El agua está contaminada por todo tipo de fármacos
DSalud
08/04/10
Nuestros acuíferos están cada vez más contaminados por los fármacos que la sociedad consume de forma casi enfermiza -llegan a los ríos a través del alcantarillado- y como no los elimina ninguna depuradora los estamos ingiriendo a través del agua de los grifos y de los alimentos que se riegan con ella. De hecho cada vez más personas sufren trastornos de todo tipo y se está multiplicando el número de bacterias resistentes a los antibióticos. Ya se ha comprobado que es así en las aguas del Ebro y en dos afluentes del Llobregat pero está pasando en toda España. Es hora pues de preguntarse si no ha llegado el momento de decir basta al masivo e injustificado consumo de fármacos que no curan nada.
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El agua de grifo empieza a ser peligrosa porque multitud de moléculas sintéticas y la información con que se carga el agua procedente de los millones de fármacos que tiramos a la basura y/o excretamos con las heces –tanto las personas como los animales- llegan de forma cada vez más masiva a los ríos –en nuestro caso a través del alcantarillado- y están ya produciendo trastornos en nuestros sistemas orgánicos. Se trata de un problema conocido pero nunca afrontado y de ahí la importancia del trabajo que ha empezado a hacer un equipo de investigadores del Departamento de Química Ambiental del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de Barcelona coordinado por Damiá Barceló cuyo fin es conocer la polución de los ríos españoles. Porque según los resultados iniciales están encontrando “de todo”. Y todo apunta a que la única solución –porque convencer a la población de que deje de tomar fármacos inútiles es una quimera mientras los médicos sigan recetándolos- parece pasar por una depuración del agua mucho más eficaz con métodos más sofisticados y modernos.
Antibióticos, analgésicos, antiinflamatorios, antipiréticos, antidepresivos, ansiolíticos, anticonceptivos, supuestos reguladores del colesterol y cientos de fármacos más igual de ineficaces van a parar a diario en cantidades desconocidas –pero sin duda enormes- a todos los ríos que reciben aguas residuales. Porque como el lector sabe nuestro organismo metaboliza parte de esas sustancias pero otra parte es excretada y por medio de las alcantarillas llega a los ríos. Y asimismo llegan a ellos cantidades equivalentes -y aún menos controladas- de los cada vez más innumerables fármacos con que hoy se envenena al ganado de consumo humano para acelerar su engorde o para prevenir –es un decir- enfermedades que pueden diezmarlos.
La concienciación social de este problema en España es muy escasa pero no ocurre así en otros países. En Gran Bretaña por ejemplo el problema se lo ha tomado muy en serio la Asociación del Suelo que ha hecho por eso numerosos llamamientos al gobierno de Gordon Brown –con escaso éxito, también hay que decirlo- para que ponga en marcha un plan que permita reducir el uso abusivo por los veterinarios de antibióticos en las granjas como ya se ha hecho en los hospitales y otros centros de salud. Asociación que recuerda que según datos oficiales del 2007 más del 53% de los antibióticos consumidos en Gran Bretaña se suministran a los animales en las granjas y clínicas veterinarias.
Luego si en España el problema no preocupa tanto es sencillamente porque apenas se informa de ello. De hecho pese a tratarse de una contaminación química de efectos imprevisibles sobre la salud y el medio ambiente las administraciones públicas no se la han tomado en serio. Al menos hasta ahora. Lo demuestra que de hecho aquí no existen límites de vertido o de concentraciones en las aguas y ninguna depuradora elimina hoy esas sustancias.
A pesar de que el equipo de investigadores mencionado ha efectuado ya los primeros estudios sobre el grado de polución fármaco-química -concretamente en las aguas de los ríos Anoia y Cardener (afluentes del Llobregat que abastecen de agua Barcelona) y en las del Ebro a lo largo de todo su recorrido- y los resultados confirman las peores previsiones. “La verdad es que cuando se busca -explica el prestigioso investigador catalán- se encuentra de todo. Nosotros hemos encontrado restos de más de 50 fármacos distintos”. Barceló añadiría que una investigación de ese mismo departamento elaborada por Mira Petrovic y otros investigadores que se publicó en la revista Toxicological Chemistry constató que –transcribimos textualmente del informe- “los estrógenos (usados en píldoras anticonceptivas y para el tratamiento de desórdenes hormonales tan frecuentes como la menopausia) y los antibióticos son los compuestos que probablemente susciten más preocupación en la actualidad: los primeros por su actividad como disruptores endocrinos ([la alteración del sistema endocrino puede inducir además cáncer y trastornos reproductivos) y los segundos por la posibilidad de que se desarrollen cepas bacterianas resistentes que hagan que estos compuestos dejen de ser efectivos para el fin para el que fueron diseñados”.
