El Cometa Biela y la Vaca de la Srta O’Leary

Laura Knight-Jadczyk
sott.net
Traducción: El Averiguador
03/02/08


Ruinas de fuego cometario, esquina de las calles Dearborn y Monroe, Chicago, 1871

Anoche vimos Super Cometa – Después del Impacto, un especial de Discovery Channel que básicamente muestra al cometa que eliminó a los dinosaurios y lo adapta a los tiempos modernos. Le han agregado algo de drama de pacotilla, siguiendo las luchas de varios individuos o grupos, antes, durante y luego del impacto, para mostrar como reaccionaría la gente ante semejante cataclismo global. Utilizaron el mismo cuerpo cometario que supuestamente causó la extinción de los dinosaurios, el mismo tamaño, el mismo lugar de impacto, y utilizaron todos los modelos computarizados existentes sobre este evento pasado para intentar mostrar que sucedió (y para mostrarnos lo que ellos creen que sucedió). No es muy creativo y sugiere que realmente desconocen todos los efectos de tal impacto y que tan solo están juntando lo poco que han averiguado acerca de ese evento en particular, algo (o mucho) de lo cual podría ser solo especulación, aunque sí creo que hay algo de buena ciencia allí fuera.

Este programa resalta lo que ya hemos remarcado en esta serie de artículos: la diferencia entre la Escuela Estadounidense de Impactos de Asteroides que suceden solo a intervalos de millones de años y la Escuela Británica, que indica que lluvias de objetos más pequeños ocurren con gran frecuencia dentro de aquellos eventos de millones de años.

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La parte más desechable de este “docu-drama” fue, por supuesto, las débiles descripciones de los humanos que experimentaron el evento. Pero, en cierta forma, incluso esas descripciones fueron útiles. El hombre que no podía comprender la naturaleza del evento, seguía viajando hacia su “casa” (que era el sitio del impacto) incluso cuando estaba claro que ya no quedaba casa en pie. Básicamente sus emociones lo condujeron hacia su propia muerte.
Otras personas continuaron actuando como si el mundo fuera el mismo lugar y sufrieron por ello, aunque aprendieron a arreglárselas. Lo que era claramente evidente es que la falta de conocimiento era el problema principal de todos ellos.

Durante el curso del programa, uno de los expertos hizo la observación “CUANDO esto sucede”, como si él y el resto, supieran que este hecho estuviera en la agenda de nuestro futuro cercano. La verdadera razón por la cual tantos científicos están trabajando sobre estos problemas, incluyendo un gran número de ellos que estudian las posibles reacciones y comportamientos humanos y como tratar con las masas, deberían advertirnos que HAY algo que no le están diciendo a las masas en los titulares de nuestros diarios, aunque ciertamente están “testeando” las reacciones públicas con programas como Super Cometa – Luego del Impacto.

En mi escritorio tengo un libro entre los más de 30 volúmenes y decenas de publicaciones sobre el tema de impactos de cometas y asteroides que he recolectado en el transcurso de este estudio. El título de este libro es Peligros a causa de Cometas y Asteroides editado por Tom Gehrels, con 120 autores colaboradores, publicado por Prensa de la Universidad de Arizona en 1994.

Hay algo en este libro que quiero informarles antes de introducirnos en nuestra catástrofe del día: La Vaca Cometaria de la Srita. O’Leary.

El volumen mencionado arriba, Peligros a causa de Cometas y Asteroides, que notamos que fue publicado en 1994, (como reacción al inminente evento del Cometa Shoemaker-Levy en Júpiter), contiene un documento al comienzo de la página 1225, (si, ¡es un libro MUY grande!), escrito por Robert L. Park de la Sociedad Física Estadounidense, Lori B. Garver de la Sociedad Nacional Espacial y Terry Dawson, empleada del Comité de Ciencia Local, Tecnología y Espacio en colaboración con el Presidente del Comité George Brown (Véanlo aquí listado). Lo siguiente es un resumen de los principales puntos del documento:
Nuestra comprensión de la historia de la Tierra y sus habitantes está sufriendo un cambio radical. El proceso gradual de evolución y cambio geológico está puntuado por catástrofes naturales en escala colosal, catástrofes que resultan de colisiones de grandes asteroides y cometas con la Tierra. Esto es, para utilizar un término popular, un “cambio de paradigma”.

Este “nuevo catastrofismo” no difiere de las revoluciones que surgieron por el sistema solar heliocéntrico de Copérnico, o la evolución Darwiniana, o el Big Bang. Retrospectivamente, tales ideas revolucionarias siempre parecieron obvias. Leyendo el Origen de las Especies, Thomas Huxley simplemente remarcó: “¿Por qué no pensé en ello?” Ahora, mirando a la Luna, nos encontramos imaginándonos porque tardamos tanto en preguntarnos si el proceso que llenó de cráteres su superficie todavía continúa. […]

La escala a largo plazo entre grandes impactos posee implicaciones para la política pública. Los gobiernos no funcionan en tiempos geológicos. En la pradera de Dakota del Norte cerca de la ciudad de Grand Forks, yacen las ruinas abandonadas del sistema de defensa balístico estadounidense…Construido de acuerdo al tratado ABM, se suponía que la instalación de Grand Forks debía de defender nuestra capacidad de represalia. Fue declarada operacional en 1975, y decomisada el mismo año. Los líderes nacionales fueron persuadidos por algunos científicos que la instalación de Grand Forks interferiría con nuestra flota de misiles balísticos intercontinentales, incluso otros científicos advirtieron que el sistema era peligroso e inefectivo. Fue cerrado porque el dinero para operarlo se necesitaba en otros proyectos que se consideraban más urgentes.

La lección de Grand Forks es tan vieja como la historia humana: las sociedades no sostendrán por tiempo indefinido una defensa contra una amenaza infrecuente e impredecible. Los gobiernos, por lo general, responden rápidamente a una crisis, pero están menos preparados para afrontar períodos extensos. Incluso en la breve escala de las vidas humanas, los recursos se desvían hacia problemas más inmediatos, o se permite que las defensas decaigan hacia un estado de indisposición. De acuerdo a relatos de las noticias, en la gran inundación de 1993, el Cuerpo de Ingenieros de EEUU se preparó para cerrar las grandes compuertas de hierro y de sus afluentes en el vasto complejo de diques en el Mississippi solo para descubrir que algunas de las compuertas habían sido removidas y vendidas como chatarra. Las periódicas inspecciones habían sido suspendidas para ahorrar dinero. Ciertamente, la civilización hará lo suficiente como para sobrevivir ante la amenaza de un impacto de asteroide; nuestros propios impulsos destructivos de las consecuencias imprevistas de nuestras tecnologías parecen que probablemente acabarán con nosotros primero. No es realista esperar que los gobiernos sostengan un compromiso de protección contra una rara ocurrencia cuando están bajo constante presión para responder ante alguna crisis inmediata.

