Una saga de injusticia e hipocresía: El disparate de un Kosovo “Independiente”

George Szamuely
CounterPunch
Traducido para Rebelión por Sinfo Fernández
15/02/08

Con su indefectible pasión por lo inconsecuente y sus enredos para hacer lo que no deben en el momento menos oportuno, los dirigentes de la OTAN parecen determinados a forjar la provincia de Kosovo fuera de Serbia y a concederle la “independencia”. Que carezcan de poder físico, legal y moral para otorgar ese carácter de estado independiente a parte de un estado que ni es miembro de la UE ni de la OTAN parece sólo servir para envalentonarles y utilizar esta cuestión para demostrar la determinación de Occidente. Al igual que en la década de 1990, y tan forma tan equivocada como entonces, un Occidente que se cree moralmente superior aprovecha la oportunidad de los Balcanes para hacer alarde ante el mundo de su poco conocida facha de campeón de la democracia, de la autodeterminación nacional y de protector de musulmanes.

Al igual que hizo antes de la invasión de Iraq, EEUU ha lanzado ya la advertencia de que hará lo que le de la gana –es decir, reconocer a un Kosovo independiente- con permiso o sin permiso de Naciones Unidas. Al contrario que en Iraq, esta vez los europeos intentan tomar parte activa en el juego de la búsqueda de los huevos de Pascua y están tan determinados a ignorar a las Naciones Unidas como los estadounidenses. Confían en que el nuevo estado de Kosovo se convertirá en un satélite fiable de la UE/OTAN, de los países europeos con más peso y, especialmente, de los siempre condescendientes británicos, que prometen reconocer la declaración unilateral de independencia de Kosovo el mismo día que se produzca.

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La posición de Bruselas y Washington defiende que el statu quo en Kosovo es insostenible y que hay que resolver su estatus de una vez por todas. El estatus final significa “independencia” y sólo “independencia”. A los serbios se les ha dicho que se olviden de Kosovo y toda la charla sobre el patrimonio histórico se centra en cambio en “Europa” (el gran nombre que la Unión Europa se ha arrogado a sí misma). Curiosamente, a los albaneses de Kosovo no se les dicho que se olviden de sus aspiraciones nacionales y se centren en Europa. Incluso su proclama de estatalidad es especialmente dudosa porque ya existe en Europa un estado albanés. No parece haber razón alguna para tener dos estados albaneses.

La Resolución 1244 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que prevé sólo el autogobierno para Kosovo, reconoce la “soberanía e integridad territorial de la República Federal de Yugoslavia”. No se puede cambiar el estatus de Kosovo sin una nueva Resolución.

Seguramente, el statu quo es insostenible. Pero este statu quo es enteramente obra de la OTAN. Ansiosa por demostrar su importancia aunque la Guerra Fría ha tiempo ya que terminó, la OTAN se dedicó a pulverizar Yugoslavia con bombas de racimo, uranio empobrecido y misiles de crucero durante once semanas, en nombre de su recién proclamada misión de intervención humanitaria. Como los idólatras medios de comunicación contaron en años posteriores, y volvieron a contar una y otra vez, los EEUU y sus supinos aliados europeos eran, al parecer, unos caballeros de brillante armadura que mataban y destruían desinteresadamente para rescatar a los oprimidos albaneses de Kosovo de los serbios sedientos de sangre. Las fuerzas de la OTAN marcharon hacia Kosovo, se mantuvieron impasibles mientras más de 250.000 serbios huían o eran expulsados de la provincia y entonces, en marzo de 2004, acurrucados en la seguridad de sus barracas, vieron como los albaneses de Kosovo emprendían una furiosa y sangrienta campaña contra los serbios.

Mientras tanto, utilizando las técnicas de ingeniería de la filial de Halliburton, Brown & Root Services Corp., los EEUU construyeron una base militar gigante, Campo Bondsteel, que ocupa unos 955 acres o, lo que es lo mismo, 360.000 metros cuadrados. El campo incluye asimismo una prisión. Según Alvaro Gil Robles, el Comisionado para los Derechos Humanos del Consejo de Europa, que visitó la prisión en 2005:

“Lo que fui a ver allí, la situación de los prisioneros, era tal que podría absolutamente reconocerse a partir de las fotografías de Guantánamo. Los prisioneros estaban encerrados en barracas pequeñas de madera, algunos en solitario, otros de dos en dos o de tres en tres. Cada barraca estaba rodeada de alambradas de espino, y los guardias patrullaban entre ellas. Alrededor de todas ellas había un muro alto con torres de vigilancia. Como había sido el ejército el que había directamente arrestado a todos aquellos seres, no tenían derecho alguno a acceder al sistema judicial. No tenían abogados. No contaban con la posibilidad de apelar. No había siquiera ordenes exactas acerca de cuánto tiempo tenían que estar allí prisioneros.”

