La colonización sigue en Cisjordania
El País
20/02/08
Lo prometió Ehud Olmert después de la conferencia de Annapolis, el 27 de noviembre, fecha en la que arrancó la negociación entre israelíes y palestinos: la construcción en las colonias de Cisjordania se detendrá. El primer ministro israelí excluyó Jerusalén Este de ese territorio en el que no se alzarían nuevas viviendas. Nunca se ha dejado de colocar ladrillos en la ciudad santa, aunque es tierra tan ocupada como el resto de Cisjordania. En los últimos días, sin embargo, los colonos han invadido nuevas tierras, algunas de propiedad privada palestina, y edifican un nuevo asentamiento, junto al río Jordán, y amplían otro ya existente al norte de Ramala, lejos de Jerusalén. Olmert incumple así su promesa. Y el desencanto de los negociadores palestinos va en aumento.
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Las ONG israelíes opuestas a la ocupación, en estos casos Paz Ahora, no pierden detalle de cualquier actividad que sucede en Cisjordania. En Maskiot -en la ribera del Jordán- una decena de familias instaló el 13 de febrero sus caravanas en un recinto que acogió una base del Ejército. Son colonos con larga experiencia que ya fueron evacuados de la franja de Gaza en el verano de 2005. Son fieles mesiánicos para los que la tierra de Eretz Israel, la que se extiende desde la frontera de Jordania hasta el mar Mediterráneo, es sagrada. También lo es para los residentes en Eli, un asentamiento a medio camino entre Ramala y Nablus levantado sobre una colina.
En Eli, 27 estructuras se edifican sobre tierras privadas de campesinos palestinos. Lo sabe la Administración Civil israelí, a cargo de la gestión de los territorios ocupados. No lo ignora el Ejército, omnipresente en Cisjordania, que hace la vista gorda ante los intocables colonos. Y lo admite abiertamente el Consejo Yesha, que representa a los colonos en lo que ellos denominan Judea y Samaria. El Gobierno de Olmert nada ha hecho para frenarlos. Los portavoces de la Administración Civil aseguran que el asunto está en manos del Tribunal Supremo y que en el caso de Maskiot se han emitido órdenes de demolición de las construcciones.
Son más de 100 los enclaves en Cisjordania que no cuentan con la aprobación del Gobierno. El propio Tribunal Supremo los declaró ilegales hace casi un lustro, aunque contrarios a la legalidad internacional son todos los asentamientos. El problema añadido ahora es la coyuntura política. Las reuniones entre los negociadores palestinos e israelíes son constantes a diversos niveles. Y el surgimiento de estas colonias salvajes poco ayuda a impulsar el proceso de paz y a fortalecer al presidente palestino, Mahmud Abbas, en la ciclópea tarea de enfrentarse a Hamás, que aguarda el fracaso del proceso para dar la puntilla al mandatario.
¿No puede el Ejecutivo de Olmert imponer el cumplimiento de sus promesas e impedir el brote de nuevas colonias? Es evidente que cuenta con los medios. Al Ejército más poderoso de la región no le puede pasar desapercibido las actividades a plena luz del día de los colonos. Corren ríos de tinta en Israel sobre la amenaza del Shas, el partido ultraortodoxo socio de la coalición de gobierno, de abandonar el Ejecutivo si Olmert se atreve a comenzar la negociación sobre Jerusalén. Pero Maskiot y Eli se ubican muy lejos de la ciudad santa.
El hastío en la Autoridad Palestina crece poco a poco. Las negociaciones no han dado todavía fruto alguno y la libertad de movimientos en Cisjordania es, de momento, una quimera. El desencanto es patente. Yaser Abed Rabbo, uno de los principales asesores del presidente Abbas, lanzó ayer un exabrupto aprovechando la reciente declaración de independencia de Kosovo. “Si no se detiene la construcción en los asentamientos y las negociaciones no se conducen con seriedad, entonces deberíamos dar un paso y anunciar la independencia unilateralmente”, advirtió Abed Rabbo.
La amenaza sólo refleja que los políticos palestinos a menudo se lanzan a la guerra por su cuenta. Es una baladronada sin sustancia. Entre otras razones porque el propio presidente, Mahmud Abbas, y el jefe de los negociadores, Ahmed Qurea, rebatieron las palabras del consejero de Abbas. “Las decisiones deben adoptarse y después declararse, y no declararse y después adoptarlas”, apuntó Qurea, un experimentado negociador.
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