Sobre la naturaleza de la psicopatía: Un experimento del pensamiento.

Harrison Koehli
SOTT.net
Traducido por el equipo de SDLT
15/11/08

Últimamente he estado pensando sobre el debate "continuo vs categórico" en relación a la psicopatía. Acabo de empezar a leer un libro llamado Thinking about Psychopaths and Psychopathy (Pensando en los psicópatas y la psicopatía) editado por el profesor de Harvard Ellsworth Lapham Fersch. Es una compilación de preguntas y respuestas de seminarios que él ha impartido sobre psicopatía, con contribuciones de varios académicos. Basado en la introducción de Fresch, parece prometedor y revelador.

Sin embargo, me pregunto si Fersch realmente lo “comprende”. Mientras habla de la importancia de la psicopatía de una manera muy elocuente, e identifica los problemas inherentes en la conflación de la psicopatía con el trastorno antisocial de la personalidad, en el primer capítulo existe una pregunta y su respuesta que es intrigante. (Es posible que uno de sus colegas haya contestado esta pregunta, ya que autor no está incluido en todas las secciones)

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En esta pregunta en el debate entre la psicopatía como categórica (es decir si la tienes o no, como el síndrome de Turner) o continuo (el extremo de los rasgos compartidos por todos, como en alguien con una inteligencia muy elevada), él, de manera firme toma el lado “continuo”. Sin embargo, me quedó la impresión de que lo hace sin entender el quid de la cuestión, o las implicaciones de tal posición.

Él concluye que la psicopatía es continua ya que la PCL-R (Escala de calificación de la psicopatía) da resultados en un espectro, una calificación de “0” siendo el mínimo psicopático y “40” siendo el máximo psicopático. Ya que las personas no-psicopáticas pueden tener una puntuación baja en la lista de control y técnicamente de este modo posee algunos rasgos “psicopáticos”. Fersch concluye que los psicópatas solo poseen grados extremos de rasgos humanos más o menos “normales”. En otras palabras, las personas en general solo son “más o menos” psicopáticas. A pesar de que este argumento es técnicamente correcto, es algo frágil y es susceptible a distorsiones.

Antes que nada, el hecho de que la PCL-R mida un espectro de rasgos, NO necesariamente implica que esté midiendo un desorden que es en si un “espectro”. El hecho de que no haya un “punto límite” en la escala NO implica que la psicopatía no sea categórica. También podría significar que todavía no tenemos los medios para identificar un “punto límite” exacto, o que pueda haber dos taxones distintos (normal y psicopático) que puedan coincidir en la escala.

También es posible – e incluso probable, basándose en la evidencia – que la psicopatía sea categórica Y continua. Esto es, una persona es psicópata o no, y que psicópatas que muestran un espectro de indicadores de psicopatía. En teoría, todos los psicópatas poseen cada uno de los rasgos evaluados por la PCL-R. Sin embargo, una calificación media o baja en la escala puede significar solamente que algunos rasgos no son detectables en los antecedentes personales y entrevista del sujeto. La escala evalúa para encontrar rasgos (la categoría) y su precisión depende de la veracidad de los datos analizados (la continuidad). Algunos psicópatas son más “notorios” que otros.

Un experimento del pensamiento clarificará esto. Imagina que algunos científicos crean un humano robótico con inteligencia artificial, que entonces será evaluado usando una variación de la prueba de Turing, que llamaremos la prueba “humana”. Se le hacen preguntas al robot que evalúan una lista de control de rasgos humanos. Un humano normal, que conteste la evaluación, recibirá una calificación de 30 a 40, tal como los psicópatas obtienen una calificación de 30 a 40 en la PCL-R, mientras que las formas primitivas de IA recibirían una calificación baja. Personas severamente enfermas mentalmente calificarían de manera similar en el rango bajo a medio.

Digamos que nuestro nuevo robot califica con 26. Sería falaz decir que debido a que la prueba es continua implica que el robot es “más o menos” humano. Todo lo que muestra es que comparte rasgos con un humano, y en el caso del robot, estos rasgos pueden ser simples programas – son algoritmos, no experiencias reales con contenido sintáctico. Ellos solamente dan la apariencia de humanidad.

En realidad, uno es humano o no. Un humano tendería a calificar en los rangos de bajo a medio. Además de esta diferencia categórica (humano o no), está el espectro de que tan “cerca” a lo humano puede calificar un no-humano. Algunos robots calificaran con “0” en la escala, mientras que aquellos con una programación compleja pueden calificar mediamente alto. Sin embargo, esto solo muestra los límites del método de evaluación. Las conclusiones sobre la naturaleza del fenómeno no pueden ser discernidas a partir de las medidas de una prueba limitada.

