¡Terrorismo palestino!

Saad Chedid
Rebelión
03/05/08

En la Feria del Libro, en el stand del Libro Árabe, el autor del libro “El Muro”, Gustavo Rojana, para promocionarlo, tuvo la ingeniosa idea de hacer una ínfima muestra imitando el muro que el Estado de Israel ha levantado en Palestina ocupada, para separar a los habitantes palestinos de los israelíes.

El Centro Shimón Wiesenthal, como parte de su tarea, para eso le pagan a los empleados con los fondos que recaudan, de lo que Norman Finkelstein ha denominado correctamente “la industria del holocausto”, inmediatamente salió a acusar a quienes armaron esa infinitésima parte del Muro construido en Palestina, de defensores del terrorismo.


Señores Shimón Sammuels y Sergio Widder:

¡¡¡He aquí a los terroristas palestinos!!!

Deben enviar estas fotos a los 400.000 miembros en todo el mundo para que no sean sorprendidos por ellos.1


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Ese mismo día el Estado terrorista de Israel, por intermedio de su ejército asesinaba a toda una familia palestina, y sorprendió ver que la prensa argentina lo destacara, en primera plana.

Porque este hecho no es el primero ni será el último, ya que esta es la política que aplica el Estado de Israel desde su creación y practican sus dirigentes y enseñan muchos de sus profesores universitarios.

El viceministro de Defensa, Matan Vilnai, en declaraciones a la prensa, del viernes 29 de febrero de este año, en las que utiliza el mismo lenguaje que acuñaron para su propia tragedia, shoah significa en hebreo, holocausto, dijo:
“La shoah a la que se expondrá al pueblo de Gaza será más importante, porque emplearemos en ello toda nuestra fuerza.”

En declaraciones al diario The Jerusalem Post, 10 May, 2004, el profesor Arnon Soffer, de la Universidad de Haifa, dijo:
“Entonces, si nosotros queremos permanecer vivos, nosotros debemos matar y matar y matar. Todo el día, todos los días… Si nosotros no matamos, nosotros cesaremos de existir… La separación unilateral no nos garantiza la “paz”: ello garantiza un Estado judío-sionista con una abrumadora mayoría de judíos.”2

No es una pequeña muestra del Muro del Apartheid sino estos hechos, los de su ejército, y estas declaraciones públicas de su propios gobernantes, de sus propios profesores universitarios, las que deslegitiman al Estado de Israel.

Son la aprobación por la Corte Suprema del Estado de Israel de la tortura, de los asesinatos masivos de niños palestinos, la encarcelación de miles de palestinos sin juicio previo, la destrucción de hogares, viviendas y huertos, jardines y plantaciones de los palestinos, las que le quitan legitimidad y legalidad a los Estados terroristas.

No es la pequeña muestra del Muro en la Feria del Libro en la Argentina, sino el Muro mismo construido por las autoridades israelíes, es la realidad en el Estado de Israel mismo y no la copia pequeña, ínfima, del verdadero Muro, el que le quita legitimidad y legalidad al Estado terrorista de Israel.

Y, además, porque no será con un texto confuso y lleno de lamentaciones hipócritas, en el que los representantes del Centro Shimón Wiesenthal, mezclan hechos y acontecimientos pasados en distintos países invadidos por el ejército del Estado de Israel, y acusar sin prueba alguna, que podrán confundir al pueblo argentino inculpando al autor de la construcción de una infinitésima muestra del muro y pretender que con ello “deslegitima al Estado de Israel”, cuando ese Estado terrorista se deslegitima solo, porque quienes construyeron el Muro en Palestina ocupada fueron las autoridades israelíes.

Y el autor del libro no hace sino difundirlo, porque no es él el que construyó el Muro. El sólo hizo una pequeña muestra.

Toda esta parafernalia de lamentaciones y críticas pretenden esconder el hecho del Muro, porque, como lo hacen siempre, los dirigentes judíos no quieren que el pueblo argentino se entere de lo que hace el gobierno del Estado de Israel, ni de los asesinatos, torturas, destrucción de casas, y todo tipo de violaciones a los derechos humanos, contra el pueblo palestino. Y evitan que todo eso se publique.

Esa es en verdad la única razón de estas críticas del Centro Shimón Wiesenthal. No otras. Por eso esta reacción paranoica sobre el Muro.

Y para corroborar esta metodología del engaño y del camouflage, volvieron al día siguiente todos los diarios de Buenos Aires, a publicar solicitadas de cuanta institución judía hay, en las que de nuevo, con el “holocausto nazi” querían tapar, negar el terrorismo de Estado del Estado de Israel. E ingenuamente acusar a otros de las felonías de los dirigentes del Estado de Israel.

