Israel y la impunidad del terrorismo de Estado

Doron Rosemblum
Sin Permiso
Traducción al españñol por Lucas Antón
18/06/10

No se puede imaginar la carrera política del primer ministro, Benjamin Netanyahu, sin la Operación Entebbe y la muerte envuelta en el mito de su hermano Yoni, una misión tan gloriosa y electrizante que su inspiradora carga bastó para convertir a su hermano en una estrella, lo mismo como “Mr. Terror” que como veterano de Sayeret Matkal, la fuerza de élite de operaciones especiales del Estado Mayor de la Fuerza de Defensa Israelí (FDI).

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Resulta imposible comprender o explicar las respuestas pasivo-agresivas de Israel a la “crisis de la flotilla” sin referirse al terreno del que surgieron sus dirigentes.

Tanto el primer ministro como el ministro de Defensa son acérrimas "criaturas de operaciones militares". Ambos se empaparon de una mentalidad de heroísmo instantáneo y espíritu de comando, el ethos que manifiesta una fuerza militar en el cenit de una crisis como deus ex machina, un salvador en el último minuto, y que de un solo tajo parte el nudo gordiano.

La imagen pública del ministro de Defensa, Ehud Barak, tomó forma a partir del rescate del avión de pasajeros de Sabena secuestrado en 1972, durante el cual se le vio de pie sobre un ala de la aeronave blandiendo su pistola. Y no se puede imaginar la carrera política del primer ministro, Benjamin Netanyahu, sin la Operación Entebbe y la muerte envuelta en el mito de su hermano Yoni, una misión tan gloriosa y electrizante que su inspiradora carga bastó para convertir a su hermano en una estrella, lo mismo como “Mr. Terror” que como veterano de Sayeret Matkal, la fuerza de élite de operaciones especiales del Estado Mayor de la Fuerza de Defensa Israelí (FDI).

Esas operaciones de rescate de la década de 1970 se consideraban la continuación de la mayor y más milagrosa de todas, la Guerra de los Seis Días. Aunque han pasado décadas desde que se inyectara ese “subidón” en nuestras venas, nuestros líderes nunca han dejado de intentar reconstruirlo con el fin de expiar su ineficacia como estadistas.

Y cuanto mayor el número de misiones fallidas consecutivamente, mayor el anhelo de nuevas misiones redentoras que "sanen" el trauma y mal viaje de su antecesora. El siguiente "premio gordo" parecía estar siempre a la vuelta de la esquina: si no era en Líbano, entonces en Gaza; y si no en Gaza, en ese caso en Irán.

Netanyahu y Barak llegaron al poder por segunda vez, pese al historial de fracasos de cada uno de ellos, a lomos de dos esperanzas contradictorias, o complementarias: la primera, que estarían a la altura de la situación y organizarían esa redentora "operación que acabara con todas las operaciones", la más inteligente de todas.

En segundo lugar, que entre todos serían ellos − y no dirigentes civiles como Ehud Olmert, Shimon Peres o Amir Peretz, [1] que se creían en la necesidad de reaccionar militarmente en exceso − los que podrían alcanzar la madurez necesaria para un acto de valor diplomático. Pero hasta ahora no han cumplido con esas esperanzas. Ambos han demostrado una total falta de valor e inspiración en la esfera diplomática y una carencia de creatividad en el uso de la fuerza. Así pues, ¿qué es lo que queda?

El fracaso de la operación contra la flotilla es menos inquietante que el “mono” [síndrome de abstinencia] que vino a continuación: ese revoloteo frenético entre el polo del victimismo reflexivo − Uy, uy, uy, se resistieron, llevaban cuchillos, espadas y demás armas, los activistas que resultaron muertos tenían "un corpachón enorme" − y el heroísmo por inercia (las alabanzas a la contención y sensibilidad que ocasionaron sólo nueve muertos y no 600; los intentos desesperados de aferrarse a los mitos del valor militar y la mordaza cada vez mayor a las críticas con el lema de “Silencio, estamos saludando” ).

Todo esto, junto a la intensa sensación de una oportunidad perdida, la ilusión de que una operación con "éxito" − difícil de definir y de imaginar en cualquier caso − habría aliviado, sólo fuera temporalmente, una cierta angustia existencial. Todas estas respuestas se recrudecieron esta semana, aunque de hecho son constantes. Son las respuestas de los adictos a los que se les ha negado repetidamente su dosis: la perfecta "operación" de la FDI, o la guerra decisiva, que ahogará cualquier interrogante, cualquier queja (y toda necesidad de sentido de gobierno).

Hay quienes apuntan a un cambio radical entre los palestinos e incluso en la dirección de Hamas, y afirman que han terminado por descubrir las ventajas de la propaganda y el sentido de gobierno por encima de la violencia y el terrorismo.

En vez de alentar y adoptar de todo corazón este enfoque, Israel, que no ha cambiado sus patrones de pensamiento desde hace décadas, se ve "sorprendido" y hasta consternado (no hace mucho un responsable de inteligencia llegó a denominar la ausencia de terrorismo palestino un “problema de propaganda").

A falta de sentido de gobierno, todo lo que puede ofrecer Israel es otra operación chapucera de la que sale como si pareciera una reliquia de las década de 1970 y 1980 con un cuchillo de comando entre los dientes. Aun peor: se parece a Avigdor Lieberman, Eli Yishai, Moshe Ya‟alon y todos los demás. [2] Israel se ha quejado siempre, con tono condescendiente, de que los vecinos con los que se ve obligado a tratar son árabes y no "noruegos y suecos". Ahora que tiene que habérselas con los europeos y el mundo entero, se le presenta a Israel la ocasión de ver cómo se le contempla...y ponerse ferozmente colorado. Si es que todavía puede.

Notas T. [1] Se recordará que Olmert fue el anterior primer ministro, Peres el actual presidente de Israel, y Peretz, sindicalista y dirigente laborista, fue el ministro de Defensa que emprendió la última guerra del Líbano, en 2006. [2] Liberman es ministro de Exteriores, Yishai, de Interior, y Ya´alon, de Asuntos Estratégicos del gobierno israelí. Los tres figuran entre los miembros más ultramontanos y xenófobos de un gabinete ya caracterizado por su extremismo.

(*) Doron Rosemblum escribe en Haaretz, el más crítico de los diarios israelíes de gran tirada, y es miembro de su Consejo Editorial.

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