¿Entonces como explicamos los rasgos aparentemente psicopáticos en no-psicópatas? Pienso que esto puede ser explicado muy fácilmente. Lobaczewski lo describe de manera acertada como un déficit, no un exceso. Esto es, la psicopatía es una ausencia de ciertas cualidades “humanas”, y esta ausencia da origen a las peculiaridades de la psicopatía. Esta ausencia son emociones sintónicas (sociales): aquellos programas y reacciones instintivas responsables de los lazos y la empatía. Debido a esta ausencia, los psicópatas ven a las personas como objetos y se desarrolla un estilo de vida parasitario/manipulador que hace uso de esos objetos.

Al carecer de emociones “centradas en los demás”, los psicópatas son totalmente egocéntricos, y debido es esto son incapaces de sentir culpa. Esto explica su “exceso” el cual es visto en su grandiosidad e inhabilidad para tomar responsabilidades. Ahora, los humanos normales también poseen las cualidades egocéntricas tan aparentes en un psicópata, pero son templadas por emociones centradas en los demás, en distintos niveles. Cuando se compara con un psicópata, sin embargo, el psicópata nos impresionará con su excesivo egocentrismo.

Por ejemplo, cuando se confronta a un psicópata con el hecho de que ha cometido un crimen, aparentemente tomaría cualquier medida para evadir la responsabilidad. Negaría que él lo hizo, quizá, incluso al punto de creerse su propia mentira. Si esto no convence a otros, puede decir que tenía una razón muy buena para hacerlo, diciendo que la víctima se lo merecía.

De manera similar, un delincuente no-psicópata puede mostrar técnicas evasivas similares cuando se le confronta con su comportamiento antisocial. Se justificaría y evadiría la responsabilidad. Sin embargo, la rigidez del desajuste juvenil no es lo mismo que un desajuste psicopático. Un joven puede
eventualmente desarrollar una jerarquía de valores después de poder ver que lo que ha hecho ha provocado dolor ajeno. Puede desarrollar empatía, responsabilidad, habilidad para verse a si mismo desde una perspectiva fuera de él mismo (externa), y ponerse en los “zapatos de otros”. Un psicópata, por el otro lado, carece completamente de estos potenciales.

El déficit es lo que categóricamente hace psicópata a un psicópata – la causa que da origen a sus rasgos psicopáticos, que los humanos normales pueden compartir y comparten, a diferentes niveles. Dabrowski, un contemporáneo de Lobaczewski, y su concepto de multinivelidad de las funciones emocionales, provee el contexto necesario aquí. La humanidad normal SI existe dentro de un espectro. Muchos existen con un bajo nivel emocional, esto es, son egocéntricos en un nivel alto, egoístas, y viven sus vidas principalmente al servicio de instintos automáticos e inconscientes tal como la supervivencia (evasión del daño). Dabrowski llamó a esta integración primaria, el primer nivel de su sistema multi-nivelado de desarrollo emocional.

De este modo, personas “normales” pueden ser extremadamente egocéntricas e incluso poseer muchos rasgos psicopáticos. Así pues, ellos también pueden tener un desarrollo pobre de las emociones “centradas en los demás”, la diferencia es que mientras los psicópatas carecen de la habilidad para experimentar estas emociones, las personas normales de un nivel bajo tienen el potencial para desarrollarlas. También es posible que, como resultado de un trauma físico y/o emocional, los humanos normales de un nivel bajo de desarrollo puedan adquirir lo que es llamado caracteropatía, o desorden de personalidad, que deja su personalidad inflexible, alterando sus emociones y comportamiento – integrados en un nivel bajo. Justo como una planta no puede crecer sin una semilla, no crecerá si una porción esencial de esta está dañada más allá de lo reparable. Utilizando esta analogía, las “malas semillas” son así debido a su naturaleza, o a la influencia del entorno.

Otro grupo de la humanidad puede “aprender” el comportamiento psicopático, como resultado de la “fascinación” hipnótica usada por los psicópatas, o su propia admiración por la atracción, encanto, seguridad, decisión, e incluso su crueldad. Las personas con una jerarquía de valores subdesarrollada pueden encontrar tales rasgos admirables y pueden esforzarse para personificarlos. De nuevo, esto no los hace psicópatas.

Es posible que estas personas incluso puedan alcanzar la misma calificación en la PCL-R como un psicópata real, pero aquellos que toman la postura de Fersch parecen no notar esta posibilidad: que la PCL-R es muy efectiva, pero no es una prueba perfecta para la presencia de la psicopatía. De nuevo, el hecho de que la escala es continua NO implica que el desorden sea continuo.