Es una metodología archiconocida y su uso permanente, lo vienen haciendo desde la creación del Estado de Israel, y sin darse cuenta que esa monótona repetición hace estéril su pseudo argumentación y, más aún su acusación.

Porque no toda mentira repetida incansablemente queda. A veces tiene el efecto de un bumerang, porque tiene patas cortas. Como en este caso.

Sería importante que los dirigentes judíos de nuestro país aprendieran de uno de los más lúcidos intelectuales judíos, quien en su libro La industria del holocausto, nos dice:
“El reto que se nos plantea hoy en día es volver a convertir el holocausto nazi en un objeto racional de investigación. Sólo entonces podremos aprender de él.

La anormalidad del holocausto nazi no deriva del hecho en sí mismo, sino de la industria que se ha montado a su alrededor para explotarlo.

El gesto más noble que puede hacerse por aquellos que perecieron es conservar su recuerdo, aprender de su sufrimiento y permitirles, de una vez por todas, descansar en paz.”3

¿Podrán los dirigentes judíos de nuestro país, los de la DAIA, de la AMIA y de la OSA, asumir la realidad incuestionable de que los verdaderos terroristas están instalados en el gobierno del Estado de Israel, como lo denuncian diariamente las resoluciones de la Comisión de los Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas y, además, muchísimos dignísimos pensadores y profesores universitarios de confesión judía en todo el mundo?

¿Saben, conocen, esos dirigentes que el Estado terrorista de Israel, desde su creación hasta hoy, no ha acatado ninguna de las resoluciones de Naciones Unidas, en las que se lo acusa de violación de los derechos humanos en los Territorios Palestinos Ocupados y en el propio Estado, y que no se han podido aplicar esas Resoluciones porque el gobierno de EE. UU. de América opone el veto en el Consejo de Seguridad?

¿Serán capaces los dirigentes judíos de nuestro país, honrando a la propia comunidad de confesión judía, de decirles a los del Centro Shimón Wiesenthal, que se vuelvan a Europa, donde se produjeron los nefastos acontecimientos, y así mantener sus cargos y cobrar sus honorarios de lo que recaudan con la industria del holocausto, dejarnos en paz a nosotros los argentinos, y seguir el sabio consejo de Norman Finkelstein?

Porque así, además, dejarán de ser cómplices de esos crímenes de guerra y de lesa humanidad.

1 Un ataque israelí contra la Franja de Gaza causó hoy la muerte de siete palestinos –cuatro de ellos niños - y una veintena de heridos. La incursión fue contra la comunidad de Beit Hanun, una de las más atacadas por el ejército de Israel. Los cuatro niños, todos hermanos, tenían edades de entre uno y siete años, y junto con ellos perdió la vida su madre cuando un proyectil impactó su vivienda.

2 Ilan Pappe. The Ethnic Cleansing of Palestine. Oneworld Publication Limited. England. 2006. p. 248.

3 Norman G. Finkelstein. La industria del holocausto. Reflexiones sobre la explotación del sufrimiento judío. Siglo Veintiuno. Buenos Aires. 2002. p. 163.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

PUENTES SÍ, MUROS NO

Gustavo Rojana

Mis abuelos, como muchos inmigrantes, toparon con muchos “muros” en la
búsqueda de “su lugar en el mundo”. “Muros” diversos, que a veces les
parecieron imposibles de salvar: idioma, costumbres, vestimenta, religión…
Sin embargo, no me caben dudas de que la decisión de anclarse a esta
tierra nuestra tuvo como motivo principal que en ella, por cada muro que
un intolerante levantaba, infinidad de puentes les fueron tendidos. Los
generosos de espíritu siempre, afortunadamente, fueron y son mayoría en
este país.

#

La síntesis entre lo que mis padres y abuelos me brindaron y lo que mi
país me dio es esto que hoy soy, que me define como un “otro”, diferente,
sí, pero con ganado derecho a “ser” y a “hacer” en esta tierra: un
ciudadano argentino, bautizado en la fe católica, de origen palestino, que
construye su día a día en su patria, y que, a la vez, intenta desagregar
los aspectos humanos de un conflicto que pareciera circunscribirse al mero
enunciado de cifras que banalizan -cuando no niegan, cuando no ocultan-
que detrás de ese conflicto –y de un muro levantado por la intolerancia-
hay inocentes, indefensos sociales, silenciados, los “nadies” de Galeano,
que la humanidad pierde obscenamente, minuto a minuto, por obra de las
mezquindades de sus dirigentes.

La sola dignidad que me debo, por origen y por principios, y que debo a
mis hijos, me llevan a dedicar parte de mi trabajo como escritor a ese
conflicto, haciendo uso de la única herramienta que creo válida para
construir un mundo que integre al hombre con el hombre: LA PALABRA, en pos
de un futuro en el que la aniquilación sea sólo el mal recuerdo de épocas
en las que el hombre, como decía Miguel Hernández, acechaba al hombre.

