La violencia sigue aumentando en el norte del Cáucaso
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Crónicas Euroasiáticas
Txente Rekondo
Rebelión
15/08/10
El verano se está caracterizando por los continuos ataques de las fuerzas rebeldes por todas las repúblicas, las diferencias cada vez más manifiestas entre los dirigentes del Kremlin y su aliado en Chechenia, Ramzan Kadyrov, así como los supuestos enfrentamientos dentro de una de las partes de la propia resistencia.
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Moscú y sus aliados locales llevan mucho tiempo prometiendo que el fin de la insurgencia estaba cercano, sin embargo a tenor de lo que está aconteciendo en los últimos meses no han cumplido con lo afirmado, y la situación en el Cáucaso norte es cada día peor para los intereses rusos. A pesar de la eliminación física de importantes dirigentes de la resistencia, al igual que en el pasado, ésta ha demostrado que no es cuestión de personas individuales sino de la voluntad manifiesta de sus respectivos pueblos.
Así, mientras que algunos quieren presentar la situación en Chechenia como “estable”, los rebeldes siguen atacando al régimen de Kadyrov y a las tropas federales, al tiempo que en otras partes de la región la violencia sigue aumentando día a día. En Ingushetia la situación se deteriora por momentos, y los ataques rebeldes se suceden; en Kabardino-Balkaria las últimas semanas han asistido a importantes operaciones militares de la resistencia, incluida la destrucción de la planta hidroeléctrica de Baksan el pasado veintiuno de julio. También en Dagestán, además de las acciones contra las tropas extranjeras se han producido ataques contra las infraestructuras (el ferrocarril Inckhe-Kayakent o el secuestro de técnicos de la compañía hidroeléctrica). Finalmente en Karachaevo-Cherkesia y en Adigea también se han detectado movimientos y acciones rebeldes.
La estrategia de Moscú está sufriendo importantes reveses, a pesar de que en ocasiones se nos presentan algunos acontecimientos como triunfos. Desde el Kremlin no pueden ocultar su disgusto hacia la actitud que mantiene algunos de sus aliados locales. El caso más evidente es el soterrado enfrentamiento que está manteniendo Rusia con el dirigente checheno Ramzan Kadyrov. Esa alianza de conveniencia ha permitido a Kadyrov instaurar un régimen personalista y sus ansias de poder no tienen freno.
Las continuas muertes de opositores a Kadyrov en las calles de Moscú, la promoción de la religión “oficial” en la vida política de la república (la presencia del Islam de manera “oficial” es mucho más importantes ahora que en tiempos de Aslam Maskhadov), los desaires hacia la política exterior rusa (amenazando con abrir delegaciones oficiales chechenas en el extranjero) o la obstrucción a las propias federales en Chechenia, son algunos aspectos que disgustan a los dirigentes rusos.
Aunque oficialmente no reconozcan la grave situación que se está atravesando en el norte del Cáucaso, desde Moscú sus máximos dirigentes, Putin y Medvedev, han presentado iniciativas para “corregir” en cierta medida la situación.
Partiendo del grave déficit estructural que se vive en las repúblicas del Cáucaso norte, desde el Kremlin se intenta paliar con la promesa de más dinero e importante incentivos financieros, pero ello debería ir, en su opinión, acompañado de importantes transformaciones sociales (reparto de la tierra, creación de pequeña y mediana empresa así como una modernización de las infraestructuras locales) . No obstante, la crisis económica mundial, junto a las tres crisis que ahora asolan Rusia (incendios, sequía y la producción de cereales) pueden frenar o echar por tierra las promesas rusas para la región.
También dentro de la resistencia se han producido movimientos, cuando menos “extraños”. Las dos recientes apariciones públicas de uno de sus dirigentes, Doku Umarov, nombrado “Emir del Cáucaso”, han llenado de incertidumbre en torno a la situación en torno a una parte de la resistencia. En dos días, Umarov se ha dirigido por video con dos discursos totalmente opuestos. En su primera aparición anunciaba su renuncia (para dejar paso a nuevas generaciones más jóvenes) y nombraba como su sucesor a Aslanbek Vadalov. Dos días más tarde echaba marcha atrás y denunciaba que su anterior aparición había sido una manipulación de los servicios secretos rusos.
Esos comunicados han abierto todo un abanico de especulaciones, desde los que creen la veracidad del segundo comunicado de Umarov, hasta los que señalan la posibilidad de un intento de “golpe de Estado” interno. Sea como fuere, lo cierto es que la posición de Umarov va a salir muy deteriorada tras estas actuaciones.
Un analista local señalaba que el auge reciente de las posiciones salafistas-jihadistas puede estar detrás de esta situación. Cuando en 2007 el propio Umarov decidió transformar las estructuras de la anterior república chechena de Ichkeria en una nueva realidad política, el “Emirato del Cáucaso”, lo hacía guiado por una fuerte doctrina salafista, y ello fue clave para el posterior desarrollo de la insurgencia por toda la región.
