias de 24 horas con pancartas que pregonan su disenso. Gritan a todo lo que da – pero sus voces son silenciadas y los medios se niegan tenazmente a informar sobre sus puntos de vista.

Los medios en EE.UU. no informaron sobre el mitin en Nueva York en apoyo a Gaza el mismo día del griterío de Schumer; no mencionaron a los soldados del ejército de Israel que se negaron a servir por la violencia contra palestinos inocentes; no mencionaron a los 700 ciudadanos israelíes arrestados en las primeras dos semanas por protestar contra el ataque; y no mencionaron la reunión el 8 de enero de destacados canadienses que protestaron contra la guerra en Gaza.

La psicoterapeuta de Toronto, Judith Weisman, una judía que es miembro de Independent Jewish Voices, Jews for a Just Peace, Jewish Women's Committee to End the Occupation of Palestine, y miembro fundadora de Not In Our Name, dijo: “El sionismo es el flagelo del pueblo judío. El sionismo creó todo esto.” Weisman, que es una antigua “sionista comprometida,” dijo: “me costó muchos años antes de que se me abrieran literalmente los ojos y lograra ver lo que ha cometido Israel contra los palestinos.”

Weisman dice que se inquieta ante la influencia que Israel tiene ahora en todo el mundo, y el “poder que Israel y EE.UU. utilizan para controlar tanto de lo que sucede en el mundo.”

No es que nadie escuche, es que – para los que están atados a los medios de EE.UU. – no hay nada que oír sino silencio, propaganda y mentiras. Gideon Levy escribió en Haaretz que un tercio de los muertos eran niños. Levy dijo

“La chocante indiferencia del público ante estas cifras es incomprensible. Mil propagandistas y apólogos no pueden excusar esta criminal matanza. Se puede culpar a Hamas por la muerte de niños, pero ninguna persona razonable en el mundo aceptará esos ítems propagandísticos ridículos y defectuosos a la luz de las imágenes y las estadísticas provenientes de Gaza.”

No importa. Nosotros en EE.UU. hemos seguido adelante. Hemos dado nuestra aprobación a los grandes monstruos políticos. Ahora vivimos en un mundo en el cual, como George Orwell escribió en su profético 1984:

“Todo se desvanecía en la niebla. El pasado estaba borrado. Se había olvidado el acto mismo de borrar, y la mentira se había convertido en verdad…”

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