Operación "Uri-Bush": Porqué Washington hace "hablar" a la computadora de Raúl Reyes

IAR Noticias
17/05/08

El informe presentado este jueves por la Interpol "certificando " la vinculación de Hugo Chávez y de Rafael Correa con las FARC forma parte indivisible de un mismo plan que Washington lanzó con el asesinato de Raúl Reyes en marzo pasado. Se trata de la continuidad, por otras vías, del proceso que desembocó en una escalada regional que llevó a Colombia y Venezuela al borde de un enfrentamiento militar.

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A principios de marzo, el asesinato de Raúl Reyes, número dos de las FARC, llevado a cabo por fuerzas colombianas, alteró el tablero de la región y desató un fuego cruzado de acusaciones de Ecuador y Venezuela contra Colombia, que derivó finalmente en una movilización de tropas ecuatorianas y venezolanas en la frontera mientras, Chávez y Correa ordenaban el retiro de sus sus embajadores en Bogotá.

Luego del asesinato del guerrillero, Colombia dijo que encontró información en el ordenador de Raúl Reyes que "prueban" vínculos de los gobiernos de Chávez y de Correa con las FARC.

La irrupción de Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, acusando a Uribe de "asesinato", terminó por regionalizar el conflicto y lo situó en el marco de la "guerra contraterrorista" de Washington que vincula permanentemente a Venezuela, Ecuador y Nicaragua con el accionar "terrorista" de las FARC en América Latina.

Diez días después, y en un contexto de distensión de la llamada triple "crisis andina" Colombia-Venezuela-Ecuador, EEUU salió a expresar su "satisfacción" por el modo en que Chávez y Uribe resolvieron sus diferencias en la reunió del Grupo Río realizada en República Dominicana.

Lo que ya se había tornado en una "crisis militar" regional, se resolvió con un apretón de manos entre el presidente de Colombia, Álvaro Uribe, y sus homólogos de Ecuador, Rafael Correa, de Nicaragua, Daniel Ortega, y de Venezuela, Hugo Chávez, en Santo Domingo en el marco del encuentro del Grupo de Río, con mediación de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Tanto Correa como Chávez se dieron la mano con Uribe en un gesto de reconciliación difundido en vivo por las grandes cadenas mediáticas internacionales.

Después de pedir para Chávez una "corte internacional" para que lo juzgue por "financiar terrorismo", Washington bajó el tono y calificó como "ciertamente positiva" la resolución de la crisis Colombia-Venezuela-Ecuador durante el encuentro del Grupo de Río en la segunda semana de marzo.

No obstante, el portavoz del departamento de Estado, Sean McCormack, advirtió que aún faltaba por resolver la cuestión sobre el apoyo que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) supuestamente habían recibido de "algunos gobiernos".

Esa promesa de "investigación" se concretó finalmente este jueves, cuando la Interpol ratificó la existencia del material informático secuestrado de la computadora de Reyes con supuesta información detallada de los vínculos secretos existentes entre las FARC y los gobiernos de Venezuela y Ecuador.

Como lo sabe cualquier experto, las FARC, una guerrilla que sobrevive desde hace décadas negociando espacios de poder con el narco y la propia CIA, representan, a su vez, el "caballito de batalla" que utiliza la inteligencia norteamericana y el Pentágono para implementar la nueva hipótesis de conflicto militar que alimenta la venta de armas, tecnología y equipos informáticos en todo el ámbito regional.

La relación "vinculante" FARC-"gobiernos de izquierda" trazada por la inteligencia norteamericana como principal hipótesis de "terrorismo" y de "desestabilización" continental (y mundial) esconde una profunda razón maquiavélica de "dividir para dominar" en la región.

Se trata de operaciones rutinarias para enmarcar hipótesis de conflicto con el "terrorismo", que se complementan entre sí.

