Lección “otomana” a los árabes

Abdelbari Atwan
al-Quds al-Arabí
Traducción para el CSCA: Antonio Martínez Castro
19/10/09

La suspensión de las maniobras aéreas conjuntas de aviones israelíes y estadounidenses, previstas para el 12 de octubre en Ankara, debe ser analizada desde dos puntos de vista: el primero guarda relación con el enfado turco respecto a la atroz guerra israelí contra la Franja de Gaza a principios de año y las constantes provocaciones israelíes en la explanada de la mezquita de al-Aqsa; en cuanto al segundo, está vinculado a la subida de tono de estadounidenses e israelíes para imponer sanciones económicas asfixiantes a Irán, como paso previo a un ataque aéreo que destruya su programa nuclear.

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El Presidente del gobierno turco, Recep Tayyib Erdogán, da con esta decisión personal una prueba más de su postura a favor de los derechos árabes-islámicos en la Palestina ocupada, a la vez que vuelve la espalda, él y su gobierno, a la Europa que le ha cerrado la puerta de la adhesión de forma humillante.

El dirigente turco, que protestó enérgicamente ante las masacres de los israelíes en la Franja de Gaza al abandonar la sala en la sesión de Foro Económico mundial de Davos como repulsa a las mentiras del Presidente israelí Simón Peres, no quiere que los aviones militares que mutilaron los cuerpos de los niños de Gaza con sus bombas y misiles vuelen el cielo del Imperio Otomano, ni que sus pilotos, acusados de cometer crímenes de guerra, se codeen con sus homólogos turcos.

Erdogán manda un claro mensaje a la vez a Estados Unidos e Israel de que Turquía ha cambiado, muy deprisa, y regresa a su entorno natural afectivo e íntimo, es decir, al “Mashreq” árabe-islámico del que la apartó Kamal Ataturk suspirando tras el espejismo de pertenecer a la pérfida Europa.

Además este hombre no ha tomado el poder de su país mediante un golpe de Estado ni debe su existencia al soporte económico y militar estadounidense, como la mayoría de los gobiernos de los países islámicos, y muy especialmente los árabes, sino que salió elegido por las urnas tras unas elecciones limpias y, ceñido en todo momento al marco de la constitución y el Estado de derecho, se ha puesto a trabajar con su gobierno para construir una fuerza regional respetable y representar a la opinión pública denunciando las continuas provocaciones israelíes a sus acendrados sentimientos islámicos y el racismo de Europa que, mientras le cierra en las narices la puerta de la adhesión, perdona los pecados de países que ayer mismo estaban en la trinchera de enfrente dentro del hostil bloque socialista.

La actividad económica con el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), actualmente en el gobierno, se ha convertido en un modelo a seguir; el PIB ha superado los 900.000 millones de dólares anuales (según estimaciones de 2008) pasando de este modo Turquía a ocupar el décimo séptimo puesto en la economía mundial, sin ser productora de petróleo, y el volumen de sus exportaciones agrícolas e industriales es de unos 140.000 millones de dólares, lo que la coloca en el puesto trigésimo segundo en volumen de exportaciones a nivel mundial.

Estos logros admirables son los que le han permitido a Erdogán dirigirse al presidente del gobierno israelí, Ehud Olmert, y a la ministra de exteriores, Tzipi Levni, durante la guerra de Gaza como portavoz de los nietos de los otomanos y decirles que lo que estaba haciendo su ejército en la Franja era un mácula negra en la historia de la humanidad que no pasaría inadvertida. Y añadió: “Israel se ahogará en las lágrimas de los niños, las mujeres y los reprimidos, víctimas de las masacres de Gaza”. Palabras valientes como éstas, que ningún dirigente árabe ha pronunciado, son las que hacen que decenas de miles de turcos acudiesen al aeropuerto de Estambul para recibir al presidente, que no dudó en plantarse ante Peres en Davos y decirle: “Israel sabe muy bien cómo matar niños”.