Con todo el cinismo del mundo, aunque esto no supone sorpresa alguna, el establishment político estadounidense, especialmente el ala clintoniana (esa panda que tanto hizo para destruir Yugoslavia), se aprovechó del pogromo anti-serbio de marzo de 2004 como prueba de que los albaneses de Kosovo se merecían inmediatamente un estado independiente. El 28 de marzo de 2004, la columnista Georgie Anne Geyer citaba a Richard Holbrooke diciendo: “’El reconocimiento de un Kosovo independiente y eventual miembro de la Unión europea sería el mejor camino para llevar una paz permanente y estabilidad a los Balcanes.’ Los dirigentes de Belgrado ‘se hicieron finalmente a la idea de la nueva realidad y de que tenían que elegir entre Kosovo o la UE, pero si Serbia elige Kosovo por encima de la UE, acabará sin uno y sin otra.”

Holbrooke, secretario permanente de estado al acecho, negoció un notorio acuerdo con el Presidente Slobodan Milosevic en octubre de 1988. A cambio del acuerdo estadounidense para aplazar el bombardeo de Yugoslavia durante unos cuantos meses, Milosevic acordó retirar las fuerzas de seguridad serbias de Kosovo y permitió la llegada de una misión de la OSCE, la supuesta Misión de Verificación de Kosovo. El acuerdo no era vinculante para el Ejército de Liberación de Kosovo (KLA, en sus siglas en inglés), cuyos miembros se armaron y cometieron ataques terroristas con el propósito de provocar la venganza de las fuerzas serbias y conseguir así un pretexto para los bombardeos que la administración Clinton ansiaba lanzar. Milosevic, muy consciente de la trampa en la que había caído, hizo un esfuerzo especial para evitar provocaciones. La Misión de Verificación de Kosovo no se quedó impasible mientras tanto. Dirigida por William Walter, embajador de EEUU en El Salvador durante la década de 1980, la KVM operó en secreto con el KLA, llegando hasta el extremo de fingir el incidente de Racak que sirvió para desencadenar la furiosa embestida de la OTAN. Por tanto, no es sorprendente que Halbrooke, que jugó un papel tan fundamental en esa primera charada, esté jugando un papel igualmente clave en la actual charada de Kosovo.

Hay otro “defensor de pleitos pobres” en el establishment, en esta ocasión miembro del ala republicana, que tuvo también un peso fundamental en las primeras proclamas de independencia para Kosovo. Frank Carlucci, anterior secretario de defensa y asesor de seguridad nacional en la administración Reagan y antiguo presidente del Grupo Carlyle, empresa global de capital privado que acoge a antiguos funcionarios del gobierno, escribió en el New York Times del 22 de febrero de 2005:
“La única solución que tiene sentido a largo plazo es la independencia total para Kosovo y la única pregunta que sigue abierta es cómo lograrla. El enfoque más adecuado para Washington y sus cinco socios en el denominado Grupo de Contacto –Reino Unido-Francia-Alemania-Italia y Rusia- es iniciar un proceso para un acuerdo final o Acuerdo de Kosovo. En primer lugar, las potencias tendrían que establecer un calendario de trabajo y algunas normas básicas. El objetivo sería la independencia para toda la provincia, y todo el resto de opciones –partición o unión con Albania o como parte de otros estados vecinos donde vive la etnia albana- quedarían, desde el principio, fuera de consideración. Teniendo en cuenta los sucesos de marzo del año pasado, se informaría a los albaneses de Kosovo de que se establecería el ritmo de su progreso hacia la independencia dependiendo de su trato con los serbios y otras minorías.

Así, el progreso hacia la independencia dependería de cómo los albaneses trataran a las minorías de Kosovo. Holbrooke no tenía tiempo para hacer comprobaciones. Se burló de la idea de que la independencia tuviera algo que ver en cualquier caso con el trato de los albanos hacia los serbios. “Establecer estándares anteriores al estatus”, comentó despreciativamente en el Washington Post del 20 de abril, no era sino una política dilatoria que “disfrazaba la inactividad burocrática en el interior del galimatías diplomático. Como consecuencia, no iba a haber discusiones serias sobre el futuro de Kosovo”.

Estándares antes del estatus o estatus antes de los estándares, realmente no importa demasiado. EEUU presionó al Secretario General de la ONU Kofi Annan para que lanzara un proceso fraudulento que produciría –así se creía- un Kosovo independiente. En junio de 2005, Annan nombró al embajador de Noruega ante la OTAN, Kai Aide, para que comprobara si Kosovo había hecho suficientes progresos en cuanto a los estándares aceptables en democracia y respeto a los derechos de las minorías para merecer una decisión sobre su estatus final. En octubre de 2005, Aide informó debidamente a Annan que sí, que Kosovo había hecho progresos espléndidos y que cualquier otro retraso en resolver su estatus final llevaría a la catástrofe. En la actualidad, el informe dice que los “serbios de Kosovo temen convertirse en un decorado para cualquier institución política del nivel central con poca capacidad para producir resultados tangibles. Los albaneses de Kosovo han hecho muy poco para disipar ese temor”. El informe concluía que “respecto a los cimientos para una sociedad multiétnica, la situación es sombría”. Sin embargo, no había un momento que perder. “Lo que importa”, dijo Annan, “es que empiecen pronto las conversaciones”.

