Alimentación-Iraq: La maldición de la tierra

Ali al-Fadhily y Dahr Jamail
IPS
13/05/08

El gran aumento de los precios de los alimentos en Iraq desató en esta ciudad, 70 kilómetros al oeste de Bagdad, una nueva ola de repudio contra la ocupación que encabeza Estados Unidos.

"Este país está condenado por los estadounidenses desde el momento mismo en que pisaron suelo iraquí", dijo a IPS el agricultor Burhan Jassim, del distrito de Sichir, a las afueras de Faluya.

"Ésta es la zona de Iraq siempre bendecida por Alá con la mejor producción en calidad y cantidad, pero la convirtieron en un páramo", se lamentó Jassim.

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Faluya afronta esta nueva crisis después de que gran parte de la ciudad quedara destruida por operaciones militares de Estados Unidos perpetradas en 2004.

Los alrededores de Faluya constituyen una de las zonas agrícolas más productivas de Iraq.

Los agricultores plantan tomates y pepinos al norte de esta ciudad y otros cultivan papas al sur, cerca de Amiriya. Ambas zonas tienen grandes cultivos de palma aceitera y pequeñas plantaciones frutales. Ahora la producción se redujo a una ínfima proporción de lo que era.

Los agricultores deben adaptarse a las situaciones cambiantes.

"Cambiamos nuestros motores eléctricos por el diesel para evitar los cortes de electricidad cuando la ONU (Organización de las Naciones Unidas) dispuso sanciones" contra Iraq en los años 90, dijo a IPS el agrónomo Raad Sammy, propietario de una pequeña granja en Saqlawiya, a las afueras de Faluya.

"Solíamos tener un mínimo de 12 horas de electricidad al día con los cortes programados, pero ahora casi no la tenemos. Y también padecemos escasez de combustible para hacer funcionar nuestras bombas de agua y su increíble encarecimiento en el mercado negro", dijo.

El precio de los productos agrícolas se disparó.

"El costo promedio de un kilogramo de tomates es de alrededor de un dólar, y eso cuando no hay crisis, cuando, por ejemplo, los estadounidenses bloquean el acceso a la ciudad", dijo a IPS Yassen Kamil, comerciante de Faluya.

"El precio se duplica en invierno. Entonces hay que importar todo de Siria y Jordania", añadió.

Los residentes de Faluya señalan que el precio de alimentos ahora excede sus ingresos. El salario promedio de los funcionarios estatales es de 170 dólares al mes, y no más de 100 dólares para peones y vendedores.

Los residentes estiman que más de la mitad de la fuerza de trabajo local se encuentra desempleada. La crisis alimentaria golpeó a los iraquíes más que a las poblaciones de otros países.

"Los efectos sociales de la situación son enormes", dijo a IPS Ahmed Munqith, residente de esta ciudad. "Creemos que la gente se dedica a actividades ilegales para sobrevivir a diario. La crisis alimentaria creó gran corrupción y la delincuencia alcanzó el pico."

Al igual que con cualquier dificultad que deben padecer, muchos iraquíes creen que esto responde a una política intencional de las fuerzas ocupantes.

"Es obvio que los precios están altos y que la vida es difícil en esta ciudad, y el resto del país, porque así fue concebido", dijo a IPS el jeque Ala’in, un clérigo de Faluya.

"Los ocupantes planearon esta pobreza para que los iraquíes trabajen para ellos como policías y espías. Iraq flota en un lago de petróleo, pero no hay combustible para hacer funcionar nuestras bombas de agua. ¡Qué ironía!", exclamó.

Independiente de las razones, la población simplemente desea un respiro.

"Sólo queremos que nos devuelvan la vida", señaló una universitaria que dijo llamarse Nada.

"Queremos comer, comprar ropa, tener una educación decorosa y respirar aire puro. No le damos las gracias a los estadounidenses por sus esfuerzos en traernos la democracia que mató a la mitad de los iraquíes con sus bombas y ahora parece matar de hambre a la otra mitad", añadió.

"¿Le puede dar ese mensaje al pueblo estadounidense de nuestra parte?", preguntó al periodista de IPS.

Al menos cuatro millones de personas en Iraq carecen de alimento suficiente, según la ONU.

Alrededor de 40 por ciento de los 27,5 millones de habitantes del país no tienen acceso a agua potable y al menos 30 por ciento carecen de atención médica adecuada.

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