Hungría: La extrema derecha puede convertirse en la tercera fuerza política en las legislativas
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Crónicas Euroasiáticas
Andy Robinson
La Vanguardia/Rebelión
11/04/10
Primera vuelta de las parlamentarias en Hungría
El partido Jobbik, encabezado por su joven líder Gábor Vona, se ha convertido en un fenómeno en los empobrecidos pueblos del nordeste rural del país
Fue lo único que podía estropear la última parada de la triunfal gira electoral de Jobbik –el nuevo fenómeno de la extrema derecha húngara–, en sus feudos en los empobrecidos pueblos del nordeste rural del país: una gitana dispuesta a plantar cara a Gábor Vona.
Vona , el joven líder de Jobbik, que puede hacerse con el 15% de los votos en las elecciones generales de hoy, había optado por terminar la campaña en el pueblo natal de sus padres, Domoszló, de 2.200 habitantes –unos cien de ellos de origen gitano–, a 80 kilómetros de Budapest.
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Rodeado de los uniformados de la prohibida Magiar Garda –el brazo paramilitar de Jobbik–, que lucían boinas y camisas negras adornadas con el dibujo de un león y porras de madera, Vona dijo justo lo que un público compuesto mayoritariamente por agricultores, vinicultores empobrecidos, quería oír.
Arremetió contra empresas multinacionales, banqueros mentirosos, inmobiliarias israelíes que "compran nuestra tierra" y políticos corruptos, tanto los socialistas gobernantes (MSZP), a los que las encuestas auguran que quedarán diezmados, como los conservadores de Fidesz, cuya mayoría absoluta depende, en gran medida, de la envergadura del avance de Jobbik. Luego, Vona dirigió la furia contra un blanco mucho más vulnerable: los 600.000 gitanos de Hungría –el 6% de la población–, que, con tasas de paro de hasta el 80%, jamás han logrado adaptarse a la economía de mercado y al colapso de la demanda de mano de obra manual que abundaba con el comunismo.
"Hay gente en este país que quiere tenerlo todo gratis; se excluyen del trabajo y se excluyen de la ley y el orden", dijo Vona. "Y no me da miedo decir que son gitanos". Defendió el papel de la gendarmería paramilitar Magiar Garda para combatir "la delincuencia gitana", pese a la nueva ley que prohíbe las fuerzas políticas uniformadas. Y continuó: "Las madres gitanas tienen muchos hijos con el fin de cobrar el cheque de prestaciones; pero la población de húngaros ha caído de once millones a diez millones; por ese camino, vamos hacia el fin de Hungría".
El publico aplaudió. Todos cantaron el himno de los compatriotas "perdidos" –las minorías húngaras en Rumanía y otros países, que perdieron su Estado tras la Primera Guerra Mundial–. Y se preparó la vuelta a Budapest.
Pero, en un momento de dramatismo digno de Hollywood, se puso de pie Radics Hajnalka, una madre gitana de 47 años, jornalera de la recogida de la uva, y la única rom entre unos 200 asistentes al mitin. "¿Qué pasa? –afirmó–. Yo nací aquí y trabajo como el resto".
Fue una intervención de extraordinaria valentía, dado el ambiente de intimidación y el odio sembrado por Jobbik en pueblos como el de Domoszló. Se han producido una decena de ataques racistas contra gitanos en el último año y medio: desde el asesinato de Robert Csorba y su hijo de tres años, acribillados en febrero del año pasado cuando huyeron de su casa, al sur de Budapest, tras un ataque con un cóctel molotov, hasta la pareja gitana que fue atacada con navajas en Abadszalok, dos meses después.
Acabado el mitin, tres periodistas localizamos la humilde vivienda de Radics –carente de agua corriente y con una vieja estufa de carbón– en las afueras del pueblo, a escasos metros de las primeras viñas. "Tuve que decir algo porque nadie en Hungría tiene la sangre pura; somos una mezcla", explicó Radics, que comparte la vivienda con su ex marido, su hija, su yerno y su nieta.
Aparte del trabajo temporal en el campo de Radics –remunerado con trece euros al día–, ninguno de los otros miembros de su familia tiene trabajo y todos viven de unos 400 euros mensuales de prestaciones sociales.
Todos decían que el acoso a los gitanos en el pueblo aumentaba en paralelo con la radicalización de los jóvenes. Hace unos meses, familiares del yerno de Radics fueron agredidos por racistas. "Conozco a los tíos de Vona y jamás habrían hablado así de los gitanos", dijo Radics. Y ante las preguntas insistentes de los periodistas respecto a de dónde sacó el valor de levantarse en un mitin de Jobbik y plantar cara a Gábor Vona, respondió: "No tengo miedo porque la Union Europea no permitirá jamás que haya otro Auschwitz, ¿verdad?". Medio millón de gitanos murieron en los campos nazis entre 1942 y 1945.
El partido Jobbik, encabezado por su joven líder Gábor Vona, se ha convertido en un fenómeno en los empobrecidos pueblos del nordeste rural del país
Fue lo único que podía estropear la última parada de la triunfal gira electoral de Jobbik –el nuevo fenómeno de la extrema derecha húngara–, en sus feudos en los empobrecidos pueblos del nordeste rural del país: una gitana dispuesta a plantar cara a Gábor Vona.
Vona , el joven líder de Jobbik, que puede hacerse con el 15% de los votos en las elecciones generales de hoy, había optado por terminar la campaña en el pueblo natal de sus padres, Domoszló, de 2.200 habitantes –unos cien de ellos de origen gitano–, a 80 kilómetros de Budapest.
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Rodeado de los uniformados de la prohibida Magiar Garda –el brazo paramilitar de Jobbik–, que lucían boinas y camisas negras adornadas con el dibujo de un león y porras de madera, Vona dijo justo lo que un público compuesto mayoritariamente por agricultores, vinicultores empobrecidos, quería oír.
Arremetió contra empresas multinacionales, banqueros mentirosos, inmobiliarias israelíes que "compran nuestra tierra" y políticos corruptos, tanto los socialistas gobernantes (MSZP), a los que las encuestas auguran que quedarán diezmados, como los conservadores de Fidesz, cuya mayoría absoluta depende, en gran medida, de la envergadura del avance de Jobbik. Luego, Vona dirigió la furia contra un blanco mucho más vulnerable: los 600.000 gitanos de Hungría –el 6% de la población–, que, con tasas de paro de hasta el 80%, jamás han logrado adaptarse a la economía de mercado y al colapso de la demanda de mano de obra manual que abundaba con el comunismo.
"Hay gente en este país que quiere tenerlo todo gratis; se excluyen del trabajo y se excluyen de la ley y el orden", dijo Vona. "Y no me da miedo decir que son gitanos". Defendió el papel de la gendarmería paramilitar Magiar Garda para combatir "la delincuencia gitana", pese a la nueva ley que prohíbe las fuerzas políticas uniformadas. Y continuó: "Las madres gitanas tienen muchos hijos con el fin de cobrar el cheque de prestaciones; pero la población de húngaros ha caído de once millones a diez millones; por ese camino, vamos hacia el fin de Hungría".
El publico aplaudió. Todos cantaron el himno de los compatriotas "perdidos" –las minorías húngaras en Rumanía y otros países, que perdieron su Estado tras la Primera Guerra Mundial–. Y se preparó la vuelta a Budapest.
Pero, en un momento de dramatismo digno de Hollywood, se puso de pie Radics Hajnalka, una madre gitana de 47 años, jornalera de la recogida de la uva, y la única rom entre unos 200 asistentes al mitin. "¿Qué pasa? –afirmó–. Yo nací aquí y trabajo como el resto".
Fue una intervención de extraordinaria valentía, dado el ambiente de intimidación y el odio sembrado por Jobbik en pueblos como el de Domoszló. Se han producido una decena de ataques racistas contra gitanos en el último año y medio: desde el asesinato de Robert Csorba y su hijo de tres años, acribillados en febrero del año pasado cuando huyeron de su casa, al sur de Budapest, tras un ataque con un cóctel molotov, hasta la pareja gitana que fue atacada con navajas en Abadszalok, dos meses después.
Acabado el mitin, tres periodistas localizamos la humilde vivienda de Radics –carente de agua corriente y con una vieja estufa de carbón– en las afueras del pueblo, a escasos metros de las primeras viñas. "Tuve que decir algo porque nadie en Hungría tiene la sangre pura; somos una mezcla", explicó Radics, que comparte la vivienda con su ex marido, su hija, su yerno y su nieta.
Aparte del trabajo temporal en el campo de Radics –remunerado con trece euros al día–, ninguno de los otros miembros de su familia tiene trabajo y todos viven de unos 400 euros mensuales de prestaciones sociales.
Todos decían que el acoso a los gitanos en el pueblo aumentaba en paralelo con la radicalización de los jóvenes. Hace unos meses, familiares del yerno de Radics fueron agredidos por racistas. "Conozco a los tíos de Vona y jamás habrían hablado así de los gitanos", dijo Radics. Y ante las preguntas insistentes de los periodistas respecto a de dónde sacó el valor de levantarse en un mitin de Jobbik y plantar cara a Gábor Vona, respondió: "No tengo miedo porque la Union Europea no permitirá jamás que haya otro Auschwitz, ¿verdad?". Medio millón de gitanos murieron en los campos nazis entre 1942 y 1945.
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