En efecto, las conversaciones dieron comienzo. Annan nombró al anterior presidente finlandés Marti Ahtisaari como su enviado especial para dirigir las negociaciones sobre el estatuto final de Kosovo. ¡Conversaciones para premiar el terrorismo! Los albaneses de Kosovo habían provocado disturbios callejeros durante varios días en marzo de 2004, pero aquí estaban ahora, 18 meses después, a punto de recibir el regalo de la independencia. Ahtisaari estaba probablemente actuando como mediador de la misma forma que lo hizo Holbrooke. Uno de los puestos que mantiene es el de presidente emérito del International Crisis Group (ICG), una de esas organizaciones financiadas por George Soros provistas de ese respetable personal internacional que anteriormente ocupó una serie de cargos y que habían invariablemente defendido la expansión/intervención de la OTAN, y a quienes no estorbaban las inversiones exteriores de los EEUU y la UE. El ICG ha sido durante mucho tiempo un ferviente propagandista de un Kosovo independiente. En su junta se sientan esos veteranos graduados tras bombardear a los serbios como Wesley Clark, Zbigniew Brzezinski, Joschka Fischer, Morton Abramowitz y Samantha Power.

Inevitablemente, las negociaciones bajo patrocinio de Ahtisari no llegaron a parte alguna, como querían aparentar. Dado que los funcionarios clave de la OTAN y la UE habían ya declarado que la independencia de Kosovo era inevitable, los albaneses de Kosovo sabían que tan sólo tenían que sentarse muy tiesos, rechazar cualquier opción que no fuera la independencia y prepararse para recoger su recompensa en pocos meses.

En marzo de 2007, Ahtisaari informó al nuevo Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, que se había agotado “el potencial de las negociaciones para que producir cualquier resultado mutualmente aceptables sobre el estatuto de Kosovo. Ninguna negociación más, aunque adoptara el formato que fuera, resolvería ese impasse”. Por tanto, anunció:
“He llegado a la conclusión de que la única opción viable para Kosovo es la independencia que, durante un período inicial, estaría supervisada por la comunidad internacional. Mi Propuesta Global para el Acuerdo de Estatuto de Kosovo, que expone estructuras internacionales de supervisión, proporciona los cimientos para un futuro Kosovo independiente que sea viable, sostenible y estable, y en el cual todos sus miembros y comunidades puedan vivir una existencia pacífica y digna.”

Washington, Londres, Bruselas y otras capitales abrazaron inmediatamente la propuesta de Ahtisaari y sus nobles, aunque totalmente vacuos, sentimientos. Desde el momento en que una masiva presencia militar de la OTAN no habría bastado para asegurar que las “comunidades de Kosovo y sus miembros” vivieran una incluso mínima “existencia digna y pacífica” (como hasta el enviado de Annan, Kai Aide, había admitido), la idea de que en un Kosovo independiente las minorías de la provincia florecerían era más que irrisoria. Los serbios de Kosovo –los pocos que quedan- viven detrás de alambradas de espino y necesitan escolta armada cada vez que dan un paso fuera de sus enclaves. Según un reciente informe de la Comisión Europea, “sólo el 1% de los jueces pertenecen a un grupo minoritario y menos del 0,5% pertenecen a la minoría serbia. Sólo seis de los 88 fiscales pertenecen a grupos minoritarios.” En general, el informe concluía: “Se han registrado muy pocos progresos en la promoción y aplicación de los derechos humanos”.

Nada de eso importa en realidad. Los EEUU, la UE y el mismo Ahtisaari son tan serios en cuanto a proteger a las minorías de Kosovo como en cuanto a crear allí un estado independiente. De hecho, lo último que uno podría llamar al estado que Ahtisaari imagina es “independiente”.

Seguramente, se le quitaría tierra a Serbia, y los serbios de Kosovo, turcos, rumanos y otras minorías serían expulsados, aunque los funcionarios de la UE y la OTAN sigan sin duda haciendo votos por su compromiso con un multicultural, multiétnico, y multi lo que sea, Kosovo. Seguramente, Bruselas conseguirá triunfar sobornando a unos cuantos serbios para que regresen a –o incluso hagan su hogar en- Kosovo. Se tratará entonces de vender esos “retornados” como prueba de que Kosovo está abrazando los “valores europeos”.

Sin embargo, no hay ningún plan que permita que los albaneses de Kosovo dirijan sus propios asuntos. Lo primero de todo, al igual que en Bosnia, el poder último estará en manos de un burócrata nombrado internacionalmente. Ese puesto de virrey colonial conocido como Representante Civil Internacional (ICR, en sus siglas en inglés) lo ocupará una de esas innumerables e intercambiables viejas glorias políticas que se mueven de una sinecura a otra. El ICR, por ejemplo, tendrá autoridad para “adoptar medidas correctivas para remediar, cuando sea necesario, cualquier acción que las autoridades de Kosovo emprendan y que el ICR estime que suponen una ruptura de ese Acuerdo”. Tales medidas correctivas incluirían la “anulación de leyes o decisiones adoptadas por las autoridades de Kosovo”, “sancionar o apartar del puesto a cualquier funcionario público, o adoptar otras medidas cuando sea necesario para asegurar un respeto total hacia ese Acuerdo y su puesta en práctica”, la última palabra en el nombramiento del “Director General del Servicio de Aduanas, del Director de la Administración de Impuestos, del Director del Tesoro y del Director Administrador de la Autoridad Bancaria Central de Kosovo.” Ahí tienen, pues, democracia a su medida.

