Más pruebas sobre el enorme número de muertes en Irak
James Cogan
WSWS / La Haine
Traducido del inglés para La Haine por Felisa Sastre
01/05/09
Las estadísticas científicas multiplican por 10 el número de muertes causadas por la invasión de EE.UU.
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El 23 de abril, la Associated Press (AP) publicó un recuento secreto recopilado por el Ministerio de Sanidad iraquí que recogía 87.215 muertes violentas producidas en el país entre principios de 2005 y el 28 de febrero de 2009. Según las fuentes de la AP en el gobierno iraquí, las muertes violentas se definen como aquellas causadas por “tiroteos, bombas, ataques de mortero y decapitaciones” oficialmente registradas.
El recuento excluye a las “personas desaparecidas” que se supone están muertas. Tampoco incluye las muertes producidas durante las tres semanas de la invasión estadounidense en 2003, durante las cuales murieron, al menos, 30.000 soldados iraquíes. Excluye, asimismo, las muertes ocasionadas durante los primeros 20 meses de la ocupación. De forma que no cuenta a miles de resistentes y civiles asesinados en las operaciones estadounidenses, en particular las del año 2004, para aplastar a la resistencia iraquí en ciudades como Bagdad, Faluya, Ramadi, Mosul, Najaf, Karbala y Basora.
Pero aún más importante, el recuento deja fuera “los factores indirectos como los daños a las infraestructuras, al servicio de salud y el estrés que causaron muchos miles de muertos más”. En otras palabras, no cuenta las víctimas de la ocupación estadounidense fallecidas debido a la falta de alimentos, agua potable, saneamientos, electricidad o tratamientos médicos.
Las 87.215 muertes del informe son, pues, una pequeña parte del verdadero número de defunciones habidas desde marzo de 2003. ¿Cuántas muertes se produjeron entre marzo de 2003 y principios de 2005? ¿Cuántos miembros de la resistencia y cuántos civiles fueron enterrados sin notificar al registro oficial de defunciones? ¿Cuántos cadáveres estaban tan mutilados que nunca fueron identificados o todavía siguen bajo toneladas de escombros? ¿Cuántos de los cuatro millones estimados de refugiados y desplazados internos han muerto? ¿Cuántos han perdido sus vidas por las denominadas causas “indirectas” y “no violentas?”
El proyecto Iraq Body Count que, de forma meticulosa documenta la muerte de civiles de las que se informa en los medios, también deja de contestar estas preguntas. No contabiliza las muertes de combatientes, ni las de quienes murieron por causas “no violentas”, ni las muchas defunciones no publicadas. Su actual estimación de muertes de civiles se establece entre 91.580 y 99.985 ( Véase, http://www.iraqbodycount.org/ )
El método más solvente para juzgar el impacto de la ocupación estadounidense sobre el pueblo iraquí es el estudio comprensivo de muestras en unidades familiares, mediante entrevistas estadísticamente significativas de hogares en todo Iraq para llegar a una estimación general.
Los más recientes estudios de 2006 se llevaron a cabo en circunstancias extremas y difíciles. Debido a la creciente violencia que se estaba produciendo, a los investigadores se les impidió entrar en las zonas más castigadas por la guerra.
El primer estudio, realizado por la Escuela de Salud Pública de la Johns Hopkins University, a través de 2.000 entrevistas en núcleos familiares, calculaba un “exceso de muertes” entre 393.000 y 943.000 desde marzo de 2003 a junio de 2006, con una estimación media de 655.000.
El exceso de muertes se refiere al número que no se hubiera alcanzado si el índice de mortalidad se hubiera mantenido en los niveles anteriores a 2003. Revisado atentamente y publicado por la revista médica Lancet, el estudio llegaba a la conclusión de que las operaciones estadounidenses y otros tipos de violencia habían ocasionado la mayoría de las defunciones extra.
Poco después del estudio de la John Hopkins, el Ministerio de Sanidad iraquí y la Organización Mundial de la Salud (WHO, en sus siglas inglesas) llevaron a cabo su propio estudio muestra, en esta ocasión de 9.345 unidades familiares, que dio una estimación de 151.000 muertes violentas hasta septiembre de 2006.
Existe una clara discrepancia entre los dos estudios en el número de exceso de muertes atribuibles a causas violentas. Ambos, no obstante, coinciden en el asombroso aumento del índice total de mortalidad en Iraq. El estudio del ministerio de Sanidad/WHO estima en un 60 por ciento el aumento de muertes no violentas comparadas con las previas a la guerra.
El Dr. Les Roberts, uno de los investigadores de la Johns Hopkins, señala que los índices totales de mortalidad son comparables pero que existen diferencias en los cálculos de las muertes violentas. Las posibles razones de esa discrepancia se expusieron en un artículo de esta página (Véase: “New study estimates more than 150,000 violent deaths in Iraq over three years”)
Han pasado más de 30 meses desde el periodo evaluado en los dos estudios. Incluso para las cifras oficiales de víctimas, algunos de las peores matanzas se produjeron durante los últimos meses de 2006 y hasta finales de 2007. Ese periodo fue testigo de la violencia sectaria chií-sunní y de la escalada de operaciones estadounidenses en áreas residenciales, asociadas a la política de “intensificación”. La violencia interrumpió la distribución de ayuda alimentaria de emergencia, impidió la reparación de infraestructuras esenciales y provocó una oleada de refugiados desesperados que escapaba de las ciudades y pueblos afectados, y en particular de Bagdad.
Basado en los resultados de los estudios previos, un nuevo estudio de campo, basado en buenas fuentes, incluidas entrevistas en zonas anteriormente inaccesibles y entre la población de refugiados, es probable que llegue a la conclusión de que la ilegal invasión y ocupación estadounidense de Iraq ha costado más de un millón de vidas iraquíes durante los seis últimos años.
El 24 de mayo de 2007, el equipo editorial de WSWS publicó un editorial con el título de: “US officials guilty of ‘sociocide’ in Iraq must be held accountable”. En él acusaba a los altos responsables de la Casa Blanca de Bush y a las grandes corporaciones estadounidenses de “culpables de preparar, promover o llevar a cabo crímenes de guerra” y exigía que se les pidiera responsabilidades.
El editorial concluía: “Como hemos expuesto antes, no se trata de pedir venganza, sino de educar políticamente a la ciudadanía. El proceso por el que se pusieron en marcha estos sangrientos crímenes contra gentes de otro país, así como sus verdaderas motivaciones geopolíticas tienen que ser expuesto en su totalidad a la opinión pública. Sólo cuando la gente comprenda los motivos de guerras semejantes, vea más allá de las mentiras de la clase dirigente y tome bajo su responsabilidad los asuntos políticos, podrá detenerse la locura bélica del imperialismo estadounidense”.
Mientras el gobierno Obama continúe la guerra en Iraq y aumente la violencia de los militares estadounidenses en Afganistán, esta afirmación es aplicable al nuevo inquilino de la Casa Blanca, a los miembros de su gobierno y a las corporaciones empresariales que le apoyan y le rodean.
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