La infancia perdida de Iraq
Afif Sarhan
Islamonline.net
Traducido para Rebelión por Sinfo Fernández
11/05/08
Para todas las naciones, las nuevas generaciones representan la esperanza en un mañana mejor. Esa expectativa no parece que vaya a poder cumplirse en Iraq, con sus miles de niños obligados a dejar la escuela y lanzados al mercado laboral para conseguir unos ingresos mínimos con los que sobrevivir.
“Mi madre me dijo que tenía que dejar el colegio, y aunque sabía que no tenía opción, traté de convencerla mostrándole mis buenas notas en matemáticas y ciencias. Eso la hizo enfadarse aún más”, dice Walid Saleh, de once años.
Hace un año, su padre, camarero de profesión, murió asesinado en un ataque suicida contra su restaurante en el centro de Bagdad. Y Saleh, el mayor de cuatro hermanos, tuvo que encontrar un trabajo para sostener a sus hermanos y a su madre, que es ama de casa.
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“Ella me encontró un trabajo como ayudante en una fábrica de carpintería cerca de nuestra casa”, dijo.
Según los observadores, desde la invasión estadounidense en 2003, cada vez se utiliza más en Iraq el trabajo infantil a causa de la extendida pobreza, el desempleo y el aumento del número de viudas.
No hay estimaciones exactas sobre el trabajo infantil, pero en una investigación de UNICEF del 2006 se señalaba un porcentaje del 11% pasa el grupo de edad entre 10 y 14 años.
“Es muy difícil averiguar si esa cifra ha aumentado tras la muerte de tantos cabezas de familia entre 2006 y 2007”, dijo Claire Hajaj, Jefa de Relaciones Exteriores de UNICEF. “Pero los datos con que contamos nos hablan de muchas familias hundidas en la pobreza como resultado del conflicto y del desplazamiento forzoso”, añadió.
“Es más probable que pongan a trabajar a los niños que las niñas, con una media del 12% frente al 9%, y el problema es inmensamente mayor en las zonas rurales, donde la pobreza es aún mayor”.
Cinco años después de la invasión estadounidense, la vida diaria de los iraquíes ha empeorado y millones de personas no disponen prácticamente de agua potable, alcantarillado, electricidad y servicios sanitarios.
Teniendo en cuenta las estimaciones acerca del número de muertos iraquíes, que fluctúa entre cien mil y más de un millón de víctimas, millones de familias se han quedado sin su sostén familiar.
Hijos o Padres
La nueva realidad del Iraq asolado por la guerra deja a miles de niños cumpliendo el rol de sus padres de llevar el pan a la mesa.
“Las presiones para que contribuyan de alguna manera a los ingresos familiares mantienen alejados a los niños del colegio”, dijo Hajaj.
“En Iraq, estas presiones se combinan con la inseguridad, el cierre de colegios y la escasez de profesores en muchas de las zonas, todo lo cual va destruyendo el derecho de los niños a aprender”, añadió un funcionario de la UNICEF.
Según Naciones Unidas, el 17% de los niños iraquíes se han quedado ya permanentemente fuera de la escuela primaria. Se estima que hay más de 220.000 niños que han perdido sus clases porque ellos y sus familias han tenido que desplazarse forzosamente o porque tienen que ayudar al mantenimiento de sus familias.
“Los niños que tienen que ir a trabajar antes o después de su horario escolar están, muy probablemente, demasiado cansados para poder realizar sus deberes o para poder concentrarse durante las lecciones”, dice Hajaj. “Estos niños son mucho más vulnerables al abuso y explotación por parte de adultos, especialmente en las zonas donde el conflicto ha socavado el imperio de la ley”.
Por término medio, los niños que trabajan pasan casi diez horas al día en el lugar de su trabajo.
“Las causas principales de esa situación son la pobreza y el desplazamiento”, dice el Profesor Salah Faris, analista económico y social de la Universidad de Bagdad. “Pero la inmensa cifra de nuevas viudas ha abierto las puertas a que cada vez sean más los niños que trabajan desde edades muy tempranas, especialmente los chicos, que asumen la responsabilidad de ayudar a conseguir ingresos para la familia”, añade. “Los niños que están teniendo que ponerse muy pronto a trabajar lo hacen empujados por sus propios padres por diversas razones, viéndose así arrojados al peligro de las calles para poder sacar adelante a los suyos”.
En abril de 2004, el gobierno prohibió que tenderos y fábricas emplearan a niños menores de 14 años. Quienes no lo cumplieran estarían sujetos a multas que iban de los 100 a los 300 dólares, pudiéndose clausurar su establecimiento si persistían en violar la prohibición.
Desde la entrada en vigor de la ley, nadie ha informado de la imposición de multa alguna y, en cambio, el número de niños trabajando en fábricas y restaurantes ha aumentado, según el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.
“En Iraq se están violando los derechos de los niños, y aunque la ley les garantiza la educación, sanidad y seguridad, en realidad todas esas garantías están muy lejos de cumplirse”, dijo un antiguo funcionario ministerial, bajo condición de anonimato.
UNICEF está intentando aliviar algo la carga económica de familias con niños en edad escolar, proporcionando materiales básicos de enseñanza, como libros escolares, mochilas y lápices.
“Los niños y sus familias reciben consejo y apoyo para asegurar que sean absorbidos y enrolados de nuevo en la comunidad escolar”, dijo Hajaj. “Estos esfuerzos proporcionan algún alivio a aquellos a los que llegan pero están lejos de poder hacer frente a los problemas más graves que padecen las familias”.
Sometidos a abusos
Según el funcionario del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, casi el 11% de los niños trabajadores resultan heridos. La mayoría de los niños registrados han sufrido violencia en el trabajo, añadió.
Los doctores de uno de los hospitales de Bagdad han declarado que todos los días tienen que tratar al menos a un niño con heridas producidas por su trabajo, sobre todo como consecuencia de la exposición a sustancias químicas peligrosas. Las quemaduras por sustancias químicas y por aceite de cocinar son las heridas más comunes.
Además, para muchos de los niños el problema que tienen que afrontar no se limita a tener que dejar el colegio para insertarse en el mercado laboral.
“Al principio me gustaba mi nuevo trabajo [en la carpintería] hasta que el encargado empezó a golpearme y a molestarme sexualmente”, dijo Saleh, de once años. Muerto de miedo, no se atrevió a decirle nada a su madre. Fue rescatado por otro empleado que llamó a la policía cuando encontró al encargado tratando de abusar sexualmente de él.
“Ya no quise volver nunca allí y ahora trabajo vendiendo cigarrillos por las calles de Bagdad”, dijo Saleh. “Lloro todas las noches y le pido a Dios que ayude a mi familia, que me saque de las calles y me envíe de vuelta al colegio”, añadió. “En las circunstancias actuales, él es el único que puede ayudarnos”.
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