Añadiremos que el estudio de los afluentes del Llobregat constató la presencia de fármacos estrogénicos y de alquilfenoles (un componente de los detergentes), ambos conocidos alteradores del sistema endocrino. “Ambos grupos de compuestos -explica Damiá Barceló- fueron identificados como responsables de la estrogenicidad observada en los peces capturados en las áreas de estudio, algunos de los cuales presentaban además de un elevado nivel de vitelogenina plasmática -proteína utilizada como indicador de la exposición a compuestos estrogénicos- òrganos reproductores masculinos y femeninos simultáneamente”.
Sin comentarios. Porque obviamente esos fármacos no afectan sólo a la fauna acuática sino también a los ciudadanos que beben el agua potabilizada que procede del Llobregat, río del que el Anoia y el Cardener son afluentes.
Y si lo duda consulte la bibliografía internacional de los últimos años y comprobará que la relación entre la exposición continua a ciertos niveles de estrógenos ambientales -o xenoestrógenos- y la aparición de trastornos endocrinos está científicamente constatada. Puede desembocar en problemas como la no aparición de testículos (criptorquídea), la falta de cierre de la uretra (hipospadia), el desarrollo mamario en hombres (ginecomastia), la pérdida de calidad y cantidad de semen en los varones y, sobre todo, diversos tipos de cáncer: mama, vagina, hígado y testículos. “No sabemos el efecto exacto de estos compuestos -explica Nicolás Olea, médico e investigador de la Universidad de Granada y uno de los mayores experto europeos en contaminación hormonal- pero sí sabemos que ocurre algo muy grave porque, entre otras cosas, está aumentando notablemente el número de casos de cáncer y hay una disminución alarmante del número de espermatozoides en los hombres”.
Fármacos en el Ébro
Cabe añadir que el equipo de Damiá Barceló participa asimismo en el programa europeo de investigación conocido como Aquaterra puesto en marcha para valorar la contaminación farmacológica de cinco grandes ríos del continente: el Danubio, el Elba, el Ebro, el Meuse y el Brevilles. Obviamente ocupándose del Ebro para lo cual eligieron 18 puntos de muestreo en los que se toma agua que luego se analiza para constatar la posible presencia de antiinflamatorios, reguladores de colestrerol, drogas psiquiátricas, antiulcerosos, beta-bloqueantes y antibióticos.
Pues bien, en mayor o menor medida se encontraron los ocho antiinflamatorios que se buscaban si bien estando presente el ácido clofíbrico en los 18 puntos de muestreo y el ketroprofeno sólo en uno. Entre las presuntas sustancias reguladoras de lípidos y colesterol no se detectaron restos de Pravastatina pero sí de los otros tres buscados destacando el Gembibrozil que apareció en 15 puntos. Entre las drogas psiquiátricas la que más apareció fue el Carbamazepine -en todos los puntos del estudio- mientras el Paroxetine y el Fluoxetine no fueron detectados. Por lo que se refiere a los antiulcerosos sólo hubo que no se detectó -el Lansoprazole-, lo mismo que pasó entre los antihistamínicos: sólo dejaron de detectarse Loratadine y Famotidine; en cambio el Ranitidine apareció en 2 de las 18 muestras. Finalmente se detectaron 3 de los 4 beta-bloqueantes que se buscaron destacando el Atenolol que apareció en 11 de los 18 puntos en los que se tomaron muestras.
¿Y qué efectos tienen todos estos fármacos en el agua y en el ambiente? Pues la verdad es que se ignora de forma detallada porque no se ha hecho ningún estudio pero los expertos entienden que no pueden dejar de tenerlos y difícilmente serán buenos.
Lo que sí se conoce bien son los efectos de la contaminación por antibióticos -también incluidos en el estudio del Ebro- y los cinco compuestos buscados -Azythromycina, Erythromycina, Sulfamethosazole, Trimethoprima y Ofloxacina- fueron detectados (el primero en 11 puntos y los demás en 3, 1, 5 y 1 respectivamente).
El Departamento de Microbiología del Hospital Ramón y Cajal madrileño calcula que en España van a parar al medio ambiente cada año ¡50 toneladas de antibióticos de uso humano y animal” “¡Y estamos hablando –advierten los expertos- de sustancias que actúan en milésimas de miligramo por centímetro cúbico!” A lo que hay que añadir que como se trata de sustancias que tardan muchos años en degradarse la contaminación del medio está aumentando año tras año.
¿Y que pasa con los antibióticos presentes en el agua o en los peces que nos comemos? Pues se sabe que, una vez liberadas, incluso pequeñas cantidades residuales de antibióticos excretados matan a la mayoría de los microorganismos con los que se encuentran. Y que los que resisten son luego mucho más difíciles de eliminar con tratamiento farmacológico. Es el caso de ciertas cepas de la Escherichia coli (o E.coli), del Acinetobacter, del Estafilococus aereus y de la salmonella, algunas de las cuales están mutando ya hacia formas inmunes a todos los medicamentos conocidos. Al igual que ocurre con la Pseudomona aeruginosa, patógeno típico de los hospitales que coloniza toda clase de líquidos (por increíble que parezca, hasta los líquidos desinfectantes).
