La incertidumbre se asoma en Guinea-Bissau - Ausencia de estructuras estatales, lucha por el poder y narcotráfico

Txente Rekondo
Rebelión
17/03/09

El hecho de que el presidente y el comandante de las Fuerzas Armadas de un país mueran en un breve intervalo de tiempo haría saltar las alarmas de los medios de comunicación, pero como este acontecimiento ha tenido lugar en Guinea-Bissau, esa noticia pronto ha desaparecido de la mayoría de los informativos.

Guinea-Bissau presenta uno de los indicadores de desarrollo humano más bajos del mundo, ocupando el puesto 175 sobre una lista de 177 países. Como señalan observadores internacionales, la pobreza es un mal endémico en el país, “más del diez por ciento de los niños mueren al nacer, la expectativa de vida ronda los cuarenta años, el analfabetismo afecta a más del sesenta por ciento de la población”.

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Siendo por tanto “uno de los países más pobres”, posee ricos y extensos caladeros de pesca, importantes reservas naturales sin explotar (bauxita, fosfato, petróleo), pero la ausencia de una estructura institucional y de un estado ha impedido que el rumbo del país cambie, y tanto en la época colonial portuguesa como tras la independencia de 1974, han impedido que el desarrollo integral de Guinea-Bissau se materialice.

Con una población cercana al millón y medio de personas y un territorio de menos de 40.000 m2, la diversidad étnica es otra realidad. En el país conviven unos veintidós grupos étnicos, con sistemas sociales y políticos muy diferentes. Así, encontramos en el interior grupos con unas líneas patriarcales muy centralizadas (Fula y Mandinga), junto a otros que conforman sociedades acéfalas, sobre todo en la costa (Balanta, Manjako, Pepel).

La colonización portuguesa comenzará en 1440, pero el dominio colonial se acelerará a partir de los siglos XIX y XX. Los intereses comerciales de Portugal serán el eje de esta colonización, centrada sobre todo en las zonas costeras, para aprovechar el incipiente tráfico de esclavos de aquella época, posteriormente el interés girará en torno a la explotación agrícola, pero en todo momento los colonialistas portugueses dejaron claro que no tenían ninguna intención de crear una administración estructurada, potenciando además la división entre la población local.

La explotación económica y social serán por tanto las bases del colonialismo portugués en Guinea-Bissau. El desarrollo de mono cultivos agrícolas no benefició las producciones locales, y por otro lado, una mayoría muy elevada de la población no recibirá ningún tipo de educación.

Tras más de trescientos años de presencia colonial portuguesa dejarán tras de sí un sombrío legado: “sólo catorce graduados universitarios, la tasa de analfabetismo en torno al 97% y algo más de 400 kilómetros de carreteras. Tan sólo existía una fábrica moderna en Guinea-Bissau en 1974, que producía cerveza para las tropas portuguesas, y como último gesto antes de abandonar el país, los portugueses destruyeron los archivos nacionales”.

La lucha por la independencia fue dirigida por el Partido Africano por la Independencia de Guinea y Cabo Verde (PAIGC), cuyo máximo dirigente era Amilcar Cabral, y supo conjugar una lucha anticolonial en diferentes frentes (diplomático, político y militar) que propugnaba una estrategia de liberación conjunta para Guinea y Cabo Verde. Su meticuloso trabajo entre la población local, sobre todo entre los campesinos, posibilitó iniciar la lucha armada que desde 1963 luchará por la independencia, que se materializó en 1974. Durante esos años la labor de construcción del PAIGC en las zonas liberadas posibilitó importantes mejoras en educación, sanidad y sobre todo en la participación directa de la población en importantes asuntos.

Las posteriores luchas internas dentro del partido, la desaparición de su máximo líder, hicieron que la infraestructura creada durante la guerra por la independencia fuese desapareciendo en los posteriores años a 1974.

Al lastre creado por la dominación colonial hay que sumar también el programa impulsado por el FMI y el Banco Mundial en la década de los ochenta, que bajo el pomposo nombre de “ajuste estructural”, aseguró que la distribución de los fondos del mismo estuviese en manos de las élites políticas, que aliadas con sectores económicos del país, marginaron a las capas más pobres del mismo y provocaron un claro fraccionamiento político, que desembocará además en una clara “privatización del estado”.

