Primer aniversario del estreno de la Unión para el Mediterráneo

René Naba
Rebelión
Traducido para Rebelión por Caty R.
23/07/09

- La destrucción de Gaza, un golpe fatal para la UPM

- Nicolas Sarkozy o la distopía (1) de un discurso.

La destrucción israelí del enclave palestino de Gaza en enero de 2009, parece que ha asestado un golpe mortal a la Unión para el Mediterráneo y ha convertido a Francia en un ente áfono y átono, por primera vez en los anales diplomáticos internacionales, en un aspecto clave de la geoestrategia mundial: Oriente Próximo; un desarrollo tanto más inoportuno en cuanto que surge en el mismo momento en que la zona, antes resueltamente antiestadounidense, está operando un giro gracias al discurso del presidente Barack Obama en El Cairo, fundador de la nueva política de estadounidense destinada al mundo árabe musulmán. Salvo que se invierta la tendencia, éste es el balance de la diplomacia mediterránea de Sarkozy un año después del estruendoso debut del proyecto emblemático de su mandato presidencial.

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La «obra magna» diplomática de la presidencia de Sarkozy ha permitido, sobre todo, que un Estado miembro (Israel) haya destruido a otro Estado miembro (Gaza Palestina), ante la mirada impasible de sus dos copresidentes, Nicolas Sarkozy (Francia) y Hosni Mubarak (Egipto), originando la parálisis de este organismo y, paralelamente, la reactivación de las relaciones entre Israel y la Unión Europea, la defensa bulliciosa del preso franco israelí Gilad Shalit y la omisión culpable del caso del franco palestino Salah Hamouri.

La Unión para el Mediterráneo ya se ha convertido en un castillo fantasma abandonado por sus numerosos y ruidosos ocupantes, confusos ante semejante desorden y ante lo que aparece como su principal logro: la erradicación de cualquier sensibilidad hacia Palestina en la administración prefectoral y en el aparato audiovisual exterior francés, en paralelo con la promoción de personalidades exacerbadamente filosionistas. La destitución de Bruno Guigue (administración prefectoral) –a quien la destrucción israelí de Gaza en enero de 2009 dio posteriormente la razón-, la acusación al profesor Vincent Geisser y la expulsión de Richard Labévière y Wahib Abou Wassel, único palestino en el aparato mediático exterior francés, fueron acompañadas, en efecto, de la promoción simultánea de Bernard Kouchner (Asuntos Exteriores); Pierre Lellouche (Asuntos Europeos); Dominique Strauss Khan (FMI); Arno Klasfled (Gabinete del Primer Ministro); François Zimmeray, ex vicepresidente de la Comisión de Estudios políticos del CRIF (embajador para los derechos humanos); Christine Ockrent (directora general de radio y televisión públicas) y finalmente Philippe Val (France inter) (2).

Así, Nicolas Sarkozy no se ha ahorrado nada para anclar a Israel en el centro de su diplomacia. Nada. Ni la «desarabización» (3) del ministerio de Asuntos Exteriores, ni su participación inaugural en la cena anual del CRIF (Consejo Representativo de las Instituciones Judías de Francia), ni la erradicación de las personalidades de sensibilidad pro palestina de la administración prefectoral y del aparato audiovisual exterior en paralelo con la promoción de pro israelíes flagrantes a puestos de responsabilidad, ni el rodeo para evitar el mausoleo del dirigente palestino Yasser Arafat en Ramala durante su visita oficial a Palestina en junio de 2008. Nada. Incluso reservó para Israel la primera visita de Estado de un dirigente extranjero a la Francia de la era Sarkozy, y obligó a los jóvenes escolares a adoptar la memoria de un niño judío deportado durante la II Guerra Mundial (1939-1945). No se ahorró nada.