Además, la UE tiene que establecer una Misión Política de Defensa y Seguridad Europea (ESDP, en sus siglas en inglés). Esta misión “ayudará a las autoridades de Kosovo para que progresen hacia la sostenibilidad y responsabilidad, y para desarrollar y fortalecer un sistema judicial, policial y de aduanas independiente, asegurando que estas instituciones estén libres de interferencias políticas y proporcionando apoyo, control y asesoramiento en el área del estado de derecho en general, aunque conservando ciertos poderes, en particular respecto a los servicios judiciales, policiales, de aduanas y prisiones”.

La misión del ESDP tendrá “autoridad para asegurar que los casos de crímenes de guerra, terrorismo, crimen organizado, corrupción, crímenes interétnicos, crímenes financieros/económicos y otros delitos graves sean adecuadamente investigados de acuerdo con la ley, incluyendo, cuando se considere conveniente, a investigadores internacionales junto a las autoridades de Kosovo, o bien llevando a cabo investigaciones independientes”. La misión tendrá autoridad para asegurar que los crímenes son “debidamente perseguidos allá donde se considere conveniente por fiscales internacionales, que actuarán conjuntamente con los fiscales de Kosovo o independientemente. La selección de casos para los fiscales internacionales se basará en criterios objetivos y garantías de procedimiento, según determine el Jefe de la Misión ESDP”. La misión tendrá “autoridad para revocar o anular las decisiones operativas adoptadas por las autoridades competentes de Kosovo y, cuando sea necesario, asegurar el mantenimiento y promoción del estado de derecho, orden público y seguridad”. La misión tendrá “autoridad para controlar, apoyar y aconsejar en todas aquellas áreas relativas al imperio de la ley. Las autoridades de Kosovo facilitarán esos esfuerzos y garantizarán el acceso completo e inmediato a cualquier lugar, persona, actividad, procedimiento, documento o cualquier otra cuestión o evento en Kosovo”.

La OTAN estableció también una Presencia Militar Internacional (IMP, en sus siglas en inglés), que tiene que “actuar bajo la autoridad y someterse a la dirección y control político del Consejo de la Alianza del Norte a través de la cadena de mando de la OTAN. La presencia militar de la OTAN en Kosovo no descarta una posible futura misión militar de seguimiento por otra organización internacional de seguridad, sometida a un mandato revisado”. Además, el IMP tiene “la responsabilidad total en el desarrollo y entrenamiento de la Fuerza de Seguridad de Kosovo, y la OTAN tendrá la responsabilidad global en el desarrollo y establecimiento de una organización dirigida por civiles del gobierno para ejercer el control civil sobre esta Fuerza, sin perjuicio de las responsabilidades del ICR”. La IMP será “responsable de: Asistir y asesorar en relación con el proceso de integración en las estructuras Euro-Atlánticas” y asesorar en “la participación de elementos de las fuerzas de seguridad en misiones con mandato internacional”.

Así pues, Kosovo no tendrá nada que decir en materia de impuestos, en política de seguridad y exterior, en temas de aduanas o en la aplicación de la ley. La única cosa independiente en relación con el “independiente” Kosovo es que será independiente de Serbia. En realidad, no hay ni la más leve pretensión de que las debidamente elegidas autoridades de Kosovo tengan algo que decir en relación a nada, a no ser, quizá, negarse a recaudar impuestos, aunque, sin duda, hasta en esto, las autoridades tendrán que seguir las directrices de la UE o pagar una multa.