Pero al mismo tiempo fue motivo de discrepancia dentro de Chechenia, ya que sectores importantes de la resistencia no compartían ese giro salafista de la misma, y denunciaban que se buscaba primar una ideología islamista por encima de las demandas de autodeterminación, poniendo de manifiesto una vez más el carácter heterogéneo de la propia resistencia.
En los últimos meses las tendencias salafistas parecen haber “recuperado” su interés por la región, el uso de cyberespacio, la vuelta de los ataques suicidas, la estructuración del “Emirato del Cáucaso” y otras aportaciones ideológicas parecen haber reactivado esta rama de la resistencia, a pesar de los encontronazos con otros dirigentes locales, y en ocasiones con una población que nunca ha asumido este tipo de tendencias del islamismo jihadista y que ha mantenido otra concepción de la religión.
La fotografía del norte del Cáucaso comparte los principales rasgos en todas sus repúblicas, y probablemente en ese puzzle podemos encontrar algunos argumentos para entender mejor la ya de por sí compleja situación. Las tasas de desempleo son las más altas de Rusia, lo que lleva a que muchos jóvenes emigren o se adhieran a los grupos de la resistencia; la corrupción puede calificarse de endémica, destacando el papel de las oligarquías locales, aliadas de Moscú, que controlan las ayudas financieras y la vida política.
La mayoría son unos regímenes faltos de democracia, opresores (donde la vulneración de los derechos humanos es una constante) y corruptos, que no dejan espacios para que la participación de la población en la vida política, social o económica de las repúblicas tenga lugar.
La celebración de los juegos olímpicos de invierno en Sochi en 2014 es una de las preocupaciones que presiden los círculos políticos del Kremlin, conscientes de que ese evento será una oportunidad de oro para que la resistencia se haga presente a escala mundial y salga en cierta medida del ostracismo mediático a que la tiene sometida Occidente.
Pero Moscú tiene otros factores de preocupación en la región. El aumento del sentimiento nacional de los circasianos, que demandan la creación de una república propia que ponga fin a la marginación que dicen sufrir por parte de los karachys o la extensión del movimiento salafista a otras zonas en las que hasta ahora no tenían presencia, como la estepa de Nogai, en la región de Sebastopol, en Adigea o incluso en Azerbaiyán.
Si la situación era complicada, los acontecimientos en el comienzo de este verano parece que han contribuido a enmarañar todavía más el norte del Cáucaso.
Txente Rekondo. Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)
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Moscú y sus aliados locales llevan mucho tiempo prometiendo que el fin de la insurgencia estaba cercano, sin embargo a tenor de lo que está aconteciendo en los últimos meses no han cumplido con lo afirmado, y la situación en el Cáucaso norte es cada día peor para los intereses rusos. A pesar de la eliminación física de importantes dirigentes de la resistencia, al igual que en el pasado, ésta ha demostrado que no es cuestión de personas individuales sino de la voluntad manifiesta de sus respectivos pueblos.
Así, mientras que algunos quieren presentar la situación en Chechenia como “estable”, los rebeldes siguen atacando al régimen de Kadyrov y a las tropas federales, al tiempo que en otras partes de la región la violencia sigue aumentando día a día. En Ingushetia la situación se deteriora por momentos, y los ataques rebeldes se suceden; en Kabardino-Balkaria las últimas semanas han asistido a importantes operaciones militares de la resistencia, incluida la destrucción de la planta hidroeléctrica de Baksan el pasado veintiuno de julio. También en Dagestán, además de las acciones contra las tropas extranjeras se han producido ataques contra las infraestructuras (el ferrocarril Inckhe-Kayakent o el secuestro de técnicos de la compañía hidroeléctrica). Finalmente en Karachaevo-Cherkesia y en Adigea también se han detectado movimientos y acciones rebeldes.
La estrategia de Moscú está sufriendo importantes reveses, a pesar de que en ocasiones se nos presentan algunos acontecimientos como triunfos. Desde el Kremlin no pueden ocultar su disgusto hacia la actitud que mantiene algunos de sus aliados locales. El caso más evidente es el soterrado enfrentamiento que está manteniendo Rusia con el dirigente checheno Ramzan Kadyrov. Esa alianza de conveniencia ha permitido a Kadyrov instaurar un régimen personalista y sus ansias de poder no tienen freno.
Las continuas muertes de opositores a Kadyrov en las calles de Moscú, la promoción de la religión “oficial” en la vida política de la república (la presencia del Islam de manera “oficial” es mucho más importantes ahora que en tiempos de Aslam Maskhadov), los desaires hacia la política exterior rusa (amenazando con abrir delegaciones oficiales chechenas en el extranjero) o la obstrucción a las propias federales en Chechenia, son algunos aspectos que disgustan a los dirigentes rusos.