Particularmente ahora [1994], con el desmantelamiento de armas nucleares por parte de las mayores potencias, todo diálogo sobre defensa nuclear en contra de un peligro improbable, como una colisión cósmica, será visto como un esfuerzo de sostenerse a si mismo por la comunidad armamentista. El riesgo de desvío de cualquier sistema de mitigación para uso militar debe tenerse en cuenta como un peligro inmediato. […]

Dada la frecuencia de colisiones pasadas, no se espera que un impacto mayor ocurra en el próximo siglo. […]

La discusión sobre la mitigación podría servir a un único propósito público. Es importante que la devastación no sea aceptada como inevitable, de lo contrario la sociedad podría preferir no saber cuando llegará. Un taller presentado por la NASA en 1992 sobre la intercepción de asteroides concluyó que la tecnología existente podía tratar efectivamente con un asteroide amenazador, dando tiempo de advertencia en el orden de varios años. Esa conclusión apoya el punto de vista de que los actuales esfuerzos deberían concentrarse en la detección y determinación de la órbita.

El desafío de la ciencia es identificar objetos que amenacen a la Tierra y averiguar las tablas de tiempos de llegada. Aquí el desafío es simple y técnico. […]

El énfasis ha sido propiamente sobre impactos que se espera que causen consecuencias globales. Incluso con objetos demasiado pequeños como para producir poco más que efectos locales, se ha remarcado que un impacto podría ser identificado equivocadamente como explosión nuclear. Un error de identificación sería más probable entre las naciones que recientemente han ingresado al ranking de “potencias nucleares” y que por lo tanto se esperan que tengan menos medios de verificación sofisticada.

Esto es más que una preocupación hipotética. Recordamos que la anomalía de 1978 en el sur del Océano Índico, detectada por el satélite Vela, era sospechada de ser una prueba nuclear Sudafricana-Israelí. A pesar del fallo en encontrar algún tipo de evidencia afirmativa por fuentes de inteligencia o de monitoreo atmosférico, esto originó tensiones internacionales que duraron por años. En aquel momento, existían sugerencias que apuntaban a un micrometeorito que habría impactado en el mismo satélite Vela, pero poca y seria consideración se le dio a la idea de que el satélite había observado la bola de fuego de un impacto de asteroide sobre la atmósfera. La observación de un aparente impacto de bola de fuego por parte de un satélite en el año 1990 sobre el Pacífico Oeste ha sido descrita por Reynolds (1993). El peligro de la mal identificación, que crece a medida que las armas proliferan entre las naciones menos sofisticadas, es mejorada en parte por la publicidad de la posibilidad. El único medio seguro para evitar una respuesta desafortunada, comoquiera, seria que todos sepan que el impacto está por llegar. Lo cual plantea nuevamente el énfasis en su detección.

Los esfuerzos para persuadir a los gobiernos a que inviertan significativos recursos en la evaluación sobre los peligros de los impactos de asteroides deben superar lo que ha sido llamado el “factor burla”. Claramente, los oficiales electos en Washington no están inundados con correos de quejas de que algún miembro de su familia ha muerto o que su propiedad fue destruida por un asteroide merodeador. […]

La intervención del Congreso ha sido limitada al Comité de Ciencia, Espacio y Tecnología de la Casa Estadounidense de Representantes, cuyo actual jefe, George Brown de California, ha mantenido su interés en el asunto de los asteroides durante varios años. El comité llevó a la NASA a conducir dos trabajos internacionales sobre la amenaza de asteroides. […]

En marzo de 1993, el Subcomité Espacial mantuvo una vista formal para examinar los resultados de los dos trabajos. Algunos miembros se mantuvieron escépticos de que la amenaza fuese real. Pero incluso para aquellos que reconocen que solo es una cuestión de tiempo para que ocurra un impacto mayor, no había un sentido de urgencia. […]

La frecuencia de impactos de objetos de variados tamaños es conocida de forma limitada en sus precisiones. En particular, los objetos de varios metros de diámetro explotan en la atmósfera sin alcanzar la superficie. Sin embargo la energía despedida en estas explosiones podría ser varias veces más grandes que la bomba de Hiroshima, y frecuentemente ocurren sobre el océano o en regiones inhabitadas y no son reportadas. […]

El Congreso no parece estar dispuesto a tomar acción ante la ausencia de presión pública. Una vez que el público entienda que la Tierra y la vida sobre ella ha sido moldeada por colisiones cósmicas (y el proceso continúa), estarán más dispuestos a apoyar a la ciencia que se necesita para evaluar la amenaza. La comunidad científica debe, por lo tanto, concentrarse en la educación pública. […]

Todo esto crea un dilema. Mientras que es importante informar al público, es peligroso fomentar el miedo…Los científicos harían bien, por ejemplo, en evitar términos como “pasaje cercano”. El público entiende el “pasaje cercano” como la corriente de viento de un camión que pasa cuando uno está frenado, y no un camión que pasó hace seis horas más temprano. […]

Inclusive en diarios como el New York Times y Washington Post, los artículos pueden incluir una discusión razonable y de riesgo relativo, pero entre los titulares encontramos los irresistibles “roca del juicio final”, “balas espaciales” y “cometas asesinos”. Estos titulares explotan el excesivo temor engendrado por eventos que hacen sentir a las personas incapaces de poder controlarlo. La imagen de una indiferente montaña de piedra y metal guiada por las inmutables leyes de la física hacia un inevitable encuentro con la Tierra es cosa de pesadillas. Aparentemente, la naturaleza ha provisto una demostración no amenazante de manera extraordinaria. El impacto del cometa Shoemaker-Levy 9 sobre Júpiter en julio de 1994 provee una oportunidad histórica de educar al público sin aterrorizar a nadie.

Shoemaker-Levy 9, en su última pasada por Júpiter, se quebró formando una hilera de 21 grandes piezas. La energía generada por los impactos de toda la hilera sería equivalente a cerca de mil millones de megatones de TNT. Aunque los objetos impactaron del lado más alejado de la Tierra, millones de astrónomos aficionados observaron los destellos reflejados por las lunas de Júpiter. Unas pocas horas después, la rotación de Júpiter trajo a la vista la zona impactada. Hubo un gran desacuerdo sobre lo que se vio, pero nadie sugiere que no haya sido espectacular.

La comunidad de asteroides-cometas solo necesita asegurarse que todo esté entera y acertadamente explicado; el mensaje hará su trabajo por si solo: (1) la energía depositada por los impactos cósmicos es enorme (2) este es un proceso que continúa actualmente.

Este tipo tiene mucha fe en los seres humanos, ¿no? Pensaba que todo lo que tenían que hacer los científicos era decirle la verdad al público y entonces obtendrían suficiente apoyo para catalogar a los asteroides en órbita peligrosa. También pensaba que este era el principal problema: los asteroides que pudieran ser identificados y enumerados.