Las luchas por el poder de estas facciones, alineadas en una u otra facción política condicionarán el futuro devenir de Guinea-Bissau y que desembocará en la guerra civil de 1998-9. Los enfrentamientos entre las personalidades políticas del país, el papel de las fuerzas armadas, inmersas también en diferentes facciones, aunque predomina el papel de los Balanta, el mayor grupo étnico de Guinea-Bissau (un tercio de la población) y que históricamente han sido explotados y perseguidos por los portugueses en su momento, y más recientemente por el recientemente fallecido presidente Joao Viera, durante los años de su primer mandato presidencial, estando casi siempre apartados de los entresijos del poder, excepto los años del mandato de Kumba Yala (2000-3).

La ausencia de estructuras estatales, la lucha por el control del poder (en torno a la presidencia y el ejército), y más recientemente la aparición del factor del narcotráfico son los tres ejes que condicionan el rumbo actual de Guinea-Bissau. Si juntamos estos ingredientes tendremos algunas pistas de cómo se han desarrollado los acontecimientos y los atentados de estos días.

La competencia política y militar de las facciones del país se ha sucedido y los rumores de golpes militares o las intervenciones de elementos del ejército han salpicado la vida de Guinea-Bissau en las últimas décadas. Los intentos por materializar una importante reforma “del sector de la seguridad” podría haber desembocado en las muertes de las dos principales figuras del país, su presidente, Joao Viera, y el jefe de estado del ejército, el general Batista Tagme Na Wai.

La participación de elementos ligados al narcotráfico sudamericano no es descartable del todo. La reforma propuesta no es bien vista por estos actores que llevan desde hace algún tiempo operando en Guinea-Bissau. La necesidad de abrir nuevas vías al tráfico de drogas desde Latinoamérica hacia Europa convirtió a este país africano en centro de atención de las redes de narcotraficantes, que han transformado la economía del país (la aparición de clubs de alterne, restaurantes de alto standing, de guardias privadas y de nuevas mansiones en las afueras de la capital) y han incrementado la corrupción en el mismo, afectando por igual a sectores políticos y militares.

La clasificación de Guinea-Bissau como “estado fallido” se presenta cada día con más evidencia. La ausencia de un aparato estatal crea el vacío necesario para que esos señores de la droga imperen a sus anchas. Además, los dirigentes del país son incapaces de proporcionar a la población los servicios sanitarios o educativos necesarios.

El descontrol de las fronteras puede tener además incidencia directa en la estabilidad de la región, con situaciones como Liberia o Sierra Leona en constante actualidad mediática, pero otras como la situación de Casamance, hoy dentro de Senegal, o de la vecina Guinea que también se podrían ver afectadas si el descontrol se apodera de Guinea-Bissau.

Algunos se han atrevido a anticipar que el ejército respetará la “voluntad de la población” y al gobierno. Y otros ya han anticipado algunos nombres claves para el futuro político del país: el actual líder del PAIGC, Carlos Gomes Júnior, que no contaría con una base de apoyo muy sólida; Kumba Yala, líder de la oposición y expresidente, pero con un pasado muy oscuro y rechazado por la comunidad internacional y por su propia población; e incluso hay quien plantea figuras de consenso como los antiguos presidentes Malam Bacai o Henrique Rosa, aunque tampoco contarían con apoyo local.

Una vez más la historia se repite en otro país del continente africano, asolado por problemas que sin duda son herencia de la colonización, de la política de “dividir y gobernar” de la misma, y de las estructuras creadas con ese fin. La influencia post-colonial de los antiguos ocupantes coloniales no ha cesado, y a través de pactos con las élites locales o con el uso de las fuerzas militares del país, han sabido mantener sus intereses en la región. Los enfrentamientos internos provocados por los colonialistas han perdurado hasta hoy y en ocasiones se han asentado imposibilitando una unidad, necesaria para solventar parte de las crisis que asolan a Guinea-Bissau y a otros estados africanos.

Txente Rekondo es miembro del Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)

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