A Israel se le ha concedido todo con profusión, unilateralmente, sin contrapartida, incluida la desmilitarización del futuro Estado palestino y el reconocimiento de Israel como el Estado del pueblo judío, hasta el punto de confirmar la reputación de Nicolas Sarkozy como «el dirigente francés más odiado por el mundo árabe desde Guy Mollet», el ex Primer Ministro socialista artífice de la agresión franco-anglo-israelí de Suez, en 1956, y de las brutalidades de Argel.

¿Tanto servilismo para llegar a este atascadero? A pesar de la postura reptil de la clase política francesa ante las arbitrariedades israelíes, a pesar de las vejaciones infligidas por los israelíes al personal diplomático francés en Israel (4), en realidad, nunca se ha escuchado a la Francia sarkozysta en Israel. Ni pasará nunca en un país preocupado, en primer lugar, por su relación estratégica con Estados Unidos. Tampoco se le escucha ya en el mundo árabe. En ese contexto, la camaradería de Qatar, un país sin pasado colonial en la zona, no debe crear ilusiones. Dicha camaradería está destinada a librar al principado de su enorme dependencia de Estados Unidos. Y lo mismo en el caso de Abu Dhabi.

Una alianza de segunda opción que no puede compensar la controversia de Francia con Argelia y Turquía, dos actores principales del mundo árabe musulmán, ni la ausencia de transacciones sustanciales con Arabia Saudí desde hace una decena de años, con la excepción del contrato EADS, por 2.500 millones de euros, relativo al sistema de seguridad electrónica de la frontera saudí, ni tampoco la indiferencia del mundo árabe hacia ella, y todavía menos la resuelta hostilidad de Irán, potencia no mediterránea pero activamente cortejada por Estados Unidos por su papel insoslayable en Oriente Próximo.

No corresponde al mundo árabe servir de terapia a la manía persecutoria de los judíos, ni a los palestinos pagar por delegación por los crímenes cometidos por los países occidentales contra sus compatriotas de confesión judía, especialmente Europa, y más concretamente Alemania y Francia, así como el Reino Unido (Promesa de Balfur). En el mismo sentido, Hamás no es responsable de las desgracias del pueblo palestino, como pretendía sostener una cantinela utilizada durante la destrucción de Gaza por Nicolas Sarkozy, su ministro de Asuntos Exteriores Bernard Kouchner y su Secretaria de Estado de los Derechos Humanos Rama Yade. Esas desgracias son anteriores en sesenta años al nacimiento de Hamás, que es el resultado del expolio del pueblo palestino, de su identidad nacional, de su soberanía y de su dignidad.

Hamás también es el resultado de la negación de su legitimidad, sin embargo consagrada por elecciones democráticas, de la continuación del bloqueo de Gaza, de los asesinatos extrajudiciales, de la multiplicación de los puestos militares de control (750) del ejército israelí, es decir, un tercio más en Cisjordania, la continuación de la colonización en Cisjordania y la judaización rastrera de Jerusalén. De la misma forma, la amenaza iraní es sesenta años posterior al expolio palestino, el resultado de sesenta años de abusos de Israel, único Estado del mundo que se creó por una decisión de la ONU y, sin embargo, único Estado del mundo que se ha saltado con toda impunidad la legalidad internacional.

Nicolas Sarkozy está cautivo de su demagogia y sus prejuicios, cautivo de sus presunciones ideológicas cuando desde Jericó, en junio de 2008, lanzó el eslogan que marca de manera manifiesta su incompetencia diplomática: «El poder por las urnas, no por los fusiles» fingiendo ignorar, o más probablemente ignorando, que Hamás arrasó en las elecciones más democráticas de Oriente Próximo. El hombre de la ruptura es un vil continuista de su predecesor a quien más denigra cuanto más fielmente imita, incluso en sus errores: todo el mundo recuerda la prescripción de Jacques Chirac que ordenaba «medidas coercitivas» al Hezbolá libanés durante la guerra destructora de Israel contra Líbano en julio de 2006, un Hezbolá victorioso que reenvió a Jacques Chirac a la condición de pensionista póstumo de Rafic Hariri, el ex primer ministro libanés asesinado, sin duda parcialmente, debido a la política francesa en Oriente Próximo.

