El gran encierro estadounidense. Hoy somos todos prisioneros

Paul Craig Roberts

Counterpunch

27/12/2007


Traducción de SDLT, desde SOTT.net

“Están encerrándolos hoy,
y están arrojando la llave.
Me pregunto a quién le tocará mañana.
¿A tí o a mí?”

The Red Telephone (El teléfono rojo) (LOVE, 1967)

En Navidad tengo la costumbre de escribir un artículo conmemorando a las tantas personas inocentes en la cárcel cuya vida le fue arrebatada por el sistema judicial criminal (sic) de los Estados Unidos, que es tan inhumano como indiferente a la justicia. Por lo general suelo volver a relatar el caso de William Strong y Christophe Gaynor, dos hombres que fueron aprisionados en el estado de Virginia por procuradores y jueces tan perversos y corruptos como cualquiera que haya servido a Hitler o a Stalin.

Este año es diferente.


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Hoy en día todos los estadounidenses están encerrados en un mundo de mentiras y engaño, creado por el Régimen de Bush y los dos partidos cómplices en el Congreso, así como por jueces federales demasiados tímidos o ignorantes como para reconocer un régimen forajido que gobierna brutalmente por encima de la Constitución, mediante medios de comunicación comprados que sirven de propaganda a un régimen de criminales de guerra, y por un público que ha olvidado a los Padres Fundadores.

Los estadounidenses también están aprisionados por el miedo, un miedo falso creado por la farsa del “terrorismo”. Se ha visto que los acontecimientos que ocuparon la primera plana desde el 11-S fueron orquestados por el gobierno de los Estados Unidos. Por ejemplo, el supuesto complot terrorista para volar la torre Sears de Chicago fue originariamente la idea de un agente del FBI que estaba en la búsqueda de chivos expiatorios que apoyaran la trama ideada por el mismo agente. Luego este último arrestó a sus víctimas, cuyo juicio terminó en una exoneración y anulación.

Muchos europeos piensan que el mismo 11-S fue orquestado. Ex miembros de los gabinetes del gobierno británico, canadiense y alemán, junto con un jefe de personal del ejército ruso han manifestado públicamente sus dudas acerca de la historia oficial del 11-S. Recientemente, un ex presidente italiano, Francesco Cossiga, afirmó en una entrevista para el periódico Corriere della Sera (30 de noviembre de 2007), que “los elementos democráticos en América y Europa, con el partido de centro-izquierda italiano al frente, en la actualidad saben que los ataques del 11-S fueron planeados y ejecutados por la CIA y el MOSSAD con el fin de inculpar a los países árabes y persuadir a las potencias occidentales de emprender acciones militares tanto en Irak como en Afganistán.”

No queda claro si Cossiga estaba siendo sarcástico acerca de la opinión de los escépticos, o si simplemente estaba reportando lo que piensa la gente. Le he escrito pidiéndole una clarificación, y haré pública la respuesta que reciba. Aparentemente los medios italianos no han ofrecido ninguna aclaración.

Ningún periódico ni ninguna cadena televisiva estadounidense ha reportado la declaración de Cossiga. Fomentar dudas en la población estadounidense acerca del gobierno no es uno de los puntos fuertes de los medios corporativos. Los estadounidenses viven en un mundo de propaganda diseñado para asegurar su aquiescencia ante los crímenes de guerra, la tortura, las indagaciones y las medidas estatales de la policía, la agresión militar, la hegemonía y la opresión, mientras retratan a los estadounidenses (y a los israelíes) como la sal de la tierra, amenazados por los musulmanes que odian “su libertad y su democracia”.

Los estadounidenses se aferran a esta “verdad” mientras que el régimen de Bush y su Congreso cómplice destruyen la Carta de Derechos y planean el robo de las elecciones.

La libertad y la democracia en los EE.UU. se han reducido a listas de prohibición de vuelo, a espionaje sin autorización, a arrestos sin permiso ni pruebas, a la detención permanente a pesar de la protección constitucional del habeas corpus, a la tortura a pesar de la prohibición en contra de la auto-incriminación… La lista continúa indefinidamente.

En los EE.UU de hoy en día, un senador, cuyos hermanos mayores fueron:

(1) un héroe militar asesinado en acción,

(2) un presidente de los Estados Unidos asesinado durante su mandato,

(3) un procurador general de los EE.UU. y candidato probable para presidente, si no fuera porque también fue asesinado,

puede hallarse dentro de la lista de prohibición de vuelo.

Oficiales de gobierno de ayer y hoy, con autorizaciones de seguridad ultra secretas, no pueden tomar un avión con un tubo de dentrífico o una botella de agua, aunque se carezca de pruebas que demuestren que las medidas extremas expuestas por “la seguridad de los aeropuertos” hagan que volar sea más seguro.

Se revisa a ancianos estadounidenses con bastón y a madres jóvenes con niños porque la Seguridad Nacional de los EE.UU. no es capaz de diferenciar a un ciudadano estadounidense de un terrorista.

Todos los estadounidenses deberían tomar consciencia de las implicaciones siniestras de la incapacidad de la Seguridad Nacional para distinguir entre un ciudadano estadounidense y un terrorista.

Una vez que la Seguridad de los Aeropuertos no puede diferenciar entre un general de la Marina estadounidense con Medalla de Honor y un terrorista, los estadounidenses tiene toda la información que deben saber.

Absolutamente todos los ciudadanos estadounidenses pueden ser arrestados por una autoridad desconocida, encerrados por tiempo indefinido sin cargos, y torturados hasta que ya no puedan soportar el abuso y confiesen.

Esta situación engorrosa, que hoy en día puede tocarle a cualquier estadounidense, es la recompensa por nuestra estupidez, nuestra indiferencia, nuestra credulidad, nuestra falta de compasión por nadie más que nosotros mismos.

Algunos estadounidenses han comenzado a comprender los tremendos costos financieros de la “guerra contra el terror”. Pero pocos entienden el precio de la libertad norteamericana. El pasado mes de octubre, en la Cámara de Representantes se votó un decreto titulado “Prevention of Violent Radicalism and Homegrown Terrorism” ("Prevención contra el radicalismo violento y el terrorismo del país”), con una mayoría de 404 votos contra 6.

Sólo seis miembros de la Cámara votaron en contra de una ley tiránica que podría destruir la libertad de expresión y agrupamiento y exigir 18 meses de audiciones congresales para descubrir a estadounidenses con visiones “extremas”, que luego podrían ser arrestados por derecho preferencial.

¿Qué mejor indicativo de que la Constitución de los EE.UU. ha perdido su autoridad, cuando los representantes electos más cercanos al pueblo votan un decreto que permite que la Carta de Derechos sea reemplazada por la opinión subjetiva de miembros de una “comisión de creencias extremistas” y burócratas de la Seguridad Nacional? Está claro que la mayor amenaza para los estadounidenses es el gobierno de Washington.

Paul Craig Roberts fue asistente secretario de la Tesorería durante el gobierno de Reagan. Trabajó también como editor asociado de la página del Wall Street Journal y editor colaborador de la National Review. El es coautor de
The Tyranny of Good Intentions. (La tiranía de las buenas intenciones).

Contacto:
http://www.blogger.com/PaulCraigRoberts@yahoo.com

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