Lo que me parece obvio es que alguien más haya abordado la “Lección del complejo de Grand Forks” en una forma totalmente diferente. La pregunta que viene a mi mente es esta: ¿Las poderosas élites están creando la Guerra contra el Terrorismo como inmediata y constante presión sobre el público y así obtener el apoyo necesario para el almacenamiento de armas nucleares con el fin de poder utilizarlas contra asteroides? Tú sabes, una especie de beneficiosa mentira con un millón o más de iraquíes sacrificados para sostenerla. Parecido a lo de Madeleine Albright: en 1996, Madeleine Albright, en aquel entonces embajadora de las Naciones Unidas fue entrevistada por el corresponsal de 60 Minutos Lesley Stahl en referencia a los años de sanciones económicas contra Iraq por parte de EEUU, “Hemos oído que medio millón de niños han muerto, un número mayor al de niños muertos en Hiroshima. ¿Vale la pena el precio?

A lo que la embajadora Albright respondió, “Creo que es una decisión difícil, pero el precio, creemos que vale la pena.”

Entonces, ¿hay alguien en los altos puestos que piensa que acumular armas nucleares es algo bueno para la defensa del planeta en un orden natural?

Hay otra forma de hacer esta pregunta: ¿Los Poderes Reinantes están utilizando la amenaza de los asteroides sobre quienes hacen las leyes para que acuerden apoyar la farsa de la Guerra contra el Terrorismo con el objetivo de obtener y retener el apoyo de las masas cuando en realidad lo único que están haciendo es tan solo planificar un dominio fascista del mundo? Fíjense lo que dice el informe más arriba:
El riesgo de desvío de cualquier sistema de mitigación para uso militar debe tenerse en cuenta como un peligro inmediato.

Es difícil decir lo que pasa por las mentes de los pervertidos. Si de algo podemos estar seguros es que la amenaza de bombardeo cometario es real e inmediata, y eso proviene de la ciencia. Lamentablemente no proviene de los líderes, quienes incluso sí saben de algún peligro y están almacenando armas nucleares para utilizar y desviar asteroides o cometas y no se han molestado en clarificar a las masas la amenaza por intermedio de la ciencia como bien podrían haber hecho.

Revisando este volumen de casi 1300 páginas, que recolecta bastante información reconocida científicamente sobre impactos de cometas y asteroides, se revela que se pensaba de una forma muy interesante antes del Shoemaker-Levy 9. Hemos comprendido mucho mejor desde aquel entonces; bueno, algunos. La escuela Estadounidense todavía está bastante atascada en “un solo y masivo asteroide a largo plazo”; probablemente gracias a presiones políticas para mantener el problema encubierto. He notado que Shoemaker tiene una publicación en el volumen en el que dice que solo había 140 impactos reconocidos sobre la tierra. Ignoró completamente las bahías de Carolina que han sido reclamadas por lo representan por Richard Firestone, Allen West y Simon Warwick-Smith en El ciclo de las catástrofes cósmicas: Inundación fuego, y hambrunas en la historia de la civilización. Tengo entendido que hay unos 50,000 cráteres allí. ¡Eso asusta!

También notamos la siguiente observación en la publicación mencionada: “La frecuencia de impactos de objetos de variados tamaños es conocida de forma limitada en sus precisiones. En particular, objetos de varios metros de diámetro explotan en la atmósfera sin alcanzar la superficie.” Obviamente, este tipo no era parte del mismo grupo que se juntaba con el Brigadier General S. Pete Worden, quien dijo que creía que “deberíamos prestar más atención a la clase de objetos ‘Tunguska’, aquellos de aproximadamente 100 metros que pueden golpear varias veces en cada siglo con la fuerza destructiva de un arma nuclear”, incluido en el artículo previo: Treinta años de cultos y cometas.

En cualquier caso, los autores de lo citado en el informe de arriba, han tenido en general una actitud abierta hacia el público educándolo de manera que ya no parece ser solo la percepción de nuestras élites gobernantes.

Hablando del General Worden y su oscuro comentario, luego de publicar el último episodio de la presente serie, varios miembros del Foro SOTT hicieron una pequeña búsqueda sobre la cuestión y volvieron con algunos datos interesantes. Parece que hubieron dos eventos en los 1930 que igualaron al de Tunguska:

¿Dos “Tunguskas” en Sudamérica en los 1930?
Este artículo fue impreso en la edición de diciembre de 1995 de la revista WGN. Fue escrito por Duncan Steel del Observatorio Anglo-Australiano.
Existe evidencia de que hubieron dos explosiones de bólidos masivos ocurridos sobre Sudamérica en los años 1930. Uno de ellos parece haber ocurrido sobre el Amazonas, cerca de la frontera Brasil-Perú, el 13 de agosto de 1930, mientras que el otro fue sobre la Guayana Británica el 11 de diciembre de 1935. Se observa que estas fechas coinciden con las lluvias de meteoros de las Perseidas y Gemínidas, aunque toda asociación con estas es muy tentativa. La identificación de tales eventos es significativa en particular ya que apuntan a la necesidad de revaluar las frecuencias de detonaciones atmosféricas del tipo Tunguska.

Luego tenemos esto:

12 de febrero de 1947: Una lluvia de unas 70 toneladas de hierro
Esta semana se cumple el aniversario de oro de lo que se considera la más espectacular caída de meteorito jamás vista. A las 10:40 a.m. del 12 de febrero de 1947, una bola de fuego increíblemente brillante cruzó el cielo de Siberia del Este y llovieron cerca de 70 toneladas de meteoritos de hierro sobre el accidentado paisaje. Debido a que fue tan bien documentado, la caída de Sikhote-Alin ha desatado un gran boom en la ciencia de los meteoritos.

El evento siberiano de 1947 es considerado como uno de los dos más significativos de este siglo. Fue un meteorito de hierro que explotó a solo 5 millas de elevación de la Tierra. Produjo cerca de 100 cráteres, el más grande de aproximadamente 85 pies de diámetro. El campo esparcido cubrió un área cercana a 1,6 km por casi 1 km. No hubo fuegos ni destrucción similar a la encontrada en Tunguska. Árboles caídos y ramas cortadas mayormente. Un total de 23 toneladas de meteoritos fueron recuperadas y su masa total se estimó en unas 70 toneladas al momento de la explosión.