Nada de toda esa cháchara sobre “apoyar”, “controlar”, “formar”, “ayudar”, “aconsejar” e “investigar” debe ser tomado demasiado en serio. Después de todo, si las Naciones Unidos no lo han tomado muy seriamente durante los pasados ocho años, ¿por qué debería hacerlo entonces la Unión Europea? Teniendo en cuenta el desprecio de la UE hacia el derecho internacional, su arrogancia por la participación de sus países miembros en el bombardeo de Yugoslavia de 1999, su desdeñosa actitud hacia la preocupación de Serbia por la pérdida de su territorio soberano y de su jurisdicción sobre sus nacionales, la idea de que la UE está lista ahora para desenvainar la espada y venir en ayuda de las minorías de Kosovo es ridícula. La creciente retórica sobre el extraordinario supuesto progreso de Kosovo, bajo los auspicios de Naciones Unidas, contrasta crudamente con la realidad. Según un reciente informe de Amnistía Internacional acerca de la justicia estilo Naciones Unidas en Kosovo:
“Cientos de casos de crímenes de guerra, desapariciones y crímenes interétnicos siguen sin resolver (a menudo sin que haya habido investigación alguna); cientos de casos han sido cerrados, sin tratar de buscar ni reunir pruebas efectivas. Los familiares de las personas perdidas y ‘desaparecidas’ informan que han sido entrevistadas demasiadas veces por la policía internacional y fiscales sin avance alguno. Respecto al reclutamiento de personal, parece que en ninguna etapa se llevaron a cabo esfuerzos serios para identificar y reclutar para los diversos puestos de trabajo a los candidatos más cualificados y apropiados y con más experiencia en el mundo. Un elemento de preocupación acerca de la equidad de los juicios dirigidos por jueces y fiscales internacionales es la falta de atención concedida a los derechos de la defensa. Gran parte del procedimiento en los juicios se desarrolló en un idioma que el acusado o su abogado no entendían. No había traducción simultánea, sino meros resúmenes. En algunos casos, no se dispuso de las transcripciones de los procedimientos judiciales hasta mucho tiempo después que se hubiera agotado la posibilidad de apelación. Es inquietante que en los casos presentados de crímenes de guerra, sólo uno se refiriera a una víctima no albanesa. En ese caso, una de las 25 víctimas era serbia.”

Algunos de los problemas que Amnistía mencionaba: Los juicios se llevaban a cabo “en ausencia”; se “utilizaban testigos anónimos”; “las reconstrucciones del crimen” tenían lugar “sin que el acusado ni su abogado estuvieran presentes”; “escasa traducción e interpretación y utilización de resúmenes por parte de los intérpretes en lugar de la traducción textual”; “decisiones pobremente razonadas, confusas e ‘incomprensibles’; “juicios basados en testimonios de testigos que entraban en contradicción con las pruebas forenses o con anteriores testimonios de los testigos”; “discrepancias entre la prueba y el veredicto o pruebas insuficientes para apoyar el veredicto”; y “diferencias importantes entre el juicio oral y el juicio escrito.” Por lo demás, la magistratura está en plena forma, y es probable que siga mejorando aún más bajo la guía de la UE.

Ningún informe acerca del sombrío historial de Kosovo en materia de derechos humanos o su fracaso económico y político como distrito electoral de metomentodos internacionales, ninguna invocación de Serbia y Rusia al derecho internacional, al Acta Final de Helsiki o a la Resolución de UN 1244 para marcar alguna diferencia: Washington dice que hará lo mismo que hizo antes de la invasión de Iraq: ignorar a las Naciones Unidas y reconocer a un Kosovo independiente. Bruselas dice que hará otro tanto. Sin embargo, a diferencia de 2003, esta vez los rusos se guardan un as bajo la manga. Si se permite la secesión de Kosovo, los rusos han argumentado que entonces, ¿por qué no también la de otras nacionalidades o grupos étnicos que viven como minorías en cualquier otro estado? Como ejemplo, el Presidente Vladimir Putin señaló Osetia del Sur, Abkhazia, Nagorno-Karabaj y Transnistria. Pero podía mencionar muchos más casos: los húngaros de Eslovaquia y Rumania, los vascos y catalanes en España, los corsos en Francia, los flamencos en Bélgica, los rusos en Estonia y Latvia, los chipriotas turcos.

Occidente respondió con furia al argumento ruso. “La posición de Rusia es cínica. No tiene poder para recuperar Kosovo para Serbia y el Kremlin juega su propio juego secesionista en Georgia y Moldavia. El Presidente Putin ha estado sencillamente utilizando Kosovo como porra útil para golpear Occidente y recordarle al mundo que Rusia todavía dispone de veto en el Consejo de Seguridad”, tronó el New York Times en un editorial el 6 de diciembre de 2007. Holbrooke acusó a Putin de tratar de “reafirmar el papel de Rusia como hegemonía regional”. La sugerencia de que Kosovo está relacionado con cualquier otra disputa territorial era “espuria”, declaró. Kosovo “es un caso único y no supone ningún precedente para otros movimientos separatistas. “¿Por qué?” [Porque en 1999, con el apoyo de Rusia, se dio autoridad a las Naciones Unidas para decidir el futuro de Kosovo”. Esta es una de las descaradas y típicas mentiras de Holbrooke. Las Naciones Unidas estaban autorizadas para montar una administración interina “bajo la cual el pueblo de Kosovo pudiera disfrutar de una autonomía importante dentro de la República Federal de Yugoslavia”.

Además, dado el fracaso total de la administración de Naciones Unidas para cumplir la mayor parte de las disposiciones de la Res. 1244, es especialmente atroz invocar esta resolución como la que autoriza a Naciones Unidas para hacer algo. Según la 1244, entre las responsabilidades de la administración interina estaba la “Desmilitarización del Ejército de Liberación de Kosovo”, “Establecer un entorno seguro en el cual los refugiados y las personas desplazadas puedan retornar a sus hogares con seguridad” y asegurar que “ se le permitirá volver a una cifra determinada de personal yugoslavo y serbio para llevar a cabo las siguientes funciones: Colaboración con la misión civil internacional y la presencia internacional de seguridad. Mantener una presencia en los lugares del patrimonio serbio. Mantener una presencia en los cruces de frontera importantes”. Ni que decir que tiene que nada de esto se cumplió. En cualquier caso, aunque se le hubiera dado autoridad a Naciones Unidad para decidir el futuro de Kosovo, eso es precisamente en lo que Rusia insiste, como miembro permanente con derecho a veto en el Consejo de Seguridad, al rechazar la secesión unilateral.