Dentro de este escenario, la "misión permanente" del gobierno títere de Uribe, ha sido la de ensamblar el accionar "terrorismo de las FARC" con el narcotráfico y el "crimen organizado" y con los "gobiernos de izquierda", vinculando el "objetivo local" con el "objetivo internacional" del "terrorismo" de Al Qaeda.

Así como los preceptos doctrinarios de la "doctrina de seguridad nacional" en la década del setenta identificaron al "subversivo" como el principal enemigo de la "libertad" y el "orden", la nueva doctrina sitúa al "terrorista" como la fuente del "caos" y la "violencia" que amenazan por igual a toda la región.

Según la prédica constante de Uribe y sus servicios de inteligencia detrás del armado "terrorista" y "criminal" de las FARC se agazapan el negocio de las drogas, la prostitución, las mafias y las armas, pero, básicamente en sus entrañas acechan los viejos fantasmas del "caos" y de la "violencia", cuyo enganche con los conflictos sociales sintetiza el flamante objetivo neo-represor de la "guerra contraterrorista" con central operativa en el Comando Sur.

Pero a este marco siempre se agrega la presencia de los "gobiernos de izquierda" con Chávez a la cabeza vinculados al accionar "terrorista" de las FARC, tanto en carácter de "protectores" como de "financistas".

En esta hipótesis de trabajo, la militarización del conflicto Colombia-Venezuela, con Chávez como primer actor, otorgaba consistencia a los informes del Pentágono y del espionaje estadounidense señalando al presidente venezolano como el eje del "terrorismo" de las FARC, por un lado, y de los "gobiernos de izquierda desestabilizadores" por el otro.

Como dijo el líder cubano, Fidel Castro, suenan trompetas de guerra ¿Pero a quién le conviene la guerra o una escalada militar entre Colombia y Venezuela con Ecuador como tercer protagonista?

Una guerra entre Colombia y Venezuela permitiría una intervención militar de EEUU que incrementaría su dispositivo militar en la región, cerrando el control sobre las cinco fronteras (Colombia, Ecuador, Perú, Brasil y Venezuela) donde se halla la gigantesca bolsa de petróleo compartida, fortificando una llave de ingreso al agua, el gas y los extraordinarios recursos de biodiversidad del Amazonas, vitales para la supervivencia futura de la humanidad.

En síntesis, detrás de una guerra Colombia-Venezuela (aprovechando el efecto dominó que desataría) están los planes de control geopolítico, petrolero y militar regional de Washington disfrazados de "guerra contra el terrorismo".

Cuando Venezuela compró armamento en Rusia, y Chávez reforzó su alianza militar y comercial con Teherán y Moscú, Washington lo acusó de estar fomentando una "carrera armamentista" con objetivos "desestabilizadores" en América Latina.

El Comando Sur y la CIA denunciaron "triangulación de armas" de Venezuela hacia países "conflictivos" como Bolivia y Perú con el propósito de crear "focos desestabilizadores" agregados a los conflictos sociales en la región.

En la Colombia de Uribe (siguiendo los lineamientos de Washington) se encendió una "luz roja" y las fuerzas armadas comenzaron a barajar hipótesis que señalaban a Venezuela como un virtual "arsenal de las FARC".

El asesinato de Raúl Reyes (según algunos expertos, realizado para provocar la reacción de Chávez) sirvió de pretexto a una escalada regional que estuvo a punto de causar una guerra entre Colombia y Venezuela.

En ese escenario, el asesinato de Raúl Reyes fue para muchos especialistas solo el detonante de un "clima preparatorio" de la guerra, organizado sobre la base de los informes del Pentágono y del espionaje norteamericano.

Todo este cuadro fue conformando lo que la prensa del sistema describió como "escalada regional del conflicto" entre Colombia y Venezuela, que tuvo su etapa de distensión cuando Chávez y Uribe se dieron la mano e iniciaron una "tregua" durante la reunión del Grupo Río en Santo Domingo.

El informe de Interpol, de este jueves, no es nada más que la continuidad de las operaciones de Washington orientadas a impulsar una guerra regional entre Colombia y Venezuela.

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