(De Sky Publishing Corporation y George Zay)

Hay más, por supuesto, pero esto solo nos dice que hay muchas más cosas de lo que sabemos sucediendo aquí en la gran canica azul. Eso es lo que Víctor Clube está diciendo en su investigación narrativa a la USAF y Oxford. Así que volvamos a Clube y su revisión histórica:

El siguiente período de actividad cometaria a la que Clube se refiere está emparentado con la Revolución Estadounidense (1775-1783) y la Revolución Francesa (1789-1799) y la crisis de mediados del siglo diecinueve. Voy a saltarme las dos revoluciones por el momento e iré directamente al período de mediados del siglo diecinueve porque es intensamente interesante y nos lleva al asunto del día.

Estoy intentando encontrar algunos detalles sobre la crisis de mediados del siglo diecinueve que se menciona, y muchos de estos los hemos aprendido en clase de historia en el colegio, ¡pero nunca habían sido organizados de manera tan interesante como lo están ahora! Lo que sucedió en aquel entonces fue, por supuesto, la “Revolución Industrial”. Pero fue como el Renacimiento en el sentido que coincidió con muchos otros eventos interesantes.

La Revolución Industrial y el nacimiento del capitalismo comenzaron, aproximadamente, hacia el final del siglo dieciocho. El siglo diecinueve fue una época turbulenta que se inició con la quiebra del mercado de valores en 1825 y luego trasladándose al Pánico de 1847, el colapso de los mercados ingleses asociados con el final del boom del ferrocarril de los años 1840. La crisis de 1847 podría haber sido más desastrosa de no ser por un renacimiento económico asociado a la fiebre del oro en California en 1849.

Luego de un período de prosperidad, comenzó una serie de guerras y revoluciones. La primera Guerra Italiana por la independencia en 1857, y la Guerra Civil de EEUU de 1861, la Insurrección Polaca de 1863, la segunda aventura mexicana de Napoleón y la campaña contra Dinamarca en 1864 que dio comienzo a las guerras de Prusia comandadas por Bismarck. Bismarck atacó Austria en 1866 y obtuvo una victoria sobre Francia en 1871. Luego, el levantamiento Republicano en España que sacó a la Reina Isabel del trono. Finalmente, la última aventura de Luis Napoleón que culminó con la caída del Imperio en 1871.

Hubo Guerra Civil en Francia seguido de la caída del Segundo Napoleón, y la gente (los comunardos de París) tomó el poder. Pronto fueron aplastados y el orden fue restablecido con la Tercera República, y la marea revolucionaria cedió por el resto del siglo.

Es interesante considerar los otros eventos que estaban ocurriendo en ese momento. El capitalismo industrial estaba siendo esparcido con celo misionario por todos lados. Inversionistas occidentales vagaron por el globo ante la oportunidad de aperturas para establecer comercios y para invertir en cualquier cosa que pudiera comprarse o venderse. En el proceso, millones de personas fueron redistribuidas en grandes masas de migraciones a través de la historia desde el Viejo al Nuevo Mundo. La ciencia se convirtió en la criada de la industria y el capitalismo. El volumen de comercio mundial era 1.75 billones de dólares en 1830 y se acercó a los 3.6 billones en 1850, disparándose a los 9.4 billones en 1870.

Entonces, Clube esta en lo cierto. Durante casi 25 años, todo el mundo Occidental rugía en guerras y revoluciones y de personas tomando ventaja de las guerras y revoluciones para hacer dinero. Cuando todo terminó, los poderes imperiales de Europa que irían a gobernar el mundo hasta 1914, estaban firmemente salvaguardados. Más aun, los Estados Unidos, como entidad federal capitalista, había sido forjada en Appomattox.

Obviamente sucedían otras cosas en el momento. En el período desde 1830 a 1860 había aparentemente un enorme resurgimiento del fervor religioso. ¡El inminente regreso de Cristo se predecía por todos lados! Manuel de Lacunza, un cura católico de Sudamérica escribió (bajo el nombre de Juan Josafat Ben-Ezra) un libro titulado La Venida del Mesías en Gloria y Majestad, que fue publicado en España en 1812. Él creía que Jesús llegaría muy, muy pronto. William Miller (adventista del séptimo día) declaró que Cristo venía y predijo 1844 como la fecha indicada. Edward Irving en Inglaterra y Johann Bengel en Alemania casi simultáneamente llegaron a la conclusión de que las profecías de Daniel apuntaban al momento que se vivía en ese entonces; Mason en Escocia, Leonard H. Kelber en Alemania y muchos, muchos otros predicaron la Segunda venida. El espiritualista Andrew Jackson Davis hizo 157 lecturas en 1845 sobre la nueva era, a las que Edgar Allen Poe asistía regularmente. La Locura Espiritual comenzó con las hermanas Fox en 1848. Mourant Brock, de la Iglesia de Inglaterra, apuntó que la locura por la escatología se había extendido por toda Europa y había llegado a la India. (Ver: La Historia de las Profecías por Henry James Forman).

Como Clube denota, el fervor religioso es paralelo a los eventos cósmicos.

En 1843, apareció uno de los más grandes cometas de la historia. El Gran Cometa de 1843, designado formalmente C/1843 D1 y 1843 I, fue descubierto el 5 de febrero de 1843 y brilló rápidamente. Era miembro de la Kreutz Sungrazers, una familia de cometas resultantes de la separación del cometa (X/1106 C1) en alrededor de 1106 fragmentos. Estos cometas pasan extremadamente cerca del sol y esta es la causa del porqué se vuelven tan brillantes.

C/1843 D1 se movió rápidamente hacia un perihelio increíblemente cercano de menos de 830,000 km el 27 de febrero de 1843, ¡momento en el cual se pudo observar en plena luz del día a solo 1 grado del Sol! Se columpió y pasó cerca de la tierra el 6 de marzo de 1843, y parece ser que manifestó su más alta brillantez al día siguiente. Fue avistado por última vez el 19 de abril de 1843. En aquel momento este cometa había pasado más cerca del sol que cualquier otro objeto. El American Journal of Science y el The New York Tribune dedicaron secciones especiales a este cometa. ¡Se podía decir que la “fiebre de los cometas” era pandémica!

El Gran Cometa de 1843, todavía sin nombre, desarrolló una cola de más de 2 Unidades Astronómicas de largo, la cola cometaria más extensa conocida hasta que mediciones de 1996 mostraron que la cola del Cometa Hyakutake era casi el doble de largo.

En 1857, un astrólogo alemán anónimo predijo que un cometa podría golpear la Tierra el 13 de junio de aquel año. La inminente catástrofe se convirtió en tema de noticia en toda Europa. El astrónomo francés, Jacques Babinet, intentó tranquilizar a la gente declarando que una colisión entre la tierra y un cometa no provocaría daños. Comparó el impacto con “un tren golpeado por una mosca”. Sus palabras, aparentemente, tuvieron poco efecto. El corresponsal en París para el diario estadounidense Harper's Weekly, escribió:
Las mujeres sufrieron abortos; los cultivos fueron abandonados; se hicieron testamentos; se inventó indumentaria a prueba de cometas; se creó una compañía de seguros de vida contra cometas (con primas pagadas por adelantado)…todo gracias a un fabricante de almanaques…que consideró apropiado insertar, bajo la semana del 13 de junio, “Alrededor de esta fecha, espere un cometa”.