Eso de que Kosovo era “único” ha sido el mantra de los funcionarios occidentales durante meses. El 19 de diciembre, Zalmay Khalilzad, representante permanente de EEUU ante las Naciones Unidas, dijo en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que “Kosovo supone una situación única: es una tierra que solía ser parte de un país que ya no existe y que Naciones Unidas ha venido administrando durante ocho años con el objetivo final de resolver de una vez por todas su estatus. Las políticas de limpieza étnica que el gobierno de Milosevic siguió contra el pueblo kosovar aseguraron para siempre que Belgrado no volviera nunca a gobernar en Kosovo. Este es un hecho inevitable y la consecuencia directa de esas políticas bárbaras”.

El 21 de diciembre, el Vicesecretario de Estado para Asuntos Europeos y Euroasiáticos, Daniel Fried, dijo: “Kosovo es obviamente un caso único porque no hay otro lugar en el mundo donde Naciones Unidas haya administrado un territorio en virtud de una Resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Por eso no hay nada parecido, por eso, claramente, no supone ningún precedente. Opinamos que Kosovo no es un precedente para ningún otro lugar. Ni para Osetia del Sur, ni para Abkhazia, ni para Transnistria, ni para Córcega ni para Texas. Para nada. NADA”. El 28 de noviembre, el Subsecretario para Asuntos Políticos, Nicholas Burns, declaró “Es una situación única. Milosevic trató de aniquilar a más de un millón de musulmanes albano-kosovares. La OTAN se opuso. Emprendimos por ello una guerra. Y las Naciones Unidas y la OTAN y la UE han mantenido la paz allí durante ocho años y medio. Y ahora, el 94 ó 95% de la gente que vive allí son musulmanes albano-kosovares.

El absurdo total que representa la histérica declaración de Burns ilustra la extensión a la que están dispuestos a llegar los funcionarios occidentales para justificar lo que, obviamente, no puede justificarse. ¿Milosevic trató de aniquilar a más de un millón de musulmanes albano-kosovares? La Fundación para el Derecho Humanitario, dirigida por Nata_a_Kandi, muy querida y muy financiada por gobiernos y ONGs occidentales, lleva a cabo un proyecto que trata de establecer el número de muertos y desaparecidos en Kosovo. Según un artículo de la revista croata Globus, “El proyecto ha documentado 9.702 personas muertas o desaparecidas durante la guerra en Kosovo desde 1998 a 2000. De esta cifra, según como están ahora las cosas, 4.903 de los asesinados y desaparecidos eran albaneses y 2.322 serbios, mientras el resto pertenecía a otras nacionalidades o se desconoce su identidad étnica”. Uno debería también añadir que estas cifras no dicen nada sobre cómo fue asesinada la gente, si fue en combate o de otra forma y por quién. Y no se clarifica tampoco cuantos fueron asesinados por las bombas de la OTAN. Lo que esas cifras revelan es que fueron los serbios, no los albaneses, los que sufrieron de forma desproporcionada en Kosovo. Si Burns tiene razón y “hasta un 94 ó 95% de la gente que vive allí son musulmanes albano-kosovares”, eso significa que hay 19 veces tantos albaneses como serbios en Kosovo. Entonces, según esos números, las cifras de víctimas albanas son sólo ligeramente dos veces superiores al tamaño de las cifras de víctimas serbias.

La guerra entre Armenia y Azerbaiyán contra Nagorno-Karabaj tuvo cifras de bajas mucho peores. El mismo Departamento de Estado de EEUU admite: “Murieron más de 30.000 personas en los combates entre 1992 y 1994”. Según la CIA, “alrededor de 800.000 personas, de mayoría étnica azerbaiyana fueron expulsados de las tierras ocupadas y de Armenia; alrededor de 230.000 personas de etnia Armenia fueron expulsados de sus hogares desde Azerbaiyán a Armenia.”

En cualquier caso, si el mal trato hacia la población local descalificara a un estado para ejercer la soberanía sobre parte de su territorio, entonces hay un horrible montón de países a los que se podría nombrar para llevar a cabo amputaciones forzosas: A Turquía se le tendría que desgajar el Kurdistán turco; Israel hace tiempo que tendría que haber levantado la bota de Cisjordania y otros territorios ocupados; a Indonesia se le habría denegado Aceh y Papua; Pakistán habría perdido Waziristan.

