Punto de mira: la Tierra

Javier Yanes
Público
05/10/08

Algo, tal vez el sentido común, induce a creer que deben existir numerosos equipos de científicos dispersos por el mundo, manejando equipos sofisticados con el fin de detectar y prevenir la posible colisión de algún asteroide con la Tierra. Pero la realidad es diferente; según declaraba a National Geographic el astrónomo del Centro Ames de la NASA, David Morrison, “el número de expertos trabajando en esto apenas cubriría un par de turnos en un McDonald’s”.

Recreación de una colisión ficticia con un objeto de 500 kilómetros, unas 50 veces mayor que el que pudo aniquilar a los dinosaurios. DON DAVIS/NASA


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Este posible agujero en la seguridad del planeta no tiene visos de disminuir a corto plazo. De hecho, una de las instalaciones que ejercen esta vigilancia, el gigantesco radiotelescopio de Arecibo, en Puerto Rico, sufre amenaza de cierre por falta de fondos. Y todo ello sobre un mar de fondo de controversia acerca del riesgo real de que el asteroide Apophis, un vecino incómodo y caprichoso, decida por fin hacer carambola con la Tierra en 2036.

¿Existe un verdadero riesgo? El director de la agencia rusa del espacio Roskosmos, Anatoly Perminov, no lo duda: “el problema existe realmente”, declaraba el mes pasado en entrevista al diario Krasnaya Zvezda. Cada día los telescopios detectan uno o dos de los llamados objetos cercanos a la Tierra (NEO, por sus siglas en inglés), aunque la mayor parte de ellos son demasiado pequeños como para representar una amenaza. Actualmente la NASA sigue la pista a 209 de esos objetos.

Pero los científicos estiman que un objeto de gran magnitud colisiona con la Tierra cada 200 a 1.000 años y que en los próximos 15 años podría detectarse una amenaza potencial. La última ocasión fue en 1908, cuando un meteorito explotó sobre la región siberiana de Tunguska con la potencia de 1.000 bombas de Hiroshima, arrasando 2.150 kilómetros cuadrados y derribando 80 millones de árboles; una broma frente a un posible impacto de Apophis, que sería entre 30 y 100 veces mayor.

Colaboración internacional

En sus declaraciones, Perminov urgía a una “amplia colaboración internacional en el marco de Naciones Unidas”. La sugerencia no era una flecha al aire, sino un testimonio de adhesión a una iniciativa ya en marcha, la de la Asociación de Exploradores del Espacio (ASE, por sus siglas en inglés). Se trata de una organización formada por más de 300 personas de 34 países, que cumplen el único requisito exigido para afiliarse: haber completado al menos una órbita alrededor de la Tierra en una nave espacial.

Entre otras actividades, la ASE cuenta desde 2005 con un comité dedicado a los NEO. Con el fin de analizar el problema, este comité designó un panel multidisciplinar internacional para la mitigación de amenazas de asteroides. El grupo de trabajo se ha reunido en cuatro ocasiones en los dos últimos años. El resultado es un informe, Amenazas de asteroides: un llamamiento a la respuesta global, que se presentó hace unos días en San Francisco (EEUU), y que se entregó al representante del Comité para Usos Pacíficos del Espacio Extra Atmosférico de Naciones Unidas, con el fin de que el contenido sea debatido en las reuniones que este organismo mantendrá el próximo año en Viena (Austria).

El documento aborda la cuestión desde distintos ángulos. Según la miembro del panel Karlene Roberts, experta en comportamiento organizativo de la Universidad de California (EEUU), “este no es un problema astronómico. Es un problema financiero, contable, internacional, organizativo, político y que debe resolverse por la unión de entidades públicas y privadas”.

En la presentación del informe, el director del comité NEO de la ASE, el astronauta del Apolo 9 Rusty Schweickart, alertó de que “en cierto sentido, estamos conduciendo por el universo sin seguro”. Mencionando el impacto de un asteroide en Yucatán que provocó la extinción del 70% de la vida en la Tierra hace 65 millones de años, Schweickart añadió que “hasta que no tengamos una respuesta preparada, somos tan vulnerables como los dinosaurios”.

Tres niveles de trabajo

El informe de la ASE se centra en tres aspectos: la puesta en marcha de una red de información, análisis y alerta; un grupo de operaciones y planificación de misiones para proponer y designar la manera más adecuada de desviar el NEO; y por último, la creación de un panel intergubernamental en la ONU –al estilo del que ya existe contra el cambio climático– para que supervise las funciones anteriores, establezca las directrices y someta las recomendaciones de acción al que debería ser el órgano de decisión: el Consejo de Seguridad.

Según explica la ASE, los dos primeros elementos, que se refieren a la capacidad para prevenir un desastre, existen en cierto grado. Entre otras iniciativas, el proyecto Don Quijote, de la Agencia Europea del Espacio, planea un sistema compuesto por dos sondas, Hidalgo y Sancho, que se repartirían las tareas de desviar el asteroide y vigilar su trayectoria. Pero falta el tercer aspecto; la comunidad internacional carece de la organización necesaria para articular esa capacidad.

El precio de llevar el programa a la práctica, calcula la ASE, sería de 500 millones de dólares. Una cifra razonable si se trata de preservar la única vida en el universo de cuya existencia podemos dar fe.

Comentarios SDLT: Para saber más acerca de los peligros de impacto cometarios que enfrenta la Tierra no se pierda los artículos de nuestra serie "Cometas y Catástrofes" ubicada en la barra lateral derecha. Último artículo de la serie: Tunguska, psicopatía y la sexta extinción

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