Retrospectivamente, la deserción de dos personalidades de primer orden de Oriente Próximo, antes beneficiarias del asilo político de Francia, el Ayatolá Ruhollah Jomeini, jefe de la Revolución Islámica iraní (Irán 1979) y el general Michel Aoun, jefe del principal partido cristiano libanés (1990-2005), plantea el problema de la pertinencia de la política francesa en la zona.

El primer presidente francés de sangre mezclada parece sufrir por el prestigio internacional del primer presidente de sangre mezclada de Estados Unidos.

Un año después de su consagración diplomática, el flamante presidente, huérfano de su plataforma europea, privado de su puente de mando mediterráneo y lastrado por un ministro de Asuntos Exteriores, Bernard Kouchner, afectado por su mercantilismo kurdo gabonés, ya está eclipsado por el nuevo icono mediático mundial, Barack Obama. La escalada de protestas a la que se ha dedicado Nicolas Sarkozy en relación con el presidente estadounidense a propósito de Irán, a mediados de junio, correspondía más a su deseo de asegurar el mercado militar francés de las petromonarquías del Golfo a raíz de la construcción de una base naval en Abu Dhabi, que a su intransigencia sobre las violaciones de las libertades democráticas.

La supresión del Secretariado de los Derechos Humanos en la reestructuración ministerial de junio de 2009 confirma esa tendencia. El empeño de las protestas contra Irán habría sido más creíble si se hubiese acompañado del mismo activismo contra Israel. La conferencia de los embajadores franceses emplazados en Oriente Próximo, que se celebrará por primera vez en la historia el 9 de julio en Damasco, bajo la presidencia de Bernard Kouchner, el más hostil a Siria de los ministros franceses de Asuntos Exteriores, demuestra el desorden general de la diplomacia francesa en la zona. Este retroceso ha resonado como un amargo rechazo para el tándem Sarkozy-Kouchner, artífice del alineamiento incondicional de Francia con Israel.

En pleno naufragio diplomático Francia, por otra parte, solicitó la colaboración de Suecia para pilotar en conjunto la Unión para el Mediterráneo, acentuando la confusión institucional euromediterránea (5). Presidente semestral de la Unión Europea, Suecia es favorable a la entrada de Turquía en el conjunto europeo. Su acreditada diplomacia goza de un alto grado de fiabilidad en el Tercer Mundo.

Vengativo, de cultura indigesta, cadencia estroboscópica, comportamientos plagados de tics y conducta errática, parece que el «primer presidente de sangre mezclada» de Francia sufre por el prestigio internacional del «primer presidente de sangre mezclada» de los Estados Unidos de América. Incluso sobre ese particular, el francés no aguanta la comparación; frente al keniano, el húngaro parece insignificante. El discurso de El Cairo del pasado 4 de junio, fundador de la nueva diplomacia estadounidense hacia el mundo árabe musulmán, ha revelado, de rebote, el carácter patéticamente ridículo de los bandazos xenófobos antimusulmanes del «primer presidente de sangre mezclada» de Francia. En este momento de gran soledad diplomática, ojalá que los oráculos le libren de nuevos errores y que en su gesticulación demagógica solitaria Francia no vuelva a ser una parte del problema, en vez de la solución, por culpa de la distopía del discurso de su presidente.

Notas

(1) Una distopía es una historia ficticia, a menudo relacionada con la ciencia ficción, que se desarrolla en una sociedad imaginaria inventada por los escritores con el fin de exagerar y así mostrar las consecuencias probables. La distopía se opone a la utopía: en vez de presentar un mundo perfecto, la distopía presenta las peores posibilidades. Esta forma literaria se hizo célebre por Un mundo feliz (1932) de Aldoux Huxley, 1984 de George Orwell (1949) y también por Fahrenheit 451 de Ray Bradbury (1954).