Volvamos por un minuto al año 1826. En 1826, el cometa 3D/Biela fue descubierto por Wilhelm von Biela. Se le ha conocido como Cometa Biela. Este cometa fue avistado por primera vez en 1772 por Charles Messier y nuevamente en 1805 por Jean-Louis Pons. Fue von Biela quien lo descubrió en su acercamiento de perihelio en 1826 (el 27 de febrero) y quien calculó su órbita, descubriendo que poseía una periodicidad de 6.6 años, siendo la causa por la que llevó su nombre y no el de Messier o Pons. Era el tercer cometa (hasta el momento) del que se descubría su periodicidad, luego del Halley y del Encke. El astrónomo francés M. Damoiseau subsecuentemente calculó su ruta, y anunció que en su próximo regreso cruzaría la órbita terrestre, ¡a menos de veinte mil millas de su vía, y alrededor de un mes antes que la tierra pasara por el mismo lugar!

Cuando el cometa llegó en 1832, la tierra le erró, de hecho, por un mes. Regresó nuevamente en 1839 y en 1846. En su aparición de 1846, se observó que el cometa se había partido en dos pedazos. Fue observado nuevamente en 1852 con las dos partes a una distancia de 1.5 millones de km una de la otra. Cada parte tenía su propia cola y cabeza.



El cometa no llegó en 1852, 1859 o 1866. El Edinburgh Review informa sobre este extraño estado de la situación:
Los confundidos astrónomos quedaron en estado de incertidumbre por lo sucedido. A comienzos del año 1866 esta sensación de desconcierto ganó expresión en el Reporte Anual del Consejo de la Sociedad Real de Astronomía. El asunto continuó, no obstante, en el mismo estado de desconcierto durante otros seis años. El tercer período del pasaje de perihelio había pasado, y no se había avistado nada de la luminaria perdida. Pero en la noche del 27 de noviembre de 1872, los trasnochadores fueron maravillados por una repentina y magnífica lluvia de estrellas o meteoros, de la cual no existía pronóstico… [Fuente]

Los meteoros ingresaban desde el sector donde se esperaba que el cometa cruzara en septiembre. En otras palabras, la trayectoria era la misma, y la tierra los intersecó, pero su velocidad estaba alterada. El American Journal of Science dijo que cayeron como copos de nieve. El Profesor Olmstead, matemático de la Universidad de Yale estimó 34.640 estrellas fugaces por hora. El New York Journal of Commerce escribió que ningún filósofo o erudito había registrado un evento como éste. Estos meteoros se conocieron como los Andrómedos o “Biélidos” y parecen indicar la muerte de un cometa. Estos meteoros fueron avistados nuevamente en subsecuentes ocasiones durante el resto del siglo 19, pero ahora se han ido.

¿Eso es todo lo que hay?

Quizás no.

Tal como sucedió, el domingo 8 de octubre del año 1871, a las 9:30 de la noche, tuvieron lugar eventos que causaron la muerte de cientos de seres humanos y la destrucción de gran cantidad de propiedades a lo largo de tres estados diferentes de la Unión Estadounidense, dejando a millones de personas bajo ataques de alarma y terror. Los siguientes son extractos de History of the Great Conflagration de Sheahan & Upton, Chicago 1871. [Fuente]
El verano de 1871 fue extremadamente seco; la humedad pareció evaporarse en el aire; y en el domingo mencionado anteriormente las condiciones atmosféricas en el noreste eran de lo más peculiares. El escritor vivía en aquel momento a cientos de millas de la escena del desastre, y nunca olvidará como estaban las cosas. Había una sensación en el aire parecida a la de un horno combustible, inflamable y seco que era realmente alarmante. Parecía que solo se necesitaba una chispa, un fósforo para causar una explosión mundial. Era extraño e innatural. Jamás he visto ni experimentado nada parecido hasta y desde entonces. Aquellos que lo experimentaron me darán la razón en mis declaraciones.

A esa hora, 9:30 en punto de la noche, y aparentemente al mismo tiempo, en puntos que distaban en cientos de millas, en tres estados diferentes, Wisconsin, Michigan e Illinois, estallaron devastadores y peculiares incendios, hasta donde sabemos, a causa de una combustión espontánea.

En Wisconsin, en su frontera Este, en un lugar lleno de madera, cerca del Lago Michigan, una región que abarca cuatrocientas millas cuadradas, extendiéndose desde Brown County e incluyendo a Peshtigo, Manistee, Holland y numerosos pueblos en las cosas de Green Bay, fue barrida por un torbellino de llamas. Hubo setecientos cincuenta muertos, además de un gran número de heridos, mutilados y quemados que murieron poco después. Más de tres millones de dólares fueron las pérdidas por la destrucción en bienes. (pp 393, 394, etc.)



“Con la caída del sol hubo una tregua en el aire y una quietud relativa. Durante dos horas no hubo señales de peligro, pero unos minutos pasadas las nueve en punto, y por una singular coincidencia, precisamente al mismo tiempo que comenzó el fuego en Chicago, la gente del pueblo escuchó un terrible rugido. Era como un tornado, aplastando todo a través de los bosques. Los cielos fueron iluminados instantáneamente por un impresionante resplandor. El cielo, que había estado tan oscuro hacía apenas instantes, estalló en nubes de llamas.

Un espectador de la terrible escena dice que el fuego no provino gradualmente desde los árboles u otros objetos, sino de un tornado de llamas en grandes nubes provenientes por encima de los árboles, que cayó cubriéndolo todo. La pobre gente inhaló el intenso aire caliente y murió. Esto está verificado por la aparición de muchos de los cuerpos. Muertos fueron encontrados sobre las rutas y en lugares abiertos, donde no había marcas visibles de fuegos cercanos, sin siquiera rastros de quemaduras sobre los cuerpos y ropas. En Sugar Bush, que es una extensa zona abierta, en ciertos lugares a lo ancho de cuatro millas, cuerpos fueron encontrados en rutas abiertas, entre las vallas y apenas quemados. No había marcas de fuego sobre ellos; yacían como si estuvieran durmiendo. Este fenómeno explica el hecho que tantos murieran en masas compactas. Parecían haberse juntado, en lo que en ese momento parecían lugares seguros, lejos de los edificios, árboles u otros materiales inflamables, y habían muerto juntos. (p. 372)

Otro espectador dice:

“Mucho se ha dicho sobre el intenso calor de los fuegos que destruyeron Peshtigo, Menekaune, Williamsonville, etc., pero todo lo que se ha dicho solo puede dar, a quien desconoce, una tenue concepción de la realidad. El calor ha sido comparado con aquel que engendra una llama concentrada sobre un objeto por un soplete; pero incluso eso no cuenta para este fenómeno. Por ejemplo, tenemos en nuestra posesión un centavo de cobre tomado del bolsillo de uno de las víctimas en Peshtigo Sugar Bush, que ilustra nuestra opinión. Este centavo está parcialmente fundido, pero todavía mantiene su redondez, y la inscripción es legible. Otros, en el mismo bolsillo, estaban parcialmente derretidos y aún así todas las ropas y el cuerpo del hombre no tenía rasguños. No sabemos como describirlo, a menos, como algunos dijeron, que el tornado y el fuego hubieran sido acompañados por fenómenos eléctricos” (373).