Ejemplo inquietante del peligro al que nos exponemos es la omnipresente bacteria E. coli -que causa sobre todo infecciones urinarias entre los enfermos hospitalizados- y, cada vez más, fuera de los hospitales. “Estamos viendo -explica Jesús Rodríguez Baño, infectólogo del Hospital Macarena de Sevilla- que de cada 100 pacientes que nos llegan con infecciones urinarias graves por E.coli entre el 5 y el 10% son como consecuencia de una cepa multirresistente de esta bacteria cuando hace cinco años era del 0%. Y esto tiene su importancia porque tal vez uno de cada 1.000 pacientes, si no acertamos con el antimicrobiano eficaz, puede morir en apenas 48 horas debido a las muchas reacciones que provoca la infección”. Resistencia bacteriana, no lo olvidemos, que se está produciendo por el abuso de antibióticos.
¿Y cuál es la “solución” que se nos está proponiendo para tratar a esas bacterias super-resistentes? Pues antibióticos cada vez más potentes y, a la vez, de mayores efectos secundarios. Algo absurdo porque a la larga sólo va a agravar el problema. “En general -denuncia Francisco Javier Hormigos, director médico de Unión de Mutuas- los antibióticos son cada vez más fuertes y con más efectos secundarios. Las penicilinas bien usadas son casi inocuas para el ser humano pero las gentamicinas, las vancomicinas y los macrólidos de última generación que se usan hoy desde el principio para tratar una infección tienen efectos secundarios considerables: tendinitis, insuficiencias renales y hepáticas, trastornos de la mucosa del tubo digestivo, infecciones serias de hongos…” En suma, la solución no está en crear antibióticos más potentes. Pasa por desterrar el abuso de los mismos, utilizar los más inocuos, buscar alternativas naturales para combatir las infecciones y, dada la situación alcanzada, instalar depuradoras realmente eficaces.
Rafael Carrasco
Antibióticos de uso ganadero
Durante décadas la avoparcina, la tilosina, la espiramicina, la virginiamicina, el carbadox y el dimetridazol se han empleado en la ganadería europea tanto como promotores del crecimiento -en sustitución del clembuterol y sustancias similares, hoy perseguidas- como para prevenir enfermedades entre los animales. Y aunque es necesaria receta veterinaria para su uso en la práctica los comerciales de los laboratorios se los están vendiendo a los ganaderos sin la obligada intervención de farmacéuticos y veterinarios. El negocio es el negocio. Entre los casos más conocidos se encuentra la avoparcina, un potenciador del crecimiento con efecto antibiótico que se ha usado masivamente en la cría de pollos y que está considerada un compuesto no tóxico que como se supone no deja residuos perjudiciales en la carne del animal no se analiza en los mataderos; al menos hasta ahora. Cuando sin embargo es cada vez mayor la evidencia de que incrementa las resistencias de una cepa bacteriana a varios antibióticos según demuestran estudios de la Universidad de Maastricht que han encontrado esas bacterias en 3 de cada 5 pavos "medicados" frente al 8% tan sólo de las aves que no tomaron la avoparcina. Un dato realmente contundente... menos para nuestras autoridades sanitarias.
Contaminación farmacológica
Puede afirmarse que todos los fármacos tienen efectos secundarios pero los que se encuentran de forma más habitual en los ríos son… los antibióticos liberados en el medio ambiente “entrenan” a todo tipo de bacterias y aunque la mayoría muere en contacto con pequeñas cantidades de penicilinas o vancomicinas las que consiguen resistir son luego mucho más difíciles de combatir si entran en el cuerpo a través del aire o de un alimento en mal estado. El problema de las bacterias multirresistentes a los antibióticos es uno de los más graves a los que se va a enfrentar la sociedad en los próximos años.
…los anticonceptivos y demás fármacos estrogénicos son conocidos disruptores endocrinos y como tales pueden alterar nuestro sistema endocrino con consecuencias imprevisibles. Estudios con animales relacionan el mal funcionamiento del vital sistema endocrino con diversos tipos de cáncer, malformaciones en la descendencia –tanto de hombres como de mujeres- y trastornos reproductivos. La principal hipótesis actual sobre el alarmante descenso del número de espermatozoides en los varones de los países occidentales -España incluida- es que se debe a la contaminación hormonal o estrogénica que provocan no sólo los fármacos excretados sino otros muchos compuestos químicos como los alquilfenoles de ciertos jabones, el bisfenol -plástico de uso común- y los hidrocarburos aromáticos policíclicos de la gasolina.
…los antidepresivos, analgésicos, reguladores del colesterol y compuestos psiquiátricos –entre otros muchos fármacos-, buena parte de los cuales tienen efectos aún no bien conocidos sobre la salud.
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