La declaración de Kosovo como estado independiente se basa en un único acto: Los albanos son abrumadora mayoría en Kosovo. Son musulmanes en un estado cristiano al cual no quieren pertenecer. Pero este argumento sólo sirve para convencer a los que se complacen en mantenerse ignorantes. Primero, puede que la mayoría de Kosovo sea musulmana; pero los albaneses de Kosovo son sólo una pequeña minoría dentro de Serbia considerada como un todo. Kosovo votaría abrumadoramente a favor de la independencia; Serbia votaría abrumadoramente en contra. Serbia es una entidad legal; Kosovo no lo es. Un voto serbio le gana la partida a uno de Kosovo. Segundo, no hay nada raro en que haya una provincia habitada abrumadoramente por musulmanes dentro de un estado que es abrumadoramente no musulmán. Tenemos los moros musulmanes que habitan Mindanao en Filipinas. Tenemos la provincia de Xinjiang en China. Tenemos Cachemira, abrumadoramente musulmana, con muchos de sus habitantes viviendo bajo gobierno indio. Rusia está repleta de provincias en las cuales la población es mayoritariamente musulmana –Tatarstan, Bashkiristán, Daguestan, Chechenia-. El norte de Chipre es abrumadoramente musulmán y, excepto Turquía, ningún país en el mundo lo reconoce como estado independiente. Las provincias musulmanas de Narathiwat, Patán y Yala en Tailandia tienen una insurgencia que trata de liberarse del gobierno budista de Bangkok. Y, por supuesto, tenemos a Cisjordania, otra población musulmana, sometida al yugo de no musulmanes. En todos estos casos, ha habido una insurgencia islámica, una guerra tratando de liberar a los musulmanes del gobierno de los no musulmanes y una represión brutal por parte de los gobiernos. Así es, los dirigentes occidentales no farfullan ni una palabra sobre insostenibles statu quo, no demandan una acción inmediata del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, no insisten en que debe garantizarse inmediatamente la independencia y no amenazan con ignorar a las Naciones Unidas en apoyo de un estado secesionista.

Además, Kosovo supone apenas un caso que ni remotamente resulta convincente por haber conseguido la independencia. En primer lugar, a pesar de toda la cháchara sobre “kosovares” y “kosovanos”, los residentes de Kosovo se identifican a sí mismos como serbios o como albanos; las lenguas que hablan son el serbio o el albanés. Crear un segundo estado albanés en Europa no tiene sentido en ningún caso. No se gobierna a sí mismo. No es más que la oficina de diversas entidades internacionales. Económicamente, es un caso perdido, y se mantiene gracias a inmensas dádivas. Kosovo es un ejemplo de una minoría étnica agarrada a un trozo de territorio, que permite una inmigración sin restricciones a sus co-nacionales desde un país vecino, que limpia étnicamente el territorio del resto de grupos, creando así una abrumadora y artificial mayoría étnica, y reclamando después que esas acciones se vean recompensadas con la concesión de la condición de estado independiente.

Por comparación, las provincias que reclaman ser reconocidas y que Occidente rechaza reconocer han sido entidades con autogobierno desde hace años. Un Kosovo estrenando independencia tendría pobres relaciones con Serbia y se vería sometido a un bloqueo económico. Su red de suministro eléctrico está integrada en la red de Serbia. Serbia se ocupó de atender su deuda.

Comparen Kosovo con Transnistria. Transnistria se declaró independiente de Moldavia en 1990. Transnistria funciona como república presidencial, con su propio gobierno y parlamento. Sus autoridades han adoptado una constitución, una bandera, un himno nacional y un escudo de armas. Tiene moneda propia y sus propias fuerzas policiales y militares. Pero la posición de EEUU/UE es que Transnistria no tiene derecho a la independencia y que debe respetarse la integridad territorial de Moldavia. En 2003, EEUU y la UE anunciaron un boicot de visados contra los 17 dirigentes de Transnistria, acusándoles de “obstruccionismo continuado”. En 2006, Ucrania introdujo nuevas normativas sobre aduanas en su frontera con Transnistria, declarando que sólo importaría productos de allí con documentos que hubieran sido procesados por las oficinas de aduanas moldavas. EEUU, la UE y la OSCE aplaudieron la acción de Ucrania, incluso aunque supuso de hecho la imposición de un bloqueo. En 2006, Transnistria celebró un referéndum en el cual el 97,2 de los electores votó por la independencia. La OSCE se negó a enviar observadores y la UE anunció inmediatamente que no reconocería los resultados del referéndum. Esa es la misma OSCE, UE y EEUU que unos cuantos meses antes habían corrido a reconocer los resultados del referéndum por la independencia de Montenegro, a pesar del hecho de que una escasa mayoría votó a favor de la independencia en vez de los dos tercios que normalmente se requieren para un cambio constitucional, y que a los montenegrinos que viven en Serbia se les negó el derecho a votar en el referéndum.