“Es de testimonio universal que la idea prevaleciente entre las personas era, que el último día había llegado. Acostumbrados como estaban al fuego, nada similar se había conocido. No podían dar otra interpretación a este rugido siniestro, esta explosión del cielo en llamas, y esta caída de fuego desde los cielos, consumiendo instantáneamente todo lo que tocaba.

“No hay dos personas que den la misma descripción del gran tornado que impactó y devoró el pueblo. Parecía como si los ‘fogosos demonios del infierno se hubiesen desatado’, dice uno. ‘Fue como si bajaran grandes láminas de fuego desde el cielo’, dice otro. ‘Hubo una despiadada lluvia de fuego y *arena*’. ‘La atmósfera era todo fuego’. Algunos hablan de ‘grandes bolas de fuego desenrollándose y golpeando en oleadas de un lado a otro’. ‘El fuego saltaba sobre los techos y árboles, encendiendo calles enteras. Nadie estaba preparado para la explosión. Era una carrera con la muerte, por encima, detrás y delante de ellos’ (Ibid 374)

Un ingeniero civil, haciendo negocios en Peshtigo, dice:


“El calor aumentó tan rápidamente, mientras las cosas se prendían fuego, que a cuatrocientos pies del puente y del edificio más cercano, fui obligado a arrojarme al agua al lado de un tronco que flotaba, y al ir bajo el agua de vez en cuando, y manteniendo mi cabeza detrás del tronco me las arreglé para poder respirar. Había una docena de otros detrás del mismo tronco. Si hubiera tenido éxito cruzando el río y hubiese ido hacia los edificios del otro lado, probablemente hubiese muerto como muchos otros”.

En Michigan, un tal Allison Weaver, cerca de Port Huron, decidió quedarse para proteger un molino que estaba a su cargo. Sabía que se venía el fuego, y cavó un profundo pozo, se hizo de una madera gruesa para cubrirse, y así se preparó para afrontar la conflagración. Yo cito:

“Lo llenó casi todo de agua, y se aseguró de saturar el suelo alrededor por varios metros. Mientras iba al pozo, tomó una plancha de madera de cuatro pulgadas, la serruchó en dos partes, y se fijó que las partes cubrieran correctamente el pozo. ‘Calculé que sería solo por un momento’, dijo, ‘pero era lo mejor que podía hacer’. A la medianoche tenía todo arreglado, y el estruendo se hizo escuchar. El llano tenía una extensión de diez por doce hectáreas, y Weaver dice que durante dos horas antes que el fuego lo alcanzara, había un constante ir y venir de pequeños animales. Mientras descansaba de humedecer su casa nuevamente, un caballo se apareció a toda prisa en el frente e ingresó a la casa. Weaver pudo verlo temblar con agitación y terror, y sintió lástima por él. Luego de un instante, el animal dio un resoplo de consternación, corrió dos o tres veces alrededor de la casa, y luego salió disparado hacia los bosques como un cohete”.

“No mucho después llegó el fuego. Weaver se quedó cerca del pozo, listo para la emergencia, pero curioso por ver el estallido de llamas. El rugido aumentó su volumen, el aire se volvió opresivo, una nube de polvo y cenizas descendió, y pudo ver las llamas a través de los árboles. No se movía a través del suelo o de un árbol a otro, pero llegó como un tornado, una ráfaga de llamas llegando a las copas de los árboles desde el suelo. Cuando llegó al llano, saltó al pozo y lo cerró con las maderas. No pudo ver más, pero sí podía oír. Dice que las llamas no se detuvieron, ni cesaron su rugir, pero apenas consiguió cerrar la abertura antes que la casa y el molino se quemaran, y ambos se derrumbaron en cinco minutos. El humo llegó hasta él poderosamente, y el ambiente estaba tan caliente que apenas podía respirar.

“Sabía que las maderas sobre él estaban prendidas en fuego, pero, al recordar su grosor, esperó a que el rugir de las llamas se detuvieran, y luego con su cabeza y manos las dio vuelta echando agua al fuego con sus manos. Aunque era una noche fría y el agua lo había enfriado al principio, el calor lo calentó luego hasta que se sintió confortable. Permaneció en el pozo hasta la luz del día, dando vuelta a las tablas y mojándolas para humedecerlas, y para entonces lo peor ya había pasado. La tierra a su alrededor ardía en pequeños focos, la casa y el molino ya no estaban, y los troncos fueron barridos como si hubiesen sido afeitados y esparcidos con una escoba, solo se veía hollín y cenizas”. (390)

En Wisconsin, en la fábrica Williamson, había un grande pero poco profundo pozo perteneciente al local de Sr. Boorman. Las personas, acorraladas por el fuego y el terror, y pensando que encontrarían seguridad en el agua, saltaron al pozo.

“La implacable furia de las llamas los condujo a saltar al pozo, para luchar unos con otros y morir, algunos ahogados y otros por el fuego y la sofocación. Nadie escapó. Se encontraron treinta y dos cuerpos allí. Estaban en todas las posiciones imaginables; pero la contorsión de sus miembros y las agonizantes expresiones de sus caras dieron cuenta del evento”. (386)

James B. Clark, de Detroit, que estaba en Uniontown, Wisconsin, escribe:

“De repente el fuego hizo una ráfaga, como el destello de la pólvora, tomando la forma de una medialuna alrededor del establecimiento. Es casi imposible concebir la terrible velocidad del avance de las llamas. La ráfaga de fuego parecía comerse y aniquilar a los árboles”.

Vieron una masa negra dirigiéndose hacia ellos desde la pared de fuego:
“Era una estampida de ganado y de caballos dirigiéndose hacia nosotros, bramando, gimiendo y relinchando mientras galopaban; huyendo a una temerosa velocidad, sus dilatados ojos destellaron con terror, deben haber saltado a través de una gran masa de fuego en el desesperado esfuerzo por escapar.

