Echando una “mano”

Jalid Amayreh
Al Ahram Weekly
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
15/01/08

Justo antes de la visita de George Bush a la región, Israel estaba ayudando, a su modo y manera, al Presidente de la Autoridad Palestina Mahmud Abbas. La pasada semana, miles de soldados de la ocupación israelí, apoyados por una armada de vehículos militares y blindados de transporte de personal, tomaron por asalto Nablus, a la que el régimen de la AP acababa de declarar “ciudad segura”.

Durante tres días sucesivos, el ejército invasor saqueó la ciudad de 200.000 habitantes, especialmente su casco antiguo, asaltando hogares, golpeando, humillando y aterrorizando a los residentes, acorralando a los jóvenes y destrozando propiedades. Docenas de personas resultaron heridas, algunas de gravedad, por soldados de gatillo fácil, supuestamente por violar un toque de queda militar que las fuerzas invasoras impusieron a la ciudad.

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La AP tiene unos cuantos miles de efectivos de seguridad en Nablus, además de una fuerza de reserva de cientos de milicianos de Fatah, que se mostraron muy activos a la hora de perseguir y acosar a los seguidores de Hamas en la ciudad.

Sin embargo, según un acuerdo previo entre el ejército israelí y el régimen de Ramallah, todas las tropas y fuerzas de seguridad [palestinas] de cualquier lugar de Cisjordania debían permanecer confinadas en sus cuarteles y abstenerse de aparecer por las calles con sus armas de fuego durante las incursiones o presencia del ejército israelí en cualquier localidad palestina.

Por consiguiente, las tropas de la AP se retiraron silenciosamente a sus edificios, cerraron las puertas tras de ellos y esperaron hasta el final de la operación israelí, el 5 de enero, cuando las fuerzas invasoras se marcharon, dejando un rastro de destrucción que va a necesitar millones de dólares para reparaciones.

Las fuerzas invasoras arrestaron también a más de 20 palestinos, incluyendo miembros de las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa de Fatah, que habían sido indultados por Israel a cambio de que entregaran sus armas a las autoridades de la AP, así como varios seguidores de Hamas y de la Yihad Islámica.

La incursión abochornó a la AP, retratándoles a los ojos de los palestinos, especialmente de los habitantes de Nablus, como indefensos e incluso insignificantes. “¿Qué clase de gobierno es éste cuyos soldados y policías se apresuran a meterse en sus guaridas cuando el ejército de ocupación viene a violar la ciudad?”, preguntó Maher Kanan, un comerciante de Nablus. “Y encima proclaman que aquí tienen autoridad y soberanía”.

Los funcionarios de la AP, incluido el Primer Ministro Salam Fayyad, protestaron contra la incursión israelí, quejándose de que Israel estaba “destruyendo todo lo que hemos estado construyendo durante meses”. Algunos oficiales de Fatah acusaron al ejército israelí de “llevar a cabo un golpe” contra el régimen de Abbas, mientras otros lanzaban la acusación de que se estaba buscando destruir cualquier esperanza para un acuerdo de paz razonable y digno con los palestinos.

Respondiendo a esas quejas, el gobierno y el ejército israelí dijeron lacónicamente que la operación en Nablus estuvo completamente coordinada con el gobierno palestino. La AP negó las acusaciones, diciendo que se había notificado la incursión a los oficiales de la seguridad palestina en el último momento.

Un oficial de seguridad de la AP dijo a Al-Ahram Weekly que a las fuerzas de la seguridad palestina, armadas apenas, sólo se les señaló la misión de mantener la ley y el orden, pero no la de enfrentarse al ejército israelí. Hablando bajo anonimato, los oficiales de seguridad dijeron: “Se supone que no debemos enfrentarnos a Israel. Nuestras tareas y misión se reducen a la seguridad interna”.

Además de las incursiones militares diarias en Cisjordania, el ejército israelí continuó demostrando a los palestinos que Abbas y su gobierno no tienen ni una pizca de autoridad a no ser que Israel y su ejército ocupante decidan concedérsela.

El 7 de enero, las tropas israelíes asaltaron el centro de Ramallah, la sede del gobierno palestino, y arrestaron a dos dirigentes moderados de Hamas, Hussein Abu Kueik y Faraj Abu Rummana. Abu Kueik, un activista político, sufrió en Ramallah, en el año 2002, el asesinato de su esposa y sus tres niños por parte del ejército israelí en un intento fallido de asesinarle a él.

Los dos dirigentes islámicos habían sido anteriormente detenidos por la Fuerza de la Seguridad Preventiva (PSF, en sus siglas en inglés) y sometidos a duros interrogatorios durante seis horas por los comentarios críticos que habían hecho en la televisión de Al Yasira contra las política de la AP.