Dicho esto, parece que otros factores pueden ser responsables de la continuidad dentro de la psicopatía. Por ejemplo, el estatus socioeconómico puede jugar un rol en determinar la forma que el psicópata toma en la adultez, quizá explicando la división entre psicopatía criminal violenta y la llamada “psicopatía corporativa”. También, el tamaño del hipocampo parece tener alguna influencia en esta diferencia entre los tipos de criminales obvios y los tipos sub-clínicos que no se reconocen.

Los psicópatas exitosos quizá son mejores en disfrazar sus rasgos, de este modo una entrevista y sus antecedentes personales no necesariamente revelarían estos rasgos. En tales casos, solo un punto de observación omnisciente aseguraría un diagnostico preciso. Así pues, una calificación media en la PCL-R no necesariamente significa que una persona no es psicopática. Simplemente puede ser el resultado de datos insuficientes o imprecisos. “Basura entra, basura sale”, como dicen en la ciencia de la computación.

Entonces es importante hacer una distinción entre la naturaleza continua de la PCL-R como un instrumento de medición, y la naturaleza de la psicopatía como un desorden categórico, o taxón. Ignorar esta distinción es peligroso. Como Lobaczewski relató de su experiencia en Polonia, las autoridades patocráticas ensucian el agua de la investigación de la psicopatía para evadir la detección. Como él dice, “el problema de prevenir tal amenaza psiquiátrica [esto es, una comprensión científica de la psicopatía bien fundamentada] se vuelve un asunto de “ser o no ser” para la patocracia. Cualquier posibilidad de dicha situación emergente debe, de este modo, ser apartado profilácticamente y con destreza, dentro y fuera del imperio. Al mismo tiempo, el imperio puede encontrar medidas preventivas efectivas gracias a su consciencia de ser diferente, así como también ese conocimiento psicológico específicamente de los psicópatas… parcialmente reforzado por el conocimiento académico. … (Un) sistema de control, de terror, y distracción consciente y determinado es puesto en marcha de este modo.” (Ponerología política, pág. 182-183)

La manera con la cual se logra esta protección es en parte por la creación de una frase “englobadora” para la desviación criminal. “La esencia de la psicopatía puede, claro, no ser investigada o dilucidada. Se cubre con oscuridad este asunto por medio de una definición intencionalmente desviada de psicopatía que incluye varios tipos de desordenes de personalidad, junto con aquellos provocados por causas completamente diferentes y conocidas… Uno podría admirar como (estas) definiciones de psicopatía bloquean de manera efectiva la habilidad para comprender los fenómenos (dentro del sistema patocrático).” (Ibídem, p. 186)

Hemos visto este fenómeno en la psiquiatría Americana en donde el DSM-IV (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) oficial solo reconoce el “trastorno antisocial de la personalidad”, una etiqueta “englobadora” que se puede aplicar a un amplio rango de desórdenes. La psicopatía no está incluida en el DSM-IV, y de este modo no está oficialmente reconocida por el Manual como un desorden de personalidad válido.

Tal oscurecimiento provee un “escondite” a los psicópatas que no encajan en el diagnóstico criminal del “trastorno antisocial de la personalidad”. Esto podría ser suficiente en las patocracias, como la del imperio Soviético. Sin embargo, el concepto de psicopatía, gracias a investigadores como Cleckley y Hare, parece muy bien establecida en la literatura científica para ser embargada tan fácilmente. Así pues, se necesitaba una nueva táctica. Viendo a la psicopatía simplemente como una forma “extrema” de normalidad, nos arrebata cualquier entendimiento real del desorden. “Iguala las condiciones para todos” por así decirlo, creando un nuevo entorno en donde no hay distinción real entre la psicopatía y la normalidad.

Todas las características de un psicópata son cualitativamente diferentes a las de un humano normal: su forma de pensar, su visión del mundo, su comportamiento. Es esta “otredad” la responsable de sus sueños de Imperio y dominación mundial. Ellos ven este mundo, cruel y opresivo – un mundo de costumbres y reglas arbitrarias y restrictivas. La única solución para este problema, desde su punto de vista, es un mundo en el cual ELLOS gobiernen. En el cual sean libres de actuar como les parezca adecuado, y obliguen a todos los demás a aceptar dicha pesadilla Orwelliana. Al poner entre paréntesis la verdadera naturaleza de la psicopatía en nuestra consciencia, rendimos cualquier esperanza para identificar la causa fundamental de esta enfermedad social, que amenaza con estrangular la vida de la humanidad en un futuro muy cercano.

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