Considerablemente atrás venía un solitario caballo, jadeando y bufando, casi exhausto. Estaba ensillado y tenía un bolso atado a su lomo. Nos sobresaltamos de ver a un joven recostado sobre el cuello del animal, con las correas entre sus manos, y las crines entre sus dedos. Necesitamos de poco esfuerzo para detener al jadeante caballo, y bajamos al indefenso muchacho. Fue llevado dentro de la casa, e hicimos todo lo que pudimos; pero había inhalado humo, y estaba aparentemente muriendo. Pasó un poco de tiempo y revivió lo suficiente como para hablar. Nos dijo su nombre, Patrick Byrnes, y dijo: “Padre y madre y los niños se metieron en el vagón. No se que les habrá pasado. Todo está quemado. Estoy muriendo. ¡Oh! ¿Puede el infierno ser peor que esto?” (383)

Cuando abandonamos Wisconsin y nos dirigimos a unas doscientas cincuenta millas al Este, sobre el Lago Michigan y a través de todo el ancho del Estado de Michigan, encontramos todo en las mismas condiciones, pero no tan terribles en perdidas de vida. Unas quince mil personas quedaron sin hogar por el fuego; y sus comidas, ropas, cultivos, caballos y ganado quedaron destruidos. Entre cinco mil y seis mil de ellos fueron quemados la misma noche que se iniciaron los fuegos en Chicago y Wisconsin. La destrucción total de las propiedades excedieron el millón de dólares; no solo pueblos y ciudades, sino ayuntamientos enteros fueron arrasados.

Pero es en Chicago donde observamos los resultados más extraordinarios de este disturbio atmosférico. No hay necesidad de contar detalles de la historia. El mundo los conoce. Solo tengo lugar para referirme a uno o dos puntos.

El fuego fue espontáneo. La historia de que la vaca de la Srta O’Leary comenzó la conflagración al patear un farol fue comprobada de ser falsa. ¡Fue el ingreso del gas de la cola del cometa Biela lo que quemó Chicago!


El jefe de bomberos testificó: “Sentí en mis huesos que íbamos a tener un incendio”. Él dice, refiriéndose al granero de O’Leary:

“Teníamos el fuego bajo control, y no debía de llegar más lejos; pero lo siguiente que me enteré es que la iglesia de St. Paul, de un par de millas cuadradas, estaba prendiéndose fuego”. (163)

Verificaron el incendio de la iglesia, pero, “Luego me enteré que había fuego en la fábrica de Bateham”.

Un escritor del New York Evening Post dice que vio los “edificios de Chicago, alejado de la línea de fuego, y sin tener contacto con él, estallando en llamas desde su interior”.

No debe olvidarse que el otoño de 1871 estuvo marcado por extraordinarias conflagraciones en regiones ampliamente separadas. El 8 de octubre, el mismo día que se desataron los incendios de Wisconsin, Michigan, y Chicago, los Estados de Iowa, Minnesota, Indiana, e Illinois fueron severamente devastados por fuegos en sus praderas; mientras que terribles incendios tenían lugar en Alleghenies, la costa de Sierras del Pacífico, las Montañas Rocosas, y en la región de Río Rojo del Norte.

El Registro Anual de Ciencia e Industria de 1876, página 84, dice:

“Durante semanas antes y después del gran incendio de Chicago en 1872, grandes áreas de bosques o praderas, tanto en los Estados Unidos como en las Provincias Británicas, estaban en llamas”.

Las llamas que consumieron gran parte de Chicago eran de carácter inusual y produjeron extraordinarios efectos. Derritieron absolutamente los edificios de piedra más duros, considerados a prueba de incendios. Hierro, vidrio, y granito se fundieron y fluyeron en grotescos conglomerados, como si hubiesen sido puestos en un horno de fundición. Ningún tipo de material pudo mantener su aliento por un momento.

Cito nuevamente del trabajo de Sheahan & Upton:

“Las grandes estructuras de piedra y ladrillo se fundieron ante la violencia de las llamas como si fueran copos de nieve que se derriten y desaparecen en el agua, y casi igual de rápido. Edificios de seis pisos en llamas desaparecieron de la vista en cinco minutos por reloj… El fuego también siguió su camino hacia el gran Depósito de la Unión y quemó media milla hacia el sur, un vendaval sopló un tornado perfecto, y del cual ninguna embarcación podría haber sobrevivido en el lago…Extraños y fantásticos fuegos azules, rojos y verdes alrededor de las cornisas de los edificios” [“Historia del incendio de Chicago” 85, 86].

Hon. William B. Ogden escribió en aquel momento:

“El fuego fue acompañado por el tornado más terrible que jamás haya soplado aquí” [Ibid 87]

“Lo más sorprendente del fuego era su intenso calor. Nada podía escapar a su exposición. Agregado a los cientos de hectáreas desoladas, no se veía siquiera un pedazo de madera de ninguna descripción, y a diferencia de la mayoría de los incendios, no dejó nada a medio quemar…El fuego barrió las calles su habitual polvo y basura , consumiéndolo todo instantáneamente.” [Ibid 119]

¡Mármol de Atenas quemado como carbón!

“La intensidad del calor podría discutirse, y la profunda combustión de todo material de madera puede entenderse, cuando declaramos que en el campo de una de las fábricas más grandes de suplementos para agricultura había acopiados algunos cientos de hierro en lingotes. Este hierro se encontraba a doscientos pies de distancia con respecto a cualquier edificio. Al sur estaba el río de ciento cincuenta pies de ancho. Ningún gran edificio a excepción de la fábrica se encontraba en las cercanías del fuego. Aún así, el calor era tan impresionante, que la pila de hierro se derritió y desapareció, y ahora es casi una gran masa sólida. [Ibid 121]

El monto de propiedad destruida fue estimado por el Mayor Medill en ciento cincuenta millones de dólares; y el número de personas sin hogar, en ciento veinticinco mil. Se perdieron varios cientos de vidas.

“Lo que los testigos describieron fue más bien como un holocausto desde el cielo, en vez de un fuego accidental por una vaca nerviosa. Y de hecho, de acuerdo a la teoría propuesta por el congresista de Minnesota Ignatius Donnelly, los devastadores fuegos de 1871 vinieron desde arriba, bajo la forma de una cola de cometa. Durante su pasaje de 1846, inexplicablemente el cometa Biela se dividió en dos; se suponía que regresara en 1866, pero falló en aparecer. La cabeza fragmentada del Biela apareció finalmente en 1872 como lluvia de meteoros.

“Donnelly sugirió que la cola separada apareció en 1871 y fue la causa principal de la tormenta de fuego que arrasó el Medio Oeste, destruyendo un total de veinticuatro ciudades y dejando más de 2,000 muertos. Las condiciones de sequía en ese otoño sin duda contribuyeron a extender la conflagración.”

“La historia hoy en día se concentra solo en el Incendio de Chicago y pasa por alto el Horror de Peshtigo. Ignora completamente al cometa Biela y su inadvertida cola. (Ken Rieli)

¡No hay dudas que esta historia llamó la atención de Victor Clube!