De los muros hay que hablar, es el único modo de empezar a ver, de una vez
por todas, que ahí están, erigiéndose como signos claros de que no todos
optan por construir puentes que acerquen el hombre al hombre. Y que
entonces nuestra tarea, la de quienes optamos por la paz, es urgente.

Y con la palabra como único puente posible, yo también hablo y escribo
sobre un muro: el que fuera erigido por Israel en territorio palestino.

Hay quienes se sienten molestos de que lo haga desde un lenguaje como el
literario, incómodos de que sea la metáfora la que hable de este muro (que
no es, precisamente, “metafórico”), y, especialmente, molesta la
referencia a los costos en términos humanos, en términos de posibilidades
de construir la paz, que dicho muro conlleva.

Pero como este país no es un territorio en el que las armas sofisticadas
puedan ser usadas para ocultar lo que TODOS ven, o para acallar las voces;
como en este país nuestro, el uso de la violencia efectiva sigue, gracias
a Dios, siendo un delito, apelan a la violencia simbólica. Y entonces
ejercen presión: para que desde nuestro stand en la Feria del Libro se
dejen de representar escenas de mi novela, o para que el Museo Roca, donde
debía dar una charla el día 2 de junio, me avise que se suspende con la
pueril excusa de las “razones de fuerza mayor” (sic).

En resumen, ejercen presión para que no se hable de lo que ellos mismos
construyeron. En resumen, en un territorio de paz como el nuestro, también
hay quienes se empeñan en levantar o en hacer que otros levanten “muros”
para que sólo sean las suyas las voces que se escuchen. Creo, si no me
equivoco, que eso se llama DISCRIMINACIÓN.

Duele tener que hablar de muros en plena democracia. Duele tener que
hacerlo cuando se recuerda que el mundo festejó con algarabía la caída de
uno. Duele, porque llevado por ese “mal hábito” de cultivar la memoria que
tenemos los escritores, no puedo dejar de leer el presente a la luz –o
debería decir “a la sombra”- de lo que arroja el pasado. Duele, cuando
todavía nos avergüenzan, como especie, los muros levantados por el nazismo
alrededor de los guetos y campos de concentración.

Y entonces la memoria me dicta que en nuestro país fue la dictadura la que
levantó muros para aniquilar, ocultos tras ellos, a toda una generación
destinada a dirigir los destinos de este país; muros levantaba un
“interventor” de la dictadura, alrededor de las villas miseria, para
esconder la miseria vergonzante a la que eran condenados nuestros hermanos
más indefensos, en una provincia norteña… Y hasta también logró
“tapiarles” el entendimiento a unos cuantos que lo hicieron gobernador,
“democráticamente” elegido… Muros de silencio levantaron muchos que
miraron para el costado cuando se llevaban a vecinos, amigos, familiares;
muros de ignorancia levantó la censura, la quema de libros, el exilio de
escritores y pensadores argentinos; muros se erigieron alrededor de las
escuelas, para que el “conocimiento” se mantuviera aséptico de las
realidades vergonzosas que desbordaban a nuestra sociedad; muros de
papelitos y cánticos triunfalistas fueron, también, esquizofrénica,
increíblemente inexpugnables a los clamores de los torturados y a los
llantos de los nacidos en cautiverio clandestino, cuando el Mundial 78. Un
muro de falsa bonanza, de frívolo vedetismo, de mentida inclusión en el
“primer mundo” fue suficiente para desviarnos la mirada y consumar el
despojo y la destrucción económica y moral de nuestro país…

Recuerdo, y entonces me resisto a creer esto que estoy viviendo, esta
discriminación con la que se me quiere acallar; esto, que no es otra cosa
que la reproducción de las estrategias de un pasado cercano que nos
avergüenza. Muros: obstáculos a la visión, barreras al entendimiento,
límites que intentan legitimar el excluyente “nosotros” y los “otros”,
murallas que cierran el “paso”, que impiden el encuentro necesario, el
contacto enriquecedor; cercos de hormigón y concreto para que no se vea de
qué modo el ser humano se encarniza contra otro. Muros: en ellos se
estrellan los sueños y se fracturan las voluntades; en ellos la palabra
conciliadora rebota, no surca el aire ni se proyecta como posibilidad de
unión. Muros: contra ellos se congelan todos los posibles abrazos.

_______

Gustavo Rojana
es autor de “El Muro”, 2da. Edición, Editorial Argenta. Ex presidente de
la Colectividad Palestina en la Argentina. Periodista e investigador de la
problemática palestina. Productor artístico de varias obras teatrales y
musicales como “Hair”, “Casting” y “Jaime querido”. Nacido en Zárate,
Provincia de Buenos Aires, el 12 de julio de 1960.