Comparen Kosovo con Osetia del Sur. Los osetios tienen su propia lengua. El sur de Osetia ha sido un enclave autónomo dentro de la República Socialista Soviética de Georgia. En 1990, el Soviet Supremo de Georgia revocó su autonomía. La OSCE declaró su “firme compromiso a apoyar la soberanía e integridad territorial de Georgia”. En noviembre de 2006, el 99% de los osetios del sur votaron a favor de independizarse de Georgia. La pandilla habitual de entidades internacionales aulló de indignación. La UE, la OSCE, la OTAN y los EEUU condenaron el referéndum. El Consejo de Europa tildó al referéndum de “innecesario, inútil e injusto. Votar no supondrá ningún avance hacia la búsqueda de una solución política pacífica.” La OSCE declaró contraproducente la “intención de llevar a cabo un referéndum. No será reconocido por la comunidad internacional y no será reconocido por la OSCE e impedirá el proceso de paz.” El Secretario General de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer, dijo “En nombre de la OTAN, me uno a otros dirigentes internacionales en el rechazo del supuesto ‘referéndum’. Esas acciones no servirán más que para exacerbar las tensiones en la región del Sur del Cáucaso”.

Nagorno-Karabaj puede suponer también un caso inmensamente más fuerte que Kosovo por la independencia. Desde 1923, el Enclave Autónomo de Nagorno-Karabaj ha sido parte de la República soviética de Azerbaiyán, incluso a pesar del hecho de que el 94% de su población era Armenia. En noviembre de 1991, el parlamento de la RSS de Azaerbaiyán abolió el estatus de autonomía del enclave. En respuesta, en diciembre de 1991, Nagorno-Karabaj celebró un referéndum que aprobó mayoritariamente la creación de un estado independiente. Pero la UE, la OSCE y los EEUU adoptaron la postura de que Nagorno-Karabaj debía seguir siendo parte de Azerbaiyán, sin considerar el hecho de que casi el 100% de la población quería ser independiente. Es interesante señalar que al declararse él mismo independiente en 1991, Azerbaiyán proclamó ser el estado sucesor de la república de Azerbaiyán existente entre 1918 y 1920. Sin embargo, la Liga de Naciones no reconoció la inclusión de Nagorno-Karabaj en Azerbaiyán como parte del territorio reclamado por Azerbaiyán. Esto hace que se cuestione aún más la inclusión de Nagorno-Karabaj dentro de Azerbaiyán. Si se consideran como estados independientes todos los que llevaron a cabo su secesión de la Unión Soviética, no es fácil considerar sobre qué base se les niega el derecho a la independencia a partes de esos estados.

En 2002, Nagorno-Karabaj celebró unas elecciones presidenciales. En respuesta, la presidencia de la Unión Europa declaró: “La Unión Europea confirma su apoyo a la integridad territorial de Azerbaiyán y recuerda que no reconoce la independencia de Nagorno-Karabaj. La Unión Europea no puede considerar legítimas las ‘elecciones presidenciales’… La Unión Europea no cree que esas elecciones tengan un impacto positivo en el proceso de paz”.

En diciembre de 2006, Nagorno-Karabaj celebró otro referéndum sobre su independencia: Alrededor del 98% era partidario de la independencia. La Unión Europea anunció inmediatamente que reconocería los resultados del referéndum y dijo “que sólo un acuerdo negociado entre Azerbaiyán y la etnia armenia que controla la región podía llevar a una solución duradera. La UE reitera que no reconoce la independencia de Nagorno-Karabaj. No reconoce ni el ‘referendum’ ni sus resultados”. La UE añadió que celebrar el referéndum adelantaba el resultado de las negociaciones y que “no contribuía a los esfuerzos constructivos para una resolución pacífica del conflicto”. La actitud de la UE aquí es notablemente diferente de su actitud acerca de Kosovo. Acerca de Kosovo, la UE mantiene que la negativa de Serbia a renunciar a su territorio soberano es la razón del fracaso de las negociaciones, lo que, al parecer, justifica la declaración de independencia de Kosovo.

Todo el enfoque que Occidente da a la cuestión de Kosovo ha venido marcado por una sórdida deshonestidad y mala fe, apoyando la autodeterminación nacional y el derecho a la secesión en un lugar y la integridad territorial en otro, animando la limpieza étnica de un grupo étnico y demandando juicios por crímenes de guerra en otro, alardeando de las virtudes del gobierno mayoritario cuando le conviene hacerlo así y amenazando con imponer sanciones y castigos sobre las mayorías cuando le place. Para los estadounidenses, Kosovo no es más que el lugar recóndito donde han instalado una base militar gigante, una presencia clave en el Mediterráneo Oriental, que ya se encargarán Grecia y Turquía de comprobar lo poco fiable que es. Igual pasa con los debidamente agradecidos albanos, de los que se espera que devuelvan el favor convirtiéndose voluntariamente en la carne de cañón de futuras guerras imperiales. Para los europeos, Kosovo es una oportunidad para mostrar al mundo que Europa cuenta para algo: del orden de dirigir varios experimentos sociales totalmente inútiles sobre multiculturalismo y multiconfesionalismo; especialmente inútiles, ya que Kosovo será uno de los lugares étnicamente más homogéneos de Europa.

George Szamuely es un escritor nacido en Hungría y educado en Inglaterra. Vive habitualmente en Nueva York. Se puede contactar con él en georgeszamuely@aol.com

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