Diez años después, apareció el Gran Cometa de 1881 (C/1881 K1), descubierto por el astrónomo aficionado australiano, John Tebbutt. Todo lo que hoy escuchamos sobre este cometa es que fue uno de los primeros en ser fotografiados y en ser estudiados científicamente. Sin embargo, este cometa que siguió tan de cerca a los eventos de hacía diez años atrás obviamente puso a algunas personas a pensar.

Ignatius Donnelly, que ya había declarado que pensaba que el Gran Incendio de Chicago había sido ocasionado por desechos cometarios, publicó un libro en 1882, titulado Ragnarok, en el cual propone que un cometa gigante había pasado cerca de la tierra en tiempos antiguos. El intenso calor del cometa había provocado grandes incendios alrededor del globo. Él sugirió que el cometa había echado grandes cantidades de polvo sobre la tierra, desencadenó terremotos, elevó montañas, e inició la era glacial. Incluso explicó algunos de los Milagros de la Biblia en términos de su cometa, proponiendo que el sol estático que se menciona sobre el mandamiento de Joshua era posiblemente un cuento que conmemoraba este evento. Los lectores de Donnelly quedaron entusiasmados por sus descripciones del “garrafal monstruo ardiente” en el cielo, abrasando al planeta con intempestivo calor y estremeciendo el suelo con “truenos más allá de los truenos”.

Posiblemente inspirado por Donnelly (sin mencionar lo que obviamente estaba sucediendo en los cielos), Camille Flammarion escribió El fin del mundo en 1893 en el cual relata una colisión ficticia entre la tierra y un cometa de cincuenta veces su tamaño. ¡La prosa espeluznante de Flammarion aseguró que su libro fuera una sensación inmediata! (Flammarion, debe aclararse, era inmensamente influenciado por su amigo y socio Allan Kardec, Pedagogo Francés, estudiante de medicina, linguista e investigador de “comunicaciones espirituales”. También era amigo de Jules Violle la probable verdadera identidad del legendario alquimista, Fulcanelli).

Bueno, todo eso era una interesante distracción en la historia. Ya no resulta tan aburrido, ¿no? Bueno, hora de volver a la narración de Victor Clube. ¡Creo que lo que escribe tendrá mucho más sentido ahora!
El hecho de un peligro percibido en estas épocas, indicado históricamente por un aumento global de preocupación por el fin del mundo, ahora se comprende en varios cuarteles académicos al marcar cierta dislocación física (¿clima? ¿enfermedad?) que ocasiona una actividad económica y social trastornada, incluso hasta el punto del colapso de la sociedad civilizada, llevando entonces a una revolución, migraciones en masa y guerra, ampliadas a escala global. Las ocasiones de tales rupturas en la civilización son por supuesto un asunto de seria preocupación y su estudio sistemático ha sido tomado en EEUU (y otros lugares) en tales institutos como el Centro de Investigación Comparativa en Historia, Sociedad y Cultura en la Universidad de California, Davis (Goldstone, 1991). Sin embargo, para los “iluminados”, la escatología sigue siendo una anomalía y ciertas conexiones seguras con información celestial todavía deben de llevarse a cabo. Sin embargo, debemos recordar que muchos, como es usual en estas ocasiones de crisis, verán “estrellas explosivas amenazando al mundo con hambrunas, plagas y guerras; muerte para los príncipes; muchas maldiciones para los reinos; [y] muchas pérdidas para todos los estados…”

Las tres épocas más antiguas son por supuesto los períodos de la Inquisición y de la gran caza europea de brujas (que se trasladó sobre EEUU) cuando los administradores seculares y eclesiásticos desalentaban toda noción (astrológica) de que la esfera celestial interfería con asuntos terrestres. Las historias separadas de científicos revolucionarios como Copérnico, Kepler, Bruno, Galileo y Newton fueron testigos de la ferocidad con la cual el más aceptable punto de vista cósmico (del momento) era impuesto. De hecho, estas historias todavía están siendo ajustadas y Newton, como ahora se sabe, fue obligado en su momento a trabajar bajo condiciones de considerable censura.

La parte aceptable de su rendimiento científico fue por supuesto publicada y su valor se ha comprobado repetidamente por 300 años. La parte inaceptable que trataba de “estrellas explosivas” y de escatología permaneció sin publicarse durante unos 250 años. Uno de los primeros en examinar este material (Keynes 1947) quedó tan desconcertado por el contraste como para llamar a Newton no “el primero de la era del razonamiento” sino como “el último mago, el último de los babilonios y sumerios”. Así que fueron los Padres Fundadores de la Sociedad Real en la Inglaterra Restaurada quienes dieron con la solución de la medida “iluminada” de ridiculizar la amenaza cósmica y la ansiedad pública; y no es de poca importancia que hoy en día las naciones de habla inglesa ultimadamente se mantuvieron firmes y prosperaron mientras otros dudaron en la última y más breve de las épocas mencionadas más arriba (Goldstone, loc cit). Por consiguiente, es un “logro” ampliamente anglosajón de que las catástrofes cósmicas fueran absolutamente desechadas y el principio científico del uniformitarianismo fue puesto en su lugar entre 200 y 150 años atrás.

Si el bombardeo de nuestro planeta por cometas o polvo cometario en períodos cortos de tiempo es una realidad (como parece ser según su incremento); y los efectos de tal evento es destructivo en extremo; y si de hecho estamos pasados del tiempo de repetición para una visita de estas (tal parece ser el caso); ¿qué efecto tendría el conocimiento público sobre el status quo del planeta en el presente? ¿La falsa “guerra contra el terrorismo” no se volvería instantáneamente obsoleta y haría que la gente en todo el planeta demandara que sus líderes políticos revean prioridades para que tomen toda acción posible para mitigar la amenaza? ¿Y si tales líderes políticos se rehusaran a hacerlo y se volviera de conocimiento público que esta grave amenaza para la vida de miles de millones ya era de conocimiento común entre la élite política (con todo lo que ello implica), qué entonces? ¿Revolución? ¿Un último hurra antes de la 6ta extinción?

Quien sabe. Solo sabemos que este conocimiento, en su entera explicación, está siendo suprimido y marginado. Las razones de los juegos psicológicos y tácticas podrían ser interesantes de investigar. Entonces, eso es lo que veremos en la próxima entrega: ¿Por qué la humanidad es tan Sorda, Tonta y Ciega?

1 comentarios:

Anónimo dijo...

ante la posibilidad de quer estos eventos ocurran mas tarde o mas temprano,que bueno seria que aquellos que utilizan el planeta como de su propiedad, pensáran de una vez y para siempre,que éste maravilloso mundo pertenece a todos sus habitantes y de que todos tenemos derecho a disfrutarlo mientras estemos en el.-