(2) Philippe Val ha imputado la política antijudía del régimen de Vichy a la política árabe de Francia, entregándose así un solapado trabajo de revisionismo antiárabe. Su mejor perla, que ya se puede considerar antológica, es sin duda esta afirmación sentenciosa: «Los rehenes franceses (en Iraq) Christian Chesnot y George Malbrunot han sido secuestrados por terroristas islámicos, que adoran degollar a los occidentales, salvo a los franceses, ya que la política árabe de Francia tiene raíces profundas que se hunden hasta el régimen de Vichy, cuya política antijudía era ya, por defecto, una política árabe», aseguró con mucha suficiencia en Charli Hebdo el 5 de enero de 2005.

(3) Bajo la autoridad de Bernard Kouchner, tránsfuga socialista al atlantismo neoconservador estadounidense, Gérard Araud, ex embajador en Tel Aviv de 2003 a 2006, está considerado el artífice del giro pro israelí de la diplomacia francesa al alimón con su superior jerárquico Gérard Errara, ex embajador permanente de Francia en la OTAN en Bruselas (1995-1998) y ex embajador en Londres (2002-2007) bajo el Primer Ministro Tony Blair, «El caniche inglés de Bush». Su postulado se basa en la idea de que el mundo árabe no tiene influencia en las relaciones internacionales. Los secundan Philippe Errara, hijo de Gérard, tecnócrata como él y admirador del historiador Bernard Lewis, uno de los ideólogos del neoconservadurismo estadounidense, así como Michel Miraillet (ministerio de Defensa), Thérese Delpueche (Comisariado de la energía atómica), Bruno Tertrais (Fundación de la Investigación Estratégica) y Erik Chevalier, portavoz del ministerio de Asuntos Exteriores, propuesto por Francia como próximo embajador francés en Siria.

(4) Cuatro diplomáticos franceses han sido objeto de vejaciones por parte de las autoridades israelíes de ocupación en menos de un año: El 22 de junio de 2009, cerca de Jerusalén, a la directora del Centro Cultural Francés de Nablús (Cisjordania), los soldados israelíes la sacaron de su coche, la arrojaron al suelo y la apalearon. «Puedo matarte», le escupió en inglés uno de los soldados. El 23 le llegó el turno al director del centro cultural de Jerusalén Oeste, Oliver Debray, quien, a bordo de un vehículo provisto de placas consulares fue insultado por los policías. El 11 de junio de 2008, Catherine Hyver, consultora adjunta en Jerusalén, fue retenida por la seguridad israelí durante diecisiete horas, sin una gota de agua ni una miga de pan, en un punto de paso de la Franja de Gaza. Pero el incidente más grave fue la ocupación del domicilio del agente consular francés Majdi Chakkoura, en Gaza, durante el ataque israelí de enero. En su ausencia, los soldados israelíes arrasaron totalmente la casa, robaron una gran suma de dinero, las joyas de su esposa y su ordenador, y destruyeron la tesis en la que trabajaba. Y además ensuciaron con excrementos la bandera francesa. El ministerio de Asuntos Exteriores no ha elevado ninguna protesta tras ese incidente.

(5) El pilotaje conjunto de la Unión para el Mediterráneo fue anunciado por el Primer Ministro sueco Frederick Reinfeldt después de sus entrevistas, el viernes 3 de julio en Estocolmo, con Nicolas Sarkozy. «Hoy nos hemos puesto de acuerdo sobre una presidencia sueca-francesa, por parte de la UE, de la Unión para el Mediterráneo durante este otoño. Eso significa que Francia y Suecia van a dirigir conjuntamente las reuniones que se celebrarán», declaró Reinfeldt. Suecia, país de prestigiosa diplomacia, además, ostenta la presidencia semestral de la Unión Europea.

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