Aunque oficialmente no reconozcan la grave situación que se está atravesando en el norte del Cáucaso, desde Moscú sus máximos dirigentes, Putin y Medvedev, han presentado iniciativas para “corregir” en cierta medida la situación.
Partiendo del grave déficit estructural que se vive en las repúblicas del Cáucaso norte, desde el Kremlin se intenta paliar con la promesa de más dinero e importante incentivos financieros, pero ello debería ir, en su opinión, acompañado de importantes transformaciones sociales (reparto de la tierra, creación de pequeña y mediana empresa así como una modernización de las infraestructuras locales) . No obstante, la crisis económica mundial, junto a las tres crisis que ahora asolan Rusia (incendios, sequía y la producción de cereales) pueden frenar o echar por tierra las promesas rusas para la región.
También dentro de la resistencia se han producido movimientos, cuando menos “extraños”. Las dos recientes apariciones públicas de uno de sus dirigentes, Doku Umarov, nombrado “Emir del Cáucaso”, han llenado de incertidumbre en torno a la situación en torno a una parte de la resistencia. En dos días, Umarov se ha dirigido por video con dos discursos totalmente opuestos. En su primera aparición anunciaba su renuncia (para dejar paso a nuevas generaciones más jóvenes) y nombraba como su sucesor a Aslanbek Vadalov. Dos días más tarde echaba marcha atrás y denunciaba que su anterior aparición había sido una manipulación de los servicios secretos rusos.
Esos comunicados han abierto todo un abanico de especulaciones, desde los que creen la veracidad del segundo comunicado de Umarov, hasta los que señalan la posibilidad de un intento de “golpe de Estado” interno. Sea como fuere, lo cierto es que la posición de Umarov va a salir muy deteriorada tras estas actuaciones.
Un analista local señalaba que el auge reciente de las posiciones salafistas-jihadistas puede estar detrás de esta situación. Cuando en 2007 el propio Umarov decidió transformar las estructuras de la anterior república chechena de Ichkeria en una nueva realidad política, el “Emirato del Cáucaso”, lo hacía guiado por una fuerte doctrina salafista, y ello fue clave para el posterior desarrollo de la insurgencia por toda la región.
Pero al mismo tiempo fue motivo de discrepancia dentro de Chechenia, ya que sectores importantes de la resistencia no compartían ese giro salafista de la misma, y denunciaban que se buscaba primar una ideología islamista por encima de las demandas de autodeterminación, poniendo de manifiesto una vez más el carácter heterogéneo de la propia resistencia.
En los últimos meses las tendencias salafistas parecen haber “recuperado” su interés por la región, el uso de cyberespacio, la vuelta de los ataques suicidas, la estructuración del “Emirato del Cáucaso” y otras aportaciones ideológicas parecen haber reactivado esta rama de la resistencia, a pesar de los encontronazos con otros dirigentes locales, y en ocasiones con una población que nunca ha asumido este tipo de tendencias del islamismo jihadista y que ha mantenido otra concepción de la religión.
La fotografía del norte del Cáucaso comparte los principales rasgos en todas sus repúblicas, y probablemente en ese puzzle podemos encontrar algunos argumentos para entender mejor la ya de por sí compleja situación. Las tasas de desempleo son las más altas de Rusia, lo que lleva a que muchos jóvenes emigren o se adhieran a los grupos de la resistencia; la corrupción puede calificarse de endémica, destacando el papel de las oligarquías locales, aliadas de Moscú, que controlan las ayudas financieras y la vida política.
La mayoría son unos regímenes faltos de democracia, opresores (donde la vulneración de los derechos humanos es una constante) y corruptos, que no dejan espacios para que la participación de la población en la vida política, social o económica de las repúblicas tenga lugar.
La celebración de los juegos olímpicos de invierno en Sochi en 2014 es una de las preocupaciones que presiden los círculos políticos del Kremlin, conscientes de que ese evento será una oportunidad de oro para que la resistencia se haga presente a escala mundial y salga en cierta medida del ostracismo mediático a que la tiene sometida Occidente.
Pero Moscú tiene otros factores de preocupación en la región. El aumento del sentimiento nacional de los circasianos, que demandan la creación de una república propia que ponga fin a la marginación que dicen sufrir por parte de los karachys o la extensión del movimiento salafista a otras zonas en las que hasta ahora no tenían presencia, como la estepa de Nogai, en la región de Sebastopol, en Adigea o incluso en Azerbaiyán.
Si la situación era complicada, los acontecimientos en el comienzo de este verano parece que han contribuido a enmarañar todavía más el norte del Cáucaso.
Txente Rekondo. Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)
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