Hamas, en una declaración emitida el 8 de enero, acusó al PSF de connivencia con Israel en el secuestro de los dos dirigentes. “Hacemos hincapié en que Fatah y sus agencias en Ramallah están implicados de lleno en el secuestro por parte de Israel de Abu Kueik y Rummana”, decía la declaración.

Hamas señaló que había un acuerdo tácito entre Israel y la AP por el que Israel podría arrestar a cualquier activista palestino detenido por las agencias de seguridad de la AP y, a cambio, a la AP se le permitiría operar contra Hamas dentro de zonas clasificadas como “C”, donde el ejército israelí tiene toda la responsabilidad en temas de seguridad, según los Acuerdos de Oslo.

Además de las incursiones diarias y desórdenes en Cisjordania, así como la carnicería en curso en Gaza, donde el ejército israelí ha matado ya a 30 palestinos (entre ellos una familia entera) desde el comienzo de 2008, Israel ha estado también ayudando a Abbas en otro frente.

El 8 de enero, los medios de comunicación israelíes informaron que se habían transportado cientos de casas para colonos a Ras Al-Amud, el único corredor que queda entre Cisjordania y el barrio de Haram Al-Sharif en Jerusalén, que alberga la Mezquita de Al Aqsa y la Cúpula de la Roca.

Todo eso además de los miles de casas para colonos ya planificadas y en construcción por toda Cisjordania, especialmente en la región de Jerusalén, donde el gobierno israelí se ha embarcado en una campaña agresiva para construir tantas casas para colonos como le sea posible antes de que pueda concluirse cualquier posible acuerdo con la AP sobre el estatuto final de la ciudad.

Israel confía en que ese acuerdo de estatuto final permitirá al estado judío retener todas las barriadas judías en la ciudad. De ahí el esfuerzo frenético por apoderarse de todo el territorio posible de Jerusalén Este para seguir ampliando los asentamientos judíos.

El tenaz e implacable robo de la tierra y la expansión de los asentamientos en Cisjordania contrastan con las palabras dulces y la artificial buena voluntad de los funcionarios israelíes, que continúan haciendo declaraciones a diario reafirmando su compromiso con la creación de un Estado palestino.

Un importante intelectual palestino describió el actual estado de cosas entre Israel y la AP con las siguientes palabras: “Se encuentran, intercambian besos y palabras amables, mientras los bulldozer israelíes están ocupados pulverizando todo lo que queda de Jerusalén”, dijo Abdul-Sattar Qassem, profesor de ciencia política en la Universidad Nacional de An-Nayah en Nablus.

El Weekly preguntó a Qassem por qué creía él que la AP no protestaba con más fuerza contra la expansión de asentamientos israelíes. Su respuesta fue que “la AP ha recibido ya el pago por su silencio [una alusión a los 7.000 millones de dólares comprometidos durante la Conferencia de Donantes celebrada en París el pasado mes de diciembre]. Por eso hay una especie de acuerdo tácito entre las dos partes (Israel y la AP), según el cual Israel tendría carte blanche (*) para matar palestinos y ampliar asentamientos y la AP protestaría contra los actos y conducta israelíes sólo para consumo interno”.

Mientras tanto, el Presidente Bush llegó a Israel el 9 de enero en la primera etapa de una gira de nueve días por Oriente Medio que le llevará también a varios estados árabes de la región.

Según los medios israelíes, el Primer Ministro israelí Ehud Olmert va a asegurar a Bush que Israel finalmente “actuará contra” las docenas de puestos de avanzada establecidos en Cisjordania, que las organizaciones por la paz de Israel sostienen que fueron construidos ilegalmente, aunque con luz verde desde el mismo gobierno y el ejército israelí.

Es interesante señalar que Israel ha estado prometiendo dar pasos en esa dirección durante más de seis años, pero que no ha movido ni un solo dedo. Sin embargo, es muy probable que Olmert sea sincero en sus intenciones de eliminar esos puestos de avanzada.

Previamente, el gobierno israelí rechazó publicar una base de datos que contenía todos los detalles sobre la expansión de asentamientos judíos en Cisjordania, al parecer por temor a manchar la imagen de Israel en el extranjero y revelar la mendacidad del gobierno.

En respuesta al Tribunal Supremo de Justicia sobre dicho asunto, el Ministerio israelí de Defensa alegó que, en estos momentos, la publicación de los datos acerca de los asentamientos podría dañar la seguridad estatal y las relaciones exteriores de Israel.

N. de la T.:

(*) carte blanche, carta blanca, en francés en el original.

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