Las relaciones bilaterales turco-israelíes, especialmente los acuerdos militares, eran el trapo sucio que agitaban los detractores de Erdogán para cuestionar sus declaraciones en defensa de los derechos de los árabes en Palestina, y de este modo, al prohibir que los aviones israelíes participen en las maniobras militares anuales sobre territorio turco, con estadounidenses y turcos, responde a los que dudaban de su sinceridad y da un paso hacia el reestablecimiento de las relaciones que Turquía tuvo en el pasado, en tiempo de los otomanos.

Lo que llama la atención es que este paso ha de entenderse dentro de un marco estratégico y no como una manifestación táctica ya que el gobierno de Erdogán estaba asentando una estrecha relación con Siria e Irán a la vez que el Presidente turco Abdullah Gül canceló una visita oficial a Israel por haber rechazado el gobierno de este último país su petición de visitar la Franja de Gaza para verificar los crímenes de guerra israelíes y de reunirse con el mando del Movimiento de Resistencia Islámica “Hamás”.

Turquía está diciendo a Israel de forma clara y rotunda que no aceptará ninguna guerra contra su vecino Irán y que no permitirá que sus aviones atraviesen su espacio aéreo, acercándose así a la frontera iraní-turca, durante las maniobras militares que tenían que haber empezado el lunes. Por otra parte, es posible que Erdogán, que esta semana visitará Teherán, lleve consigo garantías de que Turquía no participará en un hipotético embargo económico que se pueda imponer a Irán en un futuro próximo.

Lo doloroso es que esta actitud turca que infunde asombro se da a la sombra de un “estado de muerte” árabe a todos los niveles, y a la sombra también de la cristalización de un eje árabe-israelí en contra de Irán en el que participan activamente los llamados países “moderados”. Benjamín Netanyahu, que no hace más que tocar el tambor de guerra para destruir las centrales nucleares iraníes, habla públicamente de un espacio de entendimiento común con los países árabes “moderados” en torno a su preocupación por dichas centrales.

Pero más doloroso aún es que esta noble actitud turca fue simultánea a que la Autoridad Nacional Palestina desde Ramala retirase el proyecto de resolución para someter a votación en el Consejo Mundial de los Derechos Humanos, en la última sesión que tuvo lugar en Ginebra, el informe del juez judío y sionista Richard Goldstone en el que acusa a Israel de haber cometido crímenes de guerra y contra la humanidad durante su agresión a la Franja de Gaza.

Los pueblos apoyan a los dirigentes con dignidad que cumplen sus expectativas en lo tocante a libertades y crecimiento económico, político y militar, y que además no transigen con la opresión y la injusticia. Esto es lo que explica que la mayoría del pueblo turco respalde a su gobierno y lo elija como representante por la vía democrática, así como también explica que Erdogán ocupe un lugar destacado, y probablemente impar, en los corazones de cientos de millones de árabes y musulmanes por haber tenido la bravura y el coraje suficientes como para decir a Israel lo que le dijo a plena luz del día en defensa de los débiles, los reprimidos y sometidos a ocupación que han sido olvidados por aquellos que dicen ser árabes y musulmanes.

Los aviones israelíes que arrojaron bombas de fósforo sobre los niños de Gaza,ya no volarán por el cielo de la Turquía musulmana, y puede que el capítulo del acuerdo militar turco-israelí se haya cerrado para siempre. Y es que Israel se ha vuelto odiado, censurado, y el mundo empieza a hostigarlo por haber descuartizado a los mártires de la Franja de Gaza, niños y mujeres. Le han arrancado la falsa y cobarde máscara de “civilizado” tras la que ocultaba su horrible rostro racista y sanguinario. La maldición de los niños de la Franja de Gaza, junto a la maldición de aquellos de Qana, Sabra y Chatila, y todas las otras víctimas, permanecerá persiguiendo a los criminales de guerra israelíes para siempre.

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