Ganadores y perdedores en el estancamiento israelí-palestino
Immanuel Wallerstein
Jornada / IAR Noticias
Traducción por Ramón Vera Herrera
13/04/10
Cualquiera que piense que habrá algún cambio significativo en el status quo de Israel-Palestina sufre de ilusiones engañosas múltiples. El gobierno israelí está totalmente empeñado en oponerse a la creación de un Estado palestino, aunque fuera un débil Estado palestino, y esta visión tiene el respaldo de una vasta mayoría de judíos israelíes.
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Los líderes palestinos están más divididos. Pero incluso los más acomodaticios no tienen la voluntad siquiera de considerar cualquier cosa menos que un Estado basado en sus fronteras de 1967, con Jerusalén Oriental como su capital. El resto del mundo no podría convencer ni a uno ni a otro de ceder un ápice. A esto se llama estancamiento.
La cuestión es, ¿quién gana y quién pierde con un estancamiento? La elite política israelí parece convencida de que ganará algo. Hay un grupo muy grande, resueltamente irredento, que consideraría que un acuerdo de paz es un verdadero desastre. Los israelíes siempre han pensado que si se plantan en sus talones, eventualmente el resto del mundo (incluidos aun los árabes palestinos) se rendirá ante lo que ellos llaman realidades en el terreno.
Esta política ha funcionado hasta ahora por largo tiempo. Así que, ¿por qué cambiarla? No importa que un creciente coro de partidarios amistosos les advierta e que el clima político del mundo está cambiando y que el cambio no favorece a los israelíes. Ellos señalan que la única alternativa a una solución con dos estados es la solución con un Estado, y que en un Estado único los judíos serían muy pronto una minoría en la población. En este caso, si hay un sufragio universal, el Estado no puede ser ya un Estado judío. Y si el sufragio se niega a los que no son judíos, el Estado no puede considerarse, ni remotamente, democrático.
Apenas el mes pasado, un partidario amistoso muy bien conocido, Thomas L. Friedman, escribió un artículo de opinión en el New York Times que causó gran agitación. Titulado "Manejando ebrio por Jerusalén", regañó al vicepresidente estadounidense, Joseph Biden, por no irse de inmediato de Israel cuando su llegada fue recibida por el insultante anuncio de un nuevo proyecto judío de viviendas en Jerusalén Oriental. Friedman dijo que Biden debió haber dicho a los israelíes: Amigos, no dejen que sus amigos manejen borrachos. Y ahora mismo ustedes manejan ebrios.
Otro partidario amistoso, Leslie H. Gelb, publicó un blog titulado Israel juega con fuego. En éste predijo: A los líderes israelíes no les va a gustar el desenlace de su pequeña bofetada de poder (a Biden).
Así que, ¿por qué no hizo Biden lo que Friedman sugiere? Hay dos clases de respuesta. Una la dio Uri Avnery, uno de los pocos israelíes que es consistente en sus críticas a las posiciones de su gobierno en estos asuntos. Él dijo que el gobierno israelí volvió a escupir en la cara de Estados Unidos. Y cerró su artículo con el viejo dicho: Cuando escupes en la cara de un débil, él finge que está lloviendo. ¿Se aplica esto al presidente del país más poderoso del mundo?
El segundo tipo de respuesta es hablar de las realidades de la política estadounidense. Obama, como los presidentes antes que él, ya no ha hecho nada serio, excepto reiterar el respaldo eterno hacia Israel, aunque muchos israelíes piensan que las pocas aperturas que ha tenido hacia los árabes (como su discurso en El Cairo) son ya demasiado. Hace poco, el cuñado del primer ministro israelí estuvo en la radio del ejército israelí acusando a Obama de antisemita por ese discurso.
El gobierno estadounidense no se empeña en hacer mucho, y nunca lo ha hecho, porque la línea dura en pro del respaldo a Israel es muy extensa en Estados Unidos. No es meramente la fuerza de lo que es un grupo de cabildeo importante y agresivo proisraelí, el American Israel Public Affairs Committee (AIPAC). No es porque la derecha cristiana haya adoptado una posición demasiado prosionista. Es porque los más importantes políticos demócratas están profundamente comprometidos con ese respaldo y porque Obama tiene suficientes problemas con muchos políticos demócratas como para no estar ansioso de luchar contra ellos en otro frente más.
¿Continuará el gobierno estadounidense con esta política? El respaldo a Israel se ha caído seriamente en Europa occidental durante los últimos 10 años debido a la obstinación, la insensibilidad y la opresividad de la conducta israelí hacia los árabes palestinos –más notablemente, pero no sólo, en Gaza. Las posiciones de línea dura en pro de un respaldo a Israel se han debilitado también entre segmentos significativos de la población judía en Estados Unidos. Pero ahora parece haber una nueva fuente de crítica.
Marc Perry reveló en un artículo en Foreign Policy que, el 16 de enero, un equipo de oficiales de alto rango del Comando Central estadunidense o Centcom (responsable del Medio Oriente) informó al jefe del Estado Mayor Conjunto, almirante Michael Mullen, de las preocupaciones del general David Petraeus, cabeza del Centcom, con respecto al estancamiento israelí-palestino. Parece que Petraeus y sus oficiales han estado recibiendo de todos los líderes árabes con quienes se reúne consistentemente un mensaje crítico. Parece que Petraeus concluyó: Estados Unidos no sólo era visto débil, sino que su postura militar en la región se estaba debilitando. En resumen, el estancamiento estaba lastimando los esfuerzos militares en Iraq y Afganistán.
La conclusión de Perry fue entonces: hay varios grupos de cabildeo muy poderosos en Washington –la National Rifle Association, la American Medical Association, los abogados y, por supuesto, AIPAC. Pero ningún grupo de cabildeo es tan importante ni tan poderoso como los militares estadounidenses. Así que Petraeus le estaba advirtiendo a Mullen: La relación de Estados Unidos con Israel es importante, pero no tan importante como las vidas de los soldados estadounidenses.
Dado que Petraeus fue puesto en el cargo por George W. Bush y es visto por la derecha estadounidense como un rudo de línea dura en cuanto al papel militar de Estados Unidos en Medio Oriente, no pueden acusarlo de haberse vendido.
La intransigencia israelí ha sido eficaz en el corto plazo. Pero es suicida en el mediano plazo –como Friedman y Gelb apuntaban implícitamente, y como subraya Petraeus. Aquellos israelíes de línea dura han estado listos para denunciar a cualquiera que no los respalde 101 por ciento. Pero si piensan que puedan ganar llamando a Friedman y a Gelb judíos que se autoodian o calificando a Petraeus de antisemita, están más engañados de lo que yo pensaba. Gelb terminaba su blog advirtiendo: No es éste el momento de que los líderes de Israel prueben la profundidad y la estabilidad del respaldo de Estados Unidos hacia su país.
Netanyahu fue a Washington a ver si podía apaciguar al presidente Obama. Parece que no lo logró.
El mundo se mueve inexorable hacia una solución con un solo Estado (como en Sudáfrica), sin importar si esto es sabio o no, o si el gobierno estadounidense está preparado o no para asumir una verdadera línea dura con los israelíes, o si el liderazgo israelí